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Fuckin' Perfect por YisusCraist-Of-Yaoi

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Notas del capitulo:

!Hola! Bienvenidos a la actualización. Me sorprende mucho que Hiroshi tiene un miniclub de fans ¿En serio? Yo inventé a Hiroshi para hacerlo un antagonista infeliz pero ahora que tiene fanáticas me ponen en una encrucijada sobre su destino. Tal vez haga modificaciones a la historia tal vez no, no se que hacer con un personaje extremadamente impulsivo y moderadamente malvado. Así que ustedes decidan enviado un mensaje al 01 800 YISUS con la palabra HiroYes si quieren que tenga un bonito final o HiroNo si quieren que tenga un mal final(?) Okno jajaja. Disfruten la actu.

 

Solo sintió su espalda caer contra las suaves sabanas y un confort le invadió en el momento. Sus ojos se enfocaron en la vista esplendida, a las leves luces de la pieza, a esas perlas leves aparecer en las patillas suaves del otro, sus mejillas carmesí, su pecho pálido, sus botones rosas y esas caderas sujetadas con fuerza por sus grandes manos. La respiración desvariaba, una mano de Takeda estaba sujetándose del brazo de Ukai y la otra cubría sus labios sorprendido ante la intromisión entera, ante la nueva posición.

 

Temblando, ansioso, excitado y embriagado del placer empezó a levantarse y volver a caer contra la erección arrancándole un gemido grueso, ronco y erótico a Ukai. El profesor había dado en el clavo, la mejor manera de llevar al otro al extasis. Volvió a subir como tortura y cayó nuevamente ahora siendo ambos quienes gimieran.

 

Una vez y ahora más rápido. La siguiente le siguió y otras cada vez más demandantes del contacto, de profundidad, de placer. Takeda se pasó una mano por la frente levantándose el flequillo con los labios entreabiertos mirando al otro suplicante de más y no solo de más de su intromisión o de contacto físico, Takeda en su carencia de sensatez, de sentido quería ser más deseado, más necesitado, más amado.

 

Ukai le sonrió y estiró una mano, Takeda se inclinó y permitió la caricia en su mejilla mientras apretaba los labios, mientras su cuerpo tiritaba. En noviembre hay buenas despedidas como todos los meses y buenas formas de decir hola al amor.

 

Fuckin’ Perfect : Noveno Saque – Linea Difusa

 

Ese día algo lo despertó. Una sensación extraña, tal vez su imaginación, tal vez un nervio o algo similar. Estaba sentado en la cama de aquella su nueva habitación, a su lado en un futón improvisado dormían Takeda y Nishinoya quienes se habían turnado la guardia y cuidaban de él. Así había sido todos esos días, le acompañaban hasta tarde charlando, él les ayudaba con sus tareas y tras cenar algo se tiraban a dormir.

 

Tanaka tenía una expresión de dolor en el rostro tal vez por que Noya tenía un pie encima de él. Sonrió enternecido y cuando se iba a levantar para socorrer a Tanaka nuevamente esa sensación extraña le invadió dejándolo frio, estático. Una señal que tal vez al mundo, a la historia, a los demás sea indiferente y común pero para él, para Takeda era la mejor cura a todo dolor. Justo a un costado se sentía la advertencia de que ahí estaba, de que ahí crecía y saludaba diciendo “buenos días”. Su bebé le había dado una leve patada, para él era una caricia a su estilo.

 

Acarició la zona, suspiró sintiendo un temblor en su columna y se sintió conmovido. Una pequeña vida, una vida por la cual debía de luchar y ser más fuerte porque ahora eran dos en un solo cuerpo. Ese día, ya pasado el cuarto mes de embarazo su bebé aprendió que pateando un poco su “madre” podía recibir una caricia de respuesta y hacer latir su corazón de felicidad, porque los bebés sienten todo.

