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La cena de los idiotas por Sh1m1

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Sirius era incapaz de apartarse de Severus, desde el día en el que le había besado delante del lago, había sido absorbido por aquella profundidad en la que parecía vivir el Slytherin.

 

Remus no le hablaba, James no le hablaba, ni siquiera Peter era capaz de decirle nada.

 

Fue Lily Evans la única que tuvo valor para hacerle frente.

 

—No está bien lo que estás haciendo—le acorraló la pelirroja con la que, a pesar de ser la novia de James, había hablado en muy pocas ocasiones.

 

—¿Tú también?

 

—No quieres a Severus—le atacó mucho más agresiva de lo que la había visto en su vida—Déjale, no le hagas más daño aún.

 

 

Sirius quería mandarla a volar, ¿qué sabía ella lo que él quería o no quería de Snape?

 

¿Quién era ella, que le había retirado el saludo a su supuesto amigo y nunca más le perdonó? La muy hipócrita venía a darle lecciones de moral a él.

 

—Solo le dejaré si él me lo pide.—Era una mentira que solo creía a medias.

 

—¿Sabes, Black? En esta vida todo se paga, y esto que estás haciendo lo acabarás pagando y muy caro.

 

Estuvo por maldecirla por la espalda, pero sabía que James directamente le mataría. Podría ser su amigo, pero Evans estaba por encima y lo había dejado muy claro.

 

Esa noche era la última noche que estarían en Hogwarts, era la noche en la que acabaría con todo aquello, iba a acostarse con Snape, iba a quitarle su primera vez, e iba a disfrutar de su cara y su dolor cuando supiera que todo había sido una broma.

 

Le vio a lo lejos, y se quedó mirándolo.

 

Solo y meditabundo, ¿estaría pensando en él? Estaba seguro de que así era, podía sentir como se estaba enamorando, como había caído en su juego.

 

Se acercó sin hacer ruido, y le abrazó por la espalda. Notó la tensión en Snape, pero cuando le miró se relajó, la sensación que eso le producía era adictiva, se imaginaba como un depredador que ablandaba a su presa antes de devorarla para que fuera más tierna en la boca.

 

Pero lo que su boca abordó fue la de Snape, sus besos eran cada vez más intensos, a ambos los dejaban sin respiración.

 

Sirius nunca había sentido eso por demasiado tiempo, unos besos nunca le habían llevado a ese estado. ¿Si eso le producía besarle cuando se lo follara esa noche se multiplicaría?

 

Estaba deseando, estaba impaciente pero tenía que ser en el momento indicado. Tenía que esperar.

 

Iba a guardar aquel recuerdo en un frasco para visionarlo el resto de su vida; la entrega, la traición y el dolor, aquel al que era adicto desde que le conoció.

 

—¿Preparado para el baile de esta noche?—le preguntó a Snape.

 

—Realmente tenemos que ir, yo... no me siento a gusto en esas situaciones—le confesó.

 

—Eso es porque nunca has ido a uno conmigo—le acarició la nariz con sus labios.

 

—¿Podremos irnos si no me siento bien?

 

Para Sirius la vulnerabilidad que Snape le regalaba era como un delicioso manjar, “dame más y con ello te haré pedazos”, pensó ansioso.

 

—No estaremos mucho, tengo planes para nosotros—le besó—, es nuestra última noche en Hogwarts y quiero que sea especial.

 

Snape se sonrojó, entendía perfectamente a qué se refería y escondió su cara contra su cuello. Sirius acarició su cabello, miró al castillo que había sido su hogar por siete años.

 

“Esta noche te ofreceré mi última broma, un regalo de despedida” le prometió a las piedras centenarias. 

 

 

o0o

Severus estaba en la habitación que había habitado durante siete años, no podría llamarlo hogar, porque él no lo había sentido como un lugar agradable.

 

Compartía dormitorio con otro Slytherin que no le había hablado en todos aquellos años como si él no existiera.

 

Se miró en el espejo del armario. Su túnica de gala era un desastre, dudaba que fuera si quiera un artículo de segunda mano. 

 

Él no había ido nunca a ningún baile en Hogwarts, no eran lo suyo y se había escondido en la biblioteca, lo que le parecía más productivo que perder su tiempo en ver como otros disfrutaban. Además evitaba que el cuarteto Gryffindor la tomara con él.

 

Pero este baile era diferente, desde que Sirius le había besado, no se separaban salvo en las contadas clases que aún tenían y las pocas horas que dormían.

