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El aroma correcto por lady_chibineko

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Título: El aroma correcto

Autor: Lady chibineko
(Miembro de la Orden Sirusiana y alumna de Hufflepuf en Media Noche en la Torre de Astronomía, Miembro de la Mazmorra del Snarry)

Disclaimer:
Todos los personajes de este fanfic pertenecientes a la serie de películas de Ice Age son propiedad exclusiva de Blue Sky Studios y 20th Century Fox. Yo solo escribo sin fines de lucro y por diversión.

Advertencias: Este es un fanfic del tipo slash, lo que quiere decir relaciones chico-chico (en este caso más bien seria tigre-tigre xD, por lo que también es medio zoofílico); si no es de agrado este tipo de lectura, por favor no sigan. Incluye las películas de la primera a la tercera.

Advertencia para el capítulo: Contenido sexual explícito, si este tipo de lectura te ofende por favor no sigas. Si lo haces es bajo tu propio riesgo.

Y ahora al fic, enjoy the chapter.

Capítulo VI

Daniel corría a toda prisa y sin descanso, sin importarle el aire que faltaba o la herida que punzaba y amenazaba con volver a abrirse; en lo único en que podía pensar era en su pequeño Sandro, suplicando por su bienestar, implorando por encontrarlo vivo... acelerando el paso aún más.

Los recuerdos del día en que encontró a los cachorros poblaron su mente mientras el paisaje cambiaba rápidamente frente a él.

La noche anterior había sido absolutamente fría y la depresión de su último cachorro perdido solo había empeorado su ánimo, Ya no daba más, solo quedaba rendirse, solo y sin familia alrededor, jamás se había sentido tan miserable. Lo mejor era volver con su vieja manada de antílopes, por lo menos podría sentirse acompañado.

Y fue así que la media mañana lo encontró, desganado y miserable, buscando puñados de hierba para mordisquear y tal vez algún insecto para llevar al estómago pues no tenía ganas de pescar; cuando escuchó un ruido y al levantar la cabeza lo recibió la carita asustada de un cachorrito de pelaje rojizo, una carita marcada.

El cachorrito exhaló una exclamación de sorpresa y procedió a desaparecer raudo entre los arbustos.

Daniel torció la nariz confundido, preguntándose si aquello había sido una alucinación o no, pero el aroma a cachorro ya estaba en su nariz y sus patas se movieron antes de siquiera notarlo y por supuesto habiendo sido criado entre rápidos antílopes siempre dispuestos a esconderse entre la maleza, no tardó mucho en dar con el rastro del esquivo cachorro, el cual esta vez no corrió a esconderse de nuevo sino que comenzó a retroceder lentamente y en lugar de mantener la vista fija en Daniel, a veces daba vistazos rápidos a algún punto tras el adulto. Daniel inclinó un poco la cabeza en un gesto confundido; claro que el ruido detrás suyo que denotaba la presencia de otro ser le dio una pista.

¿Había acaso caído en una trampa?

Igual volteó, la curiosidad pudo más y la expresión de terror del chiquillo le hizo dudar que fuese una trampa.

Fue bueno el haber ignorado al niño que, temblando, comenzó a tratar de detenerlo por sus patas traseras o nunca hubiese notado a la cachorra que, igualmente aterrada, lo miraba echada en el suelo, tratando de arrastrarse lo más lejos posible del adulto. Respiró hondo.

- "Hola..."- saludó entonces con una sonrisa tentativa en los labios.

El cachorro macho trató de apartarlo aún con más fuerza, la hembrita temblaba sin control. Daniel suspiró y se acercó con cautela, entonces notó la herida ya no tan fresca que adornaba la parte baja del cuerpo de la cachorra. La habían dejado casi paralítica a propósito, las marcas de garras de un tigre dientes de sable adulto eran lo suficientemente notorias como para determinar eso.

Esos niños habían sido rechazados entonces, probablemente un macho nuevo y más fuerte había tomado la posición alfa de la manada y se había deshecho de los cachorros del macho anterior. Daniel suspiró.

Dio un nuevo paso al frente dispuesto a tratar de entablar una conversación con los cachorros, pero las expresiones cada vez más aterrorizadas en los rostros de estos le dijeron que iba a ser un esfuerzo en vano. Un nuevo suspiro, una decisión rápida e ignorando por completo al macho se acercó hasta la hembrita, la tomó por el cogote y dando media vuelta se alejó con la niña en el hocico. Notó con satisfacción al machito siguiéndolo un momento después, así que apuró el paso pues el lugar donde había pasado la noche anterior era ideal para descansar.

Luego de limpiar a la cachorra y convencerla a ella y al niño de que no, no les iba a hacer daño, luego de darles nombres nuevos porque no recordaban los suyos, luego de conseguirles unos pequeños pescados que devoraron con desesperación; Daniel por fin se sintió útil, por fin sintió que había encontrado un sentido para su vida.

Y luego vino Fernando y después el pequeño Diego.

Así que, ¿Cómo abandonar a su primer cachorro? ¿Cómo, cuando aún tenía forjado en su memoria el momento en el que fueron atacados por aquellos dos carnívoros sin escrúpulos y su pequeño Sandro le dio la oportunidad de poner al resto a salvo?.

- "Cuando estuve solo con Helena pude protegernos tantos días como patitas tenemos entre los dos."- había dicho el niño en un susurró, recordándole a Daniel que el niño ya antes había dejado implícito que habían pasado un total de 8 días entre el momento que fueron abandonados por su anterior manada y el momento en que Daniel los había encontrado- "Si estoy yo solo, podré aguantar el doble."- y había esbozado una sonrisa que intentaba parecer avalentonada, sobre todo porque sabía que mamá Daniel estaba herido y algo tenía que hacer para ayudar. Entonces prometió estar a salvo y no moverse de aquel territorio hasta que el tigre adulto pudiese ir a buscarlo; que mientras tanto desviaría la atención para permitir a los demás escapar.

Con el corazón en la boca, Daniel había tenido que acceder, jurando volver por él antes, de ser posible. Vio al cachorro correr en la dirección contraria, esconderse en unos matorrales, hacer ruido para llamar la atención de los depredadores y salir disparado alejándose lo más que se podía.