 

Se paró, era algo temprano pero ya no podría dormir después de ese momento feliz y fue hacia el baño. Se desprendió de la camisa, achaques comunes de calor y lavó un poco su pecho, su cuerpo para después mirarse al espejo. De lado podía notarlo, ese leve bultito que crecía amenazando darle la mayor felicidad de su vida. Los chicos se habían despertado al escuchar el agua caer, curiosos al ver la puerta abierta observaron a su profesor que se miraba al espejo acariciando su crecida pancita con una sonrisa contagiosa, decidieron darle su privacidad, su momento a solas charlando mentalmente con su bebé y tirarse nuevamente a los futones sintiendo que todo ese tiempo habían estado haciendo el bien ayudándolo.

 

Ese día fueron a la escuela junto con Asahi. Los cuatro caminando y charlando de cosas comunes hasta que se encontraron con los demás del grupo. Ahora era tan natural que Takeda estuviera ahí como parte de ellos intentando entender torpemente de las referencias que hacían y ellos tenían paciencia de explicarle, de hacerlo parte de su grupo. Quien los viera pensarían de jóvenes de la misma edad y no de unos estudiantes con su embarazado y roba años profesor.

 

Pasaron frente a una tienda, Hinata señaló emocionado al aparador y todos se acercaron curiosos. Un pequeño disfraz de cuervo, seguro al bebé le sentaría genial y aun sin tener la edad los apoyaría. Tal vez para cuando tenga conciencia ellos ya no serían los jugadores de Karasuno pero seguirían de cerca al pequeño hijo de Takeda.

 

Ya llegando a la escuela separaron caminos y casi como un tema tabú que inclusive el inocente e inconciente de Hinata sabía no debía sacar a luz preguntó a Kageyama cuando nadie más estaba cerca.

 

—¿Dónde crees que esté el padre del bebé de Takeda? —Kageyama frunció el entrecejo y alzó los hombros.

 

—No es algo que deba importarnos —respondió frio — por algo Takeda sensei no habla de él.

 

—Pero ¿No extrañará a su hijo? —detuvieron sus pasos en el pasillo y se miraron fijo —quiero decir, uno hijo es como ¡Wow! Y ¡Pum! Tú sabes, debe ser genial y que no le importe es algo que no puedo imaginar.

 

—Tal vez es el sensei a quien no le importa el padre…—Hinata hizo una mueca de desapruebo.

 

—Puede ser…—Kageyama pensó en regañarlo pero era un tema que de igual forma el desconocía tanto en forma como en emociones. Solo dio la vuelta y siguió su camino hacia el aula mientras en las cercanías Ukai había escuchado accidentalmente la plática bajando la vista, apretando el puño y retomando su camino al gimnasio.

 

Ese día Ukai quería despejarse pues la conciencia no le dejaba en paz. No podía ser que habían pasado cuatro meses desde entonces, se sentía tan lejano ese día de Noviembre pero uno no se imagina hasta que lo vive que esos cuatro meses son suficientes para que una vida que se cocina empieza a tomar forma. Ukai lo notaba, solo no podía pasar por alto que aquella pancita crecía, sus incomodidades y nauseas, su cansancio y sueño repentino, veía todo en Takeda.

 

Era vergonzoso admitirlo pero él también tenía apetito repentino y a veces estaba algo depresivo, a veces algo feliz. Cuando aquello ocurría se tiraba en medio del campo donde trabajaba mirando las estrellas y aun cuando no hubiese querido poco a poco era arrastrado a ser parte de ese proceso.  Se había vuelto parte de la lista de padres que comparten síntomas.

 

Después de eso sonreía, así estando solo, admitiendo que seguro no era tan malo pero aún no se sentía apto, era un maldito dudoso, indeciso y miedoso. Ahí en medio de la cancha tomó un balón y lo lanzó hacia la pared para después en el rebote golpearlo de nuevo y así en varias ocasiones liberando el estrés, despejando la mente. Al cabo de un rato se despejó de su suéter por el calor y continuó con lo suyo hasta que escuchó la puerta del gimnasio abrirse.

