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Fuckin' Perfect por YisusCraist-Of-Yaoi

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Notas del capitulo:

!Hola! Espero que tengan un bonito [inserte día en que estén leyendo esto]. Ah, olvidé comentar algunas cosas el cap pasado ¿Quien es Hiroshi? No es personaje de Haikyuu, le llamé así por Hiroshi Kamiya [seiyuu de Takeda] y por la naturaleza del personaje no pude elegir a ninguno de Haikyuu ¿Naturaleza? sigan leyendo, ya verán. Disfruten la actu.

La batalla la ha iniciado Takeda con sus dientes, con sus uñas clavándose en los hombros de un Ukai que encima de él se degustaba de su piel, se embriagaba de su aroma, danza por encima de su cuerpo incitándole a pedirle más y los gemidos del profesor suenan como un susurro, un simple susurro de guerra.

 

Como los labios del rubio, su lengua y sus dedos aprietan con maestría aquellos sonrosados botones que hacían retorcerse el cuerpo de Takeda, que lo hacían decir su nombre mientras sus dedos se enredaban entre sus cabellos, mientras sus ojos se perdían entreabiertos en el techo de la habitación.

 

La cama desorganizada se desacomoda un poco más, las cobijas y almohadas ceden amoldándose a los cuerpos que rítmicamente se mueven, aun con las prendas puede sentir su excitación, su deseo. Ukai no sabía, no tenía idea que su alma ardiera de esa forma por una figura diferente a la de una mujer, por alguien que no tenía pechos y que portaba un falo como el de él, pero quien viera ahí lo que él veía lo entendería.

 

Se separó para observar a su “victima” recostado sobre el colchón cuyos ojos llorosos le pedían no detenerse, cuyas manos temblorosas exigían más contacto. Con los pezones humedecidos y las mejillas sonrojadas Takeda era víctima del deseo, víctima de Ukai, y  Ukai era víctima de su propia lujuria en aquella noche de Noviembre.

 

Fuckin’ Perfect : Saque 3 – Ruinoso matiz  

 

Había arribado una sospechosa calma dentro de los pasillos de Karasuno. Habían pasado ya dos jueves desde ese encuentro entre ambos y al menos ya se podían hablar pero no era lo mismo. Ukai había pensado muchas veces en no ir a las practicas pero lo hacía por sus chicos, con Takeda pasaba igual. Aquel equipo de cuervos les mantenía unidos, era lo único que los relacionaba o al menos eso creían ellos.

 

Llegada la tercer semana ambos se veían cansados, decaídos, agotados y sin ánimos. Ukai pensaba que se trataba simplemente de la “depresión” pero se golpeaba la cabeza por tener esa mentalidad ¡Es solamente una ilusión! ¡No le gustaba ese chico! Además él ya tenía pareja. Takeda daba explicación a sus cambios por todo lo ocurrido últimamente, por los problemas en casa, por el próximo torneo, todo lo estresaba y lo mantenía con las pilas bajas; sus alumnos lo notaban preocupados.

 

Ukai mantenía la cabeza despejada trabajando en las mañanas con el equipo, en las tardes en la tienda y por las noches en el campo. No era que tuviera gran necesidad de dinero pero tenía ahorros para emergencias, nunca estaba de más y así se mantenía entretenido con algo en vez de revisar y revisar los mensajes que Takeda le enviaba cuando quería que fuese entrenador y que fuera incapaz de borrar.

 

En aquel entonces Takeda era insistente, casi acosador. De eso ya no había nada. Esos días estaban muy en el pasado.

 

Mientras sus vidas continuaban soporíferas donde solamente el ver a sus cuervos alzar el vuelo les movía el corazón con fuerza algo crecía, una treta del destino, una jugarreta de la vida, un milagro.

 

Los jueves seguían siendo dolorosos y arribaba el tercero después de aquel encuentro, llegar a casa y ahí estaba Hiroshi tirado en el sillón, ahí reposaban sus buenos años y sus recuerdos de antaño, sus sonrisas y momentos felices, sus sueños e ilusiones.

 

Sintió un mareo leve y buscó palpando hasta llegar a la mesa del comedor y sentarse en una silla. Puso sus manos en la frente y suspiró con cansancio escuchando como Hiroshi se levantaba del sillón. Como sus pasos lentos iban hacia él arrastrando prácticamente las pantunflas con desgane. Takeda no pudo alzar la vista.

