CAPÍTULO XXXII: Epílogo - Shere Khan
Ha pasado bastante tiempo, poco más de un año desde que perdí a mi cachorro humano. Ya no he sabido nada de él, pero estoy seguro que está muy bien; que es feliz.
Sonará egoísta, pero en el fondo, deseo y espero que volvamos a encontrarnos. Me dijo que le interesaban los tigres, y quizás aún sea así. Por lo que, probablemente no pase mucho para que esta fantasía se cumpla.
Claro que no cometeré los mismos errores, no. Sólo quiero volver a verlo, a olerlo… sin hablar. Pretender que no ocurrió nada y simplemente contemplarlo ya como todo un adulto.
--------------
Después de todo este tiempo, he tenido bien vigilado a ese despreciable humano, a Yamir. Algunas veces he ido a la aldea que frecuenta y he lastimado a uno que otro que habita ahí, por lo que he logrado difundir el pánico y ya me conocen.
¿Pero por qué justo en esa aldea es donde más ataco? Porque supe que en ese lugar, sus padres siguen viviendo; los padres de Yamir. Y sí, a su padre he logrado dejarlo sin una pierna; a su madre, bueno, el miedo es suficiente por ahora.
Eso ha sido lo más alegre, y lo más triste fue cuando, hace unos días, me enteré de algo que me dejó atónito.
Un cachorro humano.
Yamir tuvo un cachorro humano con otra hembra.
Amargura, odio… y envidia fue lo que sentí.
¿Por qué él sí y yo no?
Lo supe por su olor. Los vi a los tres sonriendo, ese maldito se veía tan feliz que me causó náuseas. Si por él es que odio a muerte a los humanos y se atreve a restregarme lo que yo no pude tener con Kian, ni de cerca.
Oh, no. Mala decisión.
Asesiné cuanto animal me topaba y destruí lo más que pude por la ira. Y después de calmarme, me alejé completamente de mi alrededor.
Me tomó unos días volver en mí.
Y ahora estoy aquí, mirando fijamente aquella aldea con resentimiento.
-Juro que mataré a ese cachorro humano, lo juro – digo con fiereza a la noche.
Un sonido logra llamar mi atención.
-Mira, mira qué tenemos aquí – escucho cómo se acerca un pájaro, uno que curiosamente se encontraba cuando estaba en el hábitat de los humanos, si no recuerdo mal – te me haces familiar, tigre.
Escucho sus palabras, pero ninguna respuesta sale de mí. De verdad no estoy de humor.
-Si no te callas, te obligaré a hacerlo – le amenazo, diciendo las palabras con algo de lentitud para que comprenda que no estoy jugando.
-No puedo mantenerme callado, tigre – una sonrisa aparece y ni me molesto en ocultar mi fastidio.
Maldición, ahora lo recuerdo. Este pájaro era ese que siempre significaba un dolor de cabeza. Ni siquiera cruzamos palabras, pero solía escucharlo sin cesar mientras hablaba con las demás aves. Lo único bueno fue que el hábitat era lo suficientemente grande para alejarse y dejar de escucharlo.
-Entonces déjame ayudarte – lanzo un zarpazo que logra hacer que se aleje… durante un breve tiempo; ya que regresa.
-Eso estuvo cerca – vuelve a pararse en una rama, a una distancia un poco más prudente - ¿cómo es que te llamabas? – hace ademán de intentar acordarse – no recuerdo.
¿Cómo me llamo?
Y en ese momento, una chispa nace en mí.
Una manera de mantener vivo su recuerdo, de sentir que sigue conmigo. Sí, ese bello nombre que él me dio por culpa de su torpeza e inocencia. Si bien no difiere tanto de mi nombre verdadero, esa palabra que él agregó logra hacer que sea algo significativo.
Ni siquiera me lo había puesto a pensar hasta ahora.
Podré ser realmente despreciable, salvaje por naturaleza, un maldito. Pero este nombre significará lo único bello, puro e inocente que pude tener en verdad. Kian.
Sonrío levemente y volteo para ver directamente a ese animal.
-Shere Khan.