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¿Esto es amor? por girlutena

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Notas del capitulo:

jojojo

Yokosawa regresó al trabajo cinco días después de haber estado enfermo, no dijo nada a nadie, con apenas intercambiar pocos monosílabos con Masamune, estuvo casi toda la semana enfrascado en el trabajo perdido, desconectándose de todo y con todos.


 -Si no te conociera, pensaría que me estás evitando.


El doncel levanto su rostro cansado para ver el rostro varonil de aquel varón que poco a poco empezaba a agotarle.


-No sé de qué me estás hablando.-El doncel retiro su plomiza mirada del contrario, sintiendo una extraña opresión en su pecho, cuando sintió la mano del mayor sobre su frente. -Aun tienes un poco de fiebre, te podías de haber tomado toda la semana.


Yokosawa sintió la mano fría del varón, sobre su ardiente piel, mientras que sentía una extraña corriente recorrer su columna vertebral, con su mano le retiro  bruscamente y alzó su mirada con molestia.


 -¿Y perder más trabajo para que mi jefe me reclame? No, gracias.


-Sí, bueno... disculpa por eso.


-No se tiene que preocupar, usted es el jefe y yo su subordinado. -Zen pudo sentir las palabras del menor, él lo sabía, sabía que le dolía todo aquello y aún más, no sabía porque empezaba a arrepentirse de haber causado todo eso.


-Si eso lo único que iba a decirme, yo me retiro. Hasta mañana. -El varón no pudo decir nada, sintió unas de tomarle del brazo, pero el doncel se levantó con rapidez saliendo del departamento. -Gracias por la medicina. –Sin saber el porqué, una delgada sonrisa empezó a asomarse por su rostro.


 


 


Llego el fin de semana y los niños ya empezaban a impacientarse por salir de sus casas, jugar con la nieve y recibir sus regalos, mientras que en la casa de los Kirishima se podía ver a la pequeña colgada sobre los hombros de su padre, colocando los últimos adornos del árbol de navidad.


 -Papá. ¿Estás seguro que no puedo invitar a onii-chan? –Zen había colocado a su pequeña sobre el tatami, mientras él acomodaba un pequeño Papa Noel que parecía que iba a caerse.


-Hiyo, ya hablamos de eso. -La pequeña volvió a colocar en su pequeña carita una sonrisa de tristeza. -¿Por qué tanto empeño en invitarlo?


-Es que es navidad y de seguro él la pasará solito. -Zen revolvió los cabellos de su pequeña, mostrándole una pequeña sonrisa, recordando en aquellos ojos, la mirada de su difunta esposa.


-¿Estás segura que es solo por eso? -La pequeña, sin responder a nada, se acercó al pequeño altar, viendo la foto de su madre, manteniendo esa sonrisa, que su padre le había dicho que se parecían.


-... me agrada... yo... quisiera que fuera mi papi.


-Yo no creo que sea tan fácil.


-¡Por eso tienes que pedirle disculpas, papá! –El varón se quedó de pie, viendo como su hija, volvía a encerrarse en su habitación, cayó de rodillas y acaricio suavemente la vieja fotografía de la mujer.


 


Al día siguiente, como todas las tardes, Kirishima espero que los empleados salieran a almorzar y así quedarse solo con el doncel, ingreso lentamente como siempre solía hacerlo y se plantó frente a él, sin decir nada. Por parte de Takafumi, sabía que estaba ahí pero aun así no iba a levantar su rostro.


 -¿Qué quieres?


-Hablar


-Estoy ocupado.


-Solo serán unos minutos. -El doncel dejo su trabajo, guardando ante el archivo en su computadora. Siguió por detrás al mayor, notando la ancha espalda del castaño, viendo como aquellos músculos se contraían con aquel simple movimiento, sus mejillas empezaron a calentarse cuando se vio imaginando su pequeño cuerpo debajo de todos esos músculos.


 


Los dos salieron a la salida de emergencia, el frio empezaba a volver aún más fuerte, el moreno oculto sus desnudas manos en los bolsillos de su chaqueta intentando entrar en calor, sintiendo como el viento chocaba con su rostro.


-¿Dónde están tus guantes?


-Se los di a una señora. -Aun sin mirarle, sabía que las mejillas del menor empezaban a teñirse de un color carmesí. -¿De qué deseas hablar?


