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Punto de quiebre por malugr

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La puerta amenazaba con romperse en pedazos a consecuencia de los violentos golpes.

- ¡CIEEEL!

Claro que se quien eres, aún si no pudiera escucharte seguiría sabiendo que se trata de ti, porque tu cuerpo habla un idioma que no es para los oídos, es solo para nosotros, para nuestras pieles que se atraen como imanes.

El hombre a mi lado ahora parecía molesto, indignado por el Escándalo que algún inadaptado hacía en la puerta de su habitación. Pobre de él, ignora lo que está por sucederle, Sebastián no le perdonará.

Se levantó de la cama al tiempo que maldecia y colocaba una bata para poder abrir la puerta.

- ¡Maldición! Basta de golpes. Como dejan que estas cosas ocurran en un lugar tan caro.

Mi cuerpo no se movía, estaba recto y mi rostro se mostraba una calma solemne, pero por dentro estaba petrificado y ansioso. ¿luego de que abriera, que ocurriría?

Mi corazón latía con cada paso que aquel hombre daba hacía la puerta y de pronto hasta las manecillas del reloj seguían aquel sinuoso compás, era un macabro ritmo, una imparable cuenta regresiva.

Su mano se estiró hacía la cerradura y casi pude sentir el frío metal, como si fuese yo quien se disponía a abrir. Los golpes se detuvieron a advertir que alguien estaba quitando los seguros. Podía imaginar cómo Lucía su rostro, retorcido por la ira con sus enormes ojos azules, ennegrecidos de rabia.

abrí aún más mis ojos y trague con fuerza, yo debía lucir seguro y sin miedo, o el me acabaría. Tenía la sensación de que había pasado una eternidad desde que el malhumorado rubio se levantó de la cama hasta el momento en que sus manos quitaron el pestillo. Pero por fin la dramática espera había terminado, el pomo de la puerta giró y sin darme cuenta mis ojos se cerraron, exhale todo el aire que habían retenido mis pulmones y en ese último suspiro su nombre escapó de mis labios... Sebastián...

Y la puerta se abrió.

Su ropa estaba desarreglada y las marcas bajo sus ojos me indicaron la mala noche que había pasado. Tenía los puños apretados y sus ojos puestos directamente sobre mi, como si hubiese sabido exactamente donde estaba incluso antes de que se abriera la puerta. nuestros ojos se encontraron y yo no me había equivocado, eran oscuros, teñidos de frustración. De pronto algo lo distrajo.

- ¿Quien diablos es usted y que es lo que busca?- vocifero mi acompañante.-

  Ahora Sebastián le miraba a el.

Su rostro se deformo por la rabia y sin más preámbulos uno de sus puños impacto contra la cara del recién levantado. Aturdido por el golpe su cuerpo se tambaleo pero Sebastián no dio tregua, sus manos le tomaron por los hombros y lanzaron contra el mini bar y varias botellas se partieron, el blondie se reincorporó y levantó sus manos listo para defenderse. 

Con cautela me levante del sitio en el que estaba y ocupe un lugar más al borde de la cama, mis ojos seguían fijos en ambos hombres.

Sebastián avanzó frenético hacía su oponente y de nuevo arrojó un golpe, esta vez el puño fue esquivado, blondie se movía con cierta agilidad 
Sobre sus propios pies y observaba temeroso los movimientos del endemoniado Sebastián que jadeaba consumido por la cólera sin dejar de ver su objetivo. Ahora fue el rubio quien atacó lanzando un golpe fuerte que tenía la intención de impactar en el rostro de su atacante, pero no fue tan rápido y pronto Sebastián le evitó al mismo tiempo que le cogia por la muñeca, tiro del cachorrito rubio como si de un juguete se tratara y su rostro se encontró súbitamente con el puño de Sebas, ahora blondie tenía una abertura profunda en la ceja, producto del impacto. 

la sangre caía por el rostro del lastimado hombre que luchaba por permanecer atentó a Sebastián que de nuevo se abalanzó. Ágiles manos sujetaron a la presa por el cuello y de nuevo Sebastián atrajo el cuerpo del rubio con un tirón, esta vez fue su rodilla la que impactandole en el rostro le rompió la nariz.

Un grito de dolor rugio de su pecho y se ahogó casi inmediatamente con la sangre que brotaba descontrolada, pero había que reconocer que tenía agallas, seguía en pie aún. El cachorro no era un cobarde y hasta era un hábil contrincante, pero no podía ganar esta pelea.

Sebastián se sintió complacido al ver la cara destrozada de aquel hombre, entonces aflojó un poco el nudo de su corbata y se dispuso a terminar el combate. Giró su cabeza y me dedico un mirada, tal vez esperó ver en mi una mirada de súplica, verme conmovido por la injusta golpiza que le daba a un inocente, pero estaba equivocado, yo no me había ni inmutado, le mire fríamente como dándole a entender que ya era tiempo de acabar. Sebastián de nuevo vio a su aturdido rival del que yo no sabía ni el nombre, giró agilmente sobre una de sus piernas y con una patada fulminante al rostro el tierno amante de los ojos castaños calló inconsciente al suelo. Ya había terminado con el.