 

-Llegaste…-susurró. Había olores, muchos olores impregnados en su cuerpo que aun a un metro de distancia podía olerlos. Era una diferencia enorme al aroma de lavanda que desprendía en el pasado.

 

-Estoy algo cansado, Hiroshi. Me he mareado, iré a dormir…-intentó ponerse de pie pero fue detenido por su mano.

 

-Es el único día que podemos estar juntos, siempre lo olvidas…-susurró a la cercanía.

 

-Lo sé pero hoy no fue un buen día…-el otro soltó la mano de Takeda algo brusco.

 

-Trabajo todos los días todo el día para poder pasar contigo aunque sea los jueves y tú te pones en esa actitud… llegas hasta tarde por estar con ese equipo de vóley cuando tu ni siquiera haces deporte –empezaba a alzar la voz algo irritado- no sabes nada de vóley y sin embargo inviertes tu tiempo en ello en vez de estar conmigo…

 

-Hiroshi, por favor…no quiero discutir nuevamente…-dijo con la mirada baja, conteniendo las lágrimas. –además necesitas descansar, has tomado y mañana debes trabajar.

 

-Debo de trabajar para poder darte una vida decente por que siendo maestro no nos alcanza a ambos y ¡Hago todo esto pidiéndote a cambio solo un momento juntos! –su mirada reflejaba frustración, desesperación.

 

-Y lo entiendo pero la práctica se alargó –aquello era en parte mentira, ese día a caminado aún más lento con la esperanza de encontrarle dormido y no tener esa discusión semanal. Los jueves era un mal día para tenerlo libre pero es todo lo que le ofrecieron a Hiroshi en su demandante trabajo. Los demás días de la semana Takeda estaba solo en casa y aun cuando al principio fue raro con el tiempo se adaptó, hizo muchas cosas, aprendió nuevas, veía los programas de tv que a Hiroshi no le gustaban y decidió apoyar al equipo de vóley de la escuela todo para sentirse un poco más útil, más completo.

 

En el pasado, cuando Hiroshi duraba más tiempo en casa en vez de tener un momento para estar juntos era una oportunidad para discutir. Cuando tenían veintitrés años Hiroshi fue despedido del trabajo de sus sueños ya que hubo recorte de personal, Takeda estuvo a su lado apoyándole, animándole, empezó a trabajar como maestro pero la vida era difícil para ambos. Pronto consiguió algo más, le dejaba poco tiempo libre pero les serviría temporalmente hasta juntar dinero suficiente para pagar sus deudas y vivir cómodos. La vida de adulto era difícil.

 

Takeda tenía suerte que la escuela tenía un buen ambiente, buenos alumnos y buena gente. En cambio Hiroshi tenía un trabajo sofocante, estresante y nada deseable. Llegaba agotado por las noches y se dormía en donde podía. Conforme pasaron los años los efectos de aquel empleo empezaron a hacer estragos en su vida privada. El sensei pensó falsamente que aquellas vacaciones le servirían para animarse pero solo discutieron y discutieron. Algo  les hacía falta en sus vidas y ese algo no podían conseguirlo. 

 

Un golpe en seco directo en la mejilla, un sollozo por parte de Takeda quien se sujetaba y la cara de sorpresa de Hiroshi. No era la primera vez que pasaba. Lo jaló y lo rodeó con sus brazos temblando, disculpándose al oído.

 

-Lo siento…no quería hacerlo… no sé qué pasa …- y Takeda solo podía justificar aquellos actos diciéndose a sí mismo que era producto del estrés de su trabajo, de sus vidas complicadas y sus frustrados sueños. Cuando eran jóvenes miraban las estrellas sentados en el césped soñando con viajar y hasta ahora es algo que no habían logrado.

 

-Está bien yo… no duele….-pero la realidad es que dolía y mucho, no sus golpes si no estarse perdiendo a sí mismo, estar inventando pretextos para no estar con él y evitar esas peleas, estar perdiendo al amor de su vida. Eso le taladraba el pecho cada día. Ahí abrazados en medio del hogar que compartían, que juntos construyeron, Takeda se aferraba a las ropas de Hiroshi susurrando en su mente “no te vayas, no me dejes…” sin aceptar que ese no era el hombre a quien amaba, lo que amaba era su recuerdo.

