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Segundas Partes por Rising Sloth

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Notas del capitulo:

Bueno gente, esta vez si que no he tardado tanto, eh. A menos que lo compareís con aquella época de mi vida en que escribía un capitulo por semana, en ese caso he tardado un huevo. Que lastima hacerse vieja...

Capitulo 9. Adicto al trabajo

 

Cerró los ojos en un vano intento por que sus lágrimas no se derramaran y apretó los labios con fuerza. Sus manos y hombros temblaban. Sentía como el estómago se le encogía y sus pulmones se convulsionaban. Lo intentaba, de verdad que intentaba contenerse, pero aquella imagen de su padre, de Shanks, estaba siendo demasiado fuerte.

Su pecho se contrajo por completo. Ya no pudo más. Estalló, sin poder hacer nada, llenando con su voz aquella habitación de hospital con una arrasadora y estruendosa carcajada.

-Luffy... -sonreía Shanks intentando no enfadarse-. ¿Te importaría parar, hijo?

El chico no hacía caso, estaba demasiado ocupado revolcándose por el suelo cual croqueta, medio muriéndose de la risa. Una reacción algo exagerada, pero entendible.

Se imaginó lo peor cuando le permitieron salir de clase porque su padre estaba en el hospital. Y claro, al relajarse y ver que Shanks iba luciendo, a parte de algún que otro moratón por la cara, una escayola robusta como un tanque en la pierna y un collarín que le dejaba el cuello tieso pues...

-¡Pero que tonto eres Shanks!- le dolía el estómago debido a su hilarantes espasmos- ¿Quién se cae de esa manera?

-Los que tienen la suerte de convivir con alguien como tú -suspiró con resignación.

-¿¡Qué!? ¡Ni que yo fuera el que te ha tirado por las escaleras!

-Pisé el patinete que tú no recogiste.

Luffy recibió aquella revelación con una boca terriblemente abierta. Como si le acabaran de decir que era la célula madre de un arma biólogica. Su padre, recibiendo una cesta de remordimientos, estuvo a punto de empezar a menguar su culpa con alguna palabra amable.

-Se llama skate, Shanks -le explicó con el típico aire de niño que se cree más listo que su padre-. Que no te enteras de nada.

Si el pelirrojo no hubiese estado tan convaleciente y se hubiese considerado menos viejo le habría rodeado el cuello con sus propias manos. Pero desgraciadamente se sentía demasiado dolorido y mayor.

Desvió la vista de el chico al escuchar el móvil vibrar en su mesilla e noche, lo suficiente lejos para no poder alcanzarlo por su propia cuenta.

-Anda, Luffy, pásame el móvil que seguro que es Mihawk.

-Sí- contestó diligentemente como tan diligente le pasó el móvil a su padre.

Shanks descolgó.

-Diga.

-¿Cómo te encuentras?- oyó la voz seca de su marido.

-¿Estás preocupado? -preguntó divertido-. Eso me sorprende un poco.

-Tengo mucho trabajo que hacer Shanks -soltó con impaciencia-. Más si no vas a venir hoy.

-Vale, vale... Estoy bien. Me ha dado un par de semanas de reposo, pero a parte del ridículo que he hecho y de las insultantes carcajadas de mi hijo todo va bien.

-Un par de semanas... -pronunció con molestia-. En cinco días viajábamos a Londres.

-Ya, ya lo sé. No se me ha olvidado. Hablaré con Marco y le diré que busque alguien que pueda acompañarte.

-El que me acompañe no va a ser capaz de hacer tu trabajo.

-No, lo tendrás que hacer tú, más el tuyo propio. Sin embargo, un ayudante no te vendría nada mal.

-Ya me cuesta aguantarte a ti.

-Lo dices como si tu fueras la persona más aguantable del mundo -le replicó-. Déjalo en las manos de Marco, y en las mías también -le intentó tranquilizar-, te buscaremos un ayudante tan bueno como la Anne Hathaway en el Diablo se viste de Prada.

-No puedo creer que hayas dicho eso.

-Es la morfina -bromeó-. Me vuelve más homosexual de lo que soy.

-Ese comentario es denigrante.

Shanks rió, pero no mucho porque el collarín le molestaba la justa medida para que se le quitaran las ganas. Hubo un silencio entre las lineas de comunicación.

-¿Quieres que vaya a recogerte?

El pelirrojo sonrió. Eso era un ofrecimiento muy amable de su parte.