Lo que pasó después había sido casi un milagro, aunque al inicio Daniel no lo hubiese tomado así. Ahora era tiempo de cumplir con su promesa.

Para cuando llegó al lugar donde habían sido originalmente emboscados, el aire le faltaba, la herida ya cicatrizada aún le dolía y apenas e iba a poder dar otro paso, pero la voluntad siempre puede más que el cuerpo en ciertos casos y aquel era uno de esos casos.

Comenzó a olfatear de manera desesperada, tenía que encontrar el rastro de Sandro, tenía que encontrar a su cachorro y lo iba a hacer.

~.~.~.~.~.~



Diego no podía creerse la distancia que Daniel había recorrido, y eso que aún no lo alcanzaba.

- "Vaya que es rápido el condenado..."- comentó para sí mismo mientras relocalizaba el rastro del tigre más joven. Por lo menos no había rastros de sangre, así que la herida había sanado satisfactoriamente... pero esos tropezones que denotaban cada vez más seguido las huellas en la tierra no le gustaban nada.

Diego por fin consiguió el rastro de nuevo y sin tardar un segundo más corrió lo más que pudo mientras maldecía de nuevo ¡El niño debió de pedir su ayuda por un demonio! se dijo a sí mismo una vez más, consciente de que si no lo hizo fue justamente porque lo vio... ¿qué significaba toda esta rabia por verlo con Rosaura junto a él? porque no fue él sino la hembra quien había hecho el acercamiento, pero de alguna manera el resultado lo alegraba y enojaba a partes iguales.

¿Celos?

Oh... ¡Ellos iban a hablar definitivamente del tema! Eso ni dudarlo, pero primero tenía que hacerse del joven tigre de nuevo para cumplir dicho cometido.

Daniel había dado un salto de un punto a otro justo donde estaba, Diego saltó y reencontró el rastro... el chico había caído lastimosamente del otro lado, pero aún no había rastros de sangre. Gracias al cielo.

Volvió a retomar el camino a la carrera y cada vez más preocupado. Sabía a dónde se dirigía dicho camino: el territorio de los lobos sin manada. Un grupo de lobos expulsados de diferentes manadas por tener un comportamiento nada... lobuno, por así decirlo. Eran un grupo de seres sanguinarios, sin pizca de honor, sin compasión; más que lobos eran la reencarnación de Soto en piel de lobo. Y Daniel iba directo hacia su territorio.

- "¿Cómo es que te metes en tantos problemas niño?"- preguntó a la nada en particular al parar un rato para tomar aire, tras lo cual retomó el camino ya sin seguir rastro alguno. Su destino estaba bastante claro.

~.~.~.~.~.~



Daniel se escondió todo lo que pudo entre los matorrales, sobre todo porque acababa de divisar a uno de los que atacaron su manada. El lobo caminaba con aire soberbio mientras terminaba de aplastar con los dientes la cabeza de un pequeño dodo. Daniel sintió un escalofrío al ver aquello, suplicando a la madre naturaleza que su cachorro no hubiese corrido la misma suerte. Negó tomando aire y decidió alejarse todo lo posible de aquel animal, su única prioridad era encontrar a su cachorro, fuese como fuese.

Comenzó a olfatear desesperado, debía de haberse escondido en algún lugar. Nadie era mejor que Sandro para encontrar escondites y Daniel sabía eso mejor que nadie; después de todo era él quien tenía que buscarlo cuando el travieso cachorrito decidía hacer una de sus jugarretas y luego esconderse hasta que las aguas se calmaran.

Pasaron los minutos y su desesperación fue en aumento haciéndole imaginar cada vez peores escenarios, cuando de pronto captó el rastro, el aroma de su pequeño. ¡Sandro!. No tardó nada en seguir el rastro lo más rápida y sigilosamente posible, haciendo que sus patas lo llevaran al extremo sureste del territorio de aquellos sujetos, bastante alejado de donde estos se encontraban en el momento.  Entonces lo vio; primero un arbusto con un ligero movimiento, luego una patita de pelaje rojizo toda sucia, no dudó en correr lo más silencioso hasta aquel arbusto y tragando las lágrimas al ver a su niño tan flaquito, tan descuidado, cansado y en los huesos; le tapó el hocico con una pata para acallar el grito asustado que estaba seguro saldría de este y lo abrazó como si no hubiese mañana. No pudo evitar las lágrimas que acudieron por fin al tener a su niño de nuevo pelaje con pelaje, vivo y a salvo.

Por lo menos relativamente a salvo.

Lamió su carita marcada por las viejas huellas de las garras que alguna vez intentaron exterminarlo, esa carita que tanto amaba y sonrió con locura cuando escuchó al niño emitir un desfalleciente ¡Mamá Daniel! con apenas un hálito de voz.

- "Tranquilo Sandro, todo está bien. Tus hermanos están bien... tenemos que salir de aquí ¿Crees poder lograrlo? Tal vez si esperamos hasta que anochezca."- pensó en voz alta, aunque no estaba tan seguro.  Aunque ahora que el niño lo tenía al lado parecía estar perdiendo las fuerzas que lo mantuvieron vivo todos aquellos días.

El cachorro por su parte accedió cerrando los ojos con cansancio, estaba agotadísimo. Apenas y había encontrado que comer aquellos días, a veces algunos restos que los lobos dejaban atrás y no en condiciones muy frescas, a veces algún insecto como mamá Daniel solía hacerlo; apenas había dormido, apenas y había sobrevivido con el corazón latiéndole en todo momento a mil por hora. Pero ahora que mamá estaba con él se sentía a salvo y sus ojitos comenzaron a cerrarse.

Sintió al adulto alzarlo del cogote pero no le importó, estaba a salvo. Solo un ratito y luego él y mamá podrían salir de allí.

Daniel simplemente se rindió, tendrían que quedarse agazapados hasta que el niño despertase, lo cual esperaba que fuese rápido. Era más fácil que el aroma de un pequeño cachorro pasase desapercibido a que el aroma de dos tigres lo hiciese. Ojala y los lobos no tengan la idea de patrullar por el extremo donde ellos se encontraban.

