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Maquillaje por Konosuke

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Notas del capitulo:

Despues de siglos, vuelvo a publicar. Lo se, me retrasé como el periodo de una embarazada de tres meses que aun ni cuenta se da~.

Pero hoy me dieron latigazos, de los sabrosos, y mi beta me obligó a terminar el capítulo asi tuviera que escribir desnudo afuera, con el frio que hace se me iba a encoger hasta el alma.

Aqui lo tienen. En lo particular me encantó. Como siempre, agradezco de antemano si dejan reviews, alimentan mi ego y mis ganas de seguir escribiendo.

— ¡Espera… espera te digo! — un pequeño pero audible chillido salía del baño para chicas — ¡que me entierras el rímel en el ojo, joder!


—Eres un mamón exagerado, bien dice mi madre, los hombres son unos bebes llorones que no aguantarían ser mujer por un día.


—Lo soy y que te valga un pepinillo— gimió como magdalena —sólo apúrate antes de que me mates, maldita.


Un pequeño malestar fingido, treinta minutos antes de la hora del receso, le permitió a Sam prácticamente volar por los pasillos y meterse de incognito al sanitario femenino. Tras un cambio de vestuario y una penuria en el maquillaje, el esfuerzo valió la pena. Sin lentes, sus ojos eran grandes  y destacaban sobre todo lo demás. Sus labios pequeños y definidos, relucían con aquel tono discreto pero brillante. Era como ver una muñeca de porcelana en tamaño real.


—Y para terminar, una peluca que hará todo el trabajo— sin esperar respuesta, su amiga se la puso y arreglo de modo que pudiera lucir natural.


— ¿Esta… soy yo?


—Vaya, te acostumbraste demasiado rápido a tu nuevo sexo, Sa-man-tha~


—Cállate desgraciada— Rugió abochornado.


—Con ese tono de voz pareces anciana ronca. Hazla más aguda cariño.


Era el nuevo chisme de la escuela. Su nuevo aspecto lo hacía lucir despampanante, y en realidad, se sentía excelente. De ser ignorado olímpicamente por todos, paso a ser la comidilla, especialmente de los chicos.


— ¿Dónde estabas escondida muñeca?


—Mira que trasero, le daría día y noche.


Su rostro estaba en nuevos tonos carmesí y no sabía cómo reaccionar ante tales “halagos” de los cerdos de sus compañeros. Luchaba por sostener una figura despampanante mientras hacía todo su esfuerzo para no perder el equilibrio con semejantes tacones. Un paso en falso y su cara iba a besar el suelo sin piedad. Sin embargo, el recuerdo de su adorado playboy le dio la valentía suficiente para acelerar el paso y dirigirse a la salida al patio, donde de antemano sabia que siempre estaba ahí su ídolo. Abrió las puertas de par en par, solo para que una ventisca le despeinara. Al parecer, tal acto surtió efecto, pues a lo lejos, Steven, el cual era perseguido por una horda ardiente de fanáticas que no lo dejaban tomar plácidamente su jugo marca “El pato Bongas”, alcanzo a notar como “la chica” era estrangulada por su sensual melena. Acudió velozmente en su ayuda y la sostuvo fuerte entre sus brazos.


— ¿Te encuentras bien, cachorrita?


¿Cachorrita? ¿Era en serio? Pensaba que le diría algo más seductor, algo más digno de un caballero, pero resulta que era todo un degenerado. Aunque tampoco podía decir mucho de sí mismo: cuantas veces no había imaginado sinfín de situaciones con su adonis, en la noche, bajo las sabanas de su cama y el tacto de sus manos…


—Y-yo… sí, estoy… bien— tartamudeó, mientras escupía todo el cabello que había entrado en su boca. Muy poco femenino le diría Nataly.


—Ten más cuidado… sobre todo si es la primera vez que usas zapatillas.


— ¿Cómo es que…?


— ¿Qué lo supe? Vamos, ninguna chica experimentada caminaría como zancudo.


Realmente, eso fue como una bofetada. Pero el pequeño Sam no suele rendirse tan fácilmente. Se dejó de apoyar en el mayor y acomodo su cabello de la manera más digna posible.


—Es mucho palabrerío para alguien con tan pésimo sentido de la moda como tu— aunque le dolió de cierto modo el hablarle así a Steven, todo era parte del plan. Porque así es, que una persona fácil de tomar es desechable, pero alguien que es difícil de accesar… es sin duda un interesante trofeo.


—Consideraré eso como una afrenta a mi persona, mocosa.


—Considéralo como quieras, naco tercermundista.


Y acto seguido, se dieron vuelta y marcharon cada quien al mejor lugar donde pudieran masticar su enfado. Sin embargo, para el castaño no todo era miel sobre hojuelas. Al querer retirarse, observó como las obsesionadas del top model lo acribillaban con miradas de ánimos asesinos. Por fortuna, acostumbrado a ese tipo de miradas/relación con su amiga, hizo su mejor esfuerzo para contraatacarlas olímpicamente y caminar con todo el decoro a su lado.


— ¡Y la perra que se atreva a tocarme un solo cabello, las haré mierda con mi puño! —las amenazó, mientras le daba un puñetazo a la pared más cercana, haciendo que la parvada retrocediera aterrada.


