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Amor de reyes por Kirauchiha

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Después de su charla con Caspian, Edmund se sintió mucho mejor. Aparte de su extraña frase al final, Caspian de alguna manera había hecho que las cosas parecieran simples y su mente se había despejado de la confusión que lo había nublado. La culpa que había tratado de ignorar había afectado a la manera en la que había reaccionado a todo lo que había sucedido y se había perdido en un atolladero de ira y autocompasión.

Caspian le recordó quien era. Los títulos que había ganado en Narnia fueron más que palabras pues representaban sus responsabilidades y y deberes que habían definido su vida como adulto en Narnia, cuando no había lugar para la debilidad que había estado sufriendo en los últimos días. No lo olvidaría de nuevo.

Los días siguientes pasaron volando para Edmund, sólo empañados por su necesidad de pedir disculpas a Eustace. Pero incluso eso no fue tan malo como pensó que sería. La pelea había asustado a Eustace y Drinian obviamente lo había regañado y aceptó la disculpa de Edmund de manera tenue, casi amable y luego, se escondía lo más que podía. Edmund sospechaba que él estaba buscando en Angosto cualquier señal del cónsul británico.

Tampoco veían a Caspian muy a menudo. El rey pasaba la mayor parte del día en la sala del consejo de Lord Bern y sólo hizo una breve inspección al trabajo en el Viajero del Alba cuando el tiempo se lo permitía. Edmund y Lucy estaban constantemente en el astillero con Lord Drinian y el equipo, ayudando todo lo que podían y sólo cuando iban al comedor por la noche todos estaban reunidos.

El banquete que se celebraba cada noche en el palacio se convirtió en el momento más destacado de todos los días, ya que Caspian siempre invitaba a cualquier capitán de algún barco o comerciantes que estaban en el puerto y les pedía más información con respecto a lo que podrían encontrar cuando navegaran hacia el este.

No muchos tenían conocimiento útil pero todos contaron fascinantes historias de sus aventuras en el mar y sobre tierras misteriosas, feroces tormentas y monstruos peligrosos amenazando por las noches.

Fue otra de aquellas noches cuando Caspian suspiró y dijo a Lord Bern:

—Todo esto es muy entretenido, mi Lord, pero yo quisiera información más precisa.

—No sé qué va a encontrar, su Majestad —respondió Lord Bern con una sonrisa—Nadie navega hacia el este en estos días y los que lo han hecho son muy viejos o han desaparecido. Aunque hay un viejo capitán que vive en mis tierras de Bernstead que puede tener algo más que cuentos que contar.

Edmund se inclinó hacia delante para mirar con interés a Lord Bern.

—Tal vez podría ser traído aquí para hablar con nosotros.

—No, rey Edmund —contestó Lord Bern—Él es muy viejo y me temo que sufriría aún haciendo un viaje tan corto.

—Entonces vamos a ir a él —anunció Caspian.

—Caspian, déjanos ir. ¡Qué idea tan maravillosa! —Lucy aplaudió con entusiasmo— ¿Cuándo vamos a ir?

—Mi esposa y mis hijas estarán encantadas de darle la bienvenida de nuevo a nuestra casa, su Majestad — dijo Lord Bern a Caspian—y a cualquiera que lo acompañe. Y como no puedo ir yo mismo, tengo mensajes para mi familia.

Caspian asintió.

—Yo los entregaré, mi Lord —miró a su alrededor—. ¿Quién quiere venir conmigo?

—Yo lo haré.

—Yo.

Edmund y Lucy hablaron al mismo tiempo y, luego, se sonrieron el uno al otro con diversión.

—¿Reep? —preguntó Caspian dirigiendo una mirada inquisitiva al ratón.

—Me uniré a vos, mi señor.

—Y supongo que yo también —el pronunciamiento de Eustace fue recibido con miradas poco disimuladas de consternación—Tal vez haya un cónsul británico en ese lugar de Bernstead.

Lord Bern pareció confundido y Edmund resopló suavemente cuando oyó susurrar a Caspian al hombre perplejo:

—Ni siquiera te molestes en preguntar.

Dos días más tardes, en una brillante y hermosa mañana, Caspian, Edmund, Lucy, Reepicheep y Eustace navegaron en un pequeño barco hacia Avra. Cada uno de ellos llevaba una pequeña bolsa ya que habían decidido que iban a permanecer dos noches. El viejo capitán vivía a cierta distancia de Bernstead en losconfines de la herencia de Lord Bern y al día siguiente llegarían para verlo.