En todo caso había un río un tanto caudaloso que se encontraba cerca de donde se encontraban escondidos y con suerte podrían tomar algo de agua y refrescarse luego, justo antes de irse. Ojala y los otros depredadores no sintieran sed en las próximas horas.

~.~.~.~.~.~



- "Sandro... ¡Despierta!"- susurró bajito Daniel al cachorrito cuando el atardecer comenzó a dar sus primeros tintes oscuros en el cielo.

Suspiró aliviado al ver al niño responder abriendo los ojos y pronto lo instó a que se parase. Dio un vistazo al lugar por sobre su escondite y comenzó a caminar agachado con el niño bien pegado a su lado.

Por lo menos se sentía mejor luego del descanso, eso no podía negarlo. Ahora si por lo menos la dama fortuna les sonriese un poco y los dejase salir del lugar sin que nadie los viera...

- "¡¿Quien anda allí?!"- escuchó entonces a alguien gruñir. Un lobo a todas luces y maldijo entre dientes.

Sintió al canino acercarse hacia donde se encontraban escondidos entre la maleza, notó a Sandro comenzar a temblar y casi desfallecer de los puros nervios y solo vio un camino a seguir en tales circunstancias.

- "Sandro... corre de frente lo más rápido que puedas y no mires atrás ¿entendido?"

- "Mamá..."- susurró el niño en completo terror.

- "Es una orden."- trató de decir en su tono más serio y empujó al niño un poco para que le hiciera caso- "¡Ahora!"

Y dijo aquello justo cuando el enorme lobo se arrojaba contra él, haciendo al niño salir despavorido y poniendo al propio Daniel en guardia.

Era cierto que estaba más fuerte y recuperado, pero él mismo era consciente de que no era rival para el enorme lobo.

Sin embargo si Sandro lograba escapar, entonces todo habría valido la pena.

Sintió al animal atacar de frente su garganta lo cual solo empeoraba su situación, pero no iba a rendirse, iba a dar una soberana pelea a ese sujeto.

- "¡Mamá Daniel!"- escuchó al niño volver a gritarle sin notar realmente donde se encontraba debido a que por el momento todo era una nube de mordiscos, zarpazos y polvo.

- "¡Te dije que te fueras!"- logró decir sin embargo mientras le hacían tragar polvo de mala manera. No quería que el cachorro viese como iba a terminar aquello.

Porque la verdad era que no tenía ninguna alternativa de ganar. No creía poder lograrlo. Y no había nada que pudiese hacer al respecto.

Un rugido furioso se dejó escuchar y Daniel fue de pronto dejado sobre el suelo; no más mordidas, no más polvo; solo el calor familiar de su cachorro a su lado. Un cachorro que debería ya de estar lejos. Respiró hondo y abrió los ojos un poco, para luego abrirlos por completo cuan grandes eran.

Diego estaba allí, frente a él, dándose de alma con el enorme lobo que hasta hacía unos momentos usaba a Daniel de saco de entrenamiento.

Diego entonces le dio una mordida en la oreja al lobo, se estiró y dio un salto utilizando las patas traseras para propinarle una fuerte lesión a su oponente cerca de los ojos. El lobo chilló de dolor, haciéndose bolita sobre su sitio por un momento, tiempo que Diego utilizó para chequear a Daniel y el asustado tigrecito y tras verlos conscientes gritó.

- "¡Toma al niño y ve a casa! ¡Vete!"

A Daniel nadie tenía que repetírselo dos veces, se paró como pudo, tomó al cachorro el cogote y comenzó a correr con dirección al valle. Para su mala suerte, el camino les fue cerrado por otros lobos que llegaron al escuchar los aullidos de dolor del vigilante.

Daniel regresó sobre sus pasos, justo para ver a Diego volver a tirar al suelo al lobo, el cual esta vez cayó inconsciente.

Diego miró a Daniel con el ceño fruncido.

- "¿Qué diablos haces aquí? ¡Te dije que te fueras!"- espetó alterado, más por la adrenalina que por el enojo en sí.

- "Estamos rodeados de lobos ¡No hay donde escapar!"- fue la respuesta de Daniel, la voz reflejando todo el miedo que sentía.

Diego fijó su vista en el escenario tras Daniel y efectivamente una gran cantidad de lobos iban con dirección a ellos. Miró a los costados, detrás y suspiró de alivio.

- "¡Vamos! Tenemos que pasar el río, luego podremos ir a casa."- apuró el paso pero Daniel más bien retrocedió negando, un escalofrío embargándolo por completo.

- "¡Estás loco! No voy a poder ¡Y mucho menos Sandro! ¡Nos ahogaremos! ¡Es demasiada distancia de una orilla a la otra!"

- "Solo es una pata tras la otra, acecha la presa, captura la presa... no es tan difícil."- trató de razonar Diego con el más joven, pero Daniel tan solo siguió negando.

Y los lobos se seguían acercando.

No había tiempo para siquiera tratar de convencerlo de algo. Entonces era por las malas o por las malas.

Diego se acercó a Daniel y le arrebató el cachorro del hocico sin esfuerzo, tras lo cual comenzó a correr. Sabía que Daniel lo seguiría, lo conocía demasiado bien como para saber que lo haría. Y efectivamente pronto escuchaba al otro correr tras él mientras le reclamaba la devolución del niño.

Una vez más no lo pensó mucho antes de tirarse al caudaloso río con el espantado niño bien sujeto del cogote. Esperó a que Daniel se tirara detrás de él y no tuvo que esperar demasiado, así que tan solo llegó hasta donde éste había acuatizado y lo instó a utilizarlo de soporte, tras lo cual nadó lo más rápido que pudo con el peso muerto extra que eran los dos tigres inexperimentados en las artes del nado.

Aún así logró llegar a la otra orilla antes de que siquiera el primer lobo lograse llegar al agua.

No había tiempo para recuperar el aliento.

Volvió a tomar al niño que se aferraba al suelo y trataba de botar el agua tragada como fuera y se paró.

- "Corre, corre..."- dijo con la respiración entrecortada y la huída fue retomada en un instante.

Diego sabía perfectamente que iban a demorar toda la noche para rodear el rio hasta el punto donde era seguro pasar y de allí toda la mañana para volver al valle, pero no le importaba. Si tenían que caminar lo harían, lo importante era que todos estaban a salvo.

Sin embargo, cuando las horas pasaron, la noche cayó y el cachorro terminó por dormirse exhausto de tantos nervios, cuando Daniel comenzó a trastabillar una y otra vez y Diego, con la adrenalina ya bajo control, sentía cada vez más el peso de necesitar aclarar las cosas con el otro macho; fue definitivamente un aviso de que era hora de parar la marcha y buscar un refugio para pasar la noche.

Y así se hizo. Pronto una cueva fue localizada y los tres exhaustos tigres se metieron en ella. De suerte estaba vacía.

El niño fue dejado a un extremo de la cueva, en un rincón seguro donde sería difícilmente visto en caso algo pasara durante el tiempo de descanso, y una vez que Diego vio a Daniel parecer satisfecho con aquello, lo jaló hacia el lado contrario del lugar y lo miró muy serio.

- "Ahora es tiempo de hablar niño, y me vas a escuchar."

Daniel se sentía demasiado cansado para pelear o incluso oponerse, así que simplemente se sentó de golpe en el suelo a manera de niño regañado y miró con ojos exhaustos a Diego.

- "¿Y qué exactamente debo de escuchar?"

- "Más respeto niño, que acabo de salvar tu cola de esos lobos."- espetó Diego comenzando a perder la paciencia, mientras las horas de preocupación por fin comenzaban a reclamarle y hacían mella en sus nervios.

Daniel aplastó las orejas ante el reclamo, sin embargo volteó el rostro con un aire a niño rebelde y contestó.

- "No recuerdo haberte pedido tu ayuda."

Y era cierto, no la pidió y por eso se dio todo aquel problema, se recordó a si mismo Diego mientras los últimos resquicios de autocontrol se iban por el caño.

Un rugido y una tacleada tomaron a Daniel por sorpresa, no sabiendo ni como había terminado de esa manera en el suelo con Diego encima y de pronto un tanto asustado por la mirada que el otro le mandaba. Daniel tragó duro, Diego estaba molesto y como que él se lo había buscado.  Aplastó de nuevo las orejas contra el cráneo.

En cuanto a Diego, toda razón abandonó por completo la mente del mayor momentos antes, Diego había estado molesto, muy pero muy molesto y por eso había arremetido así contra Daniel hasta tenerlo posicionado de lomo contra el suelo, pero al tenerlo tan cerca por fin, al estar en contacto con él, al sentir su calor... si, toda razón lo abandonó.

Diego olvidó por completo todo excepto el calor y el aroma que provenían de Daniel y esa sensación que el pelaje del otro causaba sobre su cuerpo.  No pudo ni quiso evitar hundir el hocico en el cuello del otro, disfrutando la ola de feromonas que se extendía cuanto más frotaba el borde del hocico contra aquel punto exacto en el cuello, no pudo evitar comenzar a ronronear y juntar un poco más su cuerpo al tigre joven.

- "Que... ¿qué haces?"- preguntó entonces Daniel con la voz por completo cortada, sin embargo ni eso sacó a Diego de su trance.

- "Hueles tan bien... solo tú, solamente tú."- ronroneó mientras daba una larga lamida del cuello a la oreja y apretaba aún más a Daniel contra el suelo.

- "¡Diego!"- exhaló Daniel en un gemido sin poder evitarlo y el mencionado por fin sacó el rostro de aquel recoveco en el cuello del más joven tan solo para mirar de frente a Daniel a los ojos.

- "No es a ella a quien elegí niño, no es ella ni nadie más ¿Entiendes lo que te estoy diciendo? Eres tú, te elegí a ti."- le dijo con seriedad y lujuria en la mirada y Daniel no pudo evitar temblar de pies a cabeza ante aquellas palabras.

- "Pero... soy un macho..."

- "Lo sé."- casi rugió Diego con deseo mal contenido, tratando de demostrar así al chico que el que ambos fuesen machos no era malo para Diego, en lo absoluto.

Y solo para dejar en claro su posición liberó de su peso al chico pero no con la intención de dejarlo así mucho tiempo, sino para poder hundir sus dientes en el pelaje suave de su vientre y lamer goloso el camino que lo llevaba más al sur, justo a donde Daniel mostraba ya una evidente erección.

- "Mío"- repetía casi como una letanía mientras devoraba a besos y lamidas la piel del vientre del otro tigre y Daniel no pudo más que sentirse suyo, sabiendo que sin importar que, no iba a ser capaz de resistirse a Diego en lo absoluto, aunque lo intentase.

Y cuando por fin Diego llegó a su miembro, cuando lo lamió y lleno de atenciones fue cuando Daniel terminó de perder la razón también.

Diego pronto era amo y señor de todo el ser de Daniel, lo llevaba al borde de la locura, lo adoraba con dulces cariños, lo castigaba con caricias atrevidas. Y cuando llegó a su cola, cuando lo hizo voltearse y brindo mil y un atenciones al área que cubría su cola, Daniel tan solo recordaría más tarde que Diego lo había hecho ver estrellas y mil colores. Nunca pensó en sentir algo como lo que sintió.

Pero fue cuando por fin el cuerpo de Daniel estaba dilatado y listo para Diego que el tigre mayor por fin tomó por completo posesión de lo que ya era suyo.  Daniel gimió, gruñó y como pudo aguantó las primeras arremetidas, antes de unirse al rítmico vaivén que se formó entre ambos cuerpos.

Fueron unos siete minutos de gloria sin duda alguna para Diego, siete minutos que esperaba volver a repetir pero no en ese momento. Se sentía cansado y casi podía ver a Daniel perdiendo el control bajo su cuerpo.

Se acomodó como pudo sobre este, con una pata posesiva sobre el otro tigre y sintiéndose muy satisfecho. De pronto todo en el mundo estaba bien.

