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Corazón Indómito por sue

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Notas del capitulo:

 

 

 

Konnichi wa!! ya estamos de vuelta mis queridos lectores :D (inner: por fin! La intriga era insoportable, más ahora que Iason se ha metido al rollo de secuestrador, anda bien desquiciado el pobre  ¬w¬) Je je tranquila que o le vuelve el juicio o enloquecemos con él xD (inner: ¬__¬Uuu) ok, cuando estaba escribiendo éste capi me sucedió algo cómico y es que - como cosa rara – llegó mi querida y muy bizarra musa y me hizo REESCRIBIRLO TODO, un día lo tenía listo y el otro me hallaba en el limbo, borrando y agregando cosas n_nUU pero en fin, lo importante es que al finalizar el fanfic alguno que otro lector habrá aprendido por lo menos el valioso arte de la paciencia :B Agradezcamos al universo por eso! xD

 

 

 

 

 

 

“Las almas ansiosas que no pueden hallar escape de la prisión del amor, parecen ahogarse simultáneamente en miel y amargura.”

- La naturaleza del amor

 

___

 

La rabia que sentía Riki era tanta, que la mostraba expresivamente a través de sus ojos fieros, enseñando sus dientes y respirando con fuerza, como un animal furioso. Más cuando el rubio se alejó por unos segundos, en ese tiempo tan corto, la incertidumbre burbujeó la mente del pelicorto; la esperanza quería colarse en forma de suspiro ante aquella aterradora situación, liberándolo del peligro, trayéndole la pacífica y fría calma que hubo tenido tantas noches en su pequeña y ahora anhelada cabaña. Sin embargo, el ojiazul reapareció entre las sombras, cubriéndolo de nuevo de pies a cabeza de aquel pavor que le era imposible tragar. Llevaba en su mano un pañuelo tan blanco que en la oscurana resplandecía como una capa de luz difusa. Lo había sacado de su saco; con él retiró la sangre de su hombro, mientras miraba calmadamente al muchacho que temblaba por el frío y el desconcierto.

 

Ya Riki conocía la violencia de Iason. Desde que la había experimentado aquella vez que se enteró de lo suyo con Mimea, estaba decidido a no volverla a desencadenar ¿Qué había pasado entonces? ¿En qué instante sus acciones lo habían dirigido una vez más a aquel punto crítico? Tanto querer alejarse de algo no le sirvió para nada. Había vuelto a ello. El destino era tan cruento.    

 

Iason se aproximó hasta el menor. Riki hizo lo único que podía hacer en esos momentos: Amenazaba al hombre con sus dientes, para que entendiera que no le costaría nada morderle de nuevo; Iason no temía a sus gruñidos, varias veces aproximó su mano y varias veces el muchacho estuvo a punto de agarrarle un dedo; era una especie de juego macabro que no tardó en extasiar al Mink. Pero por más que trató el moreno, no pudo evitar que el rubio hallara un punto ciego en su defensa; Riki intentó evitarlo, pero fue rápido el momento en que el rubio se abalanzó hacia él y le colocó el pañuelo en la boca a modo de mordaza, amarrándolo con fuerza en su nuca. Ya no podía gritar, ya no podía morder, sólo emitir quejidos y gemidos. El olor de la sangre del pañuelo le llegaba a la nariz y el sudor que salía de sus poros lo sentía helado.

 

- ¡Mm!… mmm…

 

- No quería llegar a estos extremos Riki. Es cierto que adoro escuchar tu melodiosa voz – Le agarraba con fuerza del mentón y de la cabeza, analizando sus iris negras, tambaleantes… -  Pero también es cierto que estoy harto de que me muerdas. Me tienes todo lleno de mordiscos… después de todo para eso te ha servido la boca, para dañarme con tus crueles palabras… eso se acabó… no me morderás más…

 

Riki apretó los puños, la saliva era difícil de tragar. Los ojos eran el único modo de expresarse, de exigir; las cuencas negras iban de un lado a otro intranquilas, inseguras…

 

- ¡¡Katze!! ¡¡Katze!!

 

Toc Toc!!

 

Daryl golpeaba enérgicamente la puerta.  Desde lo acontecido con Riki, Iason había ordenado al pelirrojo que habitara en la casa grande, junto con él y el mayordomo. 

 

Katze se sorprendió al abrir la puerta y hallar al muchacho.

 

- ¿Qué ha pasado? – Se alarmó - ¿Iason…? 

 

El mayordomo recordó las palabras del rubio e interrumpió al hombre.

 

- ¿Puedo… quedarme… está noche en su habitación?

 

- ¡! ¿Qué…?  

 

- ¡Por favor! - Juntó sus manos en señal de suplica - Estoy muy aterrado… no quiero quedarme solo en mi cuarto - Agachó la cabeza -  “No sabiendo que el señor Iason está castigando a Riki…”

 

- Mira, lo mejor será que te vayas a dormir - Colocó sus manos en los hombros del chico – a TU cuarto  - Enfatizó - Es tarde.

 

- No podré pegar un ojo… lo sé… Desde que todo esto empezó, no ha habido noche que no pase sin esas horribles imágenes en mi cabeza. Si tengo compañía, al menos podré apartarlas así sea por poco tiempo…

 

- …Está bien. Entra.

 

- …Gracias…

 

El modo en que temblaba Daryl entre sus manos fue lo que había llevado a Katze a aceptar su petición. Cuando el pelirrojo cerró la puerta, el mayordomo reaccionó, prácticamente había hecho todo aquello sin pensarlo primero ¿Qué pensaría el señor Katze al llegar de improviso a su alcoba, a tan altas horas de la noche? No pudo evitar sentirse apenado. Tal vez no lo quería ahí y prácticamente lo había forzado a aceptar su petición.

 

- Esto…

 

- Ven. Siéntate – Katze estaba sentado en la cama y esperaba que Daryl tomara asiento a su lado, más el chico no se movía de su sitio - ¿Qué pasa? ¿Me tienes miedo?

 

- ¡No es eso! – Negó fuertemente con la cabeza - …No vaya a pensarlo. Es sólo que…

 

Finalmente Daryl se sentó al lado de Katze. El silencio llegó y el pelirrojo lo despachó de inmediato.

 

- ¿No me contarás que es lo que te ha puesto así de pronto?

 

- No debo… - Se frotaba con nervios las manos – Por favor no me pregunte más.

 

- De acuerdo. Si no quieres contarme, no te obligaré – Katze suspiró. Se levantó de la cama y fue hasta la repisa, sacó una botella de licor y dos vasos, tras llenar uno, se lo pasó al mayordomo.

 

- Yo no sé si deba…

 

- Anda – Insistió – Te hará bien.

 

El pelicastaño asintió y tomó del vaso hasta vaciarlo por completo.

 

- Buen chico – Katze sonrió con levedad. Se sorprendió cuando el pelicastaño le mostró el vaso, esperando que volviera a llenárselo.

 

- Tal vez tiene razón. Beberé hasta que ya no me acuerde de ésta pesadilla – Comentó en un todo amargoso, estaba desesperado por hallar una manera de alejarse de la realidad.  

 

- Seamos dos entonces – Entrechocaron los vasos.

 

Riki tragaba grueso, Iason no ponía reparo a la hora de tocarlo. Desesperadamente movía las muñecas y los tobillos, tratando de aflojar las cuerdas, pero sólo se lastimaba con cada roce. El Mink le hablaba al oído, festejando su mudez, como si por fin tuviera la oportunidad de abarrotarle la cabeza de todo lo que se estuvo acallando por tanto tiempo. 

 

- Ah… como extrañaba tocar tu piel… - Iason deslizaba sus manos por el torso moreno, deleitándose con el respirar agitado.

 

Riki cerró con fuerza los ojos cuando el Mink le agarró de las rodillas y le abrió las piernas lo más que le permitían las cuerdas. Su miembro semi erecto se hacía sentir, reclamando atención. Iason tomó el pene y empezó a tratarlo, moviendo su mano enérgicamente. El pelinegro trataba de mantener la cordura, empapaba el pañuelo con su saliva. Por más que lo negara, las manos del rubio sabían cómo darle placer. Al principio se mantuvo quieto, sin mover un sólo músculo, pero pronto empezó a mover la cadera al ritmo impuesto por la mano del hombre, ansiando estallar en ella y entregarse al olvido en el momento del orgasmo.

 

Pero como se lo esperaba, en el instante de mayor rigor, Iason le dejó antes de que pudiera correrse. Riki maldecía al rubio entre dientes, su virilidad completamente roja y palpitante…

 

Iason se maravilló ante la escena. Le encantaba como en la frente del muchacho se marcaba una vena. Al penetrar al joven, el rubio no tuvo ninguna clase de gentileza. Riki se retorció y el Mink no tardó en embestirlo con fuerza, descargando por completo su deseo, su rabia contenida…

       

Cada músculo en Riki le dolía e inclusive estuvo a punto de tener un calambre, por suerte uno de los tirones que recibió le sirvió para calmar su tensado tendón. Iason no le abandonó hasta que todo el semen fue vaciado dentro de él.

 

Riki respiraba agitado, con la mirada perdida en alguna parte. Sus pestañas estaban húmedas pues unas lágrimas habían salido sin previo aviso, Iason estuvo tentado de beber de esas lágrimas, recogerlas candorosamente… pero se contuvo, se suponía que tenía que mantener su temple ante el castigo impuesto, de nada valía que lo tratara con cariño después de haberlo castigado. 

 

El Mink se cerraba el pantalón, se acomodaba la ropa mientras contemplaba lo que había hecho. Le quitó la mordaza de la boca al pelinegro. Esperó que Riki le escupiera alguna palabra venenosa, pero ni siquiera hizo el intento de vociferar sonido alguno. Ni movió sus labios, donde la comisura se hallaba rojiza, maltratada. El muchacho permaneció estático, como una burla de la serenidad.

  

Antes de marcharse el rubio quiso decir algo. Una oración altiva que contuviera  la fragancia de alguien que había hecho lo correcto.

 

Para que aprendas quién manda…

 

Tú te lo buscaste…

 

Esto es el resultado de tus actos…

 

Ojo por ojo…

 

¿Y si te dijera que yo también estoy a punto de llorar…? Aquella parecía ser la más concordante con lo que sentía; su cabeza lo martillaba con pensamientos recriminatorios.

 

La culpa lo azotaba  rigurosamente, el “¿Qué he hecho?” estaba viniendo y él no quería recibirlo. Tomó las mantas que había dejado Daryl y se las arrojó encima al muchacho, como buscando de ocultar las pruebas de su tormento. Seguidamente el ojiazul se fue del establo y dejó a Riki abandonado, a merced de la noche y de sus pensamientos…

 

- ¿Tienes miedo? – Katze susurraba bajo las sabanas.

 

- Si, mucho – Daryl con las mejillas rojas - ¿Tú no?

 

- No.

 

- ¿En serio? – También susurraba al tiempo que sonreía.

 

Estaban metidos debajo de las sabanas. Como si fuera una fortaleza nacida en la imaginación de un par de infantes. El licor que había bebido Daryl deshizo parte de su timidez, sólo de aquel modo se hallaría metido en la cama de Katze al tiempo que le tuteaba.

 

- Bueno. Tengo un poco de miedo – Confesó Katze, también alentado por el alcohol – Pero no tanto como tú.

 

- Mmm… tal vez si cerramos los ojos, el miedo nos deje tranquilos…así sea un ratico… nada más…

 

Seguidamente, todo se tornó negro y la calma los arropó.

 

***

 

A la mañana siguiente, Iason fue en busca de Daryl. Le pareció extraño no hallarlo en su habitación. Dedujo que se encontraría metido en la cocina. Antes de continuar su búsqueda, algo lo hizo tocar en la habitación de Katze.

 

- Buenos días Katze.

 

- Ah, buenos días señor.

 

El mayordomo brincó en su sitio.

 

- Señor Iason… - Daryl se sonrojó de vergüenza.

 

 Iason se impresionó de hallar al muchacho en la habitación de su capataz, pero no lo demostró facialmente.

 

- No sabía que estabas aquí Daryl.

 

- Yo… puedo explicarlo… - Se apresuró a levantarse de la cama, le dolía en extremo la cabeza. No estaba acostumbrado a beber.

 

- No tengo tiempo para insignificancias – Espetó el Mink – Quiero que vengas conmigo. Tienes que atender inmediatamente a Riki.

 

- ¿Eh…? – Todos los recuerdos de la noche anterior le vinieron de golpe - ¿Él… está bien?

 

- Muévete. Te estaré esperando afuera – Fue su respuesta para luego volver a dejarlos solos.

 

Daryl sintió como la tensión que se había formado en la habitación tras la llegada del Mink, se dispersaba.

 

- Espero que esté bien…

 

- Supongo que ya me contarás ¿Qué pasó con Riki? – Katze se cruzó de brazos – Por lo que veo eso fue lo que te trajo hasta acá anoche.

 

- Pues… el señor Iason se quedó solo con él…

 

- …

 

- … De seguro le ha lastimado – Pensar en eso le provocaba una angustia atroz.

 

- No te preocupes, Riki es fuerte – Aseguró. El silencio se apoderó del recinto. Katze miraba a Daryl ponerse los zapatos con prisa – Iason piensa que dormimos juntos.

 

- Pues… así fue ¿No?

 

El pelirrojo no pudo evitar sonreír ante la inocencia del mayordomo.

 

- No solo eso ¿No lo notaste? Realmente piensa que tú y yo follamos.

 

- ¡¡!! – Daryl se pintó de todos los colores - ¡¡Pero… eso no es verdad!!

 

- Él no lo sabe ¿Y cómo dudarlo después de haberte visto aquí… en mi cama?

 

- ¡Pero dormí con mis ropas… y usted fue muy caballeroso conmigo! No se aprovechó en ningún momento. Nosotros sabemos que no pasó nada…

 

- Y no sabes cuánto me costó eso – Sonrió para luego tomar un cigarrillo y encenderlo – Tuviste suerte. Mucha en verdad…

 

- ¿Y ahora…? ¿Qué pensará de mí? – Por un momento se perdió en su imagen personal - Oh no… esto no debió pasar…. No debí venir hasta aquí…

 

Katze se divirtió con la reacción de Daryl. Lo dejó mortificarse unos segundos más.

 

- Tengo que aclararle…

 

- Déjalo así. Que piense que tú y yo estamos juntos.

 

- ¡¿Qué?! Pero… – Sus mejillas no dejaban de estar ruborizadas - ¿Qué lograríamos con eso?

 

- Entiéndelo: Así Iason tendrá menos oportunidades de pensar que tú o yo queremos arrebatarle el amor de Riki ¿Qué no te das cuenta del tamaño de sus celos? Cree que hasta las piedras están detrás del chico. Pienso que aprovechar esto, sería una buena manera de cuidarte la espalda, el señor en cierto modo te respetará si piensa que te estás acostando conmigo.

