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Terror en los Cárpatos por Nyx Dellamorte

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Notas del capitulo:

¡Hola! Solo paso por aqui para dejar la actualizacion.

 

IV

Ambos reanudaron la marcha en completo silencio. La mirada de Cid se perdió de nuevo en el cielo estrellado. Los astros parpadeaban como cirios temerosos, anunciando algún presagio funesto. El gemido del viento esta vez fue palpable. El eco de una voz se fue diluyendo en los oídos de Sísifo hasta morir en un triste lamento.

 

— ¡Mierda! —exclamó Sísifo.

 

Parecía desorientado, su mente giraba aturdida en el afán de sentir o escuchar algo…

 

— ¿Se trata del nacimiento de una estrella maligna? —Preguntó Cid, a la expectativa.

 

—No puedo asegurarlo… las estrellas traen desolación y muerte en el sitio de su despertar… por eso debemos estar atentos…

El dolor oculto en el pecho de Sísifo, amenazaba con salir a flor de piel y arrebatar su espléndida sonrisa,  el brillo del sol en su mirada y la dulce calidez de su corazón.

 

La tristeza evidente de Sísifo, representaba una novedad para Cid… y una auténtica tragedia. No estaba dispuesto a permitir que el mundo prescindiera del gesto risueño y jovial, que inspiraba tanto a los demás tanto dentro como fuera del santuario.

 

Sísifo sintió como el menor colocaba una mano sobre su hombro… «Estoy contigo» parecía decir, con un suave impulso hacia adelante, aunque en sus labios no se articuló ninguna palabra.

 

Tomaron las cajas de pandora y siguieron el murmullo vacilante del viento. Pasaron de largo por la ciudad de Gigen3, hasta llegar a las riberas del rio Iskar; afluente del Danubio, a su paso por un desfiladero rocoso de Stara planina4. 

 

Frente a ellos, el paisaje nocturno se iluminaba por el fuego de unas antorchas, abriéndose camino por las densas tinieblas.

 

Un grupo nutrido de personas, formaba una especie de corro. Se trataba de una caravana gitana que rodeaba el cuerpo desnudo de una jovencita que aparentaba catorce o quince años de edad. Su cadáver había flotado en el rio, sin presentar signos de putrefacción, a pesar de que la corriente bien pudo arrastrar a la chica por días o incluso semanas.

 

Una anciana con aspecto de hechicera, se percató de la presencia de los jóvenes. Llevaba un pañuelo rojo atado en la cabeza llena de rizos grises, y sus manos adornadas por una confusión imposible de pulseras coloridas.

 

— ¿Vosotros sois hombres del santuario o me equivoco?…

 

La anciana se dirigió expresamente hacia Cid —en un castellano aceptable— adivinando su origen ibérico.

 

—Soy Casandra…  la vieja vidente de esta tribu Rom… Los esperaba…

 

Las pupilas de la anciana refulgían con una vivacidad salvaje, negra y demasiado juvenil, bajo los parpados apergaminados. Sísifo clavó su mirada en los ojos negros y después en el viejo rebozo que una doncella extendía para cubrir el cuerpo mutilado.

 

—Sage me advirtió de su llegada, nos dirigíamos a su encuentro…

 

— ¿Sage? —Sísifo estaba a punto de preguntar algo cuando vestigios de un cosmos pequeño, insignificante, concentrado en el último suspiro de la frágil niña que yacía muerta en la orilla del Iskar; fueron depositados por el viento, en la palma extendida del griego, para dar testimonio de su horrible fin…

Alguna vez respondió al nombre deMelina y había sido una hermosa muchacha, llena de sueños y esperanzas.

 

Pudo distinguir el deseo que había impulsado a la jovencita, a escabullirse de su hogar y su aldea; el amor adolescente. Sin embargo nunca llegó al encuentro de su amado.

 

El arquero sintió el palpitar asustado de aquel tierno corazón, mientras corría, intentando abandonar el camino, e internarse en la penumbra del bosque, huyendo de sus captores.

 

Sintió cómo el miedo de Melina había ido en aumento, hasta convertirse en pánico, a medida que se aproximaba el sonido de los cascos en galope, los resoplidos agitados del tenebroso jinete, la risa psicótica que celebraba de antemano, el éxito en la cacería de vírgenes pálidas. Después sintió el contacto de las manazas que habían atrapado a Melina por detrás, y la habían forzado a subir al negro carruaje.

