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Luz artificial por Abyss

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Notas del capitulo:

Nota: Palabras griegas cortesia del traductor de google.

 

Tarde lluviosa [Oneiros&Shion]

.

Empuja su espalda contra el respaldo de la silla, llevando sus brazos hacia arriba, estirándolos, un pequeño y común ejercicio que siempre llevaba a cabo cuando finalmente terminaba con todo su trabajo, aunque en este caso, los papeles siguen acumulados encima de su escritorio, en dos montañas distintas para los terminados y los que aun estaban pendientes de checar.

—Tendré que hablar con Aioros...

Comento para si mismo, dejando caer sus brazos mientras pensaba en el santo de Sagitario, aquel al que había dejado a cargo del Santuario mientras el no se encontrara disponible, igualmente, los documentos en su escritorio deberían de haber sido dividido de forma equitativa entre ambos, pero por la cantidad que tenía... Respiro profundo, girando su rostro para poder ver a través de la ventana, observando como las gotas de lluvia caían con fuerza, un detalle mas que solo le hizo fruncir la boca mientras pensaba, como si el trabajo no fuera suficiente, había sido una semana demasiado agotadora, llena de lluvias que no permitían a los sirvientes colgar la ropa afuera y obligaba a todos a permanecer dentro de casa.

Un detalle triste, si recordaba la manera tan decaída en que Hamal solía colgarse de la ventana y preguntar si podían salir.

...

Solo entonces pareció darse cuenta de aquel pequeño detalle, parpadeando en confusión, antes de fijarse mas en la escases de sonidos que llegaban a sus oídos, un detalle que no le había parecido extraño algunas horas atrás, es más, lo paso totalmente por alto, pero ahora que recordaba que tenía a un niño de cuatro años en casa, no pudo hacer sino levantarse con prisa y salir de ahí, si algo sabia de cuidar niños, es que demasiado silencio estaba mal y si todavía le sumaba la presencia de un dios menor, del cual no era seguro que estuviera cuidando del niño, bueno, más preocupante era que ninguno de los sirvientes fue a avisarle, como de costumbre, que ellos se estaban haciendo cargo de entretener a Hamal o simplemente yendo a quejarse de que el niño durmió a uno de ellos, otra vez.

Pero fue cuando llego a las escaleras y se detuvo, que entendió porque había demasiado silencio en la casa.

Bajo dos escalones con cuidado, antes de sentarse lentamente, intentando no llamar la atención ni causar alguna clase de perturbación a lo que estaba ocurriendo en la sala, sintiendo como su propia sonrisa se iba extendiendo conforme la escena le parecía cada vez más adorable y no podía quitarle los ojos de encima a su pequeño.

Vio a Hamal, el pequeño de cuatro años, palmear la espalda de Oneiros con un carrito, un gesto que no sabía cómo descifrar, ya sea que lo estuviera invitando a jugar con el carrito, tal vez la espalda era parte de una autopista o simplemente creía que de esa forma le estaba haciendo alguna especie de bien. Que probablemente bien podría ser lo último, porque aparte del carrito en la espalda pudo ver a Oneiros rodeado de un sinfín de juguetes, mal tapado con una cobija llena de dibujos infantiles que obviamente le pertenecía al infante.

Instintivamente lleva una de sus manos hacia su boca, ahogando cualquier risa que pudiera salir de ahí, a pesar de que siente su propia sonrisa sin ningún problema, estirando la piel de sus mejillas como hace varios días ya no lo hace y todavía batalla mas en evitar que el ruido salga, cuando escucha la voz semidormida de Oneiros, demostrándole que se encontraba al pendiente de todo y no se había quedado dormido ni descