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¿Esto es amor? por girlutena

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Notas del capitulo:

capitulo 5!!!! 

Nunca imagino que aquella mañana empezaría de aquella forma, un dolor punzante empezó a acumularse en la parte lateral de su cabeza, mientras que algo más empezaba a incomodarle, un dolor empezó a invadir de pronto todo su cuerpo y cuando ya no lo pudo soportar más, decidió abrir sus ojos, dejando que la fina luz del día alumbrara la estancia, sus ojos oscuros se fijaron directamente en la pequeña foto de la habitación. Donde se podía ver a una mujer muy hermosa embarazada, siendo abrazada por un varón castaño, los dos sonriendo abiertamente. No fue consiente de nada, hasta que sintió como era aprisionado por su cintura.


 


Tuvo que cubrir sus labios con sus manos, al verse ahí desnudo en la cama de su -jefe- en la misma cama que muy posiblemente había compartido con su esposa, estaba muy seguro que el varón le seguía abrazando inconsciente, tan solo era un error, volvió a maldecir, sin hacer ningún movimiento brusco, tomó sus cosas, vistiéndose y salió rápidamente del departamento.


 


Sus piernas ya no daban más, sus pasos eran rápidos y algo tambaleante, se detuvo en una farmacia para comprar una pastilla para el dolor de cabeza, que cada vez empezaba a hacerse más fuerte y un café con leche, deteniéndose en el parque muy cerca de su casa, notando las copas de los árboles, tan desnudas y solitarias como él. Tomando una decisión rápidamente.


 Tenía que desaparecer.


 


-¿Onii-chan? -La pequeña niña llego hasta la sala, encontrándola desordenada, arrugo levemente su ceño al ver la lata de cerveza, media llena sobre la mesa del centro, Sorata empezó a maullar suavemente, llamando su atención, lo tomo suavemente en sus brazos y sin importarle mucho se dirigió a la habitación de su padre. -¿Oto-san, onii-chan está contigo?


El mayor abrió lentamente sus ojos, encontrándose con la luz resplandeciente, acaricio sus ojos con las yemas de sus dedos, para luego llevarse las manos a la cabeza, aquel dolor, cuando alzó lentamente su rostro,  vio a su hija de pie en el umbral de su puerta, cargando en brazos al gato y como flashes, rápidamente empezaron a invadir su mente. Volteó su rostro al otro lado de su cama encontrándola vacía, de pronto empezó a sentir como su corazón empezaba a dolerle, cuando vio las sábanas blancas, manchadas con pequeñas gotas de sangre y semen. Soltó una maldición, cubriendo su cabeza con sus manos.


 


-¿Dónde está onii-chan? -Otra vez, la voz preocupada de su hija, le taladraban su revuelta mente. Apretó fuertemente sus manos sobre sus castaños cabellos.


 -Él... él dijo que tenía trabajo. Pero que luego venía a verte.


La niña vio la sonrisa fingida y dolida de su padre, así que prefirió no decir nada e ir a preparar el desayuno.


-¡Maldición! –La menor se había quedado de pie, fuera de la habitación escondiendo su rostro lloroso en el pelaje del pequeño animal, su pecho empezaba a dolerle y aún más cuando escucho a su padre.


 


Los días se habían vuelto rutinarios, Hiyori podía ver a su padre divagar la mayor parte del tiempo, aún más que antes, fumaba constantemente y casi ya no le hacía caso, aquellos días su abuela había ido a cuidarla, mientras que ella, intentaba crear un nuevo plan para reunir a su Onii-chan con ellos.


 


-Nee, Sora-chan. Te quedarás aquí y yo traeré a onii-chan. -El pequeño animal maulló con fuerza, sacándole una verdadera pero triste sonrisa.


 


Ya habían pasado cuatro semanas y parecía como si el doncel se hubiese desaparecido, cada vez que iba a verle a su departamento de trabajo, este no se encontraba ahí o ninguno de los trabajadores sabía dónde se encontraba o cuando iba a su casa, tampoco estaba ahí. El varón empezaba a frustrarse, necesitaba verlo, hablarle, pedirle perdón, deseaba volverlo a besar, necesitaba sentir sus caricias, oír sus gemidos.


Maldijo interiormente, ya que empezaba a excitarse el tan solo volver a acordar aquella noche. Se sentó frustrado en la silla de la cafetería, cubriendo su rostro con sus manos, intentando calmarse.


Ya había olvidado lo que era enamorarse, todo aquello nunca lo vivió, ni siquiera con la madre de su hija, ya que aquello había sido “amor a primera vista”, no sabía muy bien como catalogar su “relación” con aquel doncel.


Llamo a su casa para decirle a su hija que llegaría un poco más tarde, pero nadie contesto, después de cinco minutos ya había perdido la cuenta de las llamadas que había hecho y nada, llamó a casa de sus padres pero la niña no se encontraba con ellos, llamo a casa de sus amigas, pero tampoco, empezó a impacientarse, salió de la editorial y empezó a correr por todos los lugares donde podría ir su hija, por último decidió ir donde la policía pero tampoco fue de mucha ayuda


La sutil luz del día empezaba a ocultarse y él seguía con el corazón en su boca, ya había dado vueltas por todos los lados y ahora se encontraba sentado en una de las bancas del parque que sabía que le gustaba ir a visitar, tomo su celular con rapidez sin ver la llamada entrante.