Edmund no había visto Avra desde la época en la que fue rey de Narnia y tenía curiosidad por ver los cambios que se habían producido. Entonces, sólo granjas solitarias o pueblos de pescadores la habían poblado pero ahora veía que Bernstead era una ciudad próspera y los bienes de Lord Bern también. Lord

Bern nunca había permitido la esclavitud en Avra y la gente parecía feliz y contenta.

La esposa de Lord Bern les dio una bienvenida muy cálida y sus cuatro hijas saludaron con deleite a Caspian. Todas eran chicas guapas, la mayor no mucho más joven que Caspian y Edmund notó, con una extraña opresión en el pecho, que se sonrojó tímidamente cuando Caspian le habló. Las otras tres eran menores que Edmund y echaron una mirada a Lucy, llevándosela a rastras en medio de risas y susurros.

Caspian estaba ocupado hablando con la esposa de Lord Bern y así Edmund se encontró a solas con Reepicheep y Eustace. El otro chico dirigió una mirada intensa a Edmund y Reepicheep y luego anunció que iba a volver a la ciudad a explorar. Después de una mirada compartida con acuerdo, alegremente lo dejaron ir.

Edmund y Reep pasaron la tarde paseando por los jardínes de la casa confortable de Lord Bern. Los jardínes eran hermosos y tranquilos y el sitio de los animales y los establos limpios y bien cuidados. En los establos, se encontraron con uno de los mozos, un muchacho de la edad de Edmund y se quedaron allí hasta la noche hablando de caballos y luego sobre las aventuras que esperaban tener mientras navegaban hacia el este. El mozo suspiró y miró hacia delante y Edmund supo que le gustaría unirse a ellos pero entonces miró alrededor con una sonrisa y dijo que echaría de menos a sus caballos demasiado y que no creía que pudieran caber en un barco y todos se rieron.

Fue en la cena cuando vio a los otros de nuevo. Eustace parecía malhumorado y decepcionado y no hablaba con nadie. Edmund suspiró para sí mismo y deseó por enésima vez que el otro chico no hubiera ido arrastrado a Narnia con ellos. La esposa de Lord Bern y y su hija mayor ocuparon la atención de Caspian, y Edmund sintió débiles indicios de malestar al ver el suave resplandor en el rostro de la hija y la forma en la que Caspian le sonreía. Pero fue el comportamiento de Lucy lo que más preocupó a Edmund.

Su hermana se pasó todo el tiempo o susurrando y riendo con las hijas menores de Lord Bern o mirando con diversión a Caspian. A medida que la noche avanzaba, Edmund estuvo cada vez más molesto por lo que cuando la comida se acabó y se retiraron para dormir, siguió a Lucy a su habitación.

—¿Qué diablos estabas haciendo? —preguntó en cuanto la puerta se cerró detrás de ellos.

—¿Qué? —por un momento, Lucy lo miró confundida y luego su rostro se aclaró— Oh, fue tan dulce, ¿no te parece?

—¿Qué? —era el turno de Edmund de sentirse confundido.

—Caspian y Cara, por supuesto —le dijo Lucy, mirándolo como si fuera el idiota más grande del mundo—. Sus hermanas me dijeron que a ella le gusta Caspian. ¿Crees que se da cuenta? Yo creo que sí y creo que a él también le gusta.

Algo se tensó dolorosamente en el pecho de Edmund.

—Bueno, no debería —dijo sorprendido al escuchar la ira en su propia voz.

Lucy parpadeó.

—¿Por qué no?

Una vez más la vieja visión de Peter y Caspian se puso delante de los ojos de Edmund y otra vez, deseó saber lo que significaba. ¿Se amaron el uno al otro? Y si lo hubieran hecho, ¿cómo podría Caspian mirar a alguien más? Movió la cabeza en señal de frustración y vio que Lucy lo miraba fijamente.

—No es justo —finalmente murmuró—No debería usarla de ese modo. Sólo va a terminar haciéndole daño.

—Bueno, honestamente, Edmund —espetó Lucy—¿Cómo puedes pensar así de Caspian? Ya sabes que puede decidir casarse con ella.

—¿Casarse con ella? Navegaremos hacia el este en pocos días, ¿cómo va a casarse con ella?—Oh, no seas tan denso. Sabes que va a volver a Narnia con el tiempo.

Edmund tragó saliva y descubrió que tenía la garganta dolorosamente contraída.