 

Sus miradas chocaron, sus corazones se detuvieron y estando por primera vez solos en tanto tiempo Takeda entró con un papel en mano. Sus pasos resonaron por la cancha, Ukai se quedó apretando el balón calmando su respiración hasta que el de lentes se detuvo frente a él.

 

—Pensé en esperar hasta el entrenamiento pero ya que está aquí me gustaría que firmara —le entregó un papel —es un formalismo de la escuela que tienen que firmar los entrenadores. —Ukai se quedó perdido en los ojos expresivos de Takeda y reaccionó saliendo de su ensimismamiento.

 

—Sí, yo lo firmo. Gracias —tomó los papeles, la pluma y fue hacia la pared para recargarse. Takeda vio la espalda del otro, la leve gota de sudor caer de su nuca, sus brazos, sus piernas, se sintió acalorado, los achaques quizá. —listo…—dijo girando para regresarle los papeles.

 

—Muchas gracias Ukai-kun —sus manos rozaron un instante, ambos se sorprendieron y se volvieron a mirar. —Nos vemos en el entrenamiento….—dijo girando pero el otro le habló-

 

—Sensei…—dudó cuando Takeda giró sobre sus pies justo ahí unos pasos más delante que él. Tragó saliva y abrió los labios dispuesto a romper el silencio en el que se habían quedado —¿No puedo hacer nada por cambiar las cosas?

 

—Yo no puedo responder eso…—dijo bajando la vista —yo ya he tomado mis decisiones y son firmes ¿Qué hay usted?

 

—Yo…—se talló la nuca sintiéndose más incómodo al ser tratado tan formalmente pero así había sido todo ese tiempo y se lo merecía— …sigo sin sentirme listo.

 

—Esa es su decisión…—se giró hablando sorpresivamente serio hasta seguir y llegar a la puerta —no espere que mi hijo y yo nos sentemos a esperar a que acepte la realidad.—los ojos de Takeda que miraban a Ukai con tanta seguridad bajaron al suelo y salió del lugar cerrando la puerta detrás de él.

 

Y se quedó nuevamente solo en el gimnasio con una sensación en la garganta de querer gritar, de detenerlo, de decir que ya bastaba de ser el mismo infantil, regañarse, dejar que lo regañasen y decir “Yo soy el padre de ese bebé” pero no podía. Buscó donde sentarse, el piso parecía un buen lugar y cayó mirando el techo del gimnasio. Debía buscar un detonante que borrase ese miedo de admitirlo, debía hacerlo ya o lo perdería todo. Suspiró con fuerza y se quedó ahí cerrando los ojos esperando que el tiempo pasara lento para llegar a una resolución.

 

Ese jueves algo terrible sucedió. Takeda regresaba al gimnasio aunque sus ganas le decía que no fuera, una señal, un presentimiento. Giró en el edificio y justo ahí estaba alguien sentado, cabizbajo y pensativo. Aquellos días de juventud donde Hiroshi le esperaba fuera de la escuela le abordaron y ahora estaba ahí. Su mirada se alzó y no había una sonrisa como en aquel entonces solo angustia, tristeza.

 

—Hiroshi…—espetó tembloroso mientras este se ponía de pie con cansancio.

 

—No has vuelto a casa…—susurró —¿Acaso hice algo mal? —la pregunta era demasiado, claro que había hecho mal por la forma en que lo trataba pero…

 

—Ambos hicimos mal… tú y tu actitud…y tus mentiras…yo traicionándote… nos estamos haciendo daño —Hiroshi se talló el rostro.

 

—Perdóname, estoy enloqueciendo por ti… —Takeda rió pero con dolor, aquellas palabras en el pasado le hacían tan feliz porque creía de la locura de amor algo romántico y sano pero no eso, no era esa clase de locura de la que hablaba Hiroshi ahora.