 -¿Kirishima-san? Hiyori se encuentra conmigo. -Las piernas de Zen ya no daban, pero aun así  intentaba correr lo más que podía, hasta que llego a un parque, su hija corrió a sus brazos y él la tomó en sus brazos, cargándola, ocultando su rostro en los cabellos de su hija.


De un momento a otro, la furia empezó a invadirle, cuando le vio ahí parado a unos metros lejos de ellos, no vio las ojeras que mantenía el doncel, ni la ropa de cama que traía puesto, ni sus cabellos azabaches desordenados. Tan solo sintió furia.


 


-¿¡Por qué maldita sea no me has dicho que ella se encontraba contigo!? Sabes lo preocupado que estaba por ella. Es lo único que tengo de mi familia ¡Pero qué vas a saber tú de hijos! ¡Tú no sabes nada!


 


-¡Papá cállate! –Pero ya había sido demasiado tarde, Takafumi empezó a  sentir una dolorosa opresión en su pecho, apretó sus puños, sin importarle dañarse las manos con sus uñas, había decidido no llorar, no volvería a llorar por aquel varón, aunque su alma se fuera en ello.


 


-Tienes razón, yo no sé nada.


-Onii-chan. -Si Kirishima no hubiese estado cegado por su cólera se hubiese dado cuenta de la voz entrecortada del doncel, pero, sin importarle, tan solo le vio marcharse, sin decir nada, haciendo más fuerte el agarre de su mano con la de su hija, cuando sintió que esta lo soltó de un solo golpe.


 


-¡¿Cómo es posible que le hayas dicho algo así?! ¡Él está con fiebre y aun así salió a buscarme cuando le llame diciendo que estaba perdida! ¡Te odio, te odio! ¡Tenías que arruinarlo!


 


Hiyori ingreso con mucha rapidez, azotando la puerta de su habitación, mientras que él se quedó oyendo como lloraba. Sí, había estado molesto, sabía que el doncel nunca haría algo para lastimar a la pequeña y sabía que ni con una disculpa el doncel se lo iba a perdonar.


Ahora se encontraba como un estúpido dando vueltas en la sala, intentando buscar alguna solución.


 


Habían pasado otras dos semanas desde que no lo había vuelto a ver y empezaba a preocuparse. Nadie del trabajo, ni siquiera Masamune le había podido dar el paradero exacto del doncel. Su cabeza empezaba a dar demasiadas vueltas y había empezado a tomar pastillas contra el insomnio. Aquella tarde se encontraba tocando por décima vez el timbre en el día.


Pero nada funcionaba, apoyo su cabeza sobre la puerta de madera, empezando a golpearse, su hija no le hablaba y él había empezado a tener pesadillas.


 


-¿Kirishima-san? Takafumi-kun se ha mudado. –La vecina del moreno, salió con una bata de dormir, con sus ojos ojerosos, su rostro aún más demacrado que antes.


-¿Cómo que se ha mudado?


 


-Pues sí. Lo hizo de un día para otro. Me dejo esta carta para usted, se veía afligido. -El varón la tomó aún más deprimido y se despidió de la mujer, sin darse cuenta, llego hasta su casa, encontrando su comida ya servida y fría. Sabía que la menor se encontraba en ella, ya que podía escuchar la música salir de la habitación, aun su hija seguía sin hablarle y él no podía pedir nada más.


 


Después de terminar su papeleo y de llamar a las mangakas, se sentó en el mueble, dándole el último sorbo a su cerveza, el reloj de la pared marcaban las diez dela noche y el silencio de la habitación de la niña, le decían que ya estaba dormida.


Aún con sus manos temblorosas, decidió abrir el sobre, sacando el papel blanco finamente doblado.


 


A decir verdad, no sé cómo empezar esta carta, pero creo que no encontré otra forma más apropiad para despedirme.


Tienes razón sobre muchas cosas de mí, sobre muchas cosas que sé que dicen a mis espaldas, soy un doncel arrogante y frío y sé también que no le caigo a muchas personas.


Pero también me han lastimado tanto, para llegar a ser como soy, no aun así no quiero poner de excusas nada, ya que soy lo que soy y punto.


Una vez me preguntaste que si era bueno con los niños y con los animales y son solo ellos que pueden ver la realidad de todos nosotros.


Cuando conocí a Hiyo, nunca me imaginé que esa hermosa niña hubiese sido tu hija, inconscientemente me salvo de caer en un precipicio y muy a tu forma me hiciste dejar de pensar en aquella persona que me lastimo.


Nunca quise invadir tu familia, sé que no me amas y que nunca me amarás como la amaste a ella y no te reprocho nada, ya que fui yo él único culpable de enamorarme de tí.