-Déjalo. Ahora Luffy me escoltará y cogeremos un taxi.

-¿Estas seguro?

-Claro. No soy ningún inválido. Además, tienes trabajo de sobra. Ya nos veremos en casa.

-Esta bien.

-Hasta la noche.

-Hasta la noche.

Colgaron casi a la vez. Shanks buscó a Luffy con la mirada, encontrándolo en la cama libre, viendo la tele y devorando impunemente una bolsa de patatas fritas. El mayor suspiró y tecleó para empezar una llamada a Marco.

-¿A quién llamas?- preguntó el joven sin apartar la vista del televisor ni dejar de engullir.

-A Marco.

-¿Por qué?

-¿Me oyes hacer la llamada y no oyes lo que he hablado con Mihawk?

-No me interesaba.

-¿Y esto te interesa?

-Es por darte conversación.

-...

-...

-Mihawk necesita un ayudante para que lo acompañe a Londres. Visto que, en tales circunstancias -se señaló con la mano-, a mi me es imposible.

Luffy paró de comer, como si alguien hubiese accionado su botón de stop, aunque Luffy nunca tenía botón de stop. Miró a su pelirrojo padre.

-¿Puede ser cualquiera?

-Cualquiera que esté capacitado -dijo no muy convencido de como estaba avanzando la conversación. El niño le podía salir por cualquier lado.

-¡Que sea Zoro!

Y ese lado fue por el que salió.

-Zoro entró a trabajar con nosotros hace pocos meses. No creo que sea el más indicado.

-¡Es el más indicado!

-Iría con uno de los dirigentes de la empresa a pactar con asuntos cruciales. Es mucha responsabilidad.

-¡El es muy responsable!

-Se le sometería a una presión enorme.

-¡La presión no lo derrotara!

-Existen demandas contra tráficos de influencias, Luffy. No dudo de las capacidades de Zoro, pero lleva muy poco con nosotros, no conoce tan bien la empresa, es mejor mandar a otra persona.

-Mmmm...- Luffy puso esa cara que solo mostraba cuando estaba intentando codificar algo, algo con un alto porcentaje de resultar inflamable-. No lo entiendo -dijo con simpleza.

-¿No lo entiendes?

-Mmmm... -Shanks estaba empezando a ponerse nervioso-. Es que... Si mandar a una persona que puede hacer un trabajo bien hecho es enchufe, entonces, entrevistar a un empleado para ver si es buen amigo de tu hijo sería abuso de poder ¿no?

Punto.

-Es que si fuera así le deberías una a Zoro.

Set.

-Una muy goooorda.

Y partido.

 

 

 

El turno de consultas de Law terminó dando paso a su corto descanso de la mañana. Necesitaba un poco de aire fresco, así que como de costumbre iría a congregarse con sus compañeros fumadores a las puertas de salida y entrada de Urgencias, aunque él no fumaba. Pero antes necesitaba un café.

-Un solo por favor -pidió en la cafetería del hospital-. Para llevar.

Tras esta última indicación se quedó esperando mientras se destensaba los músculos y se relajaba un poco, con ese cierto aire de satisfacción tras haber cumplido bien con tu deber. No sabía si se estaba convirtiendo en un empedernido adicto al trabajo, pero en esos últimos tiempos era con lo único que conseguía despejarse realmente.

Recapacitó sobre esto, mas no las tenías todas consigo. ¿De verdad el trabajo era su medio de paz? Podría ser, sin embargo, también cabía la posibilidad de que el hospital fuese su único medio para evadirse de aquella catástrofe de la naturaleza llamada Luffy, visto que allí estaba a salvo de él, visto que allí no se lo encontraría, a diferencia del metro o el piso, donde en ambos sitios hacía sus avasalladoras apariciones. Aunque en el caso del apartamento era de manera más esporádica, más puntual, y siempre para buscar a Zoro. Sí, a Law se le ofreció en esas veces que acompañara el niño mono y al peliverde, pero declinaba las ofertas, evidentemente.

Pero, si eran así las cosas, si de verdad le era más fácil la vida cuando tenía la ciencia cierta de que Luffy no iba a llegar como una estampida poniéndolo todo al revés ¿No debería, entonces, subir a otra línea de metro en la que no coincidiera con la del chico? Así su relajación sería completa, no tendría pensamientos que se retroalimentaban y nadie le sugeriría estupideces como que estaba enamorado.

