Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Deseo... amar por Haruka Eastwood

[Reviews - 141]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola!! Lamento la demora, pero este capítulo me costo mucho :3 no maten a la escritora, Haruka los ama y favor de leer notas finales nwn

 

¡Sin más preámbulos a leer!

Titulo: Deseo… amar

Resumen: Naruto sabe que lo único que le faltó en la vida fue alguien a quien amar, y el destino está a punto de cumplir su deseo. 

Categoría: Naruto

Clasificación: No menores de 16 años

Género: AU, Romance. 

Advertencias: Lemon, mpreg.

Autor: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Deseo… amar

Capítulo 11: Quédate conmigo

Sin ánimo de nada, Gaara terminó por hacerse un ovillo en el centro de la cama. Todo había sido su culpa, por su irresponsabilidad, Naruto estaba en el hospital debatiéndose entre la vida y la muerte. Ni siquiera fue capaz de reaccionar cuando lo vio caer de rodillas con una expresión que no sabría definir, sólo sintió miedo, anclándose al suelo, creyendo que su mundo se detendría mientras lo veía caer, desgarrándose el pecho entre alaridos que le erizaron la piel, haciéndolo sentir aun más culpable, avergonzado y con un sentimiento extraño por haberlo decepcionado gracias a un momento de calentura.

En un principio, Shukaku había ido a verlo porque se lo pidió varias veces, evidentemente, no se detuvo hasta que consiguió convencerlo. Creyó que aquel día era perfecto para presentárselo a Naruto como su novio formal, y muy posiblemente su futuro esposo, le emocionaba y le ponía de nervios, sabiendo lo protector que era aquel Namikaze, quien de cierta forma cubría el rol de padre. Todo empezó como una tarde cualquiera, hablaron en la sala sobre temas triviales y en determinado momento ya se encontraban en la cocina dispuestos a preparar algo sencillo para celebrar el anuncio de su noviazgo.

Los juegos y las caricias subidas de tono aumentaron la intensidad del momento y antes de que se diera cuenta, ya se encontraba sentado sobre la isleta de la cocina, mientras sus labios eran devorados salvajemente por Shukaku que retiraba sus prendas con cierto desespero, deslizando sus manos sobre su cuerpo para excitarlo. Después de eso ya nada importo, acabó haciéndolo ahí mismo sin medir las consecuencias, aunque ahora era que se lamentaba por de su imprudencia.

—Gaara…

Con la culpa siendo reflejada en sus hermosos ojos turquesa, levantó el rostro, observando a Shukaku ahí, de pie junto a su cama mientras sostenía una humeante taza de té entre las manos, dedicándole una mirada preocupada o puede que de lástima por lo ocurrido.

—Todo fue mi culpa.

—Naruto estaba enfermo…

—¡Aun así! —volvió a esconder su rostro entre sus piernas—. Jamás debimos hacerlo en la cocina, es su casa y le debo respeto… Shukaku… jamás me lo perdonaría si él…

—Shh —delicadamente le rodeó con sus brazos, llenándolo de mimos—, no pienses en eso. Naruto aun es joven, estoy seguro que estará bien y todo esto quedara en el olvido.

—Él siempre estuvo conmigo… confió en mi cuando nadie más lo hacía. Me dio un hogar cuando mi padre decidió que no deseaba volver a verme, incluso me protegió de sus golpes, de sus gritos sin sentido… —sollozó, aferrándose aun más al cálido cuerpo de Shukaku—. Le debo tanto y todo lo que he hecho es darle cada vez más problemas, ni siquiera fui capaz de manejar la empresa sin su ayuda…

El varón no dijo nada, se limito a guardar silencio acariciando los cabellos del doncel, apretando la mandíbula con frustración o puede que celos. Desde que lo conocía le escuchaba hablar de lo maravilloso que era Naruto, de cuanto lo apreciaba e incluso lo escuchó decir que le amaba y que era su familia, hablar de ese mocoso lograba cambiar la expresión seria en su rostro, e incluso le dibujaba una hermosa sonrisa. Se sentía estúpido por tener esa clase de celos hacia un chiquillo que tenía la mitad de su edad, de su experiencia y de sus conocimientos, pero que se comportaba como todo un hombre de negocios, sabía que era alguien confiable, serio y que todo lo que decía Gaara sobre él era cierto.

La verdad —la única que no admitiría aun si le torturaban— era que se sentía intimidado por él, como si en cualquier momento, Naruto le pudiera quitar el amor de Gaara. Era plenamente consciente que su doncel apreciaba y respetaba a ese Namikaze más que a nadie en este jodido mundo. Y su paranoia le gritaba que esa lealtad era tan fuerte que si ese mocoso le decía que lo dejara, su novio terminaría por obedecerle, incluso en sus pesadillas más retorcidas lo visualizo como una amenaza, una tan grande que terminaba siendo pareja de su pelirrojo mientras se burlaba de él.