 

Era incapaz, era impensable tirar todos esos años y esfuerzo a la basura. Jamás lo dejaría puesto que Hiroshi se estaba esforzando tanto para darle una buena vida, para viajar juntos, para pasar juntos hasta el último día.  

 

La mañana de viernes iluminó su habitación y ahí estaba nuevamente solo pero incapaz de levantarse, tenía que hacerlo, no había vuelta atrás. Se sentó y había marcas por doquier en su pecho y espalda. Le dolía todo el cuerpo, las ojeras le abordaban y ese mareo no cesaba. Tal vez debía llamar a la escuela y decir que no asistiría, tal vez debía dejar de pensar tanto y relajarse disfrutando del día.

 

Se levantó de golpe de la cama sin siquiera cubrir su cuerpo y terminó aferrado a la taza de baño regresando lo poco que había comido. Seguro estaba muy estresado, muy agotado y su cuerpo estaba haciendo de las suyas. Debía ser responsable independientemente de sus emociones y asistir a la escuela. Se vistió, revolvió sus cabellos y colocó sus lentes. Se sonrió al espejo falsamente.

 

Aunque intentó mantener los ánimos la verdad es que estaba muy exhausto, las preguntas no se hicieron esperar “¿está bien sensei?”, “debería dormir”, “anímese, ya es viernes” lo que menos quería era preocupar a las personas. La práctica arribó y todos hacían lo suyo, él los observaba desde su banca tranquilo de que los mareos no le atacasen ahora.

 

La mirada de Ukai le inspeccionó hasta el más último detalle, cuando lo notó se sintió nervioso y peor aun cuando el otro se acercó.

 

-Se ve mal, sensei. Debería ir a descansar a casa –ambos se podían dirigir la palabra a pesar de todo, ya había pasado un mes pero eso no significaba que lo olvidasen, simplemente parecían superarlo o fingir muy bien que no sentían nada cuando sus orbes se cruzaban.

 

-Estoy bien…solo agotado –se talló los cabellos avergonzado – disculpa por preocuparte –aquello había sonrojado al menor. ¿Preocupado? Claro que no, no es como si hubiera durado esas semanas pensando en él, deseando ir corriendo a abrazarlo e incluso se tocase con su recuerdo. ¡Nada de eso! No estaba nada preocupado.

 

-E..Eh…. –profesó nervioso- si te sientes mal no dudes en llamarme…. –Takeda se sorprendió y sonrió con dulzura. Algo tenía ese día que a pesar de su expresión de cansancio desprendía demasiada paz, belleza.

 

-Sí. ¡Gracias por cuidar de mí, Ukai-kun! –y sonrió, hace tiempo que no le sonreía de esa manera y se sintió como una bocanada enorme de felicidad. No debía hacerlo, no ahora que se esforzaba por olvidarse de él, ahora con esa sonrisa lo construido se derrumbaba. Salió de su trance cuando Takeda puso su mano en sus labios como si fuese a vomitar y se alertó – se…sensei… oh no…-lo ayudó a levantarse con cuidado, no podrían llegar al baño pero tampoco querían tener ese accidente en el gimnasio así que lo llevó fuera rápidamente ante la mirada de los jugadores que solo pudieron escuchar como su maestro devolvía muy posiblemente su desayuno.

 

-¿Creen que Takeda-sensei esté bien? –preguntó Hinata preocupado.

 

-Posiblemente deba ir al médico –respondió Kageyama. Mientras, fuera del gimnasio Ukai le sobaba la espalda al más bajo para que calmase su respiración, para que soltase lo que debiese soltar.

 

-Te llevaré al médico, sensei… -el otro se levantó y negó con la cabeza.

 

-Estoy bien, no es necesario –recibió solamente la mirada de regaño por parte de Ukai, hasta esa mirada era amable y se notaba su preocupación.

 

-Espérame aquí, iré por nuestras cosas y avisaré a todos –sin poder negarse más el rubio entró al gimnasio. Y tan pronto se dio cuenta iban juntos al médico. No quedaba lejos de la escuela, había que caminar un par de calles y ninguno poseía un vehículo. Ahí, lado a lado, mientras Ukai cargaba sus cosas un silencio tenso les abordaba.