Es lo más conveniente, pensó.

De todas formas, aunque uno piense lo que le conviene y lo que no, a veces no le dan a elegir. Como cuando te colocan el café por delante, que aunque lo pidieras para llevar, no evitas darle un sorbo, más por tradición que por otra cosa, y el objeto de tus pensamientos retroalimentados aparece de sopetón consiguiendo que se te salga todo el líquido caliente por la nariz.

-¡Que hambre tengo! -así como hizo Luffy-. Deme tres bocatas con toda la chacina que pueda, cuatro paquetes de donut, dos cañas de crema, unos donetes y una cocacola light. La cocacola es para mi padre.

Law fue a por el servilletero para limpiarse, todavía expirando café y tosiendo. Llamando la atención del más despistado, sobre todo del niño que se había colocado a su lado.

-¡Torao! -exclamó con una alegría innata- ¿Qué haces aquí? ¿Estas enfermo?

Enfermo le tenía él.

-Trabajo aquí.

-¿En serio?- su exagerada sorpresa le irritó bastante, ¿no le había dicho ya más de una vez a que se dedicaba? Para colmo Luffy miró su uniforme verde y bata blanca uniendo todas piezas en su cabeza- ¡Es verdad! ¡Que eras enfermero!

-Soy médico -corrigió con ira contenida.

-¡Eso!

-...

-¿Y no tendrías que estar operando o algo?

-Estoy en mi descanso.

-¡Ah! ¡Entonces comamos juntos! Ah, espera... no puedo. Mi padre es un torpe y lo tengo que llevar a casa.

-¿Tú padre está aquí?

-Sí, pero no es nada grave. Solo se calló del skate.

-¿Del skate?

-Sí, esa tabla con ruedas que...

-Sé lo que es un skate -la voz se le alzó sola con un claro deje de hartura.

-¿Entonces para qué me preguntas?

-... -sin saberlo, era la segunda persona del día que tenía ganas de rodearle el cuello con las manos.

En la barra pusieron todo lo que había pedido Luffy, que no tardó ni milésimas de segundo en abarcarlo todo entre sus brazos.

-Bueno Torao, tengo que irme. Pero ya que sé donde trabajas podré venir a verte.

-Un momento, ¿qué?

-Sí, sí. Incluso puede que pueda venirme contigo un ratito y así veo como trabaja un médico -le mostró todos sus dientes y alguna que otra encía-. Aunque ahora que lo pienso podría haberte seguido desde el metro pero ¡bah! ¿qué más da? -se rió-. ¡Ay! ¡Que me tengo que ir! ¡Luego nos vemos Torao!

Se fue yendo dejándole con la boca abierta. Recordó vagamente cuando tuvo la inocente e infantil idea de ignorar a Luffy. Fueron bellos tiempos, algo melancólicos, pero bellos.

 

 

 

-Sí, gracias Marco por ocuparte de todo. Ya vamos hablando-. Shanks colgó con otro nuevo suspiro y se llevó una mano a la frente, cerrando los ojos.

Desde luego, Luffy no era lo que se podía decir una persona inteligente, pero para cuando algo le interesaba podría llegar a ser soberanamente listo.

Resopló. Ahora sólo quedaba lo más difícil, que era informar al otro dirigente de la revista. Dudaba de que forma pudiera caerle la noticia. Su marido no era una persona con prejuicios, aun así, al pelirrojo tampoco se le había olvidado aquella pequeña toma de contactos que Mihawk y Zoro habían tenido en su despacho, y realmente pensaba que esos dos se parecían lo bastante, y lo bastante poco, como para llevarse mal.

¿Acabaría bien la cosa?

 

 

 

La rutina de un periodista era agobiante. La rutina de un periodista en Grand Line era igual de agobiante, a veces incluso peor. Nadie tenía muchos segundos para dedicarse a si mismo, menos si se trataba de alguien con el puesto de jefe de secciones. Había mucho que hacer y en muy poco tiempo. Había que ordenar una lista las prioridades.

De esa lista de prioridades estaba, en uno de lo primero lugares, el organizar un viaje a Londres para uno de sus jefes y un periodista recién llegado a lo que era esa gran familia. Pero en esa lista de prioridades, al no ser Marco ningún secretario, el avisar a ese recién llegado no se encontraba ni en el top 10 de cosas que era menester hacer con urgencia. Así que para Zoro, cuando fue llamado al despacho de su superior, los asuntos se le vinieron un poco precipitados, por decirlo de una manera suave.