Era estúpido y egoísta, pero se dijo que si Naruto terminaba por —odiar— alejar a Gaara de su lado después de lo ocurrido, él sería el más beneficiado. Evidentemente no le deseaba el mal, era su alumno y sabía cómo era aquel chiquillo de enorme sonrisa, incluso le había cogido un poco de aprecio, así que rogaba que no fuera nada grave y que pronto estuviera bien.

—Deberías tomarte el té —murmuró lacónico, ofreciéndole nuevamente la taza.

—¿Crees que me odia?

—No lo sé… tal vez —espetó, pero al ver el rostro compungido del menor se arrepintió—, tal vez ni siquiera se haya molestado realmente… quizá solo fue la impresión…

Con la vista baja, Gaara asintió, recordando la mirada preocupada de Deidara, mientras les gritaba que no se quedaran ahí de pie, sino que llamaran a una ambulancia. Debía admitir que de no ser por él, no hubiese podido reaccionar, ya que mientras él observaba petrificado como Naruto se retorcía en el suelo, Deidara intentaba sujetarlo… vaya hijo que resulto ser, y es que ahora también se sentía culpable con aquel doncel rubio a quien juzgo por mucho tiempo.

●●●

Con un poco de impaciencia, Sasuke llevó sus manos hasta su rostro, frotándolas para entrar en calor, faltaban cinco minutos para las cinco y por más que volteaba hacia todos lados intentando no parecer desesperado, no había rastro alguno de Naruto. Suavemente mordió su labio inferior, negándose a pensar en que todo aquel discurso lleno de palabras sentimentalistas había sido una vil mentira, confiaba ciegamente en que Naruto iría, tenía que hacerlo, se lo había prometido.

Aquel varón excéntrico y escandaloso jamás rompería una promesa —o eso quería creer—, sin embargo cuando observó la hora en el móvil, dándose cuenta que ya eran las siete de la noche, sintió una fuerte opresión en el pecho, no era decepción al saberse plantado, más bien era una preocupación casi asfixiante que estaba desesperándolo más de lo que le gustaría admitir. Incluso comenzaba a dolerle el estómago al recordar las palabras de Naruto, rogando para que estuviera bien, para que en cualquier momento apareciera con su estúpida sonrisa, disculpándose por su maldito retraso.

Lo visualizaba todo jadeante por llegar corriendo, viéndolo con nerviosismo al rascarse la nuca, mientras pensaba las palabras correctas para disculparse. E inevitablemente sonrío al pensar que lo torturaría un poco por dejarlo esperando bajo la nieve durante dos horas, primero fingiría enfado, diciéndole que jamás le volviera a hablar y después… después saltaría a sus brazos diciéndole lo idiota que era por preocuparlo, por no llamar, por no aparecer a la hora indicada… gritaría que era un grandísimo idiota por haberlo enamorado tanto como para quedarse ahí, repitiéndose una y mil veces que vendría porque lo prometió.

—Naruto… —su voz se quebró, aun así se negó a llorar, abrazándose así mismo a causa del frio.

Cualquiera ya se hubiese marchado, lo sabía, pero él no era como cualquier mujer o doncel, él esperaría el tiempo que hiciera falta, porque temía que en el momento en que caminara rumbo a su casa, Naruto llegara y al no encontrarlo se preocuparía mucho —o puede que no—, tal vez lo busque con desespero, tal vez llame a su casa y alerte a sus padres… tal vez se desespere tanto como él… tal vez piense que lo suyo se acabo, cuando no es así. Entonces se sintió un tonto, uno tan grande que era capaz de esperar a alguien que nunca llegaría, muy en el fondo sabía que Naruto no iría, pero algo le obligaba a quedarse.

Había dejado de sentir sus manos hace mucho tiempo, aun así apretó el móvil, volviendo a marcar un número que sabía de memoria, obteniendo la misma respuesta. Volvió a morder su labio en un burdo intento por detener el llanto y con la mirada perdida se dedicó a observar el cielo, dejando que los fríos copos de nieve cayeran sobre su rostro. ¿Hace cuánto tiempo que nevaba? No lo sabía, pero debía ser ya mucho tiempo porque su abrigo antes negro, estaba cubierto de nieve al igual que su cabello.

—«El número que marco se encuentra fuera del área de servicio…»

Aquella voz siguió dando el mensaje, pero ya no importaba. Ni siquiera podía marcar a su casa, porque no tenía él número, mucho menos el de Gaara o Iruka, quienes probablemente le dirían que había pasado con Naruto. Vaya, era difícil darse cuenta que realmente no conocía ni lo básico de él. Entonces se preguntó, qué estaría haciendo en esos momentos aquel rubio atolondrado, pero sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando una sombrilla le cubrió de la nieve.

Su corazón pálpito con desenfreno y finalmente las lágrimas fluyeron con libertad. Estaba ahí, no lo había dejado plantado, no le había mentido… realmente estaba ahí.