 

- ¿Lo dice en serio?

 

- No creo que se atreva a tocarte si sabe que eres mío.

 

- … - Las palabras provocaron que sintiera como si el piso se moviera a sus pies.

 

- ¿Tan terrible te parece eso muchacho? – Susurró en un tono bastante sensual.

 

 - Yo… la verdad… no lo sé – Sus mejillas volvieron a teñirse - ¡Ains! ¡No quiero pensar en eso ahora! Lo más importante en este momento es que vaya con Riki…

 

- Claro… - Meditó en silencio mientras el pelicastaño abandonaba la habitación - “Siempre te ha interesado más preocuparte por otros que por ti ¿No es así, Daryl?”

 

Daryl salió del cuarto y se halló con el Mink esperándolo en el recodo del pasillo. En cuanto lo divisó, el rubio inició la caminata, yendo el pelicastaño tras de él.  Miraba la luminosa melena rubia resplandecer por los rayos del sol que se colaban por los enormes ventanales. Le intimidaba el hombre inclusive estando de espaldas. Tras bajar las escaleras, Iason le indicó que le esperaría en la entrada del establo mientras que Daryl iba por todo lo que seguramente necesitaría Riki. Ninguno de sus compañeros sospechaba nada de lo que pasaba. Aunque, a pesar de que el mayordomo luciera tranquilo al devolver los buenos días, su corazón le reclamaba el rumbo que ahora había tomado su vida. 

 

Iason abrió el candado y con un gesto de su mano le indicó al chico que pasara. Daryl oyó el sonido de la puerta cerrándose a su espalda y sólo en ese momento, fue capaz de dirigir la mirada en la dirección en dónde dejó al moreno la noche pasada. Un bulto de tela estaba en su lugar. Le calmó no ver la escena directamente al entrar, pero más terrorífico era la idea de irla destapando poco a poco, como se vio obligado a hacerlo…

 

Riki permanecía igual a como Iason lo había dejado la noche anterior.  Acurrucado.

 

- Riki… soy yo, Daryl  - Le acarició los cabellos, húmedos por el sudor. El calor en el establo era insoportable. No se explicaba como el joven había permanecido cubierto por las mantas - ¿Riki…? 

 

Le destrozaba el corazón verlo así. El muchacho tenía la mirada apagada, la boca ligeramente abierta y la comisura de sus labios rojos…

 

- Por Dios… - Luego de tomar valor de examinar el daño que provocó el Mink, no pudo evitar sorprenderse – No te preocupes. Voy a curarte… – Trató de esbozar una media sonrisa – Riki…

 

Le acarició una vez más. El muchacho parecía que no le escuchaba, como si estuviera inmerso en un lugar lejano.

 

- Aquí estoy amigo mío… pase lo que pase no te dejaré solo – Trató de darle ánimos, al tiempo que le retiraba el sudor con un pañuelo.

 

- …Anoche lo hiciste… - Ante las palabras de Daryl, Riki contestó en un tono endeble.

 

- ¿Eh?...

 

- …Anoche me dejaste solo… - Mencionó con enojo y la voz ronca, agotada de gritar en un pañuelo - …No te importó dejarme abandonado… tú saliste despavorido mientras yo era devorado por un animal salvaje… 

 

- Eso no es así… - Se apresuró a decir – Riki, yo no quería dejarte… pero el señor…

 

- No importa – Le interrumpió tajante  – Eso ya poco importa… - Y de nuevo giró el rostro.

 

- Riki…

 

A Daryl le dolía que el muchacho estuviera tan decepcionado de él ¿Qué podía hacer? Lo mejor era obedecer las órdenes de Iason, de lo contrario no podría ser capaz de ayudarlo ¿Por qué no lo comprendía?

 

- Te traje el desayuno – Le mostraba todo lo que le había preparado – Debes de tener hambre. Tienes que comer…

 

- …Me revolvió hasta las ultimas tripas ¿Realmente crees que tengo hambre después de eso? ¿En serio? – Se giró y le miró con suma ironía. Ahí donde estaba, le dolían las entrañas, el corazón y el orgullo.

 

Daryl bajó la cabeza.

 

- Bueno, entonces déjame que te bañe ¿Si? Te refrescarás. Hace mucho calor…

 

- … - Aquella idea le fue más grata, se sentía sucio, tanto por fuera como por dentro - ¿Por qué Daryl…? – No comprendía como seguía hablándole tan amablemente a pesar de sus crudas palabras. Calló y continuó: - ¿No te parece humillante hacer esto por mí…?

 

- No es humillante… eres mi amigo... y te aprecio.

 

 - …

 

Se tragó el suspiro melancólico que subió de golpe, sabía que si lo dejaba salir las lágrimas llegarían junto con el. Permitió que Daryl hiciera su trabajo sin atacarlo verbalmente.

 

Cuando el Mink dio llave al cerrojo, iniciaron las preguntas.

 

- ¿Listo? ¿Comió?

 

- Un poco y luego de insistirle mucho.

 

- ¿Lo curaste bien? – Preguntó inmediatamente - ¿Estaba muy herido?

 

- Pues…si  - La manera en que lo preguntaba… Daryl notaba la preocupación ¿Cómo era capaz de lastimarlo si se preocuparía de semejante manera luego? Al menos agradecía que lo dejara estar a solas con el moreno, estaba convencido de que Riki no comería ni bebería nada estando Iason en el establo - Señor Iason… disculpe que se lo diga pero… creo que lo mejor sería que dejara descansar al señor Riki un par de días, al menos hasta que sane por completo. Verá… no creo que sea prudente forzarlo a…

 

- ¿Me estás diciendo que no monte a mi semental? – Se sintió atacado - ¿Con qué derecho me vienes a exigir algo como eso?

 

- … - No pudo evitar quedar mudo ante el tono desafiante de su voz -  No lo tome a mal por favor…Sé que no soy quién para decirle nada, pero… como le dije, el señor Riki está muy lastimado.

 

- Pues lo estará más. Ésta noche vuelvo por él.

 

- Pero señor… espere… - No pudo seguir intentando convencerlo. Iason se alejó a paso rápido - “El señor Katze tiene razón. Si esto sigue así… no sólo el cuerpo de Riki tendrá heridas…

 

Para alejarse de los pensamientos turbios, Iason salía a cabalgar. Yendo a todo galope. Anhelando poder alejarse de todo eso arremolinado en su cabeza y en su corazón. Pero todo era inútil, alejándose de la hacienda no podía deshacerse del hecho de que en ella lo esperaba un Riki preso, un Riki que con cada día que pasaba lo amaba menos y quizás lo odiaba más.

 

El pelirrojo lo acompañó aquella tarde, estaba seguro de que teniéndolo a su lado podría despejarse más que estando a merced de su acusadora conciencia. Katze le llevaba el paso y recordaba aquella época en que cabalgaba junto a su señor, mucho antes de que Riki hubiese vuelto a la hacienda; en aquellos tiempos en que se perdían entre la espesura del campo y mientras los caballos descansaban, ellos se entregaban a las caricias en el monte. Pero el pelirrojo ésta vez no esperaba ser amante, buscaba la forma de ser conciencia en una cabeza que era oprimida por los sentidos. 

 

- Todo este asunto me tiene completamente estresado – Confesaba el Minl, quién portaba una leve marca oscura debajo de sus ojos – Anoche no pude dormir ni un sólo instante.

 

- “Me sorprendería si pudiera” – Había ironía en ese pensamiento.

 

¿Era necesario contar que el rubio se había dirigido varias veces en la madrugada a espiar a Riki? Y aunque debido a la oscuridad y a las mantas, no pudo ver más que sombras; pidiendo con el pensamiento que el muchacho lo excusara. Varias veces estuvo tentado de abrir el candado y arrojarse a los pies del muchacho maltratado y exigirle misericordia ¡Perdóname! Gritaba su corazón cuando su rostro se pegaba de las tablas de madera vieja, buscando entre la penumbra a Riki ¡No te perdonará jamás! Su razón se lo aseguraba y la decepción lo hacía raspar la madera con las uñas y la rabia consigo mismo, morderse los labios y aguantarse las lágrimas. Todas esas veces regresó aterrorizado a su habitación como un cobarde ante algo que él mismo había hecho. Alejándose y regresando al establo, como un alma en pena que tiene que a vagar por un camino sinuosamente trazado.

 

Éste patrón de comportamiento se mantendría a lo largo del cautiverio del mestizo y todas las personas que verían al rubio ir y venir de noche, llegarían a pensar que el pobre Iason era victima de un padecimiento del sueño, quizás sonambulismo.  Por lo que nadie sospechó la verdadera razón de sus salidas nocturnas.    

 

- De seguro tú tampoco has podido dormir, menos ahora que tienes con qué distraerte por las noches – Los temas triviales eran buenos para despejarse.

 

- ¿Señor? – No entendió la indirecta.

 

- Me refiero a Daryl. Admito que me impresionó verlo en tu habitación – Decidió investigar sobre ello en cuanto tuviera la oportunidad - ¿Desde cuándo? ¿Cómo fue qué ocurrió?

 

- Ah…eso. Pues son cosas que pasan señor. Uno no se lo espera, sólo pasan – Comentó – Ya que ha sacado el tema, quería pedirle su aprobación para que el muchacho se quede a dormir definitivamente en mi cuarto.

 

- Jo… - Sonrió con levedad – ¿Piensas que estaré de acuerdo con semejante alcahuetería? – Sin embargo otra cosa le extrañó - Dime una cosa Katze ¿Qué pasó con Raoul?

 

El pelirrojo no pudo evitar sentirse intimidado, nunca se esperó que el Mink estuviera al tanto de ello.

 

- ¿A qué se refiere señor?

 

- Vamos Katze, deja de hacerte el desentendido. Mientras tú estás yendo, yo estoy viniendo.

 

- Tiene razón – Finalmente confesó – Pues, lo que había entre nosotros… se acabó.

 

- Mmm ya me lo temía. Tú ánimo ha cambiado y tus visitas al pueblo se han incrementado… ¿No me contarás porque terminaron?

 

- Son cosas que no se prevén señor.    

 

- No me digas que sólo estabas jugando con él.

 

- Jamás.

 

- Ya veo… ¿Tuvo qué ver alguien más?

 

- …

 

- ¿Es eso no? Raoul te dejó por otro – Le miró con los ojos afilados - ¿Permitiste que te lo arrebataran Katze?

 

- Eso no es así… - Murmulló, conteniéndose.

 

- Es eso o Raoul no supo amarrarte bien. Dímelo ¿Raoul no podía satisfacerte? – Se burló, un tanto celoso de que Raoul poseyera algo que en el pasado era completamente suyo – Tú tan fogoso y él tan frígido… Seguramente su desempeño en la cama debió ser muy mediocre como para que lo dejaras.

 

- ¡¡Basta!!

 

Katze se enfureció. Jaló las riendas del caballo y se interpuso en el camino de Blondy.

 

- Con el debido respeto, señor Iason. Le voy a exigir que no vuelva a hablar de esa manera de Raoul frente a mí – Mostrándose desafiante ante su patrón – Porque se lo advierto: No sé si pueda contenerme.

 

Iason contempló con fascinación el brillo que destilaban aquellos ojos enfurecidos. Se sintió orgulloso de Katze y también resentido.

 

- Pobre Daryl… - Tranquilamente retomó la cabalgata pasando al lado del pelirrojo – Sabrá en carne propia lo que estoy viviendo. Ya que su hombre mientras está con él, piensa en otro…

 

- … - frente a las palabras del rubio, el enojo en Katze se hubo apaciguado por completo – “Iason… ¿Tan herido estás… que buscas desesperadamente arrojar a otros a tu miseria?” – Sintió lastima por el Mink.

 

- Katze – Llamó su atención – Está bien. He decidido acceder a tu petición de que el muchacho se quede en tu alcoba por las noches. Pero sólo con la condición de que no salgas de la hacienda, ni siquiera para ir al pueblo… ahora sé que te escapabas a los burdeles a deshacerte de ese terrible despecho que te provocó terminar con mi amigo Raoul. Con Daryl en tu alcoba ya no tendrás que meterte en aquellos lugares de mala muerte y podré tenerte a mi disposición las veinticuatro horas. Todos salimos ganando ¿No lo crees así mi fiel y leal Katze?

 

- …Si señor.

 

Ante la condición un tanto mordaz de Iason, Katze se dio cuenta de que la petición había sido una completa insensatez. 

 

- Ya hablé con Iason, de ahora en adelante compartiremos habitación.

 

- Entiendo… ¿Cree qué ha sido la mejor decisión?

 

- Si no lo es, ya no hay nada que se pueda hacer – Se encogió de hombros – Por lo demás sólo mantengamos la mentira lo más que podamos. Así al menos podrás contarme todo lo que sepas sin tener que reunirnos de manera sospechosa por los pasillos, si seguíamos haciéndolo, Iason empezaría a creer que estamos armando un ardid en su contra.

 

- Es verdad… pero ¿No sospechará de todas maneras? Después de todo esto de estar juntos… fue tan repentino.

 

- Tienes razón – Le miró por el rabillo del ojo - Si es necesario tendremos que dar una prueba de vez en cuando para no despertar sospechas.

 

- ¿? ¿Prueba…?

 

- Si. Los besos pueden ser suficientes.

 

 

Besos.

 

 

Daryl desvió la mirada. Ahí donde estaba su rostro le ardía ¿Decía que ahora tenían que besarse? Se estremeció. No era que le pareciera detestable la idea, al contrario. El cosquilleo que había nacido en sus mejillas no tardó en deslizarse por todo su cuerpo.

 

- Eso hacen los enamorados – Sonrió y se acercó hasta el chico – Tranquilo, no te obligaré. Si es demasiado para ti, no tenemos que hacerlo.

 

- Gracias…

 

Pero lo mencionado no salió de su cabeza y menos luego que empezaron a compartir habitación. El pelirrojo le cedió su cama al mayordomo y juntando unos almohadones y sabanas en el suelo, se armó una provisional para él.

 

- Yo debería ser el que duerma en el suelo, siendo ésta su habitación…

 

- No te preocupes por eso. Eres mi invitado, además yo he sido el que te ha metido en éste embrollo. No creo que Iason venga a inspeccionar si realmente dormimos en la misma cama o no. Sería demasiado exigirnos que tengamos sexo frente a él para confirmar.

 

- Por favor no haga ese tipo de bromas…

 

Se divirtió al darse cuenta de lo fácil que el chico se sonrojaba.

 

Pero ¿Hasta cuándo todo se mantendría en plan de broma?

