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Apuntando a la luna por Fullbuster

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Lo último que vio del moreno fue la profunda reverencia que hizo hacia su padre tras finalizar la cena conmemorativa. Había comentado que debía irse casi de inmediato, por lo que Kuroo esperó junto a ellos hasta que trajeron su coche, despidiéndose allí mismo y observando el vehículo marcharse.


- Vamos, te acompaño a casa.


Aquellas fueron las palabras de Kuroo hacia un sorprendido Tsukki. Él nunca había necesitado que le acompañasen, no era una damisela que necesitase ese tipo de atención, pero aun así, reconocía que le gustaba lo atento que era Kuroo siempre.


- Oye, Tetsu – susurró su nombre.


- ¿Sí?


- ¿Has estado a gusto con mi padre?


- Tu padre me confunde un poco en ocasiones. Me habla de chicas como si fuera mi propio padre pero lo raro… es que nunca he hablado de chicas con mi padre – sonrió, aunque había una cierta tristeza en su mirada.


- Lamento lo de tu padre, sé que tenías ganas de verle.


- Da igual. Supongo que estaba ocupado.


¡Siempre esta ocupado! Es lo que le habría gustado decir a Tsukki, pero decirlo habría hecho más daño aún a ese chico que tanto amaba y tanto le importaba. Aún recordaba el año en el que estuvieron juntos pese al secreto, nunca conoció al padre de Kuroo, él jamás se presentó en la universidad, ni siquiera le felicitó el diecisiete de noviembre para su cumpleaños, tampoco asistió jamás a un solo partido, ni siquiera los importantes y en verano… ¡No estaba seguro si al final le recogió para irse juntos! Kuroo le dijo que iría a por él, pero no volvieron a hablar de aquello.


En cambio, el padre de Tsukki apreciaba demasiado a Kuroo, tanto que hasta Tsukki se sentía un poco desplazado por tanta atención. Era como el hijo perfecto que deseaba tener y nunca tuvo. Era irónico que para el padre de Kuroo… su hijo no fuera suficiente y para el de Tsukki, fuera el hijo perfecto, dejando en mala posición a sus dos hijos biológicos.


Caminaron en silencio todo el camino, tan sólo escuchando un par de largos suspiros por parte de Kuroo. ¡Debía estar agotado! Lo notaba además por los bostezos que a veces dejaba escapar pese a cubrirse la boca con la mano.


- Entrenas demasiado – le comentó Tsukki de pronto, lo que hizo que Kuroo le mirase primero algo confuso, con la mano aún cerca de su boca tras haberla cubierto tras el último bostezo, pero enseguida le miró de reojo, con ese toque seductor tan propio de él.


- ¿En serio? ¿Por qué crees que entreno demasiado?


- Tus brazos… tienes moratones del bloqueo de los saques.


Por primera vez en mucho tiempo, Kuroo desvió sus ojos a esos brazos que como bien decía Tsukki, eran el mejor bloqueo del Nekoma. Sus antebrazos estaban amoratados y algo enrojecidos por los impactos del balón a la fuerza con la que recibía los saques.


- Eso no es nada – sonrió Kuroo quitando importancia al asunto.


- Y deberías dormir más. ¿Cuándo fue la última vez que dormiste al menos ocho horas seguidas?


- Antes de la universidad – sonrió sin siquiera tener que pensar – tengo demasiadas cosas que hacer y estoy en época de exámenes.


- Tú siempre estás haciendo algo, Kuroo, te pondrás enfermo.


- Bueno… soy un gato, ¿recuerdas? Tengo siete vidas.


- Vete al diablo – se quejó Tsukki al ver que no le hacía caso a su advertencia – acabarás colapsando de tanto esfuerzo. No puedes ser siempre el hijo perfecto.


- ¿Crees que soy el hijo perfecto? – sonrió Kuroo – yo creo que me falta mucho para ser el hijo perfecto, porque si lo fuera… mi padre estaría aquí esta noche.