—Naruto —exclamó aliviado, topándose con unos orbes azules que le observaban con preocupación. Pero no era él, no era a quien tanto había esperado—. Toneri…

—Lamento no ser él —a pesar de su tono lacónico, en su mirada se podía apreciar la furia por ver a la persona que tanto amaba bajo una tormenta de nieve, esperando a un maldito varón que no merecía a alguien como Sasuke—. Estás helado… podrías enfermar.

Suavemente, apartó la cálida mano que le acariciaba con ternura la mejilla. No quería su lastima, mucho menos un sermón por haber permanecido casi cinco horas bajo la nieve, simplemente debía irse y dejarlo ahí, porque eso era lo mejor… ¿Para quién? Era lo de menos, tan solo no podía marcharse porque él podría aparecer… Naruto podría llegar…

—Estoy bien.

—Claro que no —tajó con molestia—. No sé cuánto tiempo llevas esperándolo, pero por la nieve en tu ropa y cabello deduzco que deben ser horas. Sasuke… me importas lo suficiente como para no dejarte más tiempo aquí, esperando a alguien que ambos sabemos, no vendrá.

—No es algo que te importe…

—Me importa —le interrumpió con brusquedad—, tú me importas lo suficiente como para quedarme a tu lado, hasta que te convenza de llevarte a casa.

—No iré a casa.

—Entonces te llevare a la mía, pero no te dejare bajo la nieve.

—No necesito tu caridad, ni tu lastima. Déjame solo.

—Te equivocas, Sasuke. No es ninguna de las dos —resopló con frustración, encarando a ese necio doncel—. Simplemente me interesa tu bienestar.

—¿Por qué?

—Me gustas mucho —le miró a los ojos, mientras le ayudaba a ponerse de pie—. Sasuke, no solo me gustas, sino que me he enamorado de ti, me enamore de tu manera de ser, de tu carácter y de todo tu —sus manos recorrieron suavemente las pálidas mejillas, limpiando el rastro de lagrimas conforme acercaba su rostro al del doncel, quien por primera vez no opuso resistencia—. Déjame quererte… Sasuke, déjame demostrarte que puedo ser mejor que aquel a quien esperas.

—No busco un remplazo, Toneri.

—Jamás dije que sería un reemplazo. Te amo, y lo que más deseo es que me ames, no que veas en mí a alguien que jamás seré.

—Amo a Naruto —apretó los labios mirándolo con enfado—. Me enamore de un idiota, él mismo que no vendrá. ¡Lo sé! Pero él lo prometió y debo esperarlo… quiero hacerlo… no me iré.

No sabía cómo había pasado, mucho menos era consciente del momento en que acepto irse de ahí, tal vez solo estaba cansado, cansado de esperar y de que Naruto le mintiera en cada oportunidad que tenía. Sólo se dejo guiar a la casa de Toneri, siendo sujetado con delicadeza de la mano, sintiéndose un niño pequeño que puede perderse en cualquier momento. Curiosamente esa simple acción le tranquilizo y una vez dentro del departamento del varón, volvió a sentir los labios de este sobre su frente, al mismo tiempo que era envuelto en un abrazo protector…

●●●

Itachi tamborileó con impaciencia los dedos sobre el escritorio. Desde hace un par de horas tenía un mal presentimiento, aun así no le quiso dar importancia, repitiéndose hasta el cansancio que probablemente no era nada, pero después de intentar distraerse sin éxito alguno, acabo cediendo a sus instintos. Bajó las escaleras en completa calma, llegando a la estancia, en donde su abuelo y padre platicaban amenamente en compañía de un buen vino, por lo que buscó a su madre y hermano, pero solo vio a Mikoto quien preparaba té con Obito.

—¿Y Sasuke? —Inquirió intentando aparentar indiferencia.

Mikoto arqueó una ceja, extrañada por la pregunta, aun así se limitó a contestar lo obvio.

—Debe estar en su cuarto, ¿necesitabas algo, cielo?

—No, sólo es curiosidad.

—Me recuerdas a tu padre —canturreó Obito, observando el reloj de la cocina, el cual marcaba las diez de la noche—, igual de sobreprotector o puede que sea controlador —sonrió con mofa—. Pobre de tu novia~ Oh, ya que vas con Sasu-chan, pregúntale si quiere té y galletas.

Con un leve movimiento de cabeza, Itachi se marchó de ahí, sintiendo como el malestar de su estómago se intensificaba conforme se acercaba al cuarto de su torpe hermanito. Inhaló y exhaló un par de veces antes de tocar la puerta, pero no recibió respuesta tras varios intentos. Meditó seriamente en marcharse a su cuarto, ya que lo más probable es que estuviera durmiendo, y si lo despertaba acabaría lidiando con el mal genio del pequeño Sasuke, aunque era preferible eso a quedarse con ese extraño malestar, por lo que cuidadosamente abrió la puerta.

