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La cena de los idiotas por Sh1m1

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Severus había vuelto a la sala de los Menesteres, sus pasos le habían llevado allí sin saber que la puerta era inexistente. En su mente solo estaba Sirius, y cuando vio aparecer la puerta entró creyendo que le encontraría allí.


 


Pero solo estaba la habitación de la noche anterior, con la enorme cama aún desecha y con los rastros de los actos que habían cometido.


 


Era masoquista, lo sabía, pero prefería un recuerdo que tener que mirarle después de haber hecho el ridículo.


 


La noche no le había servido de mucho, repetida en bucle en su mente cada vez más catastrófica.


 


 


Por eso temprano salió de su dormitorio dejando todo listo para cargar en el tren, cerró aquella puerta por la que nunca más pasaría.


 


 


 


Aquel último paseo por los lugares que nunca más recorrería, y en cada uno de ellos halló un recuerdo de Sirius. No podía decir que todos habían sido alegres, pero sí intensos, con él era todo así.


 


Había tenido la capacidad de llevarle a todos los extremos que conocía de sí mismo.


 


Por eso no era de extrañar que acabara en aquella habitación, y por un momento pensó ¿qué había fuera para él?¿Qué era mejor que quedarse en aquella habitación para siempre?


 


Atesorando un recuerdo de Sirius que ya no existía, las pocas semanas que habían compartido llenas de nuevas experiencias y nuevos sentimientos.


 


Era tan ridículo que él mismo se levantó de la cama y salió corriendo como ya hizo Sirius la noche anterior.


 


Vio como todos sus compañeros se dirigían a los carruajes que les llevarían a la estación de Hogsmeade para coger el tren.


 


Subió al primero que vio libre y no miró atrás, ¿cuándo había sido alguien tan débil como para dejarse aplastar por unos sentimientos que sabía no podían durar?


 


Al final de ese viaje le esperaba lo que siempre había sido su futuro, ¡Qué estúpido al pensar que algo cambiaría!


 


Quería reprenderse a sí mismo, ahora, sin Sirius encima, sin Sirius sonriéndole, sin Sirius besándole, sin Sirius … podía ver todo mejor.


 


Agarrarse a él era una trampa, una en la trampa que él mismo había caído. Un poco de esperanza a la que agarrarse para evadirse de lo que le esperaba, pero el sueño había llegado a su fin. Y estaba bien, aquello era más real que todas las fantasías que había armado en su imaginación.


 


Todo estaba bien, salvo por el dolor que sentía constante en algún lugar entre su corazón y sus entrañas.


 


Uno más que sumaría a aquel que había dejado perder a Lily, una cicatriz interna que le acompañaría siempre, pero que al final dejaría de doler como todas las que cargaba.


 


A cada metro que se alejaba de Hogwarts la idea se iba haciendo más fuerte.


 


Bajó de la carroza encantada y siguió su camino en soledad hasta ver la gran mole de hierro del tren, subió a él y buscó el lugar más apartado, quería estar solo, necesitaba estar solo, pues ese era único modo que sentía podría armarse de valor para enfrentar todo.


 


 


 


 


 


 


 


 


Sirius abandonó la habitación que compartía con sus amigos desde primero, se había quedado dormido, y ahora era incapaz de encontrar rastros de Severus. No aparecía en el mapa por ningún lado, parecía como si se hubiera esfumado.


 


 


Durante todo el desayuno estuvo esperando, atento a la mesa de los Slytherin, intentaba mirar el mapa cada poco pero no había rastro de Severus.


 


¿Era posible que se hubiera marchado ya? No contaba con ello, y cada vez estaba más nervioso.


 


James hablaba, pero Sirius era incapaz de escucharle, la academia de aurores en esos momentos le importaba una mierda. 


 


Todo lo que no fuera Severus carecía de importancia en aquellos momentos.


 


Cuando volvió la vista al ser llamado insistentemente, se encontró con los ojos ámbar de Remus. No le decía nada, pero se escuchaban sus reclamos a gritos.


 


No tenía tiempo para un nuevo sermón, tenía que encontrar a Severus. Mucho menos cuando dándole una pequeña ojeada al mapa, vio en nombre de Severus impreso y dejando el castillo.


 


Necesitaba alcanzarlo, y salió del comedor sin dar ningún tipo de explicaciones.


 


 


 


Sirius corrió hasta el pasto que aguardaba a los estudiantes que partían hasta la estación de Hogsmeade, pero Severus no estaba ya allí.


 


Al menos sabía que aún tendría que coger el tren y que allí sería donde le encontraría.


 


Corrió hacia el castillo de nuevo, haciendo caso omiso de todos los demás.


 


Cuando entró en su habitación encontró a sus amigos acabando de recoger todas sus pertenencias.


 


Hubiera deseado que no estuvieran allí.


 


—La última vez que todos estaremos aquí—dijo con melancolía James.


 


Escuchó el suspiro de Remus, ¿se venía uno de esos momentos? Él solo quería salir de allí cuanto antes y estar con Severus.


 


—Por favor, haced las paces antes de que dejemos Hogwarts, esto es ridículo—bufó James al ver como ni Sirius ni Remus se miraban.


 


No tenía tiempo para aquello, sinceramente no lo tenía ni lo quería. Pero James y Peter salieron dejándolos a los dos solos.


 


Remus miraba molesto a Sirius, y Sirius estaba aburrido de sus reproches, ¿qué iba mal con él? ¿Qué tanto resentimiento?


 


 


—Escúpelo—le retó.


 


—Hablar contigo es dejar caer las palabras al vacío.


 


Sirius odiaba cuando Remus le trataba de esa forma, como si estuviera mil pasos por encima de su supuesta inmadurez.