~.~.~ Unas cuantas horas después ~.~.~

Diego despertó entrada ya la mañana y con aquello tibio a su costado. Al abrir los ojos sonrió mientras recordaba cada segundo de lo vivido la noche anterior, una situación que sin duda pensaba repetir muchas veces en el futuro.

*Daniel es un macho*- se recordó y sonrió- *No necesita estar en celo para estar caliente... de eso me encargo yo.*- pensó con lujuria.

Le dio una lamida cariñosa en la mejilla antes de ir a chequear al olvidado cachorrito y volvió a sonreír para si mismo al verlo dormir pancita arriba, todo despatarrado y completamente ajeno a lo que había sucedido entre los adultos unas horas atrás. Ese cachorrito había estado muerto para el mundo desde antes de llegar a la cueva y no reviviría hasta que hubiese dormido todas las horas que le faltaba recuperar.

Hmm... Iba a tener que cargarlo entonces, pues dudaba que Daniel tuviese las fuerzas para hacerlo... no que lo fuese a dejar tampoco.

- "Ni modo, me toca hacerlo... soy el macho alfa de esta manada después de todo."- se dijo a sí mismo con un sentimiento de llenura total. Él era el macho alfa y Daniel era su pareja; y quien dijese lo contrario iba a probar que tan fuerte era su mordida.

Se aseguró de que el niño estuviese cómodo y volvió donde estaba Daniel. Por un lado tenía que ir a conseguir el desayuno, pero dudaba mucho que Daniel o el cachorro fuesen a levantarse pronto a comer y aunque tenía que ser más consecuente con los nervios del resto y levantar a ese par para comer y volver al valle, no tenía ganas de hacerlo.  De lo único que tenía ganas era de acostarse junto a Daniel, de sentir el calor de su cuerpo... de lamerlo de hocico a cola...

Ese no parecía un plan malo en lo absoluto.

Se tiró junto a Daniel y con algo de pereza y mucho de lujuria comenzó a lamerle el cuello, un poco más cada vez.  El chico comenzó a despertar de a pocos ante las atenciones no solicitadas, lo cual solo hizo a Diego sonreír un poco más.

Hmmm... se lo iba a comer a besos con todo y ese ceño que comenzaba a fruncirse. Ya luego se preocuparía por el desayuno y el largo regreso a casa, por ahora solo se ocuparía del viaje hacia el sur de Daniel una vez más.

~.~.~.~.~.~



Efectivamente el viaje de vuelta al valle se le hizo eterno a los tres tigres, sobre todo a Diego que no veía la hora de volver a casa a constatar que SU manada estuviese completa y a salvo y de paso luego dejarle los niños a Manny para pasar algo más de tiempo con SU Daniel. Aunque no se daba muchas esperanzas de que Manny le aceptase eso, pero nada perdía con intentar.

Daniel había insistido en cargar un tramo del viaje a Sandro, incluso con la ligera cojera y la evidente molestia del tercio inferior de su cuerpo. Lo bueno fue que pronto el niño insistió en caminar por sí mismo, una vez que estuvo lo suficientemente despierto para ello; luego de ello el paso se hizo más ligero y para la tarde por fin divisaban el valle y a sus habitantes.

Por supuesto el trío fue pronto rodeado por rostros preocupados y por los reclamos de un vociferante mamut macho que más que nada había quedado muy nervioso al no haber estado enterado de primera mano de lo que sucedía por parte de Diego, pero es que Manny tenía que entender que el tiempo apremiaba y no había habido momento para nada más.

Sandro lloró de emoción al ver a sus hermanos y pronto los cachorritos eran una bolita de pelos muy emocionada, Daniel miró todo con el rostro tranquilo y el alma alegre y ligera. Diego se sintió más pleno de lo que nunca creyó poder llegar a sentirse.

Y en general, luego de mucha alharaca, abrazos de Sid y un par de miradas de parte de Manny que le dijeron a Diego que al mamut no se le había escapado una sola cosa de lo que había sucedido entre los dos tigres adultos, cada  quien se fue a descansar a su respectiva cueva.

Y no, Manny no le había aceptado a Diego el cuidar a los niños esa noche. Y siendo sinceros, la verdad era que al tenerlos a todos reunidos, a Diego tampoco se le había antojado mucho la idea de estar alejado de su bastante bien ganada familia nueva.

Los niños cenaron y hablaron mucho, Sandro se sorprendió muchísimo de los avances de Diego Junior y de los logros de pesca de Fernando y fastidió a Helena un buen rato antes de caer, al igual que el resto de los cachorros, exhausto por los acontecimientos dados.

- "Quisieras... ¿Quisieras dormir conmigo y los niños? Para... mantener el calor, nada más."- preguntó un bastante nervioso Daniel varias horas después de que los niños se durmiesen, horas en las cuales había tenido la atenta y embelesada mirada del otro tigre sobre él.

Diego no dijo nada, solo sonrió y se levantó acomodándose junto a quien ahora era su pareja, hundiendo el rostro en el pelaje de este luego de asegurar el estar posicionado de frente a la entrada de la cueva en caso de cualquier inconveniente.

A Daniel le tomó un tiempo dormirse, Diego reconoció aquello porque la respiración no se le normalizó al otro tigre hasta bien entrada la noche; pero una vez que esto sucedió por fin al mayor se le contagiaron la serenidad y acompasamiento en la respiración de quien se había robado su corazón y lentamente lo siguió a un sueño tranquilo esa noche.

Pero más que lo acompasado de la respiración de Daniel o los sonidos de los niños al dormir y soñar con juegos, calor de hogar y bienestar, era el aroma que desprendían en conjunto todos ellos, ese aroma que se le antojaba dulce y cálido, juguetón y calmado. Ese aroma que no era uno o dos o tres, sino todos los que estaban en esa cueva al mismo tiempo, ese aroma que en poco tiempo se le había hecho imprescindible para vivir.

Era el aroma que tanto había necesitado y buscado y que por fin estaba a su lado y a la que iba a defender aún a costa de su vida, su cordura y todo su ser.