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— ¡Ay! Pero es que no sé…— Sam estaba gimoteando en los brazos de Nataly— siento que fui demasiado agresivo y, y, todas esas miradas… ¡Naty no lo quiero volver a hacer, no te haré caso fea bruja!


—Calma, calma nene, te salió a la perfección, si no te rindes será tuyo… ¿Cómo dijiste bestia inmunda?


—Pero duele—se quejó pesaroso mientras masajeaba su mano y cambiaba el tema apresurado—y lo peor es que ahora no se que sigue…


—Oh querido amigo, haberlo dicho antes, yo si se que harás— Sam quedó viéndola con los ojos vidriosos. Sabía que cuando hablaba así, era que tenía un plan siniestro en mente.


 


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—Maldita vieja— En un vecindario cercano, se quejaba el galán, ante su amigo de toda la infancia, que masticaba chicles con toda la calma del mundo, mientras jugaba la entrega más reciente de Call of Chucky— ¡Se atrevió a dejarme en ridículo ante las locas de mis fanáticas!


— ¿Qué hiciste para ofenderla? — Rumió su confidente mientras eructaba escandalosamente.


—Sólo le dije que parecía zancudo, creí que diría algo como “soy tu zancudo hermoso”.


La mirada que le dirigió Jack (hasta ahora sabemos su nombre) lo decía todo. Era una mezcla entre “imbécil, asno y pedazo de betabel mal mordido”, así que no hubo necesidad de que dijera mas.


—Ni pienses que me disculpare.


— ¿Entonces que harás?


—Pese a todo tenía una cintura sensual y unos labios peteros… sería una lástima ignorarla.


— ¿Intentaras seducir a la mujer que te dijo “hemorroide de Satanás”?


—Nunca dijo eso.


—Pero lo pensó.


—…


 


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Al día siguiente, no había alma que no supiera y comentara en los recovecos de la institución el rechazo absoluto de la “Morena de fuego” (así había pasado a ser llamada) hacia el divo de la escuela, barrio y alrededores. Al llegar Steven, tuvo que ignorar a medio mundo, como su costumbre, para no oír nada en su contra. Buscó a la autora del crimen a su modo incansablemente durante las dos primeras horas, salón por salón, pero su búsqueda fue infructuosa. Las ansias de saldar deudas le carcomían y parecía un león enjaulado. Justo cuando estaba a punto de rendirse, sonó la campana del receso. Como por arte de magia y cual cenicienta, ese mujeron volvió a aparecer en la entrada, con un misticismo inconfundible. Se levantó como si le hubieran puesto brasas ardientes en el trasero y salió hacia ella con paso decidido.


— ¡Tu! —rugió al tenerla de frente.


—Yo— le respondió con sarcasmo.


El silencio se hizo general de súbito, como si hubiera salido de la tierra un monje desnudo bailando el Gangnam Style.


—Creo que ayer me propasé un poco— Se callaron tras decir eso al unísono. Pasaron un par de minutos eternos para que pudieran continuar con la incipiente charla.


—Deberíamos… tratar de llevar esto en paz—Samantha lanzó primero el trato.


—Si… eso… creo…


— ¿Y cómo te llamas? — Steven se la quedo viendo como quien ve a un extraterrestre follandose un árbol. No creía que fuera posible que alguien no supiera su nombre.


—Steven ¿y tú?


—Sam.


— ¿Sam?


— ¡Samantha!


—Oh…


Para fortuna de tan abundante charla, la campana volvió a sonar y sin decir un “pio” al menos, la chica salió disparada al interior, donde se perdió entre la multitud de borregos que se atropellaban por retomar sus clases.


—Steven, eres un imbécil, mira que no tenerla a tus pies ya es una vergüenza…—se dijo a sí mismo, dándose bofetadas mentales.


Del otro lado, una chica aceleraba sus maniobras para desvestir a su amigo antes de que entrara alguien y se diera cuenta.


—Naty, estuve a punto de decirle que me follara ahí mismo.


—Puerco.


—No, es que… que labios, que mirada, sentí como penetraba…


—Que rico.


—Pero hay que ver lo guarra que eres inmunda… decía que sentí como penetraba hasta mi corazón.


—Cállate y apúrate, que si alguien nos atrapa estamos jodidos.


 


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—Al menos ya hice las paces con ella… creo, no sé, estaba muy rara.


—Me sorprende, te estás preocupando por alguien, lloverán patatas del cielo.


—Eres mi mejor amigo, tú me preocupas.


—Corrección, soy tu único amigo.


— ¿Joder Jack pero qué gusto tienes en regañarme?


Por respuesta su fiel amigo tronó una burbuja chiclosa y volvió a lo suyo.


No había conocido nunca a chica que se resistiera por dos días seguidos a sus encantos. Pero como aun le quedaba dignidad al orgulloso hombre, no iba a permitir que esta pequeña flor se le fuera sin antes comerle el bollo. Eso pensaba al menos. No sabía qué, pero algo tenía esa chica que le hacía arder sus entrañas en deseos que antes no afloraban con tanta intensidad. Casi podía apostar a que se cargaba tremendo y carnoso trasero. Y él, que quería perder lo virgen.

Notas finales:

Espero lo hayan disfrutado leyendo, tanto como yo escribiendo <3


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