 -Yo... no me he comportado muy bien contigo. Quería pedirte que me perdones. -El doncel arrugo su ceño, sin poder creer lo que escuchaba y se alejó del hombre.


-¿Qué? –El menor sabía que aquello no iba a terminar bien, se había dado cuenta desde hace un tiempo, había empezado a pensar mucho en aquel varón y eso no era bueno para él.


 -Yokosawa, ¿Por qué no empezamos de nuevo? Hiyo quiere invitarte a cenar por navidad.


-Muchas gracias, pero no creo que pueda ir, de igual modo le enviare un presente.


-No te preocupes por eso. Hiyo desea pasar la navidad contigo.


 -¿Solo Hiyo? -Un susurro, tan audible para los finos oídos del varón. Yokosawa se dio la vuelta y antes de volver a entrar, agacho su mirada. -Tengo que ir a visitar a mis padres.


-Lo siento mucho, si cambias de opinión, me avisas. -Si el varón se hubiese dado cuenta, hubiese visto las delgadas lágrimas que bajaban por su rostro.


 


 


El día de noche buena había llegado, toda la editorial se encontraba de fiesta, todo bellamente arreglado para la ocasión, Kirishima se sintió con ánimos de bajar y ver por última vez al doncel, pero no le encontró, tan solo vio a Masamune que se acercó a él, sin darle tiempo de pensar en escapar.


-Feliz navidad, Kirishima-san.


-Igualmente Masamune-san. ¿No se encuentra Yokosawa-san?


-Él ha ido al cementerio como todos los años.


-¿Al cementerio? –Sintió como el piso debajo de sus pies, desaparecía lentamente, recordó la mirada triste del doncel, no quiso saber más, pero la voz del moreno le sacó de sus pensamientos.


 -Sí... sus padres sufrieron un accidente cuando él tenía cinco años, vivió con su abuela, que falleció a los diecisiete, desde ese momento ha vivido solo.


 


El varón caminaba por las calles desoladas, sus manos dentro de sus bolsillos, su mente estaba en otro lado, escuchando sin entender los villancicos de los vecinos, las luces de colores brillantes, adornando todas las calles y las casas; ahora entendía porque aquella mirada triste, nada le había ido bien a aquel doncel y para empeorarlo venía él y le complicaba su trabajo.


 


-¿Padre? –Sin darse cuenta, llegó hasta su departamento, encontrando a su hija de pie en la puerta, esperándole con una sonrisa triste al verle llegar solo.


-Hiyo. ¿Quieres ir a ver a onii-chan?


 


La pequeña se abrigo lo más que pudo y salieron del departamento, el cementerio se encontraba iluminado por los altos faroles, dejando ver el camino de piedras, siguiendo el  pequeño camino de flores blancas, que les indico el encargado, llegaron al pequeño mausoleo, arriba de una pequeña colina.


La pequeña pudo ver una delgada figura a espalda de ellos, quiso correr donde él pero la mano de su padre sobre su hombro le detuvo, así que se acercaron lentamente, escuchando, sin querer, lo que el menor se encontraba diciendo.


 


-Sabes Oka-san, hace un tiempo conocí a un varón y ahora no puedo dejar de pensar en él, pero, él ama a su familia y dudo que haya espacio para mí. Creo que lo mejor sería que me aleje de todo esto. To-san, estoy seguro que si estuvieran aquí...


 


-¡No! –El Cataño pudo ver como el cuerpo del doncel, empezaba a voltearse lentamente, secando sus lágrimas con sus puños, la pequeña niña se alejó de él, corriendo para ocultarse en los brazos del moreno.  -Yo no quiero que te vayas, onii-chan. –La voz de la niña sonaba entrecortada, mientras que las lágrimas resbalaban por sus mejillas sin intenciones de ser detenidas. La pequeña lo abrazó con fuerza, permitiéndose llorar en silencio., Yokosawa la abrazó con demasiado cariño, con sus lágrimas aun en su rostro pudo darse cuenta de la presencia del varón.


 


La pequeña niña se abrigo en los brazos del doncel y Kirishima coloco su saco sobre los hombros del moreno, para sentarse a su lado.


 


El varón abrió dos latas de café, entregándole una al doncel y otra diferente de té verde a su hija. Sin darse cuenta la cabeza del doncel cayó sobre su hombro, con sus ojos cerrados y Zen no pudo retener sus ganas de seguir mirándolo, fijo su mirada en aquellas pestañas largas, enmarcando aquellas dos perlas negras, su rostro tan pequeño y hermoso.