 


—No eres tan bueno como te crees que eres, Remus—le atacó.


 


—Quizás tengas razón, pero al menos yo lucho contra ello, ¿qué haces tú?


 


Sirius estaba tentado a transformarse en perro y morderle, lo que necesitaba lo necesitaba con los dientes, pero trató de calmarse.


 


—Siempre pensé que podrías salvarte, Sirius, que la oscuridad que vive en ti no te devoraría, pero estás podrido y no quieres hacer nada para solucionarlo.


 


 


—¿Y qué si me devora? ¿Y qué si me voy a la mierda con todo ello? ¿Qué te importa a ti que pareces ser un puto santo?


 


Remus evitó su mirada, pero no por nada Sirius era un perro, y cuando hacía presa, no soltaba.


 


—No me lo puedo creer—rió con una carcajada—¿Tú?


 


—Vete a la mierda, Sirius—bufó Remus agarrando sus cosas, pero era incapaz de mirarle de frente.


 


—Eres ridículo hasta para esto, Remus, quieres hacerme sentir mal porque no te elegí a ti—se enfadó aún más Sirius—Me sermoneas porque es a Snape al que amo.


 


 


—Eso no es amor—le ladró Remus—. Eso es usar a otra persona que no se encuentra en las mismas circunstancias que tú.


 


—¿Y tú y yo sí estamos en las mismas circunstancias?—se le acercó.


 


—Más de lo que tú quieres ver.


 


—Ni en un millón de años.—Le miró con cara de asco—Nunca has despertado eso en mí, asúmelo y búscate algo propio para ti, te lo digo como amigo.


 


—¿Amigo?—Sabía que había muchas probabilidades de que aquello acabara mal, y realmente no quería perder más tiempo con Remus—Tú no sabes lo que eso significa.


 


—Olvídame, si puedes—fue lo último que dijo Sirius saliendo de la habitación.


 


 


En alguna parte de él sentía que las cosas fueran así con Remus, tampoco quería que aquello fuera el final entre ellos, pero tenía que llegar al expreso y hablar con Severus. ¿Remus y él? ¿Cómo no lo había visto venir?


 


Se subió a uno de los carruajes con un grupo de Hufflepuff, si hubiera otro modo de llegar más rápido Sirius lo hubiera usado pero la espera dentro de aquel carruaje le estaba matando.


 


El rostro dolido de Severus, y el rostro dolido de Remus eran demasiado rostros dolidos para él. Al menos sabía que podría hacer que uno de ellos se sintiera bien de nuevo, o al menos eso esperaba.


 


Nunca había tenido duda de sus capacidades, pero nunca había tenido tanto que perder. Cuando realmente te juegas algo es cuando la apuesta merece realmente la pena.


 


Cuando divisó la estación se bajó de la carroza y salió corriendo hasta el tren.


 


Un gran número de alumnos subían y Sirius tuvo que empujar a unos cuantos para llegar a los vagones, entró y salió de demasiados, pero no había rastro de Severus.


 


Ahora que lo recordaba nunca lo había visto en el tren, ¿dónde hacía el trayecto?


 


Desesperado y sin encontrarlo, se maldijo, la máquina se había puesto en marcha y él no había encontrado nada.


 


¿Dónde estás? pensó.


 


Si él no quisiera ser visto dónde estaría, y tuvo una idea, pero era lo único que le quedaba por intentar.


 


Llegó hasta el último de los vagones, y cruzó una puerta que nunca había abierto.


 


Un compartimento oscuro y con un fuerte olor.


 


Las mascotas de todos los alumnos de Hogwarts viajaban en un vagón ampliado, varias lechuzas batieron sus alas sobre su cabeza haciendo que Sirius temiera ser rociado con sustancias indeseables.


 


Invocó un fuerte lumos que hizo que muchos animales se removieran incómodos, pero lo que encontró allí le hizo sonreír.


 


Al final del vagón se encontraba Severus mirándole sorprendido.


 


 


—Estás aquí—dijo aliviado llegando hasta él.


 


—Yo…


 


 


Severus esquivó su mirada, y Sirius la necesitaba sobre todas las cosas.


 


Se acercó hasta él, acuclillándose para estar a su altura.


 


Acercó una de sus manos hasta la mejillas de Severus, haciéndola girar para que volviera a mirarle.


 


—Siento lo que te dije—fue lo que Severus dijo.


 


—¿Cómo?


 


—Lo último que dije antes de que te fueras—volvió a esquivar su mirada.


 


—Yo no lo siento, y espero que me lo digas muchas más veces.


 


Ahora sí había captado la atención de Severus.


 


—Lo siento—se excusó Sirius, pocas veces esas palabras habían salido de sus labios—Lo siento, me comporté como un idiota, yo también te quiero.


 


 


Sirius cayó al suelo por el peso de Severus sobre él al abrazarlo con fuerza.


 


Le devolvió el apretón sintiéndose tranquilo por primera vez desde la noche anterior.


 


—Te quiero—le susurró en el oído a Severus.


 


—Te quiero—le contestó Severus.


 


El viaje hasta Londres fue una consecución de te quieros mutuos, besos y sonrisas. Pero mientras más cerca de la capital estaban una realidad se hacía presente. Tendrían que separarse, cada uno a una casa donde no los querían.


 


Severus le abrazaba con fuerza, y Sirius tenía una determinación clara.


 


 


—Ahora nos separaremos, pero voy a ir a por ti—ambos se miraban—, no lo dudes, no nos vamos a volver a separar nunca más.


 


 


Ahora sabía algo con claridad.


 


Severus era suyo, y él de Severus. 

Notas finales:

De nuevo dos en una semana, tengo ganas de avanzar con esta historia.

 

Shimi.

 


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