 

Esa noche se iban, esa noche podría acabarse todo.

 

Su mente era incapaz de imaginar un después para ellos, ¿Sirius en La Hilandera? ¿Severus con la alta sociedad?

 

 

Era ridículo, tanto como él con esa ropa remendada y descolorida.

 

Había tratado su cabello hacia atrás, en una cola baja que dejaba su rostro descubierto. Se sentía tan inseguro, su pelo le servía como barrera, se había acostumbrado a él. Pero Sirius le había pedido verle, verle bien, que su rostro esa noche no se le olvidara jamás.

 

Y nunca había querido complacer tanto a nadie en su vida.

 

Dejó de mirarse, no entendía lo que Sirius veía en él, no entendía porque no dejaba de besarle delante de quien fuera como si nadie más existiera.

 

No lo entendía, pero eso no significara que no lo disfrutara. Los amigos de Sirius le habían dejado de hablar y les miraban mal. Pero Sirius tan solo le agarraba más fuerte contra él.

 

Suspiró deseando que aquello superara aquella noche, que Sirius no desapareciera una vez se graduaran.

En sus estúpidos sueños le imaginaba llevándoselo de La Hilandera, a cualquier lugar, le daba igual, pero juntos.

 

Sabía que Black quería ser auror y que solo unas semanas después de acabar la escuela haría la prueba para entrar en la academia.

 

Tres años duraría su entrenamiento, ¿se verían? ¿Qué haría él con su vida?

 

El agujero negro que era su futuro no le dejaba ver nada, pero al menos había una esperanza que le daba luz a todo aquello. Sirius.

 

Un último vistazo a su reflejo pasando las manos por su cuerpo, sabía que Sirius quería hacer el amor con él esa noche, y solo pensar en ello le hacía temblar las piernas. Él también quería, le deseaba mucho, pero ¿y si no era lo que Sirius había esperado?

 

Sabía que este había estado con otras personas, tenía fama de Don Juan, y para él sería su primera vez. ¿Sería lo suficientemente bueno para el Gryffindor? Su cuerpo escuálido y un poco encorvado no era que se dijera una maravilla, pero quería ofrecérselo por completo a él.

 

Cerró la puerta, cuando volviera a esa habitación él sería otra persona, estaba seguro.

 

Sirius le esperaba en la escalera delante del gran comedor, el aspecto, normalmente impresionante del moreno esa noche pasó a espectacular. La túnica negra de gala brillaba en su pecho, su pelo cuidado, con rizos perfectos enmarcaba uno de los rostros más apuestos que había visto en su vida.

 

Ese chico, Sirius Black, estaba allí esperando por él. Severus se tropezó pero Sirius le agarró.

 

Tan juntos, tan en sus brazos como siempre hubiera soñado estar.

 

—Te ves encantador—le besó Sirius, apreciando sus facciones descubiertas. 

 

Aunque Severus no pensara eso de sí mismo oírselo decir a Sirius le daba valor, le hacía creérselo un poco.

 

—¿Vamos?—le agarró de la mano, otros estudiantes estaban entrando.

 

Su primer baile, su primera relación, su primera vez. 

 

Ambos entraron al gran comedor, Sirius le agarró por la cintura llevándole con él a la barra. Le ofreció una copa de ponche que Severus bebió sin ser consciente de lo seca que tenía la garganta.

 

Miró a todos lados, después de una semana viéndolos besarse por cualquier esquina de Hogwarts el resto de estudiantes parecían habituados a ellos.

 

Pero notaba la mirada de los amigos de Sirius, Lily también le miraba, y en ella vio algo que le sorprendió. Pena, profunda pena, y a James Potter abrazándola.

 

No tuvo tiempo de intentar entender por qué su ex amiga le miraba así, porque Sirius ocupó toda su atención.

 

—¿Me concederías el honor de este baile?—le pidió seductor.

 

Severus bailó y bailó toda la noche mecido al ritmo que Sirius marcaba. 

 

Era su primer baile y era su primer amor.

 

—Vayámonos de aquí—le pidió Sirius antes de que el reloj diera la media noche—. Quiero que esta última noche no seas capaz de olvidarla nunca.

 

 

Ambos salieron sonriendo del Gran Comedor.

 

Sin duda Severus nunca olvidaría aquella noche.

 

Notas finales:

¿¿Quién quiere llorar??

 

Dos capítulos en una semana, ni yo me lo creo.


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