 

—No puedo Hiroshi… esto me duele demasiado … el hijo que espero no es tuyo y no podemos fingir que así es…ni puedo permitir que me sigas lastimando ni hiriéndote a ti…—Hiroshi apretó los dientes, el puño y miró a Takeda.

 

—Yo lo quiero a él como si fuera propio y te amo a ti como siempre lo he hecho…lo he dado todo por ustedes, he mentido para que seamos felices —Takeda negó rotundamente.

 

—Mentir jamás contrae felicidad…no una genuina, no es real… dejemos de engañarnos…—se acercó tocando su hombro cuando escuchó las voces de sus alumnos aproximarse —yo tampoco quiero seguir mintiendo y lo siento… pero hace tiempo que dejé de sentir el amor que nos unía…—Hiroshi tembló ante la confesión pero eso explicaría por qué Takeda se había presionado al punto tal de terminar en aquella situación, de embriagarse y terminar en brazos de otro. Un daño colateral a raíz de una mentira autoimpuesta, a un sentimiento que desapareció y del cual solo quedaba gratitud, responsabilidad ante los sueños y metas de Hiroshi. Solo estuvo con él esos últimos años por miedo a lastimarlo mientras eso le lastimaba a sí mismo, por miedo a perder el amor tan puro que habían construido siendo que este por su cuenta se había drenado del corazón de Takeda dejando una carcasa vacía.

 

—No puedes decirme eso Takeda…—entrecerró los ojos mientras las lágrimas amenazaban a salir —No puedes solo salir de esto y fingir que estos años no pasaron… —le miró con firmeza y parados a varios metros estaban los chicos. Tomó de la muñeca al profesor y frunció el ceño —Nadie te va a amar como yo…

 

—Lo sé… viviré sabiendo eso …—Takeda cedió ante el agarre del otro — pero yo no te puedo amar como tú lo haces. —Hiroshi se acercó al otro cegado con la ira y espetó lacerante.

 

—Entiende terminarás solo…¿Es la clase de vida que le darás a tu hijo? Un hombre solo al que nadie amará …—dijo iracundo sin pensar claramente y sosteniéndole con fuerza hasta dejar sus dedos marcados en la muñeca. No escucharon que la puerta del gimnasio se abrió y se cerró rápidamente mientras los jóvenes aun sin saber que hacer estaban helados.

 

Eran solo un montón de chicos presenciando un problema de adultos, como cuando papá y mamá pelean y el hijo no sabe cómo reaccionar. No pueden hacer nada, no pueden simplemente meterse pero Suga da un paso valiente, no permitirá que nada dañe al profesor, Daichi le sigue a su lado incondicional y después el equipo se aproxima. Hiroshi ve la amenaza, sujeta a Takeda con fuerza haciendo que mire al equipo y estos se detienen. Abrazándolo por la espalda con un brazo, con el otro le sujeta de las mejillas y en esa posición parece más un rehén.

 

—¿Esta es la clase de familia que le darás? ¿Quién de ellos es el padre? —susurró a su oído — ¿Acaso planeas traerlo al mundo sin una figura paterna? ¿Tu solo? Tú que a veces no distingues la noche del día…

 

—Basta…—decía herido, una herida dentro del pecho que se reabría. Recordó que los años habían hecho de la lengua de Hiroshi un arma ponzoñosa. Cuando pasa el tiempo la pareja se puede tomar la libertad de herirte o hacerte feliz a gusto si no impones un alto, una regla de no más. Takeda siempre tan noble no decía nada a las palabras de Hiroshi pensando siempre que había tenido un mal día y debía entenderlo pero a veces lo hacía feliz, a veces lo hacía menos que basura. Un sube y baja de acciones y actitudes pero así son todas las parejas ¿No?