Todo estaba completamente obscuro. Soltó un suspiro pesado, adentrándose sigilosamente, sólo prendería la lamparita de noche y saldría tan rápido como entro, pero al lograr su cometido, se dio cuenta que la cama seguía tendida y sin rastros de Sasuke, tragó saliva escaneando todo el cuarto con desespero. No estaba, simplemente no estaba ahí, e inútilmente quiso creer que se había encerrado en el baño y cuando le llamara, el pequeño Uchiha le gritaría por adentrarse en su habitación sin permiso.

—Sasuke —esperó varios segundos, pero no hubo respuesta—. ¡Sasuke!

Era imposible que hubiese salido de casa para ir con sus amigos o con el torpe de Naruto, seguía castigado, sin mencionar que ya era demasiado tarde para que estuviese afuera. Intentó tranquilizarse y comenzó a buscarlo por toda la casa. Abrió cada puerta, pero seguía sin aparecer, al final opto por salir al jardín, caminando hacia el invernadero y después al kiosko. Sabía que su hermanito se refugiaba ahí cada algo le pasaba, pero al llegar y encontrarlo vacio, sintió como su corazón se detenía.

No le importaba ser paranoico ni lucir alterado, tan solo comenzó a correr hasta la estancia de la casa, viendo a su familia que le dedicaba una mirada de sorpresa por su estado de exasperación.

—¿Itachi, te sientes bien?

—¿Hijo, que sucede? —preguntó dulcemente, Mikoto, poniéndose de pie.

—Sasuke no está.

●●●

Deidara estaba más pálido que nunca. Desde niño odiaba los hospitales, sentía una sensación de ahogo que iba en aumento conforme las horas pasaban. No sabía si llorar, gritar o maldecir a la vida, tan sólo observó por última vez a Iruka que era consolado por Kakashi, antes de salir de ahí. Afuera, el aíre frio golpeó su rostro y le hizo tiritar, obligándolo a abrazarse para conservar el calor. Suspiró varias veces y cruzó la calle para sentarse en una de las banquitas del parque, iba a ser la una de la mañana y seguía sin saber si su Naruto estaría bien. Esperar, es todo  lo que decían, hay que esperar.

—Enfermaras si te quedas aquí fuera.

Lentamente levanto0ó el rostro, viendo a Kakashi de pie, tendiéndole su abrigo.

●●●

Sasuke abrió los ojos lentamente, se había quedado dormido entre los brazos de Toneri, quien seguía a su lado sin intención alguna de despertar, por lo que sigilosamente se separo de él, poniéndose de pie. Él cuerpo le dolía horrores y sentía los ojos hinchados, pero no le tomó importancia —dando por hecho que después de todo era algo normal—, concentrándose sólo en acomodar su ropa y buscar su abrigo, una vez que lo encontró, dejó una pequeña nota y salió de ahí. 

Afortunadamente había dejado de nevar. Caminó de regreso al parque meditando sobre qué era mejor, si tomar un taxi o llamar a su tío Obito —el único miembro de su familia que no haría un escándalo monumental por estar fuera de casa a tan altas horas de la noche— para que fuera a recogerlo. La primera opción era muy arriesgada, y la segunda implicaba esperar otra media hora, en lo que alguien llegaba por él, claro que no se salvaría del evidente regaño y el interrogatorio por haberse escapado de casa sin avisar, aunado al reclamo general por su irresponsabilidad y cientos de cosas más.

Indeciso, tomó su móvil pero cuando estaba a punto de encenderlo, observó a Kakashi discutir con un rubio a quien rápidamente reconoció como Deidara Kamiruzu. Intrigado y confundido, se acercó con sigilo para poder escuchar mejor de lo que hablaban.

—Estoy bien aquí, no quiero entrar… no puedo estar ahí sin saber si él va a estar bien o no.

—Naruto es joven —con tranquilidad, Kakashi desvió su vista hacia el hospital—, saldrá de esta.

—¡No lo es y lo sabes! —Finalmente, dejo que las lágrimas empaparan su rostro, mirando con furia al varón—. ¡Ya lo perdí una vez y sentí que mi mundo se iba con él, que ya no había nada por lo que seguir, así que no puedo perderlo otra vez! ¡¡No puedo!!

—Cálmate, Deidara —ordenó autoritario, viendo como él doncel comenzaba a hiperventilar.

—¡No me pidas que me calme! —Gritó poniéndose de pie, golpeando ligeramente el pecho de Kakashi con el puño cerrado sin llegar a hacerle daño—. Naruto es todo lo que tengo. ¡Es mi única familia!

—¡También soy tu familia!