Era el aroma correcto para envolverlo. Era el aroma de su propia manada, su familia.


The End

Notas de la autora


A todos los maravillosos lectores que han seguido los espaciados capítulos de este fic ¡Muchas gracias por su compañía! Por haber estado allí conmigo capítulo a capítulo, haciendo de este fic una aventura en todo sentido. Es cierto que no es lo usual para mí el hacer fics sobre animales, pero creo que no me salió tan mal ¿cierto?. La verdad no me imaginé tanta acogida y de manera tan calurosa, sobre todo porque por allí alguna que otra persona me tildó de estar más desequilibrada de lo normal por hacer un fic con personajes no humanos. Qué bueno que estoy tan desequilibrada en ese caso.

Y ahora que llegamos al final, allí están todos tan felices como se puede estar en vidas no perfectas pero si bien recibidas, como sucede en el día a día de cada uno de nosotros.

Así que nada, tan solo despedirme de este relato, decirles ¡Nos vemos en otros fics! y abrazar a cada uno de ustedes que, una vez más, son uno de los principales motivos que tengo para seguir escribiendo.

De parte de Manny, Diego, Sid y toda la manada: Gracias.

Y si han leído hasta aquí... pues sigan leyendo más abajo, que hay una sorpresa para quienes leen las notas de autor. Muy al estilo de las películas Marvel de las que soy fanática.

Miles de beshos y apapachos felinos para todos ustedes.

Lady chibineko chan

(Miembro de la Orden Sirusiana)
(Miembro de la Mazmorra del Snarry)
(Alumna de la casa de Hufflepuff en Media Noche en la Torre de Astronomía)









Epilogo

Diego caminaba orgulloso con la presa que había conseguido, esta vez algo un poco más contundente que pescado puesto que con tantos cachorros que alimentar, carne era lo necesario. Además de todo el orgullo le salía doble, ya que Fernando se estaba convirtiendo en un muy buen elemento para cazar, al igual que Sandro que a pesar de lo travieso era un excelente estratega.

Ahora bien, si tan solo no se juntase tanto con Eddie y Crash, tal vez pudiese encaminarlo un poco más pero es que esos tres hicieron click de inmediato y tan solo un minuto después de verlo al día siguiente de llegar, ambas zarigüeyas lo rodearon y lo inspeccionaron, Crash sonrió pícaramente al ver las marcas en el rostro del cachorrito y con travesura preguntó:

- "¿Que le pasó a tu cara, chico cicatriz?"

El chico, ahora más despierto luego de una noche completa de sueño, miró a la zarigüeya con poco interés y sin siquiera inmutarse respondió.

- "Me dieron un zarpazo ¿Que le pasó a la tuya?"- preguntó a su vez entonces.

Crash miró confundido al cachorro.

- "Nada."- respondió entonces la zarigüeya. Sandro sonrió travieso.

- "Entonces lo tuyo es peor."- respondió el tigrecito.

Eddie se partió de la risa al costado de su hermano y Crash, tomando de buena manera el haber caído en su propia broma, sonrió también.

- "Nada mal mocoso, nada mal. Eres de los nuestros. Yo soy Crash y el tarado aquí es Eddie."

Poco después Sandro se unía oficialmente al dúo terrible, ahora trío pesadilla, bajo el sobrenombre de Scar.

Y eso no fue lo único que cambió por el valle y más específicamente dentro de la manada.

En una de las ocasiones en las que Ellie, Sid y Daniel salieron a buscar alimento 'verde' junto a las niñas, el grupo se topó con dos individuos bastante singulares.

Su nombre era Amapola y era una perezosa gigante al igual que Sid, y al igual que éste parecía haber llegado tarde a la repartición de sentido común por lo que tras conocerla y tratarla un tiempo tanto Manny como Diego se preguntaron seriamente ¿Cómo le hizo Amapola para sobrevivir con su hija tanto tiempo y sin ayuda?. Porque si, Amapola tenía una pequeña cría consigo, más o menos de la edad de las niñas y que respondía al nombre de Delfina. ¿De dónde sacó la hembra un nombre tan raro? Ni idea, pero a ella le gustaba y a Sid le encantó.

Para ser sinceros, le gustó absolutamente todo de Amapola, a quien no le incomodó ser llamada Amapolita, para luego pasar a Polita para finalmente quedarse en Polly. Cosas de Sid, quien también la cambió el nombre a la niña hasta que esta pasó de Delfina a Elfy, una pequeñita tan despistada y torpe como lo eran Sid y Polly, pero absolutamente adorable.

En fin, Amapola, quien andaba errante por la vida, se topó con el grupo y Sid se dio un trastabillón con sus propias patas que casi se parte la cabeza allí mismo. Le sonrió apenado a la simpática perezosa y esta, increíblemente, le devolvió la sonrisa muy al estilo Sid.  El grupo en general se sentó a hablar con Amapola mientras ésta le daba unas hojas de comer a su pequeña sin parecer en absoluto incómoda por el aroma de Sid, quien estaba sentado a su lado.

El hecho de que Amapola hubiese perdido en parte el sentido del olfato de niña resultó ser el único motivo lógico para tal suceso.

Como sea, el encuentro terminó en la adición de Amapola y Delfina a la cada vez más extensa manada, los votos de Manny y Diego en el suceso aparentemente no tenían valor alguno. Los dos machos simplemente aceptaron que el índice de accidentes en su territorio iba a subir de manera alarmante; Manny ya estaba planeando estrategias de contención de daños a gran escala.

Lo gracioso fue que la atracción entre Sid y Polly fue inmediata, todos la notaron... excepto Sid y Polly. Y no porque alguno de ellos se estuviese haciendo el difícil o tuviese problema con dicha atracción o algo parecido, era que ambos estaban tan embelesados en observar al otro que no se dieron cuenta de que el siguiente paso lógico era tratar de estar juntos.

Manny estrelló la trompa contra su frente cuando Sid le dio aquella contestación y fue de lo más feliz a preguntarle a Polly si quería ser su novia y Polly le dijo que sí. Elfy preguntó muy confundida.