—No sabes de lo que estás hablando, Lucy.

El rostro de Lucy era ahora de color rojo debido a la ira.

—¿Y por qué no? Caspian va a tener que casarse con el tiempo —sus ojos se estrecharon especulativamente—Quiero decir, ¿estás celoso? Tal vez ella te gusta para ti.

Edmund había estado dando vueltas por la habitación pero ahora se quedó paralizado en estado de shock y pudo sentir el color irse de su cara. A continuación, una especie de rabia fría se apoderó de él y se irguió, mirando con desdén a Lucy.

—Por favor, recuerda, Lucy—dijo fríamente—que eres una reina de Narnia y deberías tratar de comportarte como tal.

Él no le dio la oportunidad de responder y la breve visión que tuvo de su cara congelada antes de abandonar la sala le dijo que ella no había pensado en nada que decir.

Caminó por el pasillo y entró en su habitación, cerrando la puerta tras de sí. Todavía estaba temblando de ira cuando se subió a la cama y apagó la vela.

Edmund pasó una mala noche y se despertó temprano. Debían viajar para visitar al viejo capitán aquel día y tendrían que salir inmediatamente después del desayuno así que en vez de tratar de volver a dormir, se levantó y se vistió. Quería pedirle disculpas a Lucy. Ahora que se había calmado, se preguntó por qué había estado tan enojado la noche anterior. Cuando Lucy lo había acusado de estar celoso, su corazón casi pareció detenerse y de pronto, había estado luchando por respirar. Entonces, casi antes de reconocer el sentimiento de miedo, la furia se hizo cargo.

Voces suaves y pisadas hicieron eco en el pasillo mientras se acercaban a su puerta y se preguntó quién más estaba despierto pero cuando abrió, no había nadie allí. Miró en dirección contraria y vio una de las puertas a lo lejos cerrarse con suavidad. Él pensó que era la habitación de Caspian y se preguntó brevemente si había sido algún tipo de mensaje. Edmund llamó a la puerta de Lucy y no hubo respuesta.

Lucy no estuvo en el desayuno y no fue hasta que todos se reunieron en los establos cuando Edmund la vio. Ella estaba esperando la silla de montar para su caballo y la mirada que le dio a Edmund fue fría y distante. Su corazón le dio un vuelco pues sabía que él la había herido gravemente. La había insultado como reina y su disculpa tendría que ser para la reina en vez de para su hermana.

Edmund cruzó el patio y se arrodilló ante Lucy, quitándose el sombrero para montar de la cabeza. Tómo una de sus pequeñas manos entre las suyas y la miró seriamente a los ojos.

—Su Majestad —dijo—En el nombre de Aslan, permítame ofrecerle mis más sinceras disculpas por el insulto que le hice ayer por la noche y por mi comportamiento grosero. Por favor, perdóneme.

Los hoyuelos de Lucy aparecieron de inmediato y pudo saber que estaba contenta.

—Oh, Edmund, qué tontería, levántate. Por supuesto que te perdono.

Cuando Edmund se levantó, el amor por su hermana se hinchó en su corazón.

—Eres la persona más generosa que conozco, Lucy —dijo seriamente y le besó la mano.

—Bueno, qué escena tan conmovedora—la voz sarcástica de Eustace interrumpió el momento y Edmund no pudo evitar sonreír.

Una diversión brilló en los ojos de Lucy.

—Cállate, Eustace —dijeron los dos al mismo tiempo y resoplaron de risa.

—¿Vamos a volver a empezar?-Edmund se volvió y se encontró a Caspian mirándolos, sus ojos se iluminaron con diversión. A su lado estaba el mozo que Edmund y Reep habían conocido el día anterior y en sus manos llevaba las riendas de un gran semental negro que había admirado en los establos.

Otro mozo llevó una yegua alazana hasta Edmund y él le acarició la nariz suavemente. Casi saltó cuando sintió un fuerte apoyo de una mano en su hombro y miró a los ojos azules en cuestión.

—¿Todo bien? —preguntó Caspian y en su voz estaba claro la oferta para Edmund de poder hablar si lo necesitaba.

—Oh, sólo acabábamos de tener una discusión tonta —dijo Edmund rápidamente, alarmándose al sentir que se ruborizaba levemente al recordar por lo que él y Lucy habían discutido.