Por primera vez, en aquella última frase, se había puesto serio y a Tsukki sólo le dieron ganas de enfrentar a ese desgraciado. No podía ver al hijo que tenía, todo lo que se esforzaba para que él estuviera orgulloso, llevándole a la extenuación creyendo que no era suficiente aún. ¿Qué más tenía que hacer ese chico para que su padre viniera a verle? ¡Era capitán de su equipo! El capitán más joven de la universidad, sacaba excelentes y matrículas de honor en sus estudios, el hijo modelo, educado y cortés, protector con los demás, un mujeriego que aun así… intentaba siempre tratar bien a todas las chicas en sus citas. ¡Era perfecto!


- Mi padre te admira – dijo Tsukki – ve en ti todo lo que habría querido que fuéramos mi hermano y yo. Cuando estoy con él y me habla de ti, veo en sus ojos cuánto le habría gustado que fuera como tú.


- Supongo que nunca seremos suficiente para nuestros padres – sonrió Kuroo.


- Afloja el ritmo, Kuroo, me estás empezando a preocupar. No puedes seguir a este ritmo todos los días. Vas a colapsar.


- Estoy perfectamente – sonrió Kuroo – ahí está la residencia del Karasuno. Seguramente te estarán esperando.


- No lo creo.


- Aún hay luz – dijo mirando hacia la ventana de la sala conjunta.


- Será el par de raros practicando pases en el salón. Estoy harto de recoger lo que rompen, les he dicho miles de veces que no jueguen dentro de casa.


- No pueden parar de entrenar – sonrió Kuroo – Bueno, pues… fin del trayecto, te he traído sano y salvo. Ya nos veremos.


- Kuroo…


¡Se detuvo! Se había girado para marcharse pero aquella palabra le hizo detenerse sabiendo que Tsukki querría decirle algo, sin embargo, ahora estaba estático, manteniendo un tenso silencio que ambos se negaban a romper.


- Yo… gracias por lo de esta noche, por no decirle a mi padre…


- ¿Que me gustas? – preguntó Kuroo con una sonrisa incrédula – realmente le he dicho eso, sólo que no le he especificado que eras tú. De todas formas, daría igual, no me correspondes así que esto no llegaría a nada. Es estúpido contarle algo que no ocurrirá jamás. ¿No crees?


- Fue por él – casi gritó al ver que el moreno volvía a caminar para marcharse del lugar – odia a los homosexuales – confesó finalmente – y no fui capaz de decirle que… me gustabas, que aún lo haces, yo… no soy capaz de defraudarle.


- ¿Sabes por qué mi padre nunca viene a verme? – sonrió Kuroo – porque le conté que estaba contigo. No soporta la idea de tener a un hijo homosexual, les dice a todos que su hijo es perfecto y que está orgulloso, pero se calla lo único que me importaba a mí, que te aceptase, que me aceptase como soy, que aceptase lo que teníamos. Supongo que ahora ya da igual. Tampoco es que sea homosexual, he salido con chicas, no tengo un gusto definido, pero lo que sí sé es que nunca me enamoraré como lo hice de ti. Pero… si de verdad quieres estar conmigo, tienes que decidir por ti mismo, Tsukki y arriesgarte. Yo no puedo tomar esas decisiones por ti.


- No puedo, Kuroo – derramó unas lágrimas Tsukki – no puedo defraudarle a él y…


- Entonces, es un adiós, Tsukki – sonrió con melancolía – no quiero estar jugando a estos encuentros furtivos, no puedo, no aguanto el dolor que supone verte marchar de nuevo sabiendo que jamás estaremos juntos, que jamás podré agarrarte la mano fuera de aquí, que no podré besarte, que no podré hacer lo que hace una pareja normal. No me hagas pasar por eso, por favor.


- Lo siento, Kuroo, de verdad que te amo pero…


- Ya nos veremos, ¿vale? Seguramente en los partidos.


Empezó a caminar nuevamente, alejándose del lugar lo más rápido que pudo para ocultar las lágrimas que querían brotar nuevamente de sus ojos. ¡Dolía como si rompieran nuevamente! Era irónico, porque ni siquiera estaban saliendo ya, sólo era su ex novio y aun así… por unos instantes creyó que podrían volver a estar juntos. ¡Era un idiota! Un gato jamás alcanzaría la luna por mucho que la desease.