—¡¡No es lo mismo, no busques compararte!! ¡Tú no sabes nada! —Apretó los puños, intentando controlar el llanto—. Cuando tenía ocho años mi padre murió entre mis brazos, y nueve años después encontré a mi madre muerta en su cama. Mi familia me dio la espalda, ¡a nadie le intereso un huérfano de diecisiete años! Pero no me importo porque Naruto estaba conmigo, fue el único que nunca me dejo, que nunca se rindió y que siempre me apoyo. Pero tú —le golpeó el pecho con un dedo—, tú me engañaste, confié en ti y fuimos una falsa pareja, ¡hasta que te encontré en la cama con otra!

—Las cosas no son así, Deidara —le sujetó de los hombros, viéndolo a los ojos, con la esperanza de que se calmara—. Ahora somos familia, lo sabes.

—¡¡No me digas que eres mi familia, si nunca me defendiste de las acusaciones de Gaara e Iruka!! ¡¡No digas que lo eres cuando me traicionaste con alguien más!! —Levantó su mano, dispuesto a abofetearlo, pero Kakashi le detuvo justo a tiempo—. ¡Suéltame! ¡Eres un estúpido, eso eres! Jamás fuiste mi familia, ¿cierto? Jamás te importe, así que no vengas a decirme que eres mi familia, porque la única persona que considero como tal, que amo y a la que quiero, está ahí adentro debatiéndose entre la vida y la muerte.

—Claro que fuiste mi familia. Lo eres ahora —lo tomó del rostro, besando su frente con ternura—. Naruto estará bien, confía en mí.

—No puedo —tajó, apartándolo—. Hace seis horas, los médicos dijeron que Naruto estaba fuera de peligro, hace tres, lo tuvieron que ingresar a la sala de operaciones y hace una hora, todo se complico y no saben si sobrevivirá, así que no me pidas que me calme, mucho menos que confié.

Sasuke, que aun permanecía oculto, se quedo completamente inmóvil al escuchar la conversación. No es que Naruto haya decidido dejarle plantado, simplemente no pudo ir porque estaba en el hospital, pero a pesar de que no le había mentido, no podía alegrarse al saber que la persona que amaba estaba debatiéndose entre la vida y la muerte en una sala de operaciones, aunque la pregunta era: ¿qué es lo que había pasado? El dolor en su pecho se intensifico aun más, y reprimiendo su miedo, se acercó con sigilo hasta ese par que actualmente se contemplaba sin saber que decir.

—¿Sasuke? —Balbuceó Kakashi, parpadeando repetidamente, creyendo que quien se acercaba a ellos era producto de su imaginación y el cansancio.

Llevaba veinte horas despierto y le costaba mantenerse centrado en las cosas, pero pensar que aquella figura nítida y cuyos pasos eran amplificados al pisar la nieve era una tontería, una falacia. Minutos atrás había consultado su reloj, dándose cuenta que era la una de la madrugada, sin mencionar que el parque frente al hospital daba un aspecto tétrico y sombrío —lugar de donde había salido Sasuke—, que te hacia meditar más de una vez el acercarte. Y cuando sus dudas se disiparon y constato que realmente era él, su cuerpo se tenso, viendo el rostro pálido del Uchiha junto a su mirada vidriosa y opaca, temblaba levemente y no era a causa del frio, más bien parecía aterrado y desesperado por saber sobre él.

—Naruto… él —articuló con dificultad, sintiendo que la garganta se le cerraba y el tiempo se volvía más lento—. ¿Qué… qué le paso a Naruto, Kakashi?

—¡Mierda! —Con una expresión indescifrable, Deidara se giró, observándolo de arriba a abajo antes de acercarse a Sasuke, comprobando que estuviera bien, abrazándolo como si se conocieran de toda la vida—. Realmente lo siento…

El varón intercambio una rápida mirada con el pequeño Uchiha, que estaba igual o más desconcertado que él por la repentina disculpa de ese rubio cabezón. Rogando para que esa disculpa no fuera por las malas noticias que estaba a punto de recibir.

—No entiendo —sutilmente le apartó de su cuerpo con el único afán de buscar respuestas, contemplando esos enormes ojos azules, teniendo que admitir que Deidara era un doncel precioso, pero eso era lo de menos, actualmente sentía que la preocupación y los nervios terminarían por devorarlo—. ¿Por qué te disculpas? ¿Naruto… él…?

—Naruto me matara, hmp —intentó modular el tono de su voz, evitando que se escuchara como si en cualquier momento fuera a llorar, fingiendo tranquilidad para calmar al pequeño doncel que no dejaba de temblar—. Él… él me comento que tendría una cita contigo. Estaba tan feliz con la idea de que volvieran a ser pareja pero con lo que paso, olvide avisarte…

—¿Por qué esta en el hospital?