 

Daryl llegó a la habitación pasada la medianoche, había estado atendiendo a Riki hasta muy tarde. El pelirrojo se recostó en la cama, sólo para descansar un poco; pretendía esperar al muchacho, pero el cansancio lo venció, por lo que cuando el mayordomo entró lo encontró durmiendo plácidamente en la cama. El rostro durmiente de Katze, capturó a Daryl.

 

- “Se ve tan sereno…” – No pudo evitar acercarse y acariciarle suavemente el rostro que en ocasiones le intimidaba – “Realmente es un hombre apuesto”.

 

El muchacho se hacía millares de preguntas, tenía muchas dudas en su interior. En aquellos momentos su patrón pensaba que él compartía intimidad con Katze, cualquiera que lo viera lo pensaría y a esas alturas ¿Qué los detenía a hacer esas sospechas realidad? Ambos estaban solos y sumamente desesperados por hallar algo con que distraer su mente de lo acontecido durante el día.  

 

- “Tal vez debería… pero ¿Me gusta el señor Katze?” – Pensó – “No… a mí quién me gusta es…”

 

La imagen de Riki vino a su cabeza, el cuerpo moreno que llevaba días limpiando y acariciando, viéndolo desnudo todo el tiempo; se mortificó de nuevo… era realmente  tortuoso ignorar lo que sentía frente a aquel hombre encerrado en el establo. Quién siempre le brindó su cariño y amistad. Quién de seguro lo odiaba por no ayudarlo a huir.

 

- “Pero es imposible, jamás podría estar con él… no de esa forma” – Se fijó de nuevo en el pelirrojo durmiente  – “En cambio Katze… ”

 

Nunca se había atrevido a dejarse llevar por los sentidos del cuerpo y a esas alturas de su vida, empezaba a dudar de lo que fuera un comportamiento moralmente correcto. Ya no quería pensar en que debía tener una conducta reservada, digna de un mayordomo de su talla ¡El era joven, apenas estaba empezando la veintena! Y a pesar de que lucía de menos edad, no podía evitar comportarse como alguien muchísimo mayor; fue así como empezó, en su corazón había un insistente llamado, un eco que resonaba a lo lejos y que no se callaba… aborreció su extrema disciplina que a todos fascinaba, la que lo volvía un muñeco de porcelana, bello y estático, incapaz de percibir la más mínima mota de polvo. Pero el muñeco sentía, percibía y anhelaba; llegando incluso a envidiar – aunque de manera inconsciente - a aquellos que poseían lo que a él se le negaba, lo que no tenía por preferir mantenerse al margen de la estética de lo que debe ser un mayordomo. Había otros que a diferencia de Daryl, renegaban de sus obligaciones; compañeros vinculados amorosamente, coqueteándole al patrón, ansiosos por recibir una respuesta, buscando saciar sin culpa sus ardientes deseos.  En cierto modo también los envidió a ellos, totalmente alejados de un código de conducta que los limitaba, como mariposas que danzaban al compás del viento, juguetones con los pétalos de cualquier flor que les pareciera deseable. Sin pensar ni por un instante en el ser apresados por unas manos malignas, muriendo al ser atravesados por el alfiler.         

 

El tedio de una vida sin pasión siempre llegaba por las noches, buscando de atormentarlo, Daryl se esforzaba durante todo el día para cuando el ocaso llegara, el cansancio lo rescatara de el cuál príncipe de un abominable enemigo. ¿Qué se sentiría tener un poco de ese calor? La pregunta que había nacido el día en que conoció a su amor, lo maravillaba y avergonzaba; lo maravillaba que algo así existiera y lo avergonzaba porque creía que era impropio tocarlo. Tenía miedo, miedo de quemarse con aquel fuego, el fuego que  provenía del sexo, de la entrega al amar… 

 

Pero aquel miedo estaba perdiendo poder ante el hastío que sentía por años de soledad; estaba harto de relegar sus deseos sexuales a un segundo plano; había esquivado y rechazado a tantos pretendientes que no tenía la más remota idea de cómo mostrar sus sentimientos carnales.

 

Ahí, donde estaba, Daryl empezaba mortificarse por algo que había tratado de ignorar por años ¿Por qué ahora le preocupaba el sentirse querido por alguien? Sentir que era sexualmente atractivo… ¿Acaso la propuesta del pelirrojo le hubo removido eso que tenía por dentro? ¿O era qué buscaba desesperadamente la manera de apartar su mente de lo que pasaba en el establo, a cualquier costo? ¡Ah! ¡Que alguien lo detuviera o que de una vez, terminara de lanzarlo al pozo de cabeza! Se estaba  ahogando y todavía no había tocado el agua.

 

Sus oídos se sellaron a cualquier ruido externo. No pensó más, llevado por el deseo que tenía por Riki, Daryl se subió sobre el pelirrojo. Lo admiró con ternura, deslizando sus suaves dedos por el mentón del hombre una vez más. Poco a poco se acercó hasta unir castamente sus labios con los de Katze. Sentía como si el rostro se le hubiese adormecido, de nuevo el calor se apoderaba de él… ah… ese calor era tan grato. Si estaba mal sentirlo no se culpaba, ya estaba perdido desde el momento en que había ayudado a llevar a Riki al establo. 

 

Debido al contacto, Katze se despertó y el mayordomo se llenó de un miedo que lo paralizó en el acto.

 

- ¿Qué se supone que haces, Daryl? – Mencionó, completamente serio con el muchacho sobre él. 

 

- Pues… yo… - Estaba avergonzado ¡Santo cielo! ¿Qué estaba haciendo? – Discúlpeme… yo sólo…

 

Reaccionó y buscó de apartarse para luego salir corriendo, pero el mayor no permitió que se alejara ni un poco. De un rápido movimiento, Katze agarró a Daryl y cambió posiciones; ahora era el pelirrojo quién estaba sobre el pelicastaño, aprisionándole las muñecas, con fuerza. El muchacho respiraba agitado y el pelirrojo se veía extremadamente serio.

 

- Señor… Katze… ¿Qué va a… hacerme? – Sus mejillas estaban completamente ruborizadas y su mente empezaba a especular posibles respuestas.

 

No le respondió, se apoderó de sus labios, besándole de manera salvaje. Daryl no podía evitar soltar gemiditos, lo que provocaba aún más el deseo del hombre de cabellos rojos; era la primera vez que lo besaban con tanta violencia, sentía un sofoco, perdiendo el control de su cuerpo.

 

El mayordomo movió sus piernas, para cerrarlas en un acto reflejo, pero Katze no se lo permitió, se metió entre ellas, desatando otro nuevo gemido. Una dulce melodía.

 

- Ka… tze…

 

Le tocó la entrepierna con la rodilla y Daryl volvió a cantar melodiosamente. El modo en que respondía el pelicastaño era un aliciente en extremo potente para Katze, quién llevaba días atendiéndose en solitario. Un cuerpo tan frágil y tierno, seguramente lo haría disfrutar mucho, pero también era cierto que si no era cuidadoso terminaría causándole un daño atroz.     

 

El pelirrojo se metió en el cuello y lo aspiró con fuerza, arrancando con ello más melodiosos sonidos. El aroma del chico no tardó en embriagarlo. Daryl sentía que se desmayaría en cualquier instante. No podía mantener los ojos abiertos. Siendo tanto el placer que ahogaba por completo la vergüenza y el recato.

 

- Señor… Katze… ah  - Su cuerpo entero temblaba ante el modo en que era tratado. Al estar sus manos apresadas por la del hombre, no pudo evitar pensar en Riki ¿Cómo se atrevía a buscar placer cuando aquel que quería convalecía? Lo que hacía no tenía nombre –… Riki…

 

- …

 

Tras el susurro, el pelirrojo se separó con cuidado del blanco cuello al que le había estado prodigando dulces besos. Las lágrimas en los ojos de Daryl  le hicieron salir un poco de su modo animal.

 

- Escucha Daryl – El pelirrojo se aproximó de nuevo para susurrar ansiosamente en su oído – Podría poseerte ahora mismo sin que tengas la mayor oportunidad de resistirte... Aquí dónde me ves, me muero por quitarte esa inocencia tuya con la mayor de las fierezas – Sabiendo a la perfección su condición. Sobó la zona del pantalón con mayor fuerza y el menor volvió a gemir – Pero no te haré esa maldad… - Se apartó del chico. Pudiendo contemplarlo sumiso, respirando con dificultad bajo su cuerpo.

 

- Katze… - Extrañó la calidez de su abrazo.

 

Pero antes de que pudiera abandonar la habitación, el pelicastaño le jaló con fuerza del brazo.

 

Katze tragó grueso cuando el chico alzó la mirada brillosa, aquel rostro ruborizado contenedor de deseo… un deseo tan grande que sólo el fuego conocía. El fuego empezaba a querer arder en él.

 

- Daryl…

 

- Por favor… - Mantenía la cabeza gacha, reteniendo al hombre – No puede irse ahora… hágame suyo… se lo ruego…

 

- Oye, oye… - Le tomó el rostro que estaba empapado en lágrimas. Katze trató de no mediar mucho en las palabras recién mencionadas, sabía que no era Daryl el que hablaba. Suspiró con fuerza – Déjalo ya. Si sigues con eso me provocaras un infarto muchacho… La primera vez tiene que ser algo especial y de preferencia con alguien a quién quieras – Su propia experiencia lo llevaba a querer ser condescendiente con el mayordomo. 

 

- Pero… tal vez estoy empezando a quererte… - Mientras lo mencionaba se veía extremadamente tierno, con un aire majestuoso a su alrededor.  

 

- ¡No! ¡No! ¡NO!… ¡Deja de hacer eso! - Se ruborizó, nunca había visto al chico de esa manera tan deleitable - Yo no te quiero, no de esa forma – Cortó de un tajo. Su virilidad ya estaba en alza y le torturaba cada palabra que mencionaba el chico –…Yo quiero a otro hombre – Sabía que nunca podría corresponderle sentimentalmente al chico si se enamoraba de él. 

 

- Umm… - Inconscientemente Daryl se mordió los labios de una manera que el pelirrojo vio como lasciva – Lo sé… lo sé muy bien… y la verdad yo también quiero es a otro… - De nuevo la escena se llenó de lágrimas – No sé porque dije todo eso… perdóneme…

 

- Daryl…

 

El mayor depositó un beso cálido en la frente de Daryl. Un beso que le trajo recuerdos antiguos, recuerdos de infancia en donde Katze lloraba tan desconsoladamente y una pelirroja le besaba con cariño la frente.

 

- Comprendo como te debes de sentir. Pobre muchacho… hacerte esto. Iason realmente está siendo muy cruel contigo – Le acarició con ternura los cabellos – Anda. Ve al baño a desahogarte. Yo iré a dar una vuelta, si te sientes muy apenado.

 

Daryl se apresuró a hablar antes de que se marchara:

 

- ¿Sabe? Mis hermanas eran las únicas que se preocupaban por mí. Riki y usted, en verdad se han esforzado por cuidarme. Se los agradezco mucho…

 

El pelirrojo sonrió.

 

- Mírame entonces como tu hermano mayor.

 

- ¿Eh…?

 

- Será más fácil para los dos ¿No crees?  

 

- Está bien – Le devolvió la sonrisa.

 

Luego de desocuparse Katze tuvo deseos de meditar un poco antes de volver al cuarto. Sacó un cigarrillo y lo encendió.

 

Su mirada fue llamada por una de las ventanas. El cielo tan extenso plagado de estrellas no le calmaba, le recordaba lo lejos que estaba de todo lo que amaba. Más al pensar en Raoul, el pelirrojo añoró con fervor el pasado, aquella época en la que desconocía lo doloroso que era amar y ser amado. Fugazmente sus ojos cobrizos vieron esos instantes de niñez lejanos, perdidos…

 

Su pueblo, su pobreza y sobretodo su ignorancia… eso le pareció hermoso y deleitable; siendo niño corría y el viento acariciaba su rostro lleno de pecas sin pretender que le besasen hasta dejarlo sin aliento, nadaba desnudo en las aguas de los ríos y no sentía vergüenza cuando alguien lo veía, el sol hacía brillar mágicamente su cabello y él no sabía ni leer ni escribir, se caía mientras jugaba y lloraba como si hubiese perdido un ser querido. Pero lo que más extrañaba era la sonrisa en la cara de ella, tan parecida a la suya, como un reflejo femenino devolviéndose en el agua ¿Desde cuándo no imitaba esa sonrisa?      

 

-  “Seguramente serías capaz de tranquilizarme… así, como tú eres.  Como yo fui…”

 

***

 

Iason continuaba experimentando actos paranoicos y dando órdenes igual de desquiciadas: Visitaba al mestizo varias veces en la madrugada; lo dejaba unos días sin comer y otros le abarrotaba de comida hasta que le dolía la panza, igualmente el agua podía llegar a sus labios o no; el rubio entraba en el establo y lo contemplaba largo rato en silencio, sentado en una esquina, el moreno le imitaba el silencio, pero era incapaz de mantenerle la mirada; de igual modo pasaba con el aseo… porque eso si, Daryl continuaba ayudándolo religiosamente con lo de ir al baño, pero habían días en que Iason le prohibía bañarlo, luego de repente, le mandaba a darle un baño exhaustivo en dónde le afeitaban el bigotillo que con los días había crecido arriba de los labios y la incipiente barba – Todo era como si buscara de ver todas las facetas que podía llegar a tener el muchacho. En esa ocasión, el Mink buscaba de abrazarlo sofocantemente.

 

Riki se asustaba ante el modo extraño en que el mayor actuaba.    

 

- Riki.

 

El muchacho permaneció inmóvil ante el fuerte abrazo que el mayor le imponía. Quería resistirse, pero el temor solo lo llevaba a temblar entre sus brazos. Ya lo había intentado, se hubo resistido en una ocasión a que el Mink le abrazara, tras una lucha que duró un par de minutos pero que pareció eterna, llena de jalones, y presión impuesta por Iason, Riki no pudo más que renunciar a seguir luchando. Se daba cuenta que mientras más se resistía el dolor y la humillación se prolongaba.

 

Mientras el ojiazul continuaba ciñéndole con fuerza arrolladora, insistía en besarle y morderle el cuello sin ninguna clase de piedad. El menor se mordía los labios, aguantándose los gemidos y quejidos, apretaba los puños cuando los dientes de Iason se encajaban en su carne hasta hacerle sangrar. Torturándole y vengándose. Marcándole. Lamiendo las heridas que provocaba como si la sangre de su amado fuera el más sagrado de los elixires.