En la esquina de la cama yo permanecía sentado, una pierna cruzada y mis manos apoyadas despreocupadas en el colchón. Le veía con indiferencia, como si su combate solo hubiese sido un fastidio. La verdad es que estaba furioso, ahí estaba y su maldito rostro me recordaba los delirios de la noche anterior.

Sebastián camino hacia aquel cuerpo inconsciente, pasó una de sus manos entre el cabello dorado y sus dedos se cerraron en un puño, con fuerza tiro de él y le levantó a medias. Ahora me miraba y avanzó con el cuerpo a rastras acercándose, galante y con manos bañadas en sangre, era como una pantera negra que sujetaba triunfante a su presa. Pronto estuvo de pie frente a mi y levantó el ensangrentado cuerpo a la altura de mis ojos. La verdad es que no quedaba mucho del hermoso rostro que había dormido conmigo.

- ¿Esta es la rata por la que pretendes dejarme?

Mi boca no se abrió, yo seguía mirándo el malogrado estado del cachorro.

- Puedo arreglar que te lo envuelvan, para que le tangas bajo tu cama luego de que me marche. Quizás quede un poco estúpido por los golpes, pero estoy seguro de que sólo necesitas que se ponga duro. ¿Follar es follar, no?

Sebastián abrió su mano y el cuerpo se desplomó contra el suelo. Mis ojos se voltearon hacía el desafiantes. Me levante.

- Faltan cuatro días para que te largues ¿que más da si comienzo a salir con otro desde ahora?

- Tu no podrías salir con este cursi hijo de perra ni aunque lo intentaras con todo tu testarudo ser. Además tenemos un trato al que como bien has dicho, le quedan cuatro días.

Mis manos recorrieron las manchas de sangre que había salpicado en la camisa de Sebastián.

- ¿Te molesta mi falta de compromiso con nuestro trato? Porque me parece que en realidad sólo padeces de unos insufribles celos.

De pronto me encontraba molestando a Sebastián, jugando con mi propia suerte. Ahora mis manos arreglaban el cuello de su camisa y lo miraba con altanería.

- ¿Celos? No demasiados, después de todo ¿no estuve más yo contigo anoche que este infeliz?

Mi cínica sonrisa de pronto se extinguió.

- Que estupideces dices.

Ahora una de sus manos tomo mi mentón obligandome a mirarle.

- Ciel ¿te sabes si quiera su nombre, o fue el mio el que susurraste mientras te corrías? ¿No sentiste más mis manos que las de él?

Su pulgar se paseo suavemente por la comisura de mis labios, que estaban aún rotos.

- ¿No fue pensando en mi boca que te reventaste los labios a mordiscos?

Su expresión seguía sería, no estaba solo tratando de molestarme. De pronto inconscientemente mi cuerpo se levantó sobre las puntas de mis pies, pasando mis manos por su cuello, le besé. Había sentido una sed de él que por fin comenzaba a calmarse a medida que me correspondía. Un beso largo y profundo para sincerarnos, claro que el estaba celoso y claro que yo le había deseado toda la noche, pero ninguno lo diría, no con palabras, había demasiado orgullo de por medio que ninguno estaba dispuesto a perder.

Me separe de él y mis manos buscaron el nudo de mi bata para deshacerlo, me miraba concentrado como disfrutando del espectáculo, pero cuando estuve a punto de dejarla caer para quedar por completo desnudo, Sebastián dio un paso atrás.

- No puedes solo ofrecerme tu cuerpo para escapar de esto, esta vez va a costarte más.

Baje mis manos a los lados y entendí por su mirada que no iba a escapar de lo que el quisiera hacerme.

- Muy bien, entonces toma tu venganza Sebastián y saldemos nuestras cuentas.

Sebastián reviso el bolsillo interno de su chaqueta y sacó un pequeño frasco y un pañuelo. Humedecio la blanca tela con el transparente líquido. Mis ojos no se apartaron de él hasta que hubo terminado y me miró de nuevo

- ¿Estas asustado ciel? - Avanzó hacía mi con el pañuelo en una mano.-

- No te daria esa satisfacción. - Sonreí despreocupado. -

Una de sus manos paso detrás de mi cabeza hasta mi nuca y la otra alzó el pañuelo hasta mi rostro y lo presionó contra mi boca y nariz.

- Como era de esperarse del orgulloso Ciel phantomhive.

Tome una bocanada de aire y de inmediato senti el mareo característico del cloroformo. Los brazos de Sebastián evitaron mi choque contra el suelo. Poco a poco me hundi en la inconsciencia y sin más, todo se oscureció.


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