—Naruto padece del corazón, Sasuke… —suavemente, le tomó del brazo, guiándolo hasta la banquita donde momentos antes estaba sentado, siendo acompañado por Kakashi—. Cuando se volvió joven dejo el medicamento, puesto que sus dolencias desaparecieron, dándole un falso periodo de salud. Evidentemente con el paso de los meses se fue deteriorando hasta llegar a este punto —centró su vista en el enorme edificio, rogando para que él estuviera bien—. No todo puede ser perfecto, yo agradezco que siga vivo…  agradezco haberlo visto nuevamente, pero ahora solo queda esperar —sus ojos se posaron en los de Sasuke contemplando sus reacciones—. Él puede parecer fuerte, pero no lo es, y no me refiero solo a su salud…

—Él se recuperara —aseguró poniéndose de pie, encarando a los mayores—. Yo confió en él, y sé que saldrá bien de la operación, sé que pronto volverá a casa… Naruto no es débil, Deidara.   

—Lo sé, tiene que hacerlo, hmp —Deidara imitó la acción de Sasuke, sintiéndose extrañamente más calmado al lado de ese chiquillo de actitud hosca, comprendiendo porque Naruto se había enamorado perdidamente de alguien como él—. Por cierto… así como te describió Nato, creí que eras un doncel inmaduro y orgulloso que se iría en cuanto supiera que no iba a llegar, nunca imagine que te quedaras por más de ocho horas…

Su ceja titiló, mirando con molestia al rubio, intentando reprimir con todas sus fuerzas aquel impulso de querer golpearlo o en todo caso, descuartizarlo lentamente por burlarse de él y por tocar a su Naruto. ¿Y que era ese estúpido mote? ¿Nato? ¿Enserio?

—Me enamore de un idiota y al parecer se contagia la estupidez, por eso estoy aquí —espetó—, y no voy a permitir que alguien como tú me lo quite.

Hizo caso omiso al silbido —muy probablemente de mofa— de Kakashi, centrando toda su atención en aquel doncel, e inevitablemente apretó los puños al recordar el video, en donde ese estaba besando a su Naruto. Sabía que no era momento para ponerse a discutir, pero no lo podía evitar, era más su rabia al imaginar a cierto Namikaze —propiedad exclusiva de Sasuke Uchiha— con Deidara, que se obligó a encararlo y dejar en claro que aquel varón era solo suyo y no iba a permitir que se lo quitara.

—Amo a Naruto —tajó, observando fijamente los ojos ébano de Sasuke—, así que escucha con atención porqué no lo repetiré, hmp. Él es un hombre maravilloso y merece lo mejor del mundo, por ende, no dudare en alejarlo de ti y tus malditos celos de adolescente inmaduro —le apuntó con el dedo—. Es sencillo, si te atreves a hacerle algo, por muy mínimo que sea, no lo volverás a ver. Así que deja esa estúpida actitud infantil y deja de desconfiar de alguien que haría lo que fuera por ti, pese a que no lo merezcas.

—No me amenaces.

—Te estoy advirtiendo, Uchiha.

Kakashi carraspeó incomodo antes de tomar a ambos donceles de la mano y llevarlos dentro, ignorando las quejas y pucheros, mientras evitaba que pelearan por él, cuando la verdad era que Deidara ni siquiera lo quería como pareja, simplemente ansiaba molestar al Uchiha. Sabía que no era el momento ni el lugar para sus disputas sin sentido —según él—, pero aquella tención y nerviosismo por el estado de Naruto se iba disipando poco a poco, como si estuvieran plenamente conscientes de que todo saldría bien. Él estaría bien. Y con esa convicción, Kakashi miró el cielo, notando que pronto volvería a nevar, haciendo que el clima fuera cada vez más frio.

Una vez que estuvieron en la sala de espera, el ambiente se volvió a tornar pesado, escuchando el sonido de las manecillas del reloj moverse lentamente. Y luego de casi dos horas de espera, todos miraron atentamente a la doctora, quien salía de la operación con una expresión satisfecha reflejada en su rostro cansado. Tsunade miró a los presentes, quienes no evitaron levantarse con un atisbo de miedo, rogando para que las noticias fueran favorables.

—¿Cómo está Naruto? —Inquirió Iruka, con un enorme nudo en la garganta. Cada cierto tiempo frotaba sus manos, y se mordía las uñas, hasta el punto de lastimarse los dedos, incluso podría asegurar que estaba a nada del desmayo si las noticias que traía Tsunade no eran buenas.

—Por el momento se encuentra estable. Su situación es muy delicada aun, por lo que permanecerá en observación las siguientes veinticuatro horas, mientras monitoreamos sus signos vitales.

—Se recuperara ¿verdad? —Sasuke miró atentamente a Tsunade, quien se extraño un poco al verlo solo, sin embargo no le dio importancia y asintió levemente—. ¿Podría pasar a verlo?

—Solo cinco minutos —carraspeó, prestando atención a las expresiones de alivio—. Aun permanece sedado, y lo más probable es que no despierte por ahora. 

El primero en entrar a verlo fue Iruka, y Sasuke sintió que eran los cinco minutos más largos de su vida, aun así comprendía lo importante que era su rubio para aquel doncel. Intentó no darle importancia, sonriendo vagamente cuando le vio salir, soltando un suspiro de alivio mientras su cuerpo parecía librarse de una enorme carga, mandándole una fugaz mirada que lo alentó a avanzar.