 

Daryl siempre llegaba luego a atenderle. Trataba de mostrarse sereno ante lo que veía, pero muchas veces no podía evitar mostrarse espantado. Riki tenía todo el cuello marcado de chupetones sumamente rojizos y de moretones, producto de pellizcos; en ocasiones cuando lo besaba, Iason recordaba que Guy existía, entonces se desquitaba de aquella manera, pellizcando la dulce piel…

 

A pesar de que luciera terrible físicamente, lleno de mordiscos, con las ojeras sumamente marcadas – le era difícil dormirse – y los labios agrietados de tanto que se los rompía, Riki insistía en mostrarse recio. No se quejaba cuando el mayordomo accidentalmente le lastimaba alguna herida, cerraba los ojos y los apretaba con fuerza, conteniéndose todo por dentro. En ocasiones le era difícil sentarse, ya que el Mink lo poseía cuando se le antojaba, sin importarle que su pobre entrada estuviera hecha pedazos.

 

- ¿Ya no volverás a hablarme? – Preguntaba Daryl.

 

- …

 

- Riki… tienes que comprender. No es que no quiera ayudarte a escapar, es solo…

 

- Déjalo… – Añadió con su voz sin brillo, deseoso de desquitarse con alguien. Continuó – Admite que estás de su lado… nunca fuiste realmente mi amigo…

 

Lo último mencionado lo lastimó profundamente. Las palabras de Riki, en un tono áspero y recriminatorio, hicieron aguarse sus ojos.

 

- Eso no es verdad…

 

- No sigas… ya no creo en nada - Le miró con rabia – Iason y Katze. Tú eres igual a ellos…buscas de acabar conmigo, de destrozarme… cuervo miserable.

 

Daryl salió corriendo, ya no podía continuar oyéndolo. Había despertado en Riki una rabia que no podía soportar.  Lloraba con angustia.

 

Katze, que se hallaba haciendo guardia, se encontró al mayordomo bañado en lágrimas y lo detuvo antes de que alguien lograra verlo.

 

- ¡Epa! ¡Detente ahí! ¿Por qué andas llorando? – Sabiendo que se debía a algún desplante de Riki – Alguien podría verte y sospechar.

 

- Es que… - Gimoteaba - …Me odia… el señor Riki me odia… - Al mencionarlo no pudo evitar sollozar con mayor fuerza.

 

- ¡Daryl cállate! – Mencionó con autoridad tratando de detenerlo, pero el dolor de su corazón era profundo. Apaciguó el tono – Oye, deja de hacerlo… no llores.

 

Al darse cuenta de que no le obedecería, el pelirrojo lo jaló y lo cubrió en un abrazo. Pensando en por lo menos acallar aquel sollozo usando su pecho, más el cálido contacto permitió que Daryl se tranquilizara. Katze lo percibió y suspiró suavemente sin dejar de abrazar al muchacho, incluso profundizándolo. Permanecieron un rato así, abrazados, secretamente apaciguándose el uno al otro, perdidos en ese momento compasivo y transitorio.

 

- Muchacho. No debes llorar – Habló suavemente – Al igual que con Iason, los actos de Riki no deben ser juzgados ahora. No te odia a ti. Odia el hecho de estar indefenso y de que tú te des cuenta de ello. Tenías una imagen de él que lo hacía sentirse valorado, debe ser sumamente difícil para él que lo veas así ahora.

 

En cierto modo las palabras de Katze lo calmaron.

 

El pelirrojo se separó para verle el rostro. Daryl ya no lloraba, pero sus mejillas, su nariz y sus ojos permanecían enrojecidos.

 

- Eres el único que puede consolarlo, el único que puede darle fuerza cuando Iason lo deje abatido. No tienes que pedirle perdón ni ofrecerle palabras de aliento. Solo permanece a su lado, sin importar las palabras ponzoñosas que te arroje. Yo mientras tanto haré lo mismo, pero con Iason. Cuento contigo.  

 

- Si… gracias Katze.

 

Lo que más atesoraba y odiaba Riki de la nueva rutina que se le había impuesto, era quedarse mirando el cielo nocturno desde una de las aberturas del techo, allí, las estrellas lo visitaban cada noche y él les hablaba hasta que finalmente se quedaba dormido o hasta que Iason aparecía de improviso. Más esa noche pudo mantenerse inmerso en las estrellas sin que nadie lo molestase. El silencio y el frío llamaron a la melancolía.

 

- Guy…

 

Se escapó de sus labios, salió de sus ojos en forma de lágrima.

 

- … ¿Me extrañas tanto como yo a ti? – No quería sollozar. Ya no quería hacerlo.

 

Pensando que extrañaba al hombre, cuando realmente lo que añoraba era lo vivido en el pasado. Riki anhelaba sus días de juerga con los amigos, la algarabía, el ruido, la falta de preocupación, el no tener que detenerse a pensar, sentir… y mucho menos a escuchar al corazón. Ni por un momento rememoraba las veces que había hecho llorar a Guy por su infidelidad; para Riki aquel comportamiento por parte del pelilargo siempre hubo sido algo indebido, algo que tenía que sacar de su sistema tarde o temprano, después de todo, no debía andar llorando por “algo como eso”; creyendo que sólo las mujeres tenían aquel privilegio y que los hombres tenían que tragarse sus dolores como prueba de su carácter. Y como Guy sabía que sus lágrimas no tenían la reacción esperada, se las guardaba para cuando estaba solo, dejando que el dolor fuera desatado por uno que otro puñetazo. Pero Riki no atraía estos golpes que recibía por traicionero, él recordaba las peleas amistosas con sus amigos, aquellas que disfrutaba como si fuera un juego de niños.     

 

Se daba ánimos a sí mismo. Ansiando la libertad que antes gozaba. La que su querido Guy no ponía  en tela de juicio.

 

Las palabras de Iason vinieron a él como la estrella fugaz que pasó por sus ojos azabaches. Pensar que Guy sería capaz de hacerle lo mismo que el rubio si estuviera en la misma situación… le parecía absurdo ¿Cómo podría?

 

Pero las mismas palabras regresaron una noche que Iason vino hasta el establo únicamente para charlar. Para desahogar algo que anidaba en su pecho y es que Riki no se extrañaba, unos días le hablaba y otros le negaba la palabra. Había decidido afrontar cada situación como pudiera.  

 

- ¿Y si Guy te hubiese hablado de matrimonio? ¿Lo hubieses rechazado con la misma temeridad que a mí?

 

- … - Le dio vergüenza confesarle que nunca había pensado en que Guy quisiera casarse con él.

 

- Te debe parecer divertido. Siempre pensé que yo era un rompecorazones. Ahora me doy cuenta de que tú te llevas el premio.

 

- ¿Por qué…? ¿Por qué crees que me divierte hacerlos sufrir?

 

- Debe ser así. Porque no te detienes.  

 

- …

 

- ¿Tan detestable te resulta la idea de casarte conmigo? – La debilidad lo abarcó y no pudo evitar preguntar, angustioso – Sabes que te soltaría… y todo esto terminaría.

 

Fue como si repentinamente la garganta de Riki fuera bloqueada por algo; cuando intentó tragar, la saliva pasó con cierto grado de dificultad. Tampoco las palabras pudieron transitar por aquel camino oprimido, y es que ¿Cómo decirle? ¿Cómo hacerle entender algo que él no sabía exteriorizar a través de su voz? Riki sentía todo su cuerpo temblar; tenía un miedo feroz al compromiso. No era culpa de Iason, aquel temor estaba en su subconsciente desde hacía tanto tiempo, que se desconocía como portador de el mismo. Ni siquiera Guy había podido exterminar su agobio ante la posibilidad de ver reducida su libertad, conformándose el pelicastaño con dejar al muchacho vagar a su antojo, para finalmente regresar al nido, lugar en dónde no se le juzgaba ni recriminaba. Claro que Riki desconocía que para poder mantener su supuesta “libertad”, Guy había tenido que pagar un precio muy alto, un costo que nadie o muy pocos era capaz de pagar. Iason sin embargo, no era partidario de tan extrema condescendencia. Él por nada del mundo quería verse involucrado en una vida amorosa que vinculara a un jovenzuelo entregando sus caricias a diestra y siniestra, demostrándose de éste modo, que aún era dueño absoluto de cada uno de sus actos. El Mink quería que Riki se deshiciera de ese concepto absurdo e inverosímil de libertad, no estaba dispuesto a vivir afligido por lo que ciertamente era una prueba de su manera prematura de amar; evidenciándose de manera absoluta que todas las aventurillas del mestizo no habían pasado del placer físico. Con ellas obtuvo claras experiencias en el ámbito sexual, pero tenía que admitir que también le había acarreado uno que otro dilema, cuando varias de esas relaciones de una sola noche regresaron para buscar el compromiso que nace cuando se toca a la puerta del corazón, porque ¿Cómo culpar al que se enamora en una noche de pasión, dónde la entrega absoluta es tal, que se estremecen hasta los sentidos dormidos? Guy tuvo que pelearse varias veces con hombres y mujeres que querían arrebatarle a Riki, inclusive había perdido amistades y ganado enemigos, todo porque el pelinegro actuaba como el cuerpo se lo exigía, sin hacer distinciones del actuar correcto e incorrecto. Todo eso había sido al inicio de su relación, en dónde Riki, quién ni siquiera llegaba a los quince años, gozaba de una libertad sexual que muchos adictos al sexo envidiaría; con el pasar del tiempo el muchacho se fue controlando y los litigios que tenía que soportar Guy también fueron disminuyendo; el pelilargo se convencía entonces que estaba más cerca de hacerle entender al menor que debía entregarse en cuerpo y en alma a una sola persona.

 

Pero… no era tan fácil como todos creían. No se podía pedir que el muchacho cambiara porque “tenía que”.

 

Lo que ataba a Riki a aquel comportamiento desatinado era algo muy fuerte, algo antiguo, con raíces muy profundas que se habían incrustado en su corazón desde su mismísima infancia; la única manera existente para acabar con la cadena de dolor, era resolver aquel conflicto pretérito de una vez por todas.

 

…Sólo que él no lo sabía. Riki se había bloqueado al pasado y se negaba a querer recordarlo... negándose de igual manera a darse cuenta del porqué de su actuar. 

 

Iason se abrumó ante su insistencia en mantenerse callado.

 

- Vas a tener que aprender a amarme, Riki. No me importa tener que soportar tu odio hasta que dejes de ser obstinado, porque sé que al final, tu corazón será solo mío.  

 

“Solo mío…”

 

Todos tienen temores y Riki sintió que algo por dentro se removió tras escuchar esa frase... una reminiscencia del pasado…

 

Sin embargo, Riki no podía negar que cuando estaba con Iason el placer llegaba a inundarle por completo.

 

El moreno trataba de resistirse, de negarse a aceptar el miembro del Mink. El rubio también era testarudo, lo penetraba con rudeza y sin importar lo que le costara y la cantidad de sudor que emanara de sus poros, lograba apoderarse del control de su propio cuerpo, evitando eyacular de manera apresurada ante la presión ejercida por el esfínter de Riki; aquella era una buena táctica, aunque muy dolorosa, porque cuanta mayor presión hacía más insistía Iason en mantener el ritmo de las embestidas. Era una batalla; Riki sólo lograría ganar si Iason terminaba su trabajo antes de tiempo y Iason ganaría si lograba que Riki terminara cediendo al acto en cuestión.

 

A Riki un dolor le empezó a llegar a la espalda, nunca había tenido las rodillas tan cerca de su rostro, el cual era una colección de muecas, resistiéndose también a gemir. El Mink tenía toda la cara pintada de un color rosáceo, como si en cualquier momento la cabeza fuera a estallarle en mil pedazos; se meneaba y buscaba de incrustarse con violencia, agarrándose con fuerza de los muslos rasguñados del pelinegro.

 

- ¡Ahh! – Riki trató de contenerse, pero sus ojos continuaban de par en par – “Maldición… no…”

 

- Jum… tal parece que he encontrado tu punto bueno – Sonrió, victorioso.

 

Seguidamente el rubio aumentó el ritmo y la pasión del vaivén, dirigiéndose a ese punto que no tardó en desencadenar en Riki una oleada de gemidos que no pudieron ser acallados. El moreno cerró los ojos con fuerza, ya no podía continuar resistiéndose, el placer era tanto que arrasó de golpe con su cordura y con su orgullo. Iason se excitaba más y más ante el modo en que su querido respondía, el ano lo recibía como antes, podía sentir toda la calidez, toda la entrega…

 

Cuando el acto estaba en su mayor apogeo, Iason se detuvo de pronto. El pecho de Riki subía y bajaba descontroladamente, le dolía mucho, sudaba a mares y sentía como si por el cuerpo estuvieran corriéndole millares de hormigas. Abrió los ojos, desconcertado ante el repentino cese de placer.

 

-  ¿…?

 

- …Pídeme que continúe – Fueron las palabras del ojiazul – Pídemelo o de lo contrario… me iré ahora mismo…    

 

Aquel era un acto temerario.  Un disparo directo al pecho. Iason estaba haciendo un esfuerzo enorme por contenerse. Riki no sabía qué hacer, estaba contra la pared. Por más que quisiera mantenerse indomable, esa situación en la que estaba… se mordió los labios con fuerza, tratando de tragarse las suplicas.

 

Viendo que el moreno insistía en mantener su temple, el rubio hizo otro esfuerzo y salió del cuerpo cálido que instantes atrás lo había tratado tan placenteramente. Riki gimió ante el abandono y no pudo creérselo. Iason empezó a acariciar su pene enrojecido sin quitarle los ojos de encima, estaba dispuesto a masturbarse hasta llegar al clímax, pero no volvería a penetrar a Riki a menos que éste se lo pidiera.

 

Era un plan que Riki consideró como maquiavélico, su entrada le palpitaba con insistencia, reclamándole por el miembro que quería tener de vuelta. Aparte de eso, su propio pene se mantenía alzado, húmedo y deseoso del incentivo que lo hiciera estallar. La manera en que Iason se tocaba y lo veía lo estaba volviendo loco, sudaba y sudaba, su mente era un torbellino, su cuerpo se movía como un gusano, pero cada movimiento que hacía era tortuoso… si no se desahogaba iba a enloquecer. Quería que terminara de matarlo de placer, no dejarlo agonizando tan despiadadamente.

 

 - …Por favor… - Murmulló Riki con las mejillas incendiadas.

 

- ¿Por favor qué? – Espetó violentamente – Pídemelo como se debe o no lo haré.

 

Riki estaba tan molesto y desesperado que los dientes le castañeaban ¡A la mierda con todo! Agarró fuerza y lanzó su orgullo por la borda.

 

- … Por favor Iason, métemela…  – Pidió en un tono ansioso al tiempo que se meneaba, incitándolo.

 

- Si… así me gusta…

        

La victoria era del Mink y lo demostraba con su sonrisa y el tono de su voz endulzado. Volvió a meterse en Riki y éste lo aceptó de inmediato. El alivio lo arropó de igual forma.