Caspian lo miró por un momento y lo ayudó a montar. Edmund miró como Caspian se montaba en el caballo negro y vio que el joven mozo puso la mano en el muslo de Caspian y le habló. Los ojos de

Edmund se abrieron cuando Caspian tocó la mejilla del mozo brevemente y luego le guiñó el ojo. Entonces, Reep fue hasta Caspian y antes de que Edmund pudiera siquiera pensar sobre lo que acababa de presenciar, estuvieron fuera.

El viaje hasta la casa del capitán tomó un par de horas y en ese tiempo Edmund se encontró pensando una y otra vez en lo que había sucedido entre Caspian y el mozo. No podía entenderlo, sólo fue un toque y un guiño pero algo le inquietaba. Hubo algo en los ojos de Caspian, algo demasiado íntimo como para tratarse de un simple conocido. Se preguntó qué demonios estaba haciendo Caspiany4; primero coqueteando con Cara, la hija de Lord Bern y ahora con el mozo de Lord Bern. Y todavía había que considerar a Peter también. Sólo podía imaginar que Caspian había aceptado que no volvería a ver a Peter otra vez y superarlo con...un montón de gente diferente.

Se sentía extrañamente decepcionado y Edmund decidió de repente que estaba demasiado tiempo pensando en Caspian. Se obligó a concentrarse en el paisaje de su alrededor y después de un tiempo, no fue difícil recordar que Avra seguía siendo tan hermosa como él recordaba. El sol era cálido pero no demasiado caliente y no viajaron durante mucho tiempo. Edmund se encontró disfrutando del paseo inmensamente.

Finalmente llegaron a la casa del capitán y dieron de beber a los caballos en un arroyo cercano y los ataron a unos árboles a la sombra. El capitán había sido advertido de su llegada y mientras se refrescaban en un banco fuera de su casa, el anciano encendió su pipa y miró con ojos soñadores la vista infinita del mar delante de ellos.

Entonces, él les contó historias. Por desgracia, eran historias que ya habían oído de otros capitanes en Angosto y Edmund pudo ver la frustración educada en la cara de Caspian. A medida que pasaba el tiempo,

Edmund comenzó a perder interés y miró estúpidamente las olas zules cuando se produjo un repentino silencio.

—¿Qué ha dicho, buen señor? —el chillido de emoción de Reepicheep capturó la atención de Edmund y se volvió para encontrar a los otros mirando al capitán con avidez. Excepto, se dio cuenta, Eustace, que parecía estar dormido.

—Por que, señor ratón, dije que más allá del borde de fuego está el país de Aslan y está más allá del fin del mundo. Así que no podéis llegar allí.

El anciano asintió sabiamente a Reepicheep.

—¿Has visto eso? —preguntó Reepicheep casi sin aliento.

—No, pero mi padre me habló de él —respondió el anciano.

Reepicheep estaba mudo de asombro y fue Caspian quien hizo la siguiente pregunta.

—¿Y nada más?

—No, su Majestad.

—El país de Aslan —susurró Lucy Su rostro resplandecía de alegría y Edmund descubrió que era contagiosa. Por primera vez desde que habían llegado a Angosto sintió emoción y la anticipación del viaje que les quedaba por delante. No podía esperar a estar en el mar otra vez y cuando miró a Caspian y a Reep pudo ver que sentían lo mismo. Eustace aún dormía.

Casi como si pudieran ir en ese momento hacia el este, Caspian se levantó y rápidamente le dio las gracias al anciano. Sacudió a Eustace para despertarlo y luego condujo a todos a sus caballos.

Durante mucho tiempo, mientras iban de vuelta se quedaron en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos y, finalmente, Edmund pudo oír la voz de Reepicheep mientras cantaba la canción que una dríade le había cantado en su cuna.

Esa noche en el banquete Edmund recordó el comportamiento de Lucy la noche anterior y por un tiempo, la miró atentamente. Sin embargo, parecía que Lucy había tomado sus palabras en serio pues cuando hablaba y reía con las hijas de Lord Bern no había ni rastro de interés en Caspian o en Cara. El alivio de Edmund fue de corta duración, sin embargo, ya que cuando desapareció su atención por Lucy, se encontró con que Caspian se estaba mostrando incluso más atento con Cara que la noche anterior.

Edmund simplemente no podía entenderlo. En un momento, Caspian parecía interesado por el mozo, al minuto siguiente estaba con Cara. O tal vez estaba juzgando mal a Caspian y había malinterpretado totalmente la escena con el mozo esa mañana. Después de todo, no era como si hubiera sucedido realmente algo más allá de un intercambio amistoso de sonrisas pero simplemente parecía demasiado...íntimo. Edmund casi movió la cabeza en señal de frustración por la confusión dando vueltas en su mente.