- "¿Que papá Sid no era ya el novio de mamá? ¿No eras ya mi papá?."

Sid y Polly se miraron confundidos pero pronto sonrieron y se encogieron de hombros.

- "Supongo que sí."- respondió Sid medio soñador- "Si ya fui madre, no creo que sea tan difícil ser padre."- luego se volteó hacia donde todo el resto de la manada los miraba y blandiendo los brazos feliz, exclamó- "¡Ey chicos! ¡Soy papá!"

Esta vez no fue solo Manny quien estrelló el rostro contra la trompa o la pata... o contra el suelo... o el árbol más cercano.

"Solo queda tener paciencia."- dijo Diego entre divertido y exasperado.

El resto solo asintió.

Y el tiempo siguió su curso.

Morita, Helena y Elfy formaron un grupo inseparable, siendo comparadas por muchos en el valle con el trío que formaban Manny, Diego y Sid. El pequeño Diego comenzó a caminar muy pronto, y luego de eso y gracias a lo fastidioso que se había vuelto Diego papá con la cola de su pareja, el chiquillo pronto estaba cazándole colitas a todo el mundo. Y teniendo en cuenta lo rápido que era; eso representaba una mordidita o un zarpazo cariñoso imperdible para quien se topara en su camino.

Y cuando digo rápido quiero decir que si se emocionaba e iba corriendo hacia algo o alguien, no se le veía ni el polvo. Diego mayor ya estaba planeando como sacarle partido a esa velocidad una vez que el niño estuviese listo para aprender a cazar; y porque no, de paso hinchaba el pecho de orgullo cada vez que alguien mencionaba aquello.

Un par de años pasaron y los cachorros crecieron cada vez más, desarrollando nuevas habilidades, mostrando dulces y férreas cualidades cada cual a su manera.

Y el tiempo siguió pasando y la manada siguió creciendo. Esta vez bajo la forma de un nuevo cachorro rechazado que Daniel encontró. El pobre niño había recibido un profundo zarpazo a la altura de la garganta y estaba cubierto en su propia sangre. La vieja Darma fue convocada de manera urgente para atender al pequeño quien en medio de su inconsciencia ni siquiera sintió los pormenores del proceso. Claro que cuando despertó casi 4 días después, otro fue el cantar.

Tardaron en tranquilizarlo cuando se dio cuenta que estaba rodeado de extraños, aún más cuando se percató de que ya no podía hablar. Esa laceración lo había dejado sin habla y muy asustado y deprimido. Fue Diego mayor quien decidió darle el nombre de Alejandro y fue a Fernando a quien terminó pegándose el nuevo cachorrito como una lapa. Tuvo su recompensa.

Unas semanas después de hallarlo, en algún momento en el que los dos jóvenes machitos se encontraban a orillas de río donde Fernando le enseñaba a pescar a Alejandro, éste último vio un pez moverse cerca de la pata derecha de Fernando y olvidando su mudez movió los labios indicando aquello. Fernando reaccionó de inmediato y atrapó la presa, la llevo a la orilla junto a mamá Daniel y le agradeció a un de pronto sorprendido Alejandro.

- "¿Qué es lo que murmuras, Nando?"- preguntó cariñosamente Daniel al recibir la presea de su cachorro y ver el rostro del nuevo pequeño.

- "Agradezco a Alejandro su ayuda, mamá. No me di cuenta del que nadaba cerca hasta que él me lo dijo."

- "¿Alejandro te habló?."- preguntó sorprendido el macho adulto. Y no fue el único.

El pequeño tigrecito movió los labios rápidamente, cosa que no había hecho desde que llegó y lo tranquilizaron y Fernando dirigió su atención hacia éste alzando una ceja inquisitiva. Daniel miraba todo bastante extrañado, él no había escuchado nada.

- "Por supuesto que puedo escucharte ¿Por qué no podría? Hablas bastante claro."- inquirió Fernando y dio media vuelta dispuesto a seguir pescando, pero no pudo porque de pronto tenía un emocionado tigrecito sobre él, saltoneando y llenándolo de juguetones abrazos y caricias fraternales con la cabeza. Pronto los dos niños estaban retozando y jugando ajenos a todo lo demás. Daniel no pudo salir de su asombro.

Cuando los demás adultos se enteraron, el resultado fue bastante similar. Eso no quitó que Alejandro prácticamente se volviese la sombra de un Fernando que de vez en vez respondía a ninguna pregunta, haciendo a los dos pequeños machos compartir de esa manera una especie de lenguaje secreto y sonrisas traviesas, porque a ninguno de los dos parecía molestarle la ceguera de uno ni la mudez del otro, era como si no existieran, no entre ellos. Eran un dúo singular.

Y el tiempo siguió pasando.

Y sucedió algo extraño. La familia de Sid apareció y reconocieron a Amapola. Ella había sido cortejada de muy jovencita por un primo de Sid, presumiblemente el padre biológico de Delfina y sus padres y su hermano no tardaron en restregarle en la cara al macho el hecho de que se estaba haciendo de las sobras de su primo.

Fue la primera vez que alguien en el valle o incluso dentro de la manada viese a Sid tan enojado, y él que había recibido a sus padres, hermano y abuela con más cariño del que merecían en opinión de Manny y Diego, fue quien les pidió que se fuesen incluso antes de que éstos pudiesen efectuar la graciosa retirada.

El resultado fue el incremento poblacional del valle al quedarse la abuela detrás. Sid la abrazó y la presentó ante Polly, quien también la recibió con gran calidez. Ella miró a la chica y le brindó una desdentada sonrisa mientras le acariciaba la panza con cariño.

- "Siempre quise bisnietos... ahora tengo una preciosa bisnieta y otro viene en camino."

Sid y Polly se miraron sorprendidos, ella ni siquiera se había percatado. Ambos se abrazaron emocionados, luego abrazaron a la abuela e incluyeron a Elfy en el abrazo. Pronto las felicitaciones del resto llegaron en cadena. Ese día había resultado ser uno de los más felices en la vida de Sid hasta el momento y muchos más, al parecer, estaban por llegar.