Tuviste razón al decirme todas aquellas palabras, yo no sé cómo es ser padre, pero poco a poco fui aprendiendo de Hiyo y me alegra haberlo hecho, ya que ahora seré un buen padre, el mejor, para este niño que está dentro de mí.


Porque aunque tú no nos ames, yo lo amaré por los dos.


No nos busques, por favor. Y lamento tanto haber interrumpido tu vida.


Dile a Hiyo que cuide de Sorata, al parecer fue lo único que tuve que dejar.


 


Te amo.


 


El papel manchado con sus lágrimas, yacía a un lado de su cuerpo encorvado, no podía dejar de reprimir sus lágrimas, su pecho dolía y sufría al respirar, pero sabía y se maldecía porque aquel dolor no era nada comparado con lo que había hecho sufrir al menor.


Iba a ser padre y le había pedido no buscarlo, no amarlo, no verle crecer, con el poco valor que le quedaba se puso de pie regreso a su habitación, cubriéndose el rostro con la almohada que había usado el doncel, se deprimió aún más al sentir que ya no tenía aquel aroma dulce que tanto le había gustado.


 


Un peso muerto cayó sobre su cuerpo le hizo despertar, abrazó con fuerza el cuerpo de su hija, sintiéndola llorar.


-Leí... leí su carta. -El rostro lloroso de la niña se ocultó en el pecho de su padre, sintiendo en vano que sus caricias le calmara.


 -Lo siento tanto, hija. -Pero la niña no quería escuchar, solo lloraba y él sabía que nada podría calmarla. Porque sabía que su hija ya lo amaba y ahora sufría su perdida.


-Lo encontraré... los encontrare y los traeré aquí. -La niña levanto su rostro manchado por las lágrimas al escucharle hablar tan decidido.


 -¿Y si no quiere volver?


-Nos iremos con él.


-¿Estarías dispuesto a dejar todo?


-Yo sí y ¿tú? -La niña asintió mucho más animada, abrazando fuertemente a su padre, cayendo dormida en sus brazos.


 Casi al instante Zen contrato a un detective privado, no le importaba pagar lo que sea, tan solo deseaba encontrarlos. Después ya vería lo que haría para que le perdonase.


 


Muy lejos de ahí, muy cerca de la playa de Hokkaido se podía ver una pequeña casa con vista al mar, el sonido de las gaviotas se perdía contra el del mar, las altas olas rompían contra la orilla, causando un sonido extrañamente tranquilizador.


 El primer día que llego ahí, había tenido miedo, mejor dicho había estaba aterrorizado, paso la mayor parte de la semana, cubierto por las gruesas mantas sobre el sofá, de vez en cuando salía a caminar, había descubierto que sentir la arena húmeda bajo sus pies le tranquilizaba, en aquellos días conoció a una pareja de esposos, algo ya muy mayores, pero muy amables, le dieron la bienvenida a su madera, llevándole desde frutas hasta dulces.


Aquella mañana, el viento había empezado a soplar con demasiada fuerza, las nubes mayormente nubladas, anunciaban una fuerte tormenta, aquel día había amanecido con dolor en los pies, así que prefirió quedar arropado sobre un montón de mantas, en forma fetal con una taza de chocolate caliente, intentando no recordar su pasado; sus ojos se perdieron en el fuego de la chimenea, mostrándose en su rostro una sutil sonrisa, de pronto escucho unos leves golpes en su puerta.


 


-Takafumi-kun. ¿Deseas estar con nosotros hasta que pase la tormenta? -El doncel acepto con gusto la invitación de aquel hombre, que poco a poco había empezado a ser como un padre para él, el doncel mayor le abrigó con gruesas mantas cuando dio un paso dentro de la casa.


-¿Y qué hace un joven doncel, tan hermoso como tú, solo en este lugar? -El esposo doncel, golpeo el pecho del varón, acusándole con sus ojos verdes.


-Disculpa a mi esposo, Taka-kun.


-No, no se preocupe. En realidad he venido a hacer una nueva vida con mi hijo. -El doncel se llevó protectoramente sus manos a su aun plano vientre.


-¿¡Dónde está ese canalla que no se quiere hacer cargo de su hijo!? –El varón sintió la mano de su esposo, intentado calmarlo, ellos tenían tres hijos y nueve nietos y no podían imaginarse que hubiesen sido de sus pequeños si hubiesen estado solos; la pareja se dio cuenta que el cuerpo del menor empezó a temblar levemente, al escucharse a lo lejos un fuerte relámpago.  


 -Él... supongo que debe estar con su hija.


-¿Es casado?


-No... Él... es viudo. Pero aunque nunca me dejo ingresar a su vida, pero pude conocer a su hija y es un amor.


-oh, mi niño. -El doncel se acercó donde el más joven, para abrazarlo cálidamente; aquella noche durmió abrigado por los brazos de aquella pequeña familia, escuchando la lluvia caer y percibiendo el aroma a tierra mojada, calmando sus sentimientos.


 

Notas finales:

ok....un poquito corto...y un poquito triste T_T

 

espero sus lindos comentarios *-*!!!!!


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