Sus pasos eran lentos y sentía que resonaban por todo el lugar, sin embargo, cuando se adentro a la habitación y diviso a Naruto, el aíre se le escapo de los pulmones, obligándolo a abrir los labios y quedarse inmóvil, debatiéndose entre llorar, alegrarse o correr a su lado. Era increíble que fuera la misma persona que le había besado con efusividad y prometido amor eterno con una mirada resplandeciente hace menos de veinticuatro horas, ahora lucía pálido y unas enormes ojeras se instalaron bajo sus ojos, mientras su cuerpo estaba conectado a varios aparatos que emitían un sonido perturbador.

—N-Naruto… —balbuceó, avanzando lentamente hacia la camilla, sosteniendo dulcemente la mano del varón, aferrándose a ella como si temiera no volver a verlo. Dejando que las lagrimas fluyeran libremente en un llanto suave—. Perdóname… perdóname por desconfiar, por decirte todo aquello… Naruto… te amo, realmente te amo y eres un idiota… un idiota al que amo con locura. No quiero perderte…

Dulcemente besó su frente, dejando que un par de lágrimas cayeran sobre Naruto, pidiéndole que pronto estuviera bien, al mismo tiempo que le amenazaba por Deidara y su extraña relación que no acababa de comprender. También le culpo por hacerlo esperar bajo la nieve, y se volvió a disculpar sin saber bien porque, tal vez por Toneri, por ser tan infantil, o por no poder enojarse con él. Al final, su mirada ébano le contempló por última vez, reprimiendo el deseo de besarlo en los labios, debido a la mascarilla de oxigeno, por lo que no le quedo de otra más que despedirse con la promesa de que volvería pronto.

—Sasuke —lentamente, giró el rostro, viendo la sonrisa dulce pero cansada de Iruka—. Tus padres deben estar preocupados… ¿ya les llamaste?

—Aun no, estaba pensando en tomar un taxi e ir a casa.

—Si gustas, puedo llevarte —Kakashi se encogió de hombros, restándole importancia.

No fue necesario meditarlo mucho, después de todo era mejor que él lo llevara, ya que de alguna forma se sentía más seguro, solo rogaba que su familia fuera tan despistada como siempre y no se hayan dado cuenta de su ausencia. Aunque dejando ese tema de lado por un momento, se sorprendió cuando Deidara le dio su abrigo, alegando que hacía mucho frio, de principio pensó en rechazarlo, pero tomando en cuenta que el suyo era más delgado y que Kakashi amenazo con el hecho de que su auto no tenía calefacción, terminó por aceptar la prenda.

El camino fue relativamente callado, hasta que saco su celular para prenderlo, observando las más de cincuenta llamadas perdidas, tanto de su casa, como de sus amigos. Suspiró hondo, sabiendo que seguramente lo matarían, y eso en el mejor de los casos, o probablemente sus padres estén tan enojados por haber desaparecido sin avisar, que ya tenían planeado un internado para donceles, aislándolo del mundo. Por más que lo pensaba, no lograba mentalizarse, y por obvias razones no le valía una mentira.

—Mierda…

—Sólo llámalos —Kakashi le dedicó una fugaz mirada, concentrándose en el camino—. Casi llegamos, pero estoy seguro que se alegraran al saber que estas bien. 

—No será necesario —hizo una pequeña seña, indicándole al varón que estacionara el auto—, llegamos.

●●●

Mikoto permanecía sentada junto al teléfono, mientras las manos le temblaban de los nervios o puede que de preocupación por no saber nada de su bebé. Sasuke nunca se había ido de casa sin avisar, mucho menos había permanecido fuera a tan altas horas de la noche, evidentemente intentó llamarlo al celular, pero tenía el móvil apagado. Incluso revisó su cuarto dándose cuenta que toda su ropa estaba ahí, solo faltaba su abrigo negro, por lo que no se escapo, no tenía motivos para hacerlo.

En su desesperación, marco el número de todos sus amigos, pero nadie sabía nada de él. Itachi y Madara lo fueron a buscar a casa de Naruto, pero un varón malhumorado les dijo que no lo había visto, ni siquiera dejo que le explicaran la situación, en cuanto a la policía… ¡Eran unos incompetentes! Fugaku parecía león enjaulado. Habían dado aviso alrededor de las doce treinta de la madrugada, pero se negaron a hacer algo, tan solo alegaron que debían esperar setenta y dos horas antes de considerarlo desaparecido, o en todo caso, esperar la llamada, en caso de tratarse de un secuestro.

—Miko-chan, ya verás que Sasuke está bien… tal vez solo sea una etapa rebelde…

Obito se dejo abrazar por Mikoto, quien no dejaba de llorar, repitiendo que todo fue su culpa. Y que si hubiese estado más al pendiente de él, nada de esto habría pasado.