Después de un rato,  dirigió su mirada a las dos lápidas que se encontraban frente a ellos, recordó la muerte de su esposa y como sus padres le ayudaron a salir adelante. Se dio cuenta de lo agradecido que debía estar con la vida, aún tenía a una linda hija a su lado y ahora volvía a conocer nuevamente el amor.


 


Cuando la pequeña y el doncel despertaron, se podía ver como poco a poco el cielo empezaba a oscurecer, dejando que la bruma les envolviese, la pequeña colocó su cabeza sobre el pecho del doncel, agarrándolo de las manos.


 


-¿Vamos a casa? –La voz del varón, llenó todo aquel silencioso lugar, los cabellos azabaches cubrieron la tristeza de sus ojos, sintiendo como la niña empezaba a revolverse en sus brazos


-Yo... creo que también es hora que vaya a casa. -Los grandes ojos de la niña cayeron desesperados sobre su padre, sin soltar al moreno.


-Takafumi, ven con nosotros. Estoy seguro que Hiyo estará feliz de tenerte ahí. -Pensó que tal vez una mentira no le hacía daño.


-¿Y tú? -El segundo susurro del doncel, sin querer ser escuchado, le sonrió con ternura a  la niña, que le miraba feliz y se pusieron de pie, detrás de ellos venía el varón, pensando en el doncel. ¿Y él? ¿Estaría feliz por tenerlo en su casa?


 


-Antes tengo que ir a casa. -Los ojos del infante le miraron.


-Tengo un gato. ¿Te gustan los gatos, Hiyo?


-¡Si! ¡Me encantan! pero papá no me deja tener animales.


-Si tú deseas puedes tenerlo, pero yo apenas tengo tiempo para cuidar de mí.


 


Los Kirishima ingresaron a la pequeña casa, detrás del doncel, dejando ver al animal sentado en sus cuatro patas, esperando al doncel.


-¿Cómo se llama? –Kirishima pudo ver un brillo, que nunca antes había visto en los ojos brunos del doncel, sin saber porque empezó a sentir algo extraño, deseando que aquel brillo tan solo sean por él y para él.


-Sorata.  -La pequeña se quedó en la sala con el pequeño animal en sus brazos, viendo como su padre ingresaba a la habitación del doncel.


 


-Puedes guardar tus cosas en una mochila más grande que esa. -Kirishima se sintió mal al ver como el doncel se asustaba, tirando algunas cosas de sus manos.


-¿Qué haces aquí?


-Vine a ver qué tal ibas.


-Es mi habitación. ¡Sal de aquí! -Hiyori vio como el moreno sacaba con golpes a su padre de la habitación.


-Papá, ¿cómo entras a la habitación de un doncel? Eso es malo.


-Ya, ya, lo siento, yo solo quería ayudar.


-No lo arruines. -Kirishima rodó sus ojos, llevando su mirada a la puerta que empezaba a abrirse, la niña metió a Sorata en su maletín de viaje, saliendo los tres juntos.


 


-¡Takafumi-kun! -Kirishima vio como el doncel se detenía para saludar a la vecina que mostraba una sonrisa en su rostro. -Buenas noches, joven. Muchas gracias por cuidar de Takafumi-kun.


 


-Se equivoca obaa-chan, es onii-chan, quien cuida a papá. -Yokosawa sintió sus mejillas enrojecer, al escuchar la risa del varón, sintió algo en su pecho que le hizo sentirse mal, algo como que si aquel no debía ser su lugar.


-Vamos a casa, onii-chan. -La pequeña le tomo la mano del doncel para alejarse del lugar, sin esperar a su padre.


-Buenas noches, Shion-san. -Kirishima se despidió de la mujer, y siguió los pasos de su hija y de... ¿Cómo nombraría su relación con Yokosawa?


 


Por petición de la niña, Yokosawa la acompañó a dormir, acariciando suavemente sus cabellos, sin dejar de cantar una suave canción, término por arroparla, viendo como Sorata se acunaba muy cerca de los brazos de la menor, acaricio la pequeña cabeza del animal, escuchando su leve maullido de satisfacción.