Metió la mano en el bolsillo de su americana y sacó las llaves del pabellón. ¡Era donde más seguro se sentía! Así que primero decidió pasar por casa a por su equipo y después, ir a entrenar un poco. Necesitaba desahogarse de todo aquello, liberar energía y frustración.


Se cambió con rapidez al uniforme del Nekoma y tomó una de las pelotas de voleibol de su cuarto para irse a entrenar. Tan sólo Kenma le vio salir y aunque le preguntó a dónde iba y Kuroo respondió con una sonrisa, supo que algo estaba mal. ¡Tenía que ver con Tsukki! Había hecho lo mismo el día que rompieron. No dejó de entrenar hasta casi la extenuación. ¡Le preocupaba su capitán!


- ¿Tsukki otra vez? – preguntó Liev.


- Le dije que no se enganchase de nuevo a él – susurró Kenma – es como una adicción para Kuroo y luego… le ocurre esto, siempre le deja tirado y abandonado, como a un gato callejero.


Al día siguiente tenían un partido importante, todos descansaban y Kenma era el más consciente de todos de que debían descansar y estar en plena forma, pero Kuroo había decidido irse a entrenar en solitario. ¡Mañana sería un largo día! Y aunque quería ir tras él e impedirle hacer una locura, supo que su capitán no cambiaría de idea hiciera lo que hiciera.


- La sangre no fluye bien cuando el corazón está herido… Kuroo – sonrió con tristeza Kenma, haciendo una metáfora a que todo su equipo era la sangre y Kuroo, ese corazón roto que haría funcionar mal a todo el equipo.


Una vez en el pabellón, Tetsurou empezó a instalar las redes y las protecciones antes de calentar. Tomó el balón y empezó a lanzarlo contra la pared, bloqueando y deteniendo el balón con la mayor destreza posible. Aun así, mentalmente intentaba repasar la lección del día anterior para evitar pensar en Tsukki. Era mejor centrarse en las leyes, en memorizar, en suponer casos y buscar soluciones como si de un examen se tratase y pese a sus esfuerzos… una lágrima resbaló nuevamente por su mejilla. No podía olvidarse de Tsukki.


Siempre supo que había algo tras su ruptura, pero no imaginó que sería una decisión de esa índole. El padre de Tsukki parecía más comprensivo que el suyo. Él se había jugado por ese chico, su padre ya no venía a verle, incluso pese a que iban a pasar el verano juntos, nunca apareció. Jamás confesaría que pasó el verano solo en la residencia del Nekoma y fingió haberse ido de vacaciones con su padre como tenía dispuesto, sería su secreto.


Detuvo el balón por encima de su cabeza cuando caía y esperó unos segundos. Con el rostro mirando al techo, sólo deseaba que las lágrimas dejasen de brotar. Se arriesgó por Tsukki, perdió la relación con su padre por él y al final… su recompensa fue perder también a Tsukki, pero no podía echarle la culpa por sus dudas. Él quiso confesarse a su padre, era su culpa pero no se arrepentía, en algún momento iba a tener que decirle esas cosas.


Agachó la cabeza y bajó la pelota hasta su abdomen, sentándose finalmente contra la pared y escondiendo el rostro entre sus rodillas, botando ligeramente la pelota bajo sus piernas y agarrándola nuevamente entre sus ágiles dedos. ¡No quería que le vieran llorar! Por eso estaba allí. Él era el corazón del equipo, tenía que reponerse a esto, superarlo y mañana estar al cien por cien en el campo. ¡Iban a ganar! Ésa era la mentalidad que ahora buscaba en lo más hondo de su ser. Todo su equipo dependía de que él estuviera en perfecto estado para bloquear y hacer las recepciones.


- Vamos, Kuroo – susurró para sí mismo – céntrate en el partido, sólo… céntrate en el partido y en bloquear.


Con aquello en mente, se puso en pie una vez más y volvió al entrenamiento. Mañana volvería a ser el aguerrido capitán del Nekoma. Un luchador, un jugador y el bloqueador central del equipo. Nada más importaba en ese instante, sólo jugar, sólo sus compañeros… sólo ganar.


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