A medida que la noche avanzaba y las sonrisas entre Cara y Caspian se volvían más cálidas, Edmund se volvía aún más confuso y, por último, resentido. Se dijo que el comportamiento de Caspian era un insulto a Peter. No habría sido tan malo si Caspian simplemente se hubiera enamorado de otra persona pero parecía que estaba jugando con los sentimientos de los demás, lo cual significaba que la noche en la que besó a Peter estaba probablemente jugando con él también. Edmund estaba bastante seguro de que Peter no le hubiera hecho lo mismo a Caspian.

Fue en medio de la canción del bardo de Lord Bern cuando todo finalmente fue demasiado para Edmund y, en un repentino destello de ira, se levantó bruscamente de su silla, a punto de estallar con voz enojada.

Sin embargo, mientras un sorprendido silencio se estableció y todos los ojos se volvieron hacia él, el sentido común regresó y, ruborizándose con un profundo rojo de vergüenza, Edmund salió de la sala.

Se encontró en una gran terraza y se apoyó en la barandilla mirando a la luna. Con el tiempo, sus mejillas se enfriaron y sintió humillación pues se dio cuenta de que, una vez más, había permitido que la ira y el resentimiento tomaran su control. Parecía que se estaba convirtiendo en un hábito y su origen parecía ser

Caspian. ¿Por qué, en nombre de Aslan, estaba tan atrapado en el comportamiento de Caspian? ¿Por qué le ponía tan furioso pensar en que Caspian parecía haber olvidado a Peter?

—¿Su Majestad?

Una vocecilla tenue vino de la oscuridad ante él, sorprendiendo a Edmund de su ensueño.

—¿Sí? —contestó automáticamente.

Hubo una pausa mientras que Edmund empezó a pensar que el dueño de la voz se había ido.

—¿Qué pasa? —preguntó finalmente.

—Estoy aquí —respondió la voz en tono vacilante.

—¿Y? Quiero decir, ¿quién eres?

Edmund miró en la oscuridad tratando de ver quién era esta extraña persona y una forma dio un paso adelante y él solo pudo vislumbrar una figura masculina antes de que rápidamente desapareció de su vista.

—Lo siento, su Majestad —la voz flotó hacia él desde la distancia y Edmund supo que su misterioso visitante estaba haciendo una rápida retirada.—¿Qué, en el nombre de Aslan...?

Edmund se calló al oír pasos que se acercaban detrás de él y se volvió con rapidez al encontrar a Caspian a unos pocos pasos de distancia con la cara brillante debido a la luz plateada de la luna llena. Por un breve segundo, Edmund pensó que parecía sorprendido pero entonces la mirada se fue tan rápido que no pudo estar seguro siquiera de lo que había visto pero la fuerte sospecha que estaba comenzando a sentir se mantuvo fuerte después de todo.

—¿Esperabas a alguien más? —no pudo resistirse a preguntar sarcásticamente y ya estuvo atrapado en el resentimiento contra Caspian una vez más.

En la luz de la luna, Edmund vio a Caspian enarcar una ceja pero su expresión era inescrutable.

—¿Qué es lo que te pasa, Edmund? —preguntó Caspian, ignorando completamente la pregunta de Edmund —Te fuiste del banquete de forma muy notable y tus formas ahora todavía más. Empiezo a pensar que te he ofendido de alguna manera. Mientras que te disculpaste con Lucy por tu comportamiento hacia ella, parece ser que yo no merezco tal honor por tu comportamiento grosero hacia mí mismo.

El tono altivo detrás de las palabras dejaron a Edmund en un atónito silencio. Nunca había oído a Caspian hablar así, a excepción de ese día horrible en el mercado cuando había amenazado al soldado que había cogido la cuerda que ataba a Edmund. Ser el receptor de tal tono, Edmund sintió saber lo que era ser un enemigo del rey de Narnia. Tragó saliva con dificultad con miedo, agitación y resentimiento en su interior, incapaz de pensar en nada que decir.

—¿Te he ofendido, rey Edmund? ¿No tienes respuesta?