 

- Ese es el modo en que debes comportarte mi Riki… - Susurraba amorosamente al tiempo que lo acariciaba – Te daré un premio por ello…

 

Iason inició el ritmo sensual y afanoso que encantaba tanto al pelinegro,  por lo que éste no tardó en volver a gemir, a clamar, a exigir…

 

- Ah ah… ¡Ah!...  oh si… Iason… ¡Ia…son! – No podía evitarlo, se excitaba cuando mencionaba aquel nombre. Se lamentaba de estar amarrado porque estaba dispuesto a agarrarse del cuerpo del Mink para profundizarlo, para atraerlo. Sólo quería más y más… – ¡Destrózame!… acaba conmigo… 

 

El Mink no tardó en llegar al orgasmo junto con Riki. Iason continuaba moviéndose lentamente, mientras depositaba su semilla dentro del muchacho.

 

Riki no se reprochó. Relajó su cuerpo en el suelo mientras que sentía el semen del rubio en su interior. El orgasmo había sido en extremo placentero, aún tenía espasmos y su piel continuaba erizada como si una leve corriente eléctrica viajara por todo su cuerpo. Se sentía bien y eso era lo único en que quería pensar, no deseaba atraer de nuevo aquellos pensamientos angustiosos a su cabeza. Sólo quería permanecer lo más que pudiera perdido en el limbo de los sentidos. Iason se acercó hasta él y le besó los labios, Riki al principio no le contestó, más luego no supo en que momento su lengua se halló enrollándose con la del rubio; el beso les supo dulce y mientras permanecieron con los ojos cerrados, ambos olvidaron el juego del amo y el esclavo. Las caricias por parte del ojiazul fueron afables y el moreno lamentó no poder corresponder de igual forma…

 

- Riki…

 

El muchacho se negó a abrir los ojos tras el apacible llamado, el olvido fugaz del orgasmo ya se había dispersado; sabía exactamente dónde estaba y en qué circunstancias, eso bastaba… lo que restara de la noche, quería seguir fingiendo que él y el Mink se habían compactado de tan maravillosa manera, en una suave y mullida cama.

 

***

 

Por otro lado, Raoul, ignorante de todo lo acontecido en la hacienda Mink, continuaba muriéndose de las ganas de ver a Katze. Claro, siempre recordando las amenazas del pelirrojo; lo menos que quería era que el hombre lo odiara más por insistir, luego de que le exigiese que le dejara en paz.

 

- Tal vez si le doy tiempo para pensar, se dé cuenta de cómo son realmente las cosas.

 

Cada día recordaba hasta dónde lo había llevado su imprudencia, si realmente quería demostrarle a Katze cuanto lo valoraba, tenía que demostrarle que respetaba su decisión de mantener distancia. Al menos pensando de esa manera sentía que el dolor era más llevadero, convencido de que en el momento en que el pelirrojo volviera a buscarle no le dejaría ir.

 

Trataba de enfrascarse en los asuntos de la hacienda y la búsqueda de Mimea se volvió de nuevo su problema principal. Por más personas que contratara no conseguía ni una sola pista del paradero de la muchacha, era como si se la hubiera tragado la tierra. Temía de verdad no volver a verla nunca, anhelando con total desespero aquellos tiempos en que la tuvo a su entera disposición, momentos en que la ignoró, importándole muy poco sus sentimientos… se daba cuenta en su soledad de lo egoísta que siempre se hubo comportado con los que siempre estuvieron a su lado incondicionalmente.

 

El análisis de su corazón se volvió más intensivo. Sentía el cariño por Iason aún latente, pero era un querer distinto al que sentía hacía el pelirrojo ¿En qué exactamente se diferenciaba? Raoul soñaba con el lecho de Katze, ansiaba con estar de nuevo entre sus brazos, fundirse en uno solo con él… sin embargo, cuando pensaba en Iason ya no podía hacerlo de aquella manera lasciva con que lo hacia antes, lo quería si, pero ya no podía imaginarse envuelto en escenas candentes con él. Incluso cuando recordaba la oportunidad en que se hubo aprovechado de la debilidad del Mink para poseerlo… lo hacía de una manera difusa, vaga, como parte de un sueño, difícil de creer que formara parte de algo real.

 

Además ahora se recriminaba por aquel acto, aunque inconscientemente.

 

- Si Iason viniera a decirme que me ama ¿Cuál sería mi respuesta?

 

Antes la conocía, la sabía, la sentía… ahora ya no estaba seguro.      

 

- ¿Y si Katze dejó de amarme? – Temeroso de que aquel amor se hubiese transformado en odio.

 

El ojiverde prefirió continuar manteniéndose alejado, esperanzado con la promesa de un mejor porvenir para ellos dos.

 

Pero era evidente que todo en él había cambiado. Un aire melancólico se tornaba a su costado al despertar y lo acompañaba por el resto del día. Los sirvientes se dieron cuenta de su cambio a pesar de que la severidad de sus órdenes se mantuviera; ya no se generaban aquellas rabietas que muchas veces espantaron hasta al más antiguo de los mayordomos. Raoul no tardó en entregarse a la botella, la única confidente que le quedaba. No sería mentira decir que se la pasaba la mayoría del tiempo o ebrio o pasando los efectos del alcohol. Y es que ahora no estaba Mimea para detenerlo, para hacerlo razonar, para acompañarlo en su pesar. Ahora ya no quebraba las cosas por arrebatos de enojo, las quebraba cuando las tropezaba en su borrachera.

 

- ¡Que feliz soy! – Se reía solo en su cuarto o en la oficina, con la botella en la mano.

 

Se tambaleaba en un baile sin música, girando junto a la soledad, la que parecía ser su compañera inseparable. La visión dudosa, lo hacía trastabillarse hasta caer al suelo. Cuando  eso ocurría no se molestaba en pararse – a menos que la botella quedara fuera de su alcance – por lo demás, permanecía ahí tumbado, a veces riendo sin ningún motivo, distrayéndose con la segunda extensión de las cosas, mirando sus manos abiertas y las marcas en ellas borrándose por las fallas de su visión; hasta que entraba en un profundo sueño. 

 

Todo eso era una solución temporal. Tan pronto como recobraba el sentido, la angustia le caía encima, pesada y asfixiante como una pared de concreto.   

 

- Que irónico… - Jugaba con la botella – Siempre odié que te la pasaras bebiendo… y ahora yo no dejo de hacerlo – Sonrió con pesar, le hablaba al recuerdo de su padre.  

 

Raoul siempre había evitado parecerse a Fernando; pero no sólo se la pasaba bebiendo, sino que su propio aspecto físico empezaba a tener vestigios de aquella figura paterna. La barba y el bigote podían verse en su rostro, no sólo porque no tenía deseos de afeitarse, sino que desconfiaba de su pulso, siendo cierto que se sentía morir si, pero no tenía intensiones de que su vida se extinguiera de una manera tan ridícula, rebanándose el cuello mientras se afeitaba el mentón. Por lo demás, durante el tiempo que estuviera encerrado en su mansión poco importaba  como luciera ¡Ingenuo Raoul! No dándose cuenta del cambio extremo que estaba produciéndose en su interior; la pérdida del interés por su aspecto físico era sólo el preludio de algo mucho mayor…  

 

Katze entró al establo y Riki le ofreció una mirada afilada; sabía que su visita para nada tenía que ver en su plan de fuga.

 

- Y tú… ¿A qué has venido?

 

- Vengo a cerciorarme de que todo está en orden con las cuerdas – Sacó una jeringa.

 

- ¿…Eso para qué…? – Empezó a sudar frío.

 

- Tranquilo, tengo buena mano. No te dejé ningún moretón las otras veces que te inyecté el sedante ¿O si? – Tomó un pequeño frasco y llenó la jeringuilla con el contenido – Si no fueras tan peleonero podríamos ahorrarnos esto, pero seguramente aprovecharías cualquier oportunidad para salir de ésta pesadilla… nadie te culpa, es lo más razonable.

 

- ¡Auch! – Exclamó ante el pinchazo.

 

- No exageres hombre, ha sido un piquetico.

 

- ¿Por qué Iason no me mantiene sedado? ¿Qué acaso teme matarme?

 

- ¿Acaso crees que le interesa violarte? Iason para nada piensa obligarte Riki. Por eso sólo se atrevió a tocarte una vez recobraste la conciencia. No se trata de un secuestrador inescrupuloso, es sólo un amante desesperado.

 

- Ja, si como no… ¿Por qué estás de su parte?

 

- Riki, no voy a ponerme a razonar contigo. Eres de poco entender y menos ahora que te he sedado.

 

- ¿No trajiste licor? Hubiera sido más efectivo. No sabes lo que daría por ahogarme en alcohol ahora mismo.

 

 – No, no he traído. Iason no te quiere borracho  - Sacó un cigarrillo - ¿Quieres? El sedante tardará unos minutos en hacer efecto. Podemos charlar un poco mientras eso ocurre.

 

Katze puso el cigarrillo en los labios de Riki y procedió a encenderlo. No le molestaba tener que ayudar al muchacho a fumar el cigarro.

 

- ¿Qué se siente estar desnudo todo el día? – Trató de bromear el mayor ante lo que ciertamente debió ser humillante para Riki  - Tienes suerte, hace un calor infernal allá afuera y tú, andas echadote todo el día mientras nosotros tenemos que andar vestidos y trabajando como burros bajo el sol.

 

- ¿Te parece bonito? No sabes cuantas picadas me he tenido que aguantar sin poder rascarme. Tengo la piel raspada y magullada. Todo empeora cuando llega la noche… este lugar es aterrador, no me extrañaría que un día de estos me saliera un espanto y me encuentren tieso al día siguiente.

 

El pelirrojo sonrió y Riki trató de mantenerse animado. Por lo menos Katze buscaba de apartarlo de la idea de estar en aquel establo en contra de su voluntad, podía con sus comentarios mordaces lo que no podía con Daryl… su modo de actuar, tan dócil y entregado, lamentado por su situación… lo hacía sentirse en extremo culpable de estar allí, por eso lo atacaba sin misericordia, porque sentía que no era capaz de comportarse tan heroicamente como el mayordomo esperaba. Eso lo hacía sentirse sumamente terrible y decepcionado consigo mismo.

 

- Debes dejar de tratar mal a Daryl. Él sólo intenta ayudarte – Mencionó como si le hubiese leído el pensamiento.

 

- ¿Quieres que lo trate bien cuando se niega a ayudarme a escapar?

 

- Eso no es lo único que necesitas ahora ¿Qué acaso no ha estado limpiándote el culo todo este tiempo? ¿Quién te trae comida y bebida, te baña e inclusive te ayuda con lo de ir al baño? ¿Crees qué lo hace por simple caridad? ¿Por qué no tiene oficio o tiene complejo de enfermero? – Le molestaba el modo en que recriminaba al mayordomo – Porque Iason no le obligó a quedarse, fue él mismo quién se ofreció a cuidarte Riki, entérate de eso y que se te grabe bien en ese cerebro tuyo.

 

- ¿Daryl hizo eso en verdad?

 

- Si. Y lo hace porque en verdad eres importante para él. Agradece al menos un poco – La colilla del cigarro se apagó entre sus dedos – Yo aprecio a Iason, si me lo preguntas preferiría que estuvieras lejos de él, para evitar que le sigas haciendo tanto daño; pero no tengo derecho a pensar que es lo mejor o peor para nadie. Pienso en ti también no creas que no, pero no puedo hacer nada más por ti que permanecer en la hacienda y velar por tu seguridad. Tanto Daryl como yo estamos divididos con lo que respecta a ustedes dos. No podemos darle la razón a uno y decidir que el otro está equivocado. Lo que Iason te hace nos parece errado, pero tantos años con él nos ha llevado a confiar ciegamente en sus acciones… Es difícil para todos Riki, no solamente para ti. 

 

- …  

 

A la final Katze no había podido aguantarse sus opiniones.  La nicotina y el sedante empezaron a hacer efecto en Riki. El pelirrojo aprovechó para examinar las cuerdas.

 

-  Jo… eres un pillo – Se percató de que la cuerda que estaba en sus muñecas estaba bastante mellada, como si la hubieran estado acribillando con algo puntiagudo - ¿Con qué estabas haciendo esto Riki?

 

- Tsk… había un clavo en ésta madera – Hizo un gesto para que mirara el sitio – Pero estaba muy oxidado, se quebró y entre tanta paja lo perdí – Le molestaba el hecho de que Katze hubiera descubierto su intento de escape fallido.

 

- Ya veo… - Incluso notaba los rasguños que seguramente se había hecho con ese mismo clavo. Debía de estar muy desesperado para no importarle rasgarse la piel de aquella manera tan peligrosa y proclive a infecciones. Por suerte no eran heridas profundas, en cuanto lo soltara procedería a curarlo.

 

- … ¿Crees qué Daryl se atrevería a traerme un cuchillo?

 

- ¿Para qué? ¿Piensas enterrárselo a Iason en la primera oportunidad?

 

- ¿Qué? No… jamás haría eso.

 

- ¿?... ¿Entonces?

 

 

- Si lo tuviera podría cortar las cuerdas… - Sentía los ojos pesados, la visión borrosa - Y yo… podría… al menos intentarlo…

 

Riki no estaba del todo dormido, pero a pesar de sus ojos semi abiertos era nulo el control que tenía sobre su cuerpo, por lo que a Katze no le costó nada soltarlo y dejarlo con las piernas y brazos completamente estirados. Se agachó y comentó en un aspecto poético, más para sí mismo:

 

- ¿Lo ves? Te he soltado como querías. Pero no tienes fuerzas para huir como deseas… ¿Ves qué no todo es completo en la vida Riki?

 

Luego de limpiarle las heridas de las muñecas y tobillos – la fricción había provocado ampollas y las ampollas reventado -, Katze colocó unos vendajes sobre las zonas recién atendidas. Iason entró en el establo mientras lo hacía, quizás temiendo que el pelirrojo tramara algo.

 

- ¿Por qué no lo has vuelto a atar?

 

- Su piel está sumamente lastimada. Sería peligroso que continuara llevando esas cuerdas, el muchacho no se detendrá en su intento de escapar así esté en carne viva.

 

Iason asintió.

 

- Señor… ¿No cree que Riki ya ha tenido suficiente?

 

- Yo decidiré cuando sea suficiente – Anunció - Amárrale del cuello mientras se cura.

 

- … ¿Del… cuello?

 

- Esa zona está sana ¿No?

 

- …Si señor…

 

Como parte de su plan para evitar desatar sospechas y para distraer su mente, Iason decidió invitar a Raoul a su mansión. El ojiverde no se negó, era posibilidad perfecta de ver a Katze sin volver a parecer un hostigador. Se emperifolló y puso rumbo a la hacienda Mink.

 

Estaba sumamente decidido, en cuanto viera a Katze actuaría según lo dictado por su corazón; su mente había sido relevada del control de sus sentimientos. Nunca más permitiría que su ego asfixiara su amor. Era un hombre diferente y no se daba cuenta.