-¿Qué pasado mañana me voy a dónde? - la voz del peliverde se alzó y agudizó.

-A Londres. Con señor Dracule.

Esto es de locos, pensó incrédulo y al borde de un infarto, tenía que ser una broma.

-Pero... ¿Por qué yo? ¿Y Akagami? Tenía entendido que ellos iban juntos a estas cosas.

-Así es, pero el Shanks ha sufrido un accidente y durante las siguientes semanas estará indispuesto.

-Hay gente que lleva aquí mucho más que yo. Tú mismo podrías hacerlo.

-Claro que podría hacerlo, cualquier jefe de sección podría hacerlo. Pero nosotros tenemos que defender nuestros puestos y nadie puede sustituirnos.

-Hay más periodistas en esta revista.

El jefe de secciones mostró un gesto de recelo.

-¿A qué viene esta falta de autoestima? Te creía alguien con más ambición.

Zoro se tensó, más de lo que estaba. Si no fuera por la putada de jefe que le había tocado aceptaría sin dudar.

-Luffy es el hijo de Shanks y es mi amigo. Además estuve saliendo con Ace, que fue el que me contrató. No quiero que la gente piense -como pensaba Mihawk-. que mis ascensos no son por méritos propios.

-Zoro, Todos estamos sorprendidos contigo, ningún periodista ha crecido tanto ni en el doble de meses que llevas a espaldas. Seguramente Shanks te esté poniendo a prueba, pero a la vez te está dando una oportunidad, aprovéchala.

-No creo que yo sea el más indicado.

Marco sonrió, riendo un poco entre dientes.

-Será mejor que cambies de actitud. Aquí no se valora mucho a la gente que no se siente "indicada". De todas formas no tienes ninguna opción. Es una orden que a tu carrera no le conviene desobedecer.

Eso ya lo sabía. En mente le dio la razón. No podía seguir avanzando en su vida laboral con esas mierdas de por medio. Sobre todo teniendo en cuenta que a Mihawk le quedaban como treinta años para jubilarse.

Zoro inspiró fuerzas para levantarse.

-Está bien. Buscaré mi pasaporte.

-Me alegro. Buen viaje. Y no despilfarres el dinero de la revista, que esa ciudad es de las más caras del mundo.

-Solo en cerveza Guinness.

-Esa marca es de Irlanda.

-¿Y yo a dónde voy?

-A Inglaterra.

-¿No son lo mismo?

-Valiente sentido de la orientación... Anda, vete que tengo mucho que hacer.

El peliverde asintió y se dio la vuelta.

-Zoro -le llamó Marco haciéndole darse la vuelta justo antes de que tocara el pomo-. Cuando demuestras que eres capaz de mantener tu empleo y evolucionar como trabajador no importa demasiado que empezaras porque fueras "amigo de cual" o "hijo de tal". Piensa sobre ello.

El más novato sonrió.

-Eres un hombre realmente amable. Sobre todo después de... -dudó-. De lo de Ace.

-Ya...-suspiró molesto-. Tampoco es que vuestra ruptura me pillara de sorpresa. Él se encariña fácilmente y tú eres un adicto al trabajo, era muy difícil que funcionara -apartó la vista de el para empezar a mover algunos papeles-. A parte de que tampoco creo que seas el origen de todos sus males como para que tenga que empalarte.

Le rió la broma, un poco nervioso y, tras despedirse, salió del despacho, dejando a Marco con su trabajo. Respiró, sin que se le quitara del todo aquella pesadez de encima.

Echó una vaga mirada de soslayo al final del pasillo, donde, enfrentándose la una a la otra, se encontraban las dos puertas que daban a los distintos jefes de Grand Line. Se fijó sobre todo en la que tenía el nombre M. Dracule grabado en un letrero dorado.

Le vino una desazón. Mihawk tenía que saber a quién le habían adjudicado como ayudante. Siendo realistas, debería haber sido uno de los primeros en enterarse. ¿Por qué no se había quejado?

 

 

 

Era la víspera del viaje.

Shanks observaba desde la cama, con su pierna escayolada y su collarín, como Mihwak, sentado a la orilla y dándole la espalda, ordenaba sus corbatas para así finiquitar así lo últimos pequeños preparativos de su maleta.