Lo que si no pudo ser anticipado por nadie fue la repentina amistad entre la abuela y la vieja Darma... ese par de viejitas pronto hacían de las suyas por aquí y por allá sin que nadie pudiese decir nada al respecto. Manny huía cuasi espantado cada vez que se quedaba a solas con esas dos... si tan solo supiera quién era esa tal 'Preciosa' a quien las viejitas llamaban entre sonrisas de vez en vez.

Y una vez más el tiempo pasó.

Sid comenzaba a causar estragos en los nervios de todos con tanto cuidado que prodigaba sobre Polly, excepto por supuesto en la hembra en cuestión que parecía más bien estar encantada con el trato que nunca recibió durante su primer preñez. Manny trataba de ingeniárselas como líder principal de la desigual manada con cada vez menos resultados. Eddie, Crash y Scar tenían al valle de cabeza por un lado y la abuela y Darma por el otro; eso sin contar al pequeño Diego que andaba cazando colitas por aquí y por allá.

Y Diego, bueno Diego andaba muy feliz echado sobre su panza, disfrutando del sol de ese día de verano luego de una opípara comida con su familia horas antes. Los niños se habían ido, cada quien por su lado; incluso podía escuchar a Elfy y a Morita quejarse mientras Helena trataba de alejar a Diego Jr. de sus colas. No que por ello se fuese a levantar por supuesto, más bien al contrario rodó sobre su lomo panza arriba mientras pensaba como pedirle a Manny el favor de dejarle a los niños esa noche para disfrutar de su pareja.

- "Mmm... Daniel."- dijo lentamente con los ojos cerrados mientras se imaginaba a sí mismo en medio de una serie de arrumacos y mordidas sexys con su joven macho. Pasado el tiempo, Diego se encontró con que luego de reclamarlo como suyo y que Daniel se hubiese hecho a la idea de que si, ellos eran pareja... el más joven dio un cambio increíble para con Diego. Y es que si apenas y mostraba un poco más de celoso con Diego en relación a otros animales que se les acercaran fuera de los miembros de la manada cuando estaban en público, en la intimidad era totalmente diferente: era fiero, era cariñoso, era tímido y a la vez demandante con el cariño que pedía a cambio de besos, lametazos y caricias, era completamente entregado y pasional. Era todo lo que Diego pudo desear y más de lo que siquiera pudo imaginar.

Era perfecto.

Y lo que quería esa noche era perfección sin duda alguna, en la peluda figura de Daniel.

- "Dani..."- abrió la boca para volver a murmurar casi en un ronroneo.

Solo que no se esperó una contestación.

- "Ahora no Diego."- vino de algún lugar sobre él la voz del joven macho, aunque parecía tener la boca llena de algo.

Abrió un ojo, no había nadie por encima de él. Abrió el otro y se levantó, dio una vuelta sobre sí mismo. Ni rastros del chico.

- "Supongo que tendré que volver a felicitarte."- dijo entonces Manny apareciendo de la nada y dejando al tigre aún más confundido. Un momento, el aroma de Daniel... e iba hacia la cueva. Con razón no lo había divisado, se había metido rápido a la cueva familiar.

- "¿Felicitarme por qué?"- preguntó Diego mirando hacia la cueva... ahora absolutamente curioso por saber que podría estar haciendo su chico.

- "Por tu nueva paternidad, por supuesto."

Eso definitivamente hizo parar en seco al tigre, quien miró con ojos desorbitados al mamut y luego a la cueva, a la cual se dirigió raudo.

Y efectivamente allí estaba Daniel, con un bultito sobre la cama de hojas de Diego Jr. Un bultito tan pequeño como lo fue el niño antes mencionado al llegar. Daniel se había traído a un recién nacido abandonado. Diego se acercó lentamente hasta llegar al lado de Daniel y observó al bultito. Una hembrita, incluso más pequeña y frágil de lo que recordaba había sido Junior alguna vez.

- "Vaya, es realmente pequeña."- comentó en voz baja mientras observaba al otro adulto asear a la cachorra.

Daniel paró un momento para observar a Diego.

- "Si, lo es. Va a necesitar de mucho cuidado... ¿Te molesta?."

Diego miró a Daniel y luego a la niña, pensó que sus planes para la noche estaban arruinados y sonrió. No, no le molestaba para nada.

- "¿Como le vas a poner?"- preguntó a su vez como respuesta. Daniel sonrió mientras volvía a la tarea de asear a la pequeña cachorra que ahora dormía pacíficamente.

Daniel negó suavemente.

- "No lo sé, no me he parado a pensar tanto desde que la encontré tirada a un lado del camino. Es realmente tan pequeña, hasta me preocupó el lastimarla al alzarla."

- "Eso es imposible, nadie es más delicado con los niños que tú... Micaela entonces."- dijo de pronto Diego cambiando el rumbo de la conversación.

Daniel lo miró por un momento sorprendido, luego asintió con una débil sonrisa en los labios. Micaela fue el nombre de la madre de Diego, era su forma de decirle que sí, que cuando aseguraba que todo estaba bien era que lo estaba.

Un par de horas después, todos los miembros de la manada (tigres, mamuts, zarigüeyas y perezosos) estaban reunidos alrededor de la aún durmiente cachorrita, la cual ya había sido alimentada, aceptada y adorada de inmediato. Los machitos ya daban signos de protegerla a como de lugar, las hembritas de mimarla apenas les dieran la oportunidad. Junior trataba desesperadamente de hacerle entender a su nueva hermanita lo que era una colita y como atraparla y los adultos, sin mediar palabras, acordaron asegurar su supervivencia.

Esa era una manada, una familia. Un grupo de animales donde cada quien velaba por el bienestar de los demás.

Diego dió una mirada al grupo en general y supo que para él por fin todo estaba bien, porque al aspirar el aire en busca de un rastro lo que encontraba era el familiar aroma de bienestar y seguridad, de amor, amistad, sabiduría y juventud.

Porque al olfatear, lo que Diego hallaba era simplemente el aroma correcto.

Ahora si... The End

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Campaña de NO AL PLAGIO

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