 

Iason inmediatamente se alegró de verlo, algo que le pareció muy extraño al rubio de los cabellos rizados. Había algo distinto, no sólo en el ojiazul, sino en la hacienda misma. Pero no lograba descifrar que era.

 

- Me alegra mucho de que hayas aceptado mi invitación amigo mío. Por cierto, te queda muy bien la barba – Su cabello brillaba como siempre y sus ojos azules seguían dando la mención de un cielo esplendoroso.

 

- Ah si… creo que me he acostumbrado a ella – Pensando que un cambio de look le permitiría engañar así fuera al espejo - ¿Todo está bien Iason?

 

- ¿Por qué lo mencionas mi amigo? – Degustaba del vino con los ojos cerrados.

 

- No sé. Es como si las cosas no encajaran – Deslizó sus dedos por su barbilla y recordó. 

 

- Es verdad… - Sin saberlo, Iason se dio cuenta de lo que el otro recordaba – Que guantes tan hermosos.

 

Sonoramente Iason hizo caer el vino sobre la copa mientras Raoul extendía una mano, cada dedo rozaba con el más cercano. El de los ojos verdes se permitió sólo fijarse en lo que veían los azules: Manos enguantadas.

 

- Mi madre me los ha obsequiado – Acarició la tela fina, como si de un animal querido se tratara – Como excusa por no venir a visitarme, de nuevo.

 

- Ya veo. Tu madre al igual que la mía se ha vuelto dependiente de la vida de ciudad ¿Me dirás que no piensas en volver a las andadas? Siempre decías que detestabas vivir rodeado de polvo y alimañas ¿Hay algo que te retiene?

 

- …Pues… - No se había preparado para aquella pregunta - Tu amistad es una razón.

 

- Je… no dejaremos de ser amigos porque te cambies de residencia. Además puede que me vaya a vivir a Eos… con Riki, claro está.

 

- Si, me imaginó… con quién más si no – Mencionó sarcásticamente.

 

- Pero no dejas de impresionarme… Con guantes y una barba – Hizo un gesto con su dedo desnudo, afirmativo – Por poco no te reconozco. Es casi como si fueras un hombre diferente.

 

- Y tú luces igual que siempre… - Sus cejas se movieron un poco - Pero todavía me siento como si estuviera hablando con un completo extraño.

 

- ¿Te parece mi amigo? – Sonrió y sus ojos se entrecerraron. 

 

- No sé explicarlo Iason… - No podía evitar enclaustrarse - Es casi como… si no fueras tú.

 

Toc Toc

 

- Adelante.

 

Daryl entró con una bandeja. Mientras colocaba todo en orden en la mesita, Raoul no le apartaba los ojos de encima. También había algo de diferente en el mayordomo, no sabía que cosa, pero no era el mismo de antes. Se paseó por su piel blancuzca, en sus cabellos juiciosamente peinados y en sus ademanes de sirviente, pero era inútil, lo que buscaba no lo hallaría en la superficie. 

 

- A todas estás ¿Dónde anda? ¿Dónde está Riki? – Vociferó de pronto.

 

Ante la interrogante, Daryl se paralizó, pero hizo lo posible por no levantar la mirada.

 

- No lo vi al llegar – Agregó seguidamente Raoul – Lo cual me parece extraño. Cada vez que llegaba hasta aquí, lo veía metido en un embrollo o haciendo algún alboroto.

 

- Está en Ceres – Mintió sereno. Continuó y se daba cuenta de las reacciones de Daryl por sus palabras – Necesitaba visitar a unos parientes.

 

- ¿? ¿Lo has dejado irse… solo?

 

- ¿No te parece agradable? Así no tendrás la molestia de toparte con él. Un poco de aire fresco nos cae bien a todos.

 

- Pero… no entiendo… - Nada cuadraba - Nunca me imaginé que…

 

- Raoul – Le interrumpió - ¿Podemos cambiar de tema? No te llamé para que habláramos de Riki.

 

- Con su permiso – Daryl hizo una reverencia y salió de la habitación.

 

El silencio permitió que Raoul continuara escudriñando en el ambiente soso que se había apoderado de la hacienda Mink; ciertamente la alegría de Iason le pareció teatral y la ausencia de Riki en extremo sospechosa. Luego de que mencionaran el tema de negocios, los hombres pudieron distraerse por unos minutos con palabras superficiales. Sin embargo, en cuanto se le presentó la oportunidad, el Am volvió al ataque.

 

- Por cierto, me enteré que hiciste un cambio exhaustivo de personal hace poco. Ahora que he venido a visitarte me doy cuenta de que al único de los sirvientes que he reconocido, ha sido a Daryl.

 

- Oh, te has enterado bien. Pero lamento informarte que lo que tienes en mente no es verdad – Sonrió con levedad – Riki aún sigue siendo de mi propiedad. No te preocupes, lo verás muy pronto como nunca te lo has imaginado. Lo puliré hasta volverlo una preciosa y envidiada joya.

 

Raoul permaneció inmutable, con sus manos entrelazadas. Anteriormente sus palabras hubieran logrado fruncir su ceño. Y es que Iason creía que estaba buscando información sobre Riki al hacer el comentario, cuando realmente esperaba la oportunidad idónea para preguntarle sobre el pelirrojo; no quería ser inoportuno y preguntar antes de tiempo.

 

- ¿Podríamos ir a cabalgar Iason? Hace tiempo que no lo hacemos – Tal vez, si tenía suerte, podría ver el atardecer, así fuera a lo lejos.

 

- Por supuesto Raoul – La idea no fue completamente de su agrado. Fue hasta la puerta y se asomó por ella, seguidamente la entrecerró y se mantuvo en silencio por un instante, como si pensara en algo – Ah… ¿Podrías adelantarte? Puedes escoger el caballo que prefieras.

 

- Está bien. No te tardes mucho.

 

- Tranquilo, te prometo que sólo será lo necesario…

 

El ojiverde se acomodó un poco la camisa mientras caminaba por el pasillo. Los guantes siempre terminaban llamando su atención, sin embargo un cuchicheo hizo que pasara de ellos. Aminoró el paso y se detuvo cuando logró dar con la fuente de los murmullos. Dos hombres hablaban, ocultos por las sombras de las enormes cortinas.

 

- No sé si pueda soportar todo esto… realmente me aterré de oírlo hablar así.

 

- Tranquilo. Recuerda que estoy a tu lado.

 

- Señor Katze…

 

La alegría inmensa que nació en lo más profundo de su ser al ver al pelirrojo, fue tragada de inmediato en el instante en que Katze abrazó a Daryl. Sus ojos no querían continuar instalados en la escena, pero no podían huir de ella. Se llevó la mano al pecho.

 

- “¿Qué es esto…?” – Quiso hablar, pero las palabras no salieron de su boca – “Katze…”

 

Antes de que la perplejidad se convirtiera en ira y terminara arrastrando de los cabellos al pobre Daryl, el ojiverde fue sacado del dilema.

 

- Veo que también has encontrado a Katze – Iason susurraba a su oído al tiempo que detenía al Am con sus palabras y con la mano estacionada en su hombro. Sabía que Katze y Daryl hablaban en el pasillo, no era la primera vez que los veía reunirse – Que no te sorprenda verlo en la casa grande. Yo mismo le pedí que se quedara en una de las habitaciones circundantes a la mía. Necesito a mis hombres de confianza muy cerca.

 

Ahora lo comprendía, Raoul había violado su decisión de no volver a la casa de Katze y antes de llegar a la mansión pasó por ese lugar. No le sorprendió encontrarla vacía pues aún era hora de trabajo. Pero luego se enteraba que Katze ya no dormía en esa casa. Si no hubiese visto aquel abrazo hubiese jurado que Iason se tramaba algo pasional con el pelirrojo.

 

- ¿Qué hay de Daryl? – No pudo evitar preguntarlo, su corazón le dolía tanto.

 

- Tú mismo lo has visto ¿No? Ellos comparten alcoba.

 

Fue como si el Mink no le importase lo más mínimo su sentir y le hubiese abofeteado con cólera. Era difícil de creerlo. Se apartó del agarre de Iason y éste permaneció en su sitio mientras el Am se acercaba hasta dónde estaban Katze y Daryl.

 

- Katze – Llamó.

 

El aludido tuvo que hacer acopio de lo que le produjo volver a ver a Raoul después de tanto tiempo; la barba incipiente y su mirada melancólica, le daba al rubio un encanto magistral.  Daryl se cohibió de inmediato; el pelirrojo le había confesado su amor por el Am en una de sus tantas noches compartidas.

 

- Señor Raoul ¿Qué se le ofrece? – Mencionó el pelirrojo con extrema formalidad.

 

- Contéstame y sé sincero: – Hablaba con poderío a pesar de que sentía que se quedaba sin aire – ¿Ustedes dos…?

 

- “Raoul… no me hagas esa pregunta.  No dudes de mi amor…”

 

Katze se dio cuenta en aquel silencio; en la indecisión de formular la pregunta se detallaba el temor de saber la respuesta. Estando en otras circunstancias le hubiese aclarado todo, despejándole la falsa idea de que estaba manteniendo intimidad con el mayordomo. Pero no era el momento para pensar en su amor, tenía que preocuparse por la seguridad de Daryl y de Riki, incluso Iason exigía que formara parte de su juego...

 

- ¿Por qué no respondes?

 

- ¿Realmente desea saberlo?

    

Se miraron fijamente por un instante que para ellos pareció eterno. Katze atrajo a Daryl por la cintura y Raoul desvió la mirada verduzca por un segundo, luego alzó el rostro y pasó al lado de los hombres.

 

- Señor Katze… ¿Está seguro de que quiere dejar las cosas así? – Preguntó Daryl preocupado ante la tristeza que notaba en el pelirrojo.

 

- No hay opción – Mencionó al tiempo que Iason aparecía entre las sombras e iba tras el Am, con un paso fastuoso.

 

- Katze… - Daryl se abrazó al pelirrojo y éste lo acogió.

 

Iason y Raoul cabalgaron un rato en silencio. El Mink se mantenía inmerso en la seriedad que ahora abarcaba el rostro del otro rubio.

 

- Parece que no quieres hablar.

 

- No estoy de humor.

 

- Ya veo… - Pero el Mink se sentía en extremo conversador - Sabes, él mismo me lo pidió.

 

- ¿?

 

- Katze me pidió que dejara a Daryl quedarse en su alcoba.

 

- …

 

- Fue sorpresivo, pero no tenía razones para decirle que no.

 

La manera en que lo miraba. Iason encontró en aquellos ojos los celos mezclados con impotencia. El modo en que el Am se contenía le parecía tan fuera de su comportamiento ¿Cómo era posible que Raoul se quedara quieto cuando había visto a Katze con otro? Se esperó una explosión, ansió ver la majestuosidad de la traición vuelta insultos, golpes, lágrimas… Iason estaba tan herido, que incluso estaba dispuesto a acabar con la felicidad de su medio hermano, después de todo, si él no podía ser feliz junto a Riki ¿Por qué Raoul si podía ser feliz? ¿Por qué él si debía tener esperanza?

 

- Claro que no, no tenías razones…

 

Iason no cupo en sí mismo ¿Por qué continuaba con tanta calma? Él en su lugar hubiese exigido a Katze que se alejara de Daryl y el pobre mayordomo… no hubiese tenido un desenlace muy agradable. El respeto que Raoul mantenía por la decisión de Katze sólo provocó que Iason se sintiera más miserable, más amargado, más hastiado y más envidioso. También el deseo de conversar.

  

- Volvamos Raoul. De pronto me ha entrado un dolor de cabeza insoportable.

 

- Como prefieras – Aprovechó el tiempo que restaba para meditar lo que acababa de pasar en la mansión del Mink – “Katze… no sé que esté pasando, mucho menos lo que tienes en mente.  Pero hay algo de lo que si estoy seguro: Daryl y tú… no tienen nada. Pude verlo en tus ojos, el deseo de que comprendiera algo que no me puedes explicar por el momento.  Sin duda lo vi; en tus ojos había amor si, pero amor por mí. Ah mi atardecido… nunca lo había podido ver con tanta claridad como hoy” – Un poco de tranquilidad se asentó en su corazón al darse cuenta con una ínfima mirada, que aquel hombre continuaba siendo suyo – “De acuerdo Katze, ahora me toca a mí esperar por ti. Sin importar el tiempo que tome, dejaré que tu corazón se sane de todas las heridas que le he causado”.

 

La hacienda continuaba siendo la misma, pero los habitantes en ella si que habían sufrido grandes cambios. El Am sonrió para sus adentros al percatarse de que incluso él, no era ni la sombra de lo que era antes. 

 

 ***

 

Más esa vez, el propio Katze tragó grueso. Él comprendía aquel lado del amor que permite volar al ser amado así sea lejos, con tal de verlo con bien. Iason no comprendía ese lado. Estaba inclinado y con fuerza, hacia su necesidad de ser amado, sin importarle lo que el otro pudiera sentir o querer.

 

Permaneció expectante. El Mink muy poco le comentaba sobre lo que tenía en mente para el muchacho, tal vez para evitar que le recriminara.

 

Y es que Iason había tenido un sueño, una pesadilla en dónde Riki retozaba en los brazos de Guy. Salió tan colérico del sueño, que quiso desquitarse del pobre muchacho en la realidad.

 

Removía las brasas que había encendido, el metal se hallaba ya rojo, brillante la punta en forma de “IM”, sus iniciales, su marca.

 

- Señor… - ¿Realmente iba a hacer lo que estaba pensando…?

 

El muchacho se hallaba aterrado, no sabía lo que pasaba, pero la voz temblorosa de Katze y el calor que le llegaba al cuerpo lo hacía sentirse angustiado. Estaba amarrado viendo hacía la pared, de espalda a los hombres y con la mordaza en la boca… ¿Qué pasaba? Era muy poco lo que podía girar el cuello.

 

- Lo haré ahí – Comentó Iason a Katze – En aquella zona, en dónde termina la espalda. Ahí o en una de sus nalgas…

 

Con la mano enguantada, sacó la barra y se aproximó hasta donde se hallaba Riki, sudando a mares. Ni siquiera había colocado el hierro en su carne y ya sentía su piel arder; en ese momento, antes de que lo marcara, el moreno pidió a los cielos que le diera la fuerza suficiente para aguantarlo, sabía que vendría un dolor extremo e inexplicable.

 

- …Lo dejaré marcado de por vida. Así sabrá que es de mi pertenencia…

 

Katze pensó que sólo quería asustarlo, más cuando divisó en su mirada azulada sus verdaderas intenciones de hacerlo, se apresuró y le retiró al rubio la barra candente de un solo jalón. Rápidamente la arrojó al cubo de agua que se encontraba a un lado. Se oyó el chisporroteo, como un quejido del agua.