 


El doncel salió despacio, cerrando la puerta de la habitación para dirigirse hacia la sala, quedándose de pie, detrás del mueble, viendo los cabellos castaños de aquel varón, le vio tan tranquilo, mientras llevaba a sus labios la lata de cerveza.


-¿Por qué me has traído?


-No he sido yo, ya sido Hiyori.


-Pero si tú no deseas que yo esté aquí puedo irme, ya mañana le diré algo a Hiyo-chan.


 


El menor sintió de pronto los ojos castaños del varón fijos en él, empezó a sentirse extraño, nunca le había gustado ser la atención de nadie.


-¿Quién eres Yokosawa Takafumi? -El doncel pudo escuchar aquella voz, aquella voz de molestia, la misma que había escuchado de Masamune.


 -No soy nadie. Y si ya termino todo, puedo irme a mi casa.


-Lo siento, creo que eso no será posible.


-¿Cómo dice?


-Siéntate y deja que tu superior te invite una cerveza, ven. -El moreno se sentó desconfiado en el mueble de una sola plaza y recibió la lata de cerveza que le entregaba el varón, sin querer o eso quiso creer él, Zen rozó sus dedos, sintiéndolos cálidos y suaves.


Sin darse cuenta las horas habían pasado y el doncel se había terminado casi todas las latas, terminando por el vino, los dos estaban sentados en el piso, apoyando sus espaldas en el mueble, la cabeza del moreno, se encontraba apoyada sobre el hombro del varón, con sus mejillas sonrojadas, terminando de contar su doloroso amor no correspondido.


 


Kirishima no se dio cuenta, de cuándo ni cómo, pero lo último que supo fue que se encontraba en su cama, encima del cuerpo del doncel, aquel cuerpo con el que había soñado más de una noche, sabía que estaba un poco tomado, sabía lo que estaba haciendo, pero nada de eso le importaba ahora, sus manos pasaron sobre la camisa del moreno, abriéndola botón por botón, lamiendo sus pezones rosados e hinchados, volviéndose adicto a sus gemidos.


 


-no... No… Hiyo... ella...


-No pasa nada, las puertas son aislantes. Así que gime para mí, Takafumi.


 


El castaño llevo su mano a la entrepierna del moreno, masajeando el miembro que ya había empezaba a crecer, mientras que con su lengua seguía jugando con un pezón y con su otra mano apretaba el otro y Yokosawa gritó de placer al sentir la lengua del varón jugar con su ombligo, sintió que aquel iba a ser su final, pensó que iba a correrse, pero sintió como las manos de Zen le sacaba rápidamente  el pantalón y la ropa interior con prisa, sacándoselas las de él también, masajeo suavemente el interior del doncel, introduciendo un dedos, luego dos, hasta que metió el tercero.


Yokosawa había dejado de revolverse incómodo en las sábanas, ahora sus manos se encontraban sobre el pecho del mayor, acariciándole cada músculo, y sin esperar demasiado, el varón metió de una sola estocada su miembro, sus manos cayeron como puños a cada lado del rostro del menor, no pudo evitar jadear fuertemente al sentirse tan apretado.


Una oleada de placer empezó a invadirlo rápidamente por todo su cuerpo y así empezó el vaivén, sintió como las manos del menor cruzaron su cuello, arañándole su espalda y perforándole su piel, pero nada de eso le importaba, aquella sensación de placer invadió todo de él, perdiéndose en la locura.


 


-Di mi nombre, Takafumi. Dilo, grítalo. -El varón coloco al doncel encima suyo, para que empezará a cabalgarle.


-oh, santo cielo, ¡Zen! –La manos del doncel apoyadas sobre el pecho del mayor, sintiendo la mano del varón empalmar su miembro. Una fuerte estocada más por parte del varón, y ahí estuvo su esencia derramada entre los dos vientres y la suya en el interior del doncel, sin importarle mucho se dejó caer suavemente sobre el cuerpo del moreno, sacando su miembro del interior.


 


-Te amo, Zen. - Y sin querer darle mucha importancia se dejó caer en un profundo sueño, cruzando sus fuertes brazos por la fina cintura del doncel, oculto su rostro en los suaves cabellos del moreno, perdiéndose en su dulce aroma.


 

Notas finales:

jojojojo ¿Se lo esperaban???

 

¿Que pasara en el proximo capitulo!!!! 

espero que les haya gusta y espero sus lindos comentarios!! (:


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