—Soy una mala madre —gimoteó desconsolada.

—Claro que no, eres una excelente madre —contuvo su llanto, bajando el tono de su voz—. Nada de esto es tu culpa, y créeme que cualquiera se alegraría de tener a una madre como tú.

Llevaban cinco horas buscando a Sasuke, aquella preocupación inicial se convirtió en enojo, y ahora solo era tristeza por saberlo desaparecido. Suspiró, viendo que el reloj marcaba las tres treinta, estaba cansado, todos lo estaban pero nadie podría dormir, no hasta encontrarlo. Fugaku y Madara estaban pálidos y demacrados, como si hubiesen envejecido diez años, Itachi era un manojo de nervios, Obito ya no sabía si estaba a punto de ponerse gritar o romper en llanto, y Mikoto no dejaba de llorar, culpándose por todo.

Un silencio abrumador invadía la sala, el cual fue roto cuando la puerta de entrada se abrió con cautela, dejando ver a un tímido Sasuke acompañado de Kakashi. En cuestión de segundos, Mikoto llego a su lado, abrazándolo con fuerza, mientras exclamaba lo aliviada que estaba por verlo, y hubiese seguido así, de no ser por Itachi, que tomó a su hermanito comenzando a revisarlo con desespero.

Kakashi simplemente se quedo estático, sintiendo las miradas intimidantes de Fugaku y Madara. Algo dentro de él le decía que corriera, pero sus piernas se negaban a moverse, pasó saliva con pesadez, viendo que ese par de hombres se acercaban cada vez más, invadiendo su espacio personal, pero eso era lo de menos. ¡Sólo había traído a Sasuke sano y salvo! ¡No podían golpearlo por eso! Entonces sintió un gran respeto por Naruto, quien tenía que pedirles permiso cada que salía con aquel pequeño y lindo doncel.

—Gracias por traer a mi sobrino…

Una dulce e infantil voz, capto su atención, por lo que no evitó buscar al dueño con la mirada, olvidándose de la amenaza latente que representaban el par de varones. Frente a él, se encontraba un precioso doncel de finas facciones, ojos y cabello ébano que contrastaban a la perfección con su blanca piel, lucía un poco cansado, pero eso no mermaba ni un ápice su abrumadora belleza. Kakashi había quedado maravillado, incluso dejo de prestar atención a Fugaku y Madara, centrándose en Obito y su sensual caminar.

—No fue nada —sonrió, intentando restarle importancia.

Los siguientes veinte minutos, intentó ayudar a Sasuke —algo extraño en él— a explicar el motivo de su desaparición, informando sobre el estado de Naruto. Al principio se horrorizaron al saber que el pequeño estuvo bajo la nieve por varias horas, logrando que Itachi se volviera a levantar como un loco, agarrando a Sasuke para checar su temperatura, aunque minutos después, esa preocupación se enfoco en el último Namikaze y su delicada salud. Claro que lo más sorprendente de todo, fue el hecho de que no castigaran a Sasuke, de hecho le levantaron el castigo anterior y lo dejarían salir con la condición de que informara en donde estaba y con quien.

Cerca de las cuatro treinta de la mañana, todos se habían ido a dormir, resintiendo el desvelo y la preocupación, así que en la comodidad de su habitación, Sasuke observó el abrigo de Deidara, colocándolo sobre un taburete sin ninguna clase de cuidado, provocando que un celular callera. Con una curiosidad inmensa —nada propia de él—, lo tomó entre sus manitas, dándose cuenta que pertenecía a Naruto.

Al desbloquearlo, lo primero que vio fue una foto suya sonriendo. Sus mejillas adquirieron un lindo tono rosado, dándose cuenta que no tenía idea de cuando fue tomada, por lo que dedujo que ese dobe debería tener más. Claro que nunca espero encontrar más de mil fotos suyas. En algunas sonreía, en otras ponía cara de fastidio o fingía concentrarse en clase, incluso tenía unas de él durmiendo y desnudo… ¡¿desnudo?! ¡¿Cuándo le había tomado esas?!

«¡Maldito pervertido!» pensó avergonzado, pero cuando estaba punto de borrarlas, observó otras que tenían un estúpido marco de corazón y en el centro frases cursis, como “Eres mi vida” o “Te amo mucho”, pero la que más le llamó la atención, fue una en donde caminaba hacia la salida de la escuela, estaba de espaldas y a unos cuatro metros de distancia, esa carecía de marco o corazoncitos, simplemente, en una esquina tenía escrito dos palabras.

—Quédate conmigo… —leyó en voz baja.

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Continuará

Notas finales:

Aclaraciones: 

Favor de no pensar mal del pobre Sasu, nunca se atreveria a hacer algo indevido con Toneri, en el fic lo parece, pero pues esa era la idea xD

Mil gracias por leer y se agradecen comentarios~ ♥ 

Haruka Eastwood


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).