 

El Mink no disimuló su disgusto. La mirada que le arrojó a Katze… no podía ser más aterradora. Pero el pelirrojo era fiero y lo enfrentó sin modularse la voz. Por primera vez gritándole, regañándole…

 

- ¡¿Se ha vuelto loco?! ¡Señor Iason, esto es demasiado… incluso para usted! – Dijo con ahínco, cansado de la actitud del rubio - No puede marcar al muchacho como si fuera ganado ¡No se lo permitiré!

 

Iason no le contestó con palabras. Tenía tanta ira por sentirse censurado que tomó el fuete y lo hizo chocar contra el rostro del pelirrojo.

 

Zuass!!

 

Katze no se lo esperó, por lo que solo ladeó el rostro luego del impacto. Hizo lo posible por no moverse, por mantenerse fuerte. Cuando Iason se retiró, pudo ver la zona enrojecida por el ardiente contacto. Aquel rostro tan hermoso, contenía ahora una gruesa marca roja que chorreaba y palpitaba, dolorosa.

 

- Eres un insolente ¿Me dirás qué puedo o no hacer… Katze? ¿Sabes todo lo que “ese” que ves allí me ha hecho sufrir?...  ¿Lo sabes?

 

- … – El rubio lo mantenía agarrado del cuello de la camisa. Sentía parte de su rostro húmedo y sabía que era por la sangre – Si, lo sé…

 

- Y sabiéndolo… ¿No crees acaso que merece su insolencia un castigo?  ¿No lo merece como lo acabo de hacer contigo?

 

- …He sido insolente al desobedecerlo, lo admito… acepto mi castigo por ello… pero el muchacho no cree que haya cometido falta alguna, eso lo exime en parte de la culpa. 

 

- ¿Qué es lo que has dicho? Dime ¿A qué te refieres traidor? – Mencionó mordaz, buscando de lastimar también interiormente al pelirrojo – Explícalo de modo que pueda entenderte. 

 

- ¿No lo ve? ¿Cómo puede ser culpable aquel que se siente inocente? Así haya cometido el mayor pecado, en su mente es salvo y eso no lo cambiaría ninguna clase de castigo…

 

- … - Guardó silencio por unos breves segundos - Así que eso crees…

 

Iason le dejó para luego irse del establo. Katze sacó un pañuelo y con cuidado trató de limpiar la parte de la quijada en dónde sentía aún la sangre correr. Ignorando el dolor se aproximó seguidamente hasta el muchacho y le quitó la mordaza.

 

- ¿Por qué lo hiciste? – Mencionó Riki, embravecido al poder girarse y verle la cara dónde relucía un profundo corte  - ¡Nadie te lo pidió! – Lloraba con amargura - ¡Nadie te pidió que te sacrificaras por mí!

 

El aprecio de Katze hacía Riki lo hubo hecho actuar sin pensarlo.

 

- No sólo lo hice por ti… - Confesó, haciendo caso omiso del dolor que se apoderaba de todo su rostro y tratando de evitar aquella preocupación en el joven – Lo hice por Iason también.          

 

- ¡¿Qué dices?!

 

- Tú no… lo entenderías…

 

- Ku… – Las lágrimas rodaban así no quisiera y no poder ocultarlas lo hacía miserable; cada día que pasaba se creía dentro de una cámara de torturas – Ya no más… ya no puedo soportar esto… ¡Dios! Por favor has que pare…

 

¿Cómo explicárselo? Katze sabía que la desobediencia de su parte también había lastimado a Iason. Por lo menos quería saldar esa cuenta con él.

 

Se llevó la mano a la mejilla, la sangre había chorreado y le había manchado las ropas. La región afectada le palpitaba una y otra vez; sentía como si tuviera pegado un trozo de carbón hirviendo, le ardía tanto que le llegó un leve dolor de cabeza. Como pudo llegó hasta dónde estaba Daryl, procurando de que nadie le viese.

 

- ¡Señor Katze! ¿Qué le ha ocurrido?

 

- No es nada muchacho… - Se tapaba la zona con la mano. Luego de sentarse suspiró, tratando de amortiguar el dolor – Tráeme aguardiente. 

 

- ¿Cómo que no es nada? Mira como tiene la camisa bañada en sangre…

 

Cuando le pasó la botella, el hombre se la empinó de un sólo golpe. Daryl empezó a tratarle la herida.

 

- ¿Por qué pones esa cara? ¿Tan mal se ve?... – Preguntaba al ver la expresión de Daryl mientras le atendía.

 

- ¿…Le duele mucho?

 

- ¿Qué si no? Duele de los mil diablos…

 

- No puedo creer que el señor Iason le haya cortado la cara…

 

- Ha sido también inesperado para mí. Pero lo entiendo, todos reaccionamos de manera ante algo – Trataba de apartar la mente del dolor. 

 

- Señor Katze… ¿Hasta dónde llevará el señor Iason todo esto?

 

- La verdad, no lo sé…  ya no sé ni qué pensar.

 

Katze sin embargo no se hallaba molesto con Iason, sabía que lo que debía sentir el rubio por dentro era bastante doloroso, sólo así podía llegar a tener tantos deseos de lastimar… lo mejor era que hubiese pasado así. De haber lastimado a Riki de semejante manera… lo hubiese alejado aún más de su corazón.

 

- Hay que tener fe en que todo se solucionará.

 

El pelirrojo esperaba que con aquello el rubio cambiara un poco su actitud.

 

- ¿Me está echando? – Preguntaba Katze, asombrado.

 

- Así es Katze. Quiero que abandones la hacienda de inmediato. Me has demostrado una faceta que para nada me ha gustado, me has desobedecido. Me has traicionado.

 

- Lamento que lo vea de esa forma… Sabe el aprecio que siento por usted, señor Iason. Pero comprendo que haya perdido la confianza en mí.

 

En ese instante, el Mink le vio la cara, cubierta la zona marcada por su mano. Ese había sido el pago que hubo dado por su traición. Quiso sonreír al darse cuenta de ello.

 

- Tienes razón, no puedo seguir confiando en ti luego de tu comportamiento tan blando… Vete Katze. Nada te ata a quedarte…– Suspiró – Esa marca te lo recordará. Cada vez que sientas pena por mí, piensa en el dolor que te hice pasar.

 

El pelirrojo asintió. Antes de que pudiera marcharse el ojiazul le habló:

 

- Espero que no cometas el error de comentar algo de lo que ha ocurrido aquí. Sabes muy bien que en el juego de las leyes, el que tiene dinero siempre sale incólume.

 

- Lo sé.

 

Y sin nada más que decir, el pelirrojo salió de la oficina. Sentir que por fin abandonaría la hacienda fue aliviador y a la vez angustiante. Inmediatamente un sentimiento se desató aquel día y Katze no lo ignoró. Estuvo meditando todo el tiempo mientras recogía sus cosas.

 

- ¿De verdad se irá?

 

- Si… ya es tiempo de que me libere de todo esto – Apaciguó el mirar - ¿Sabes Daryl? Muchas veces creemos que sólo se puede ser héroe o villano, mártir o castigador… pero la verdad es que un humano tiene que ser cada una de esas cosas a lo largo de su vida, para finalmente crecer. 

 

- No comprendo… ¿Por qué dice eso?

 

- Te confesaré algo, una cuestión que guardé por tanto tiempo que terminé bloqueándolo…  - Hizo una pausa - Amito que muy en el fondo odiaba a Iason. - Tuvo deseos de confesarse ante el chico - Lo odiaba porque pensaba que era el culpable de todos mis males. Sino ¿Cómo era posible que un niño inocente que no conocía de mundo acabara corrompiéndose de una forma tan barbárica? Pero no todo fue su culpa, otras cosas yo las elegí y me llevaron a sufrir… aquel corte que me dio fue semejante a una bofetada, me hizo reaccionar, me hizo recordar tantas cosas que creí que había olvidado o que eran parte de un sueño espantoso. He abierto los ojos por fin y eso me alegra; me he dado cuenta de que tras mi insistencia en serle fiel y en el cariño que le tenía, había un odio terrible hacia su persona… ahora que he logrado admitirlo me siento liberado – Lo miró – Por eso me voy. Daryl, dejo en tus manos a Riki y al señor Iason. Cuento contigo.

 

- Pero… señor Katze ¿Qué puedo hacer  yo…? ¿Por qué no se queda?

 

- ¿No comprendes chiquillo? Ya no hay marcha atrás. Antes podía estar a su lado porque todo ese odio se hallaba clausurado, sellado…  Ahora que se ha liberado el odio que siento por él, no sería capaz de seguir estando a su lado. No lo soportaría.

 

- Pero… el señor Iason confía más en usted… tal vez podría convencerlo de que…

 

El pelirrojo hizo un gesto para que se detuviera.

 

- No es así. Iason ya no confía en mí. Éste rostro se lo recordaría. Aunque me quedara, no cambiaría nada; Iason está en un lugar al que yo no puedo acceder – Miró al mayordomo – Pero tú puedes acompañarlo, puedes velar por él. Tal vez lo que necesita es esa inocencia tuya, esa que yo ya no poseo. Recuérdale que existe la ternura y la compasión.

 

- Yo… no entiendo como haría eso…

 

- Solo permanece a su lado y él será capaz de ver esa luz. Está ciego, él mismo se colocó esa venda y sólo él podrá quitársela por propia voluntad. No se puede obligar a una persona a que se salga de su papel, así no funcionan las cosas – Katze se había aproximado hasta Daryl, le acariciaba los cabellos –  Aún así, si lo prefieres puedes irte conmigo. Pero si lo haces… Riki estaría realmente solo. Porque Iason no está ahí para él.

 

Daryl se apresuró en dar su respuesta.

 

- No podría... Riki me necesita… - Su corazón palpitó fuerte - …y el señor Iason también.

 

Katze le mostró una leve sonrisa ante su actitud heroica. Una actitud que muy pocos toman, pues conlleva a volcarse enteramente en los otros y casi nada en uno mismo.

 

- No podría dejarlos en mejores manos – Se acercó hasta el chico y le abrazó con cariño – Sé fuerte.

 

A pesar de que Iason no confiara más en él, Katze sabía que Iason tomaría el camino correcto, lo había detallado en su mirada... luchaba por dentro y esa lucha ya tenía un vencedor. El pelirrojo procuraba siempre escuchar su corazón y obedecer a sus mandatos. Esa vez la voz interna le había dicho que se alejase, que se apartase del ojiazul y le permitiese pasar a la siguiente etapa sin él. 

 

Cuando Katze se marchó de la hacienda Mink, a su memoria vinieron vestigios del pasado, inclusive cosas que había olvidado por completo…   

 

***Flash back***

 

 

- Escucha Katze: Tienes que obedecer en todo lo que se te ordene. Recuerda que de ahora en adelante vivirás en la mansión – Le hablaba su padre.

 

- Lo sé.

 

El chico se sentía ansioso. Anteriormente trabajaba en la hacienda unas cuantas veces al año. Difícilmente llegaba a quedarse más de un mes. Ahora serviría como compañía definitiva del señorito Iason. Amado había hablado con el padre de Katze para solicitarle aquello, su hijo siempre tuvo cierta fascinación por su cabello y su candor.

 

- Escucha Iason: Tienes que demostrarle a ese chico cuál es su posición. Recuerda que lo he buscado únicamente para que te complazca – Le hablaba su padre. 

 

- Lo sé.

 

Katze no lo sabía, pero su principal función en la hacienda iba a ser la de servirle al señorito de “práctica” en sus juegos sexuales ¿Qué mejor para ello que un chico ignorante de un pueblo lejano? 

 

Iason conocía a Katze desde hacía un par de años. Venía cada vez que el rubio estaba de vacaciones y siendo de la misma edad, jugaban y montaban a caballo. El ojiazul adoraba su melena roja y el aire inocente y tierno que despedía. De ésta manera, Iason se alegró cuando su padre le confió que le traería al muchacho para que le sirviera a tiempo completo.

 

Lo primero que hizo sin siquiera esperar a que el pelirrojo se asentara, fue desvirgarlo. Nunca olvidaría aquella noche y nunca sabría que Katze había pensado en Raoul todo el tiempo. Su modo de ver las cosas cambió radicalmente esa noche, ya que anterior a eso desconocía por completo lo que eran las relaciones sexuales.

 

Luego de esa, vinieron más y más noches de placer. El pelirrojo no se rehusaba, ni se quejaba, teniendo en claro que debía obedecer así quisiera o no. Pero igual no dejaba de ser difícil para él. Iason como todo adolescente pensaba exclusivamente en sus necesidades, llegando a preferir su propio placer al cuidado de su criado. Una vez lo trató con tanta vehemencia en la cama, que al día siguiente cuando tuvo que hacerse cargo del lavado, sintió que estaba en el infierno; no podía caminar derecho, cada paso que daba era un martirio e inclusive se había caído de las escaleras mientras llevaba las sabanas con el dolor a cuestas. Amado que estaba cerca se aproximó a ayudarlo a levantarse, pero supo en su sonrisa que estaba consiente del porqué de su condición, como festejando la hombría de su hijo. Katze se sintió avergonzado, pues no sólo él lo sabía, todo el que lo veía… todo el que por lo bajo cuchicheaba y se burlaba. Peor era quedarse en cama y no salir, porque no sólo se le acumulaba el trabajo, sino que le daba la razón a todo el que sospechara.  

 

Al principio lloraba en su cuarto, junto a la batea, mientras se llenaban las cubetas de agua, cuando iba al baño, tras las cortinas del pasillo, debajo de las mesas e inclusive se había metido dentro de la bodega para descargar su llanto. Todo en su vida era un eterno llorar. Y es que cuando empezaba el pelirrojo no podía parar, desde muy pequeño era así. A Iason le encantaba no sólo verlo sollozar, sino verlo después de que lo hacía; adquiría ese hermoso toque de melancolía, ese bello rubor tanto en sus mejillas como en su pecosa nariz. Claro que el rubio tampoco era que adorara lastimarlo, también se preocupaba por él, naciendo esa preocupación y estimación luego de haber compartido intimidad con el chicuelo. 

 

Fue entonces cuando Iason le brindó la posibilidad de tener estudios particulares. Katze sólo sabía cosas básicas y su lenguaje era exageradamente campestre. Eso el ojiazul lo detestaba, cada vez que el muchacho usaba frases o palabras nativas de su pueblo, el rubio lo regañaba y hasta le daba un castigo leve.

 

- Ya te he dicho que cuando hables conmigo, no te expreses así – Lo miraba con las cejas fruncidas y un tono recriminatorio.

 

- Lo siento señorito… no volverá ocurrir… - Mantenía baja la cabeza. Estar pendiente de lo que decía era cansado y de las cientos de palabras que le había enseñado el Mink, había muchas que no sabía que significaban.