 

Un suspiro profundo, silencioso. En las calles un clima helado, el invierno ya había arribado, Diciembre había llegado. Tardaría al menos una semana en empezar a nevar. Talló sus manos al sentirlas heladas pero una calidez le invadió el cuello, nuevamente ahí reposaba la bufanda de Ukai. Él le sonrió, de forma que muchos le sonreían últimamente pero le dolía sentir ese detalle tan especial, no era para nada felicidad.

 

-Disculpa por no devolverla antes… y por tomarla ese día sin tu permiso –susurró avergonzado. El día en que ellos se entregaron, por la mañana escapó tomándola, no quería sufrir frio.

 

-Eh, no la necesito. Te la regalo –respondió sonrosado mirando a otro punto y el silencio volvió a reinar mientras Takeda hundía las fosas nasales en el aroma de aquel pedazo de tela para dispersar el frio de sus labios. Llegaron al hospital y decidió entrar al médico solo, sería un chequeo rápido; Ukai no se negó, su labor era solo acompañarle lo que pasara después de eso no podría ser responsabilidad suya. Una charla que se extendió mientras el rubio esperaba sentado en una fría silla metálica, odiaba los hospitales aunque ese lucia muy acogedor, pequeño y humilde.

 

Sintió que su respiración emanaba el frio del ambiente en forma de nubecilla blanca y ahí sentado en medio del hospital lo decidió, cuando saliera Takeda cerraría ese capítulo de su vida disculpándose, ofreciéndole su amistad. No quería seguir en esa tensión con él, no quería tener que estar a cinco pasos lejos por miedo a incomodarlo, no quería que aquel encuentro entre ambos marcase una distancia, no deseaba para nada esa distancia. Aunque fuese como amigo, quería estar a su lado.

 

Takeda salió el consultorio pasados los quince minutos con las manos en el bolsillo, cruzaron miradas y Ukai le sonrió. Se aproximó a él y Takeda se encogió un poco de hombros.

 

-¿Todo bien? –preguntó preocupado.

 

-Todo bien, solo necesito descansar –dijo cabizbajo, incómodo a su parecer. Se quitó el suéter y lo puso a sus hombros sorprendiéndolo, tensándolo.

 

-Te acompaño a casa –susurró, no tuvo forma de decir que no. De ir solo tal vez se desplomaría a mitad del camino por el cansancio o por lo que venía, por lo que el médico dijo en aquel consultorio. No habría problema en ir a casa a su lado, Hiroshi llegaría a altas horas.

 

Y así caminando por las calles lado a lado, usando su suéter y su bufanda mientras los sonidos de los autos se desvanecían, mientras las risas de los niños volviendo a sus hogares se difuminaban y el cielo mostraba el atardecer más hermoso de todo el año Takeda se preguntaba qué pasaría ahora, que haría con todo, con absolutamente todo lo que sentía.

 

-No quiero que sigamos así –dijo Ukai llamando su atención – sé que lo que pasó entre nosotros no estuvo bien pero… eres importante sensei, no quiero perder la amistad que tenemos.

 

Y aun cuando la noche caía el día se iluminó para Takeda por un instante para el siguiente ser consciente de que aquellas podrían ser palabras vacías, ligeras y sombrías que se llevaría el viento si las sospechas del médico fuesen reales.

 

“Por lo que me dice es posible que usted esté en cinta…”

 

Aquel chico frente a él podría ser partícipe de aquello, podría ser una de las dos causas de ese extraño milagro. Muchas cosas, recuerdos, memorias abordaban mientras sus manos jugaban dentro de sus bolsas, ahí donde la cajita de la prueba de embarazo estaba. Necesitaba llegar a casa y antes de encontrarse con Hiroshi hacerse la prueba, descartar o aprobar así la posibilidad de que eso pasara.

 

-Tampoco quiero perderla, Ukai-kun –dijo con sinceridad. Si pudiera no perdería nada pero ¿Qué hacer cuando el que se perdía era él mismo?

 

La nieve pronto caería, su amistad estaba reafirmada pero el mundo alrededor de Takeda Ittetsu giraba de un modo catastrófico, si la prueba era positiva habría muchas cosas que cambiarían porque hasta donde Takeda sabía y hasta donde Hiroshi le había dicho….

 

Él era estéril. 

Notas finales:

Espero que les gustase! Recuerden los reviews, de eso vive mi familia (?)

 

-Yisus


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