 

Sísifo vio un grabado peculiar. Tres colmillos de plata de un lobo cruel, temerario y lujurioso, sobre un campo de gules. Era el dragón dacio5; enroscado, escupiendo fuego, sacudiendo las membranas de sus agallas y mordiendo su propia cola.

 

Melina fue una prisionera más, en el castillo embrujado. Ultrajada, sodomizada. Su incipiente vello púbico fue quemado con la llama de un cirio. Nunca hubo un regocijo diabólico semejante a los sueños perversos de aquella criatura, cuya lascivia y crueldad sobrepasaba con creces cualquier tipo de desviación sexual.

 

La niña abrazó la muerte con ansias, luego de muchos días y noches de incansables torturas, en la oscura y pestilente mazmorra del viejo castillo, encerrada en la doncella de hierro6.

 

Sísifo se quedó de pie, petrificado. La palma que protegía el pequeño cosmos ahora se aferraba en un puño furioso, en un intento desesperado e inútil de contener la disolución del mismo. El peso insoportable de las húmedas pestañas, obligó al apuesto joven a cerrar los ojos y abandonarse al terrible deseo de castigar al culpable.

 

Cid percibió la variación en el cosmos del griego y el intenso pesar que oprimía a su elevado espíritu.

 

— ¡Vamos, Sísifo! —Susurró a su oído—. No debes cargar con todo ese miedo y dolor tú solo…

 

El castaño abrió los ojos abruptamente, sus pupilas se desenfocaron en el intento de buscar la mirada del menor. No comprendía aquellas palabras.

 

— ¿Qué quieres decir?... —alcanzó a mascullar, luego de luchar contra un nudo de rabia contenida.     

             

—Digo que eres demasiado bueno… no podrás salvar a todos por mucho que lo intentes… —Al momento, Cid se percató de que sus palabras podrían parecer imprudentes—. ¡No quise decir eso!... Solo intento…

 

—No… no digas más... te entiendo. Todavía pretendo ser un estúpido temerario…—Sísifo calló de pronto.

 

 «Demasiado bueno»… no pudo distinguir si aquello era un halago o un reproche, pero Cid tenía razón, como alguna vez la había tenido Aspros al advertirle sobre atacar a los centauros que asaltaron aquella aldea, siete años atrás.

 

Un arrebato arruinaría todo.

 

El hispano extendió el brazo, para dejar caer su mano nuevamente sobre el hombro del heleno, y esta vez, Sísifo no lo pensó para aferrar aquella mano con la suya, y entrelazar los dedos para sentir la calidez del roce. La cólera efervescente de Sagitario se disipó en el acto.

 

La anciana los observó detenidamente y luego se volvió a dirigir a Cid.

 

—Cuida a ese muchacho; su corazón es fuerte y valeroso, pero también vulnerable… esa es tu misión y también tu destino... Pero tú ya lo sabes ¿O no te habías dado cuenta todavía?

 

3. Gigen (En búlgaro h3;l0;k5;kl5;) es una ciudad del norte de Bulgaria, parte de la Provincia de Pleven. Está situada junto al Danubio, y termina en el lugar donde el río Iskar desemboca en él. Gigen es muy famosa por estar construida en el sitio de la importante colonia romana de Oescus.

4. Los montes Balcanes (i7;m0;k2;lk2; l7;l3;k2;l5;l0;l5;k2;, Stara planina, "montaña antigua" en búlgaro y serbio) es una extensión de la cordillera de los Cárpatos, de la cual se encuentra separada por el río Danubio en el punto llamado Puertas de Hierro (en las actuales fronteras entre Bulgaria, Rumania y Serbia).

5. Los autores clásicos consideran a los Dacios una rama de los Getas, un pueblo tracio conocido desde la Grecia antigua por los escritos.

6. El verdadero peligro de la Doncella de Hierro, que semejaba un ataúd vertical con dos puertas que se abrían para alojar a los desdichados prisioneros, eran los afilados clavos ocultos en su interior, dispuestos de manera que se ensartaban en diversas partes del cuerpo en cuanto la doble puerta se cerraba, pero sin afectar a los órganos vitales, lo que alargaba horriblemente el martirio.

 

Notas finales:

Gracias por su lectura...


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