 

Esos momentos hace un año donde había ya pensado tomar sus cosas y largarse después de escucharle gritar que su comida era mala, que la casa no estaba ordenada y que si alguien tenía la culpa de todo era él. No quería volver a eso, no tenía caso. Prefería estar solo con su hijo, con los chicos de Karasuno antes de soportar esa vida. Hiroshi le apretó con fuerza y los chicos estaban furiosos al borde de abalanzarse contra el sujeto que retenía a su profesor mientras la puerta del gimnasio nuevamente se abría.

 

—Entonces dime ¿Quién de esos niños fue? Apuesto que no dará la cara porque no tiene el valor…—una mano tocó su hombro, Hiroshi giró mirando al rubio detrás de él tan amenazante con la mirada perfilada, retador y dispuesto a atacar como el cuervo mayor.

 

—Yo soy el padre de su hijo ¿Algún problema? —Takeda sintió que sus pies flaqueaban ante las palabras de Ukai. Detrás del rubio estaba el pequeño soplón de cabello naranja que tan pronto había visto la escena fue corriendo a buscar ayuda del entrenador y ahora todo se había tornado en esa confesión.

 

—Así que es él…—antes de continuar la mano de Ukai presionó el hombro de Hiroshi haciéndolo quejarse del dolor obligándolo a liberar a Takeda quien fue atrapado por los chicos del equipo.

 

—Soy yo y si vuelves a acercarte a Takeda o a mi hijo tendrás problemas…—dijo encajando los dedos en el hombro haciéndolo torcerse un poco más.

 

—B..basta…—dijo apretando los dientes y Takeda gritó.

 

—Ukai-kun suéltalo… —al recibir la orden liberó a Hiroshi y este se sobó la zona herida, un poco más y podía dislocarle el hombro.

 

—Esto lo arreglaremos solo entre Takeda y yo en otra ocasión…—enmarcó una sonrisa —y no siempre estarás ahí para cuidar que no pase.

 

—Pero si pasa yo sé dónde encontrarte…—se acercó inclinándose un poco, Hiroshi era levemente más bajo lo que hacía al rubio imponente —así que cuida tus acciones…

 

Hiroshi sonrió confiado y alzó las manos ante las amenazas del otro. Miró a Takeda en una especie de despedida silenciosa y giró retirándose levemente del lugar. La tensión se disipaba, un asustado Hinata caía de sentón al suelo temiendo que las cosas hubiesen llegado más lejos mientras Suga, quien cuidaba de Takeda, miraba al entrenador ahí de pie, tan firme y decidido.

 

—¿Estás bien? —preguntó Ukai. Takeda asintió algo avergonzado, triste, aun asustado. — ¿El bebé está bien? —Takeda acarició la zona, sintió su movimiento y suspiró.

 

—Está bien… gracias Ukai-kun —el rubio se relajó y asintió.

 

—Todos es hora de entrenar… y sensei usted descansará en la banca —indicó profesionalmente mientras todos caminaban hacia el gimnasio cuidando los pasos del profesor —y una cosa más…—Takeda giró al igual que alguno que otro miembro del equipo que le acompañaba. Ukai buscó valor de algún rincón de la tierra dispuesto a emitir unas cuantas palabras que eran necesarias ahora. — Esta es mi decisión … espero no haberlos hecho esperar mucho… —Takeda se sorprendió, negó con la cabeza y sonrió levemente.

 

—No esperamos mucho…descuida Ukai-kun… —dijo para continuar su camino. Ahora Ukai habia aceptado la realidad, sería padre. Era un gran paso, tal vez faltaban muchos más, tal vez era inmaduro aun pero nadie entrenaba a los hombres para llamarse a sí mismos “papá”. Aprendería sobre la marcha y en el proceso tal vez podría conquistar a “mamá”. 

Notas finales:

¿Les gustó? Se puso bueno ¿eh?

 

-Yisus


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