-¿Por qué no te llevas la burdeos? Seguro que así impresionas a los ingleses. Aunque claro, teniendo en cuenta el patriotismo que hay por allí, mejor te vendría una con los colores de la bandera y la cara de su reina estampada en ella.

El moreno rió su gracia de una manera bastante discreta.

-Me llevaré la burdeos. Por cierto, ¿Quién va a acompañarme? Todavía no me lo has dicho. ¿No habrás olvidado llamar a Marco?

-Es Zoro -dijo así tal cual, si vaselina o dilatadores. Llevaba días pensando que esa era la mejor opción.

Mihawk se quedó parado un segundo, a continuación se volvió para mirarle.

-¿Zoro?-Shanks le notó un raro tono de voz-. ¿El chico de pelo verde que está en Entrevistas?

-Sí.

-Ese chico es muy nuevo -se quejó, tranquilo, como si solo estuviese haciendo un apunte.

-Lo sé. Pero tambíen es como un monstruo en lo suyo. Tú mismo lo dijiste cuando revisaste sus artículos.

-No creo que dijera "monstruo" -afirmó cortante.

-Mira, sé que a priori no te ha dado vibraciones optimistas. Pero es buen chico, trabaja como nadie y no te dejará colgado. Es todo lo que necesitas.

Pareció que iba a replicar, pero Shanks debió haberse equivocado puesto que Mihawk no dijo nada más, al menos no respecto a ese tema.

-Está bien. Voy a por el cepillo de dientes.

Se levantó y salió de la habitación. El pelirrojo suspiró aliviado, lo último que quería es que su marido descubriera que su hijo le había convencido de que enviara al peliverde, porque eso significaba una buena reprimenda, y él no estaba para reprimendas. Ya se lo había dicho el médico, necesitaba reposo.

 

 

 

No durmió en toda la noche. Hizo un esfuerzo por ello pero no pudo. Se paseó por el apartamento, intentando relajarse, probando si así le entraba sueño. Al final todo lo que consiguió es que Law se levantara a las cuatro de la mañana y le amenazara con hacerle una autopsia, por muy vivo que estuviera.

Lo más raro era que no sabía cómo definirse. A primera instancia, teniendo en cuenta el insomnio, debía de deducir que nervioso. Pero no se sentía que estuviera nervioso. Tan solo sentía que... estaba.

Finalmente, a llegar la hora de marcharse, ya se había pasado casi dos horas sentado en el sofá, con los puños en la boca y los codos sobre sus rodillas, echándole cuentas al infinito.

Miró el reloj e inspiró un aire que le supo extraño, irreal. Se puso en pie, colocó su mano en el asa de la maleta y, tirando de esta, se fue.

Si ocurrió algún incidente aquella mañana desde luego no fue a él. Una taza de café caída, una grúa llevándose un coche, un cristal roto, un semáforo en rojo, un atraco en una sucursal bancaria... Nada de eso le ocurrió a él. Todo transcurrió sin incidentes. Todo se desarrolló con normalidad.

Puede que esa normalidad fuera lo que precisamente no le permitía reaccionar.

Llego a la terminal C del aeropuerto con el tiempo justo, porque, visto que como todo iba como siempre, no podía faltar que se perdiera un poco. Lo único que le quedaba era llegar a la puerta 138. Apretó el asa de su maleta, de repente ya no se sentía tan tranquilo.

Encontró de lejos el sitio donde debía conseguir su tarjeta de embarque y se dirigió hasta allí, sorteando gente y teniendo una vista más clara de la facturación de maletas.

Y fue en ese momento cuando le vio.

Los pies de Zoro se pararon, se quedó con los ojos puesto en él, como si fuese la primera vez que lo viera, como aquella primera vez que le vio. Estaba ahí, en el pequeño claro que se había formado en medio de todo ese exagerado cúmulo de personas, mirando su reloj, sin que diera la mínima idea de que se le iba y venía por la cabeza.

Algo le obstruía el pecho, pero decidió ignorarlo. Su trabajo dependía de lo bien que pudiese ignorar todo aquello.

Hizo de tripas corazón y se acercó.

-Mihawk -no supo que fue antes, si que él lo llamara o que el otro alzara la cabeza para mirarle-. Estoy aquí.

 

Continuará...

Notas finales:

Y hasta aquí. Me gustaría deciros que no tardaré para la próxima, pero ni como yo misma lo sé, prefiero callarme xD


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