 

Katze adoraba aprender cosas nuevas, así fuera un par de horas diarias y sólo cuando el señorito estaba desocupado y tenía deseos de enseñarle. En esos momentos se olvidaba que era un sirviente y que al llegar la noche tendría que esperar con la puerta abierta la llegada del muchacho de cabellos dorados y un deseo sexual inagotable, digno de un jovenzuelo.

 

Cuando aprendió a leer y a escribir, empezó a mandar cartas a su hogar. Era muy poco lo que le permitían visitar su pueblo y eso le entristecía mucho. Al menos de esa manera lograría contactarse con los suyos. No se preocupó porque el destinatario no supiera leer, había personas en el pueblo que sabían y podrían hacerle el favor de leerle la carta. Se moría de ganas de ver la expresión de la pelirroja cuando viera que sabía escribir más allá de su nombre.

 

“Soy muy feliz aquí. No te preocupes por mí. Los señores son muy amables conmigo, el señorito incluso me ha regalado un nuevo traje de domingo, es muy bonito, espero mostrártelo la próxima vez que vaya de visita.”

 

Empezó a tener la costumbre de hacer creer que era feliz, enfocándose únicamente en esos momentos alegres que de vez en cuando tenía y que al escribir, parecían ser cuentos maravillosos.

 

“Al señorito le regalaron un cachorro. Como me he portado bien y siempre obedezco a todo lo que me manda, me ha dejado ponerle el nombre y he escogido “Cacao”.  Es muy bonito y esponjoso, se la pasa jugando todo el tiempo, me ha destrozado las zapatillas y el señorito dijo que si hacía eso con sus zapatos favoritos me fuera despidiendo del pobre Cacao, aunque sé que no lo dice en serio, he visto que sonríe cuando baño a Cacao o cuando le doy un poco de carne y hace una pirueta de pura alegría”

 

Y es que Katze seguía siendo un niño a pesar de su tamaño. Se entristecía cuando no le dejaban ir a su pueblo de visita, pero se comunicaba lo más alegre que podía, para evitar preocupaciones. Extrañaba sus amistades y su casa.  

 

“ Quería ir con el tío a pasar las navidades con ustedes, pero el señorito quiere que me quede y lo acompañe, creo que viene una pariente lejana con sus hijos, un tal Alfredo y Alejandro que le caen muy mal al señorito, quiere gastarles una broma y yo voy a ayudarle. Tal vez les empujemos al abrevadero de los caballos o les demos de los bombones rellenos de brandy que tiene el señor bien guardados en su gaveta.

PD: He tomado uno de los bombones para llevártelo. El señorito no me dijo que tenían cuando me dio y yo de tonto me he zampado una caja entera sin casi masticarlos. No sabes como me he puesto de divertido. Todo daba vueltas y el señorito se burlaba de mí porque todo me parecía gracioso y no podía ni hablar bien. Ya espero dártelo porque sé que te gustará”  

 

Cartas así de inocentes era las que enviaba a sus seres queridos. El dolor y el sufrimiento se los guardaba para sí mismo. No tenía caso contarle a su padre, ya que desde el primer momento ellos habían sospechado que algo así sucedería. Dejaba al hombre en paz.

 

- ¿Por qué eres tan pecoso? ¿Pecoso?

 

Riki se reía, como si la palabra “pecoso” le provocara cosquillas. Katze  se sonrojó al instante, no le gustaba que se burlaran así de él.

 

- Oye ¡Ven acá!

 

Katze corría tras un Riki que había estado desnudo jugueteando en el lodo. Se alarmó, el piso lo hubo dejado reluciente… definitivamente cuando lo atrapara iba a darle su merecido.

 

- Ji ji – Pero el niño tenía esa agilidad que solo los infantes poseen - ¡Pecoso!

 

El pelirrojo lo vio asomarse desde una de las habitaciones.

 

- ¡Cuando te agarre vas a ver! – Exclamó Katze y enmudeció de golpe al tener de frente al ojiazul - …Señorito Iason.

 

- Vaya… no pensé que eras tú el que tenía semejante alboroto.

 

- …Discúlpeme. No fue mi intención importunarlo… - Se sorprendió cuando el rubio se acercó y le acarició los cabellos - ¿Eh…? Señorito…

 

- Saca al niño del cuarto – Se aproximó hasta el oído y susurró – Está bajo la cama. Llévalo abajo y luego vuelves.

 

Katze comprendió al instante. Por alguna razón se había despertado el deseo de su señor y era su deber atenderlo.

 

- Sé que estás ahí.

 

Riki salió un poco para sacarle la lengua y volvió a su escondite, el pelirrojo frunció el ceño.

 

- Se te ven las nalgas – La inocencia del chiquillo le atrajo recuerdos, hacía tiempo que él había adquirido el pudor de los adultos – Ven a vestirte.

 

- Pecoso, pecoso, tienes cara de oso – Cantaba el nene la canción sin sentido que había inventado.

 

- Jum… anda, si te ve la señora se va a enfadar contigo… - Katze sintió cuando le tocaron el hombro.

 

- Dale esto. Seguro sale – Iason le mostraba el cofre donde solía depositar caramelos, bombones y demás dulces – Y apresúrate. No quiero que el pobre infante se traume por lo que vamos a hacer – Sonrió para luego dejarlo solo para que prosiguiera negociando con el niño. 

 

- “Ni pensarlo…” Riki, toma. Tengo dulces. Si sales te los doy todos ¿Si?

 

 - ¡Dame! – Salió todo lleno de polvo y tierra.

 

- Ah… mira como te has puesto. Vamos a tener que bañarte.

 

- ¡Dame, dame! – No le interesaba su condición, sus ojitos brillaban por el dulce.

 

- ¿Ya no me dirás pecoso?

 

- No, no, no, no – Negaba con la cabeza – Ya no lo hago. Te lo prometo.

 

Sonrió mientras el niño comía los dulces con gusto. Esperaba que Riki si fuera capaz de mantener aquella inocencia.

 

Otra de las cosas que adoraba o más bien, la que más le gustaba, era la posibilidad de ver al señorito Raoul. A pesar de su edad, estaba seguro de que aquel chico era el amor de su vida. Desde el primer instante que lo había visto y oído su voz, quedó cautivado, hechizado por su temperamento.

 

- De verdad detesto a ese mugroso campesino. Es un inculto que no sabe de nada.

 

- Sabe mucho Raoul. Yo mismo le he enseñado.

 

- Pff… conocimiento vacío. Seguro lo único que ha hecho es repetir lo que le has dicho. Como un vulgar loro.

 

- Nada que ver. Katze sería más digno de compararse con un ave más bella, como el petirrojo. Es más, quiero que lo oigas cantar. Tiene una voz melodiosa.

 

- Dudo mucho que un ser como ese tenga una voz melodiosa.

 

- ¡Katze!

 

- ¿Si señorito? – Se aproximó deprisa.

 

- Acompáñanos hasta el piano. Hoy Raoul ha demostrado su interés por oírte cantar.

 

- Como ordene – Su corazón dio un salto de alegría, no sólo porque podía ver a su ángel, sino también porque estaba a punto de cantar para él.

 

Iason odiaba tocar el piano, pero tenía que practicar religiosamente todos los días por órdenes de sus padres. La única manera en que le parecía grata la faena, era teniendo al lado al muchacho cantando al ritmo de la música. Había oído a Katze cantar mientras lavaba las ropas y le fascinó su tono, en esa época, sumamente dulcificado y con pocos vestigios del desarrollo en él. No tardó en exigirle que se aprendiera las canciones y a amaestrarlo en todo lo referente a la música.

 

 Cuando Katze cantó junto al piano, Raoul quedó impresionado, realmente era como escuchar a un pajarillo cantar y sus dulces gestos atrapaban con cada nueva entonación.

 

- ¡…!

 

- ¿Y bien? ¿Qué te ha parecido Raoul? – Cerró la tapa del piano.

 

Katze estaba al pendiente de lo que decían.

 

- …Pues… se ve que has mejorado tocando el piano, pero sigo siendo mejor que tú – Se regocijó – He notado que te has equivocado en una o dos ocasiones.

 

- Tienes razón. Hubiese sido raro que no lo notaras… Pero entonces ¿Me das la razón o no? Katze canta maravillosamente ¿No te parece?

 

Katze esperaba con ansias la opinión de Raoul.

 

- Para nada – Espetó con petulancia – Tiene una voz extremadamente aguda. Mis pobres oídos han sufrido – Y mientras lo decía se tapaba las orejas – Es más, cualquiera que lo escuche pensaría que oye a una chica ¿No te parece eso terrible?

 

El pelirrojo bajó la mirada. Le habían dolido sus palabras.

 

- Ja ja tienes razón. Katze no sólo tiene esa voz fina sino que en otros aspectos también es un tanto femenino – Iason sonrió con picardía  - Deberías oírlo en las noches. Ahí es donde canta mejor…

 

- ¡Iason! – Raoul se enojó ante el comentario. Detestaba el hecho de que Iason gozara de las atenciones del pelirrojo.

 

- … – Katze se contuvo, pero sentía que las lágrimas estaban a punto de liberarse ¿Por qué? ¿Por qué el señorito lo humillaba de esa manera frente al ser que amaba?  

 

- Ja ja vamos Raoul. Ni que fuera algo de otro mundo – Jugueteaba a con sus cabellos.

 

- Con su permiso… - No pudo soportarlo. Katze salió corriendo cuando las lágrimas le bañaron el rostro.

 

- Oh… ¿Ya ves Raoul? Lo has hecho llorar.

 

- ¿Qué? ¿Por qué es mi culpa que el andrajoso se fuera lloriqueando?

 

- ¿Acaso no le dijiste que cantaba terrible? Ahora seguramente perderá el deseo de volver a cantar frente a otros.

 

- Jum… es tu culpa. Sabes que no lo soporto y aún así…

 

- Bueno… que más da. Me conformaré con ser el único que pueda oír su cántico...

 

- … “Esas eran tus intenciones desde un principio ¿No?” – Al darse cuenta, el Am apretó los puños, celoso.

 

Katze se había encerrado en su habitación.

 

- ¡¡Te odio!! ¡¡Te odio!! – Llevado por la ira había tomado el cuchillo y con él, perforaba una y otra vez la almohada y se imaginaba que era al señorito al que lastimaba - ¡¡No sabes cuanto te odio!! – Todo su rostro estaba rojo, imitando a su cabello. Continuaba llorando a mares, sintiendo que se ahogaba. Muchas veces había pensado en usar ese cuchillo para atacar realmente al que venía en las noches a hostigarlo... a humillarlo – Ya no… aguanto más… es demasiado doloroso… - Se acurrucó y abrazó a sus piernas, estuvo un rato así, tranquilizándose.

 

Sólo entonces cuando se le pasó la rabia fue capaz de darse cuenta de la carta que había sobre su cama. La abrió y leyó:

 

“Cada cosa que me escribes es increíble. Puedes comer cosas deliciosas, usas ropa bonita y hasta tienes alguien con quién jugar. Tu vida parece un sueño en verdad. Ese señorito del que tanto hablas, debe ser un príncipe. Quisiera conocerlo alguna vez. Ya sé, seguro no quieres que vaya y está bien. Con tal de que seas feliz yo seré feliz”

 

No podía confesar la verdad. No podía irse sin perjudicar a su padre. No podía marcharse sin tener que lamentar no volver a ver a Raoul… 

  

***Fin del Flash back***

 

El tiempo pasó y no sólo creció físicamente, su carácter empezó a compactarse poco a poco… lloraba menos o trataba de que nadie lo viese y soportaba más los desplantes. Katze dejó de ser un niño; no se volvió hombre cuando le quitaron su virginidad, sino el día en que dejó de lamentarse y empezó a sacarle provecho a las circunstancias, usando la seducción como un arma a su favor ¿Qué el señorito no lo había querido instruir en el arte del amor? Pues se enfocó de lleno a aprenderlo y lo hizo muy bien. El pelirrojo se volvió un amante extraordinario, ganándose con los años no sólo un lugar amplio en la cama de Iason, sino también la confianza de uno de los hombres más poderosos de toda Tanagura. Convertirse en el capataz  principal y de paso asesorarlo en todos sus negocios – cuestión que jamás se imaginó al iniciar como un simple sirviente - se lo demostraba; aquello era semejante a ser el consorte del Mink y el pelirrojo lo sabía, tenía un trono y si hubiese querido también se hubiese quedado con el rey, pero Raoul estaba grabado con fuego en su alma; por eso cuando llegó Riki y lo destronó de su imperio secreto, no se lamentó. Se sintió liberado. Alejado de las cadenas que él con los años se había colocado. 

 

Iason utilizó a Katze para sus deseos, eso era verdad, pero Katze aprendió muy bien a gozar de aquellos encuentros ¿Qué pensaría el Mink si se enteraba que el pelirrojo lo utilizó todo ese tiempo para dar rienda a sus ilusiones con un ojiverde? Iason sonreía satisfecho cuando lo veía contorsionarse de placer, creyendo que él era suyo… el corazón de Katze se burlaba porque sabía lo que era cierto y lo que no.

 

Aunque tenía que admitirlo, luego de despreciar al ojiazul terminó guardándole un cariño genuino, un cariño que se creyó por completo tiempo después.

 

- Sé fuerte Riki. Y date cuenta, de quién realmente es el amo y quién el esclavo.

 

 

____

 

 

“Cuando aprendes que el amor es el único sentimiento que existe y que lo demás son sus disfraces, entonces estás listo para amar de verdad.”

 

­- Cántico de un cuasi despierto

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

 

*Humo por doquier*

 

 

Uf… pobreshitos mis nenes… <____<  (inner: Que no caigan en tus manos porque ¡Como te encanta hacerlos sufrir caray! :O Definitivo: esto debió llamarse “Trauma de amor” nadie se salva! Apuesto que hasta el perro que mencionaste en el flashback terminó teniendo un final trágico o por lo menos metido en un angustioso triángulo de amor perruno xD tienes un caos en esa cabeza, no sé ni como logras ordenar tus pensamientos coherentemente ¬o¬Uu ) no exageres nwnUuu bueno, esto se ha vuelto un rompecabezas por lo que no se sabe que va a pasar (inner: Tú deberías saber ¬w¬) Si y no… “si” porque tengo algo planeado y “no” porque un día puede llegar musa-sama y me trae algo completamente diferente xB (inner: naruhodo ¬.¬Uu / musa: kukuku tengo el poder :B) En fin, aquel que desee ver los fanarts del capi puede pasar por la página de face ainokusabiobsesion n_n Les agradezco de corazón el haber leído, espero que les haya gustado el capi y que se animen a seguirnos hasta el final que ya está más y más cerca ;) (inner: al menos más cerca que antes :3) les mando muchos besos y abrazos!! Bye Bye my lovers!!!  ~<3

 

 

 


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