El cambio del discurso formal aclaró la cabeza de Edmund y le alertó del peligro en el que estaba. Su expresión seguía tranquila pero Caspian estaba obviamente furioso y había llegado al límite de su paciencia. Con la mente clara, Edmund recordó cuán paciente había sido Caspian antes, cómo había ayudado a Edmund a hacer frente a las consecuencias en el mercado de los esclavos y ahora Edmund se lo estaba pagando con grosería y juicio duro. Él no tenía derecho a juzgar a Caspian, y menos en el nombre de Peter, sobre una cuestión sobre la cual no debería tener conocimiento. El único ser con ese derecho era Aslan y Edmund sabía lo compasivo que era Aslan con crímenes mucho peores que cualquiera que Caspian pudiera ser propenso de cometer.

Inclinó la cabeza avergonzado.

—No hay ninguna falta, su Majestad, y te ruego tu perdón. ¿Puedes otorgármelo?

—Lo haré —dijo Caspian y dio un paso más cerca, levantando el rostro de Edmund con un dedo debajo de la barbilla— pero me gustaría escuchar una explicación.

Edmund suspiró. ¿Qué diablos iba a decir? No podía, no quería, mentir ahora. El silencio se prolongó y pensó frenéticamente mientras Caspian estaba frente a él observándolo con severidad. Por último, para gran alivio de Edmund, Caspian sonrió y sacudió la cabeza con una obvia diversión.

—Edmund, Edmund —dijo— ¿Crees que no lo sé de todas formas?

—¿Qué? —Edmund se quedó sin aliento mientras le entró el miedo terrible de que Caspian de alguna forma supiera que lo había visto con Peter.

—Se trata de Lady Cara —respondió Caspian.

Una sensación de malestar comenzó a surgir en el estómago de Edmund al darse cuenta de que Caspian debió haberse imaginado que su comportamiento venía del resentimiento por las atenciones de Caspian a

Cara y esperaba desesperadamente que no se imaginara también que Edmund sospechaba acerca de sus atenciones más románticas al mozo. Antes de que Caspian pudiera decir nada más, Edmund se lanzó a hablar.

—Lucy cree que podrías casarte con Cara —le espetó.

—Tengo que señalar que no es asunto ni de Lucy ni tuyo —dijo Caspian—pero no me di cuenta de que estabas interesado en ella.Edmund parpadeó sorprendido y luego trató en vano de reprimir la carcajada que surgió en él por lo absurdo de la incomprensión de Caspian. Cuando fracasó por completo y prácticamente resopló en la cara de Caspian, comenzó a sospechar que se estaba volviendo loco.

—Supongo que estaba equivocado respecto a eso —comentó secamente Caspian y Edmund volvió a resoplar— Entonces, ¿puedes explicarme de qué va todo esto? Creí que estabas celoso y yo...—se detuvo en un silencio reflexivo.

Edmund se dominó y trató de armar una explicación que contuviera honestidad asi cómo prevaricación.

—Yo pensaba que tenías a alguien en Narnia del cual estuvieras...ya sabes...que tuvieras sentimientos por...—titubeó cuando la atención de Caspian se centró en él otra vez con asombro evidente en sus ojos.

—Estoy seguro de que nunca te he dado razón alguna para suponer tal cosa.

Edmund no podía negar que era cierto. El comportamiento de Caspian en los últimos días, tanto con Cara como con el mozo, lo había demostrado.

—No —respondió finalmente con un poco de tristeza—. Sólo pensé que...

—Edmund.

La voz de Caspian estaba fuertemente controlada y Edmund lo miró con sorpresa ante el estrés que claramente podía escuchar.

—Edmund —Caspian continuó después de aclararse la garganta ligeramente—. Me gusta Cara y yo le gusto. No puedo ver el futuro y no sé lo que puede pasar. Sé que tengo el deber como rey de Narnia de casarme y producir un heredero—Caspian hizo una pausa y Edmund lo escuchó tomar una profunda respiración antes de continuar— El amor...El amor y el deber no siempre van juntos. Hay veces en las que no puedes tener ambos pero puedes tener amistad, compañía y honor en su lugar. Como un rey formal de Narnia, deberías saber esto.

Edmund sólo pudo asentir, todavía sorprendido por la tensión no sólo en la voz de Caspian sino en todo su cuerpo. Después de un momento, Caspian también asintió y luego con un movimiento rápido con gracia, se movió hacia delante, saltó por encima de la barandilla de la terraza y desapareció en la oscuridad y

Edmund se quedó con la sensación inquietante de que Caspian había estado tratando de decirle algo más también. Algo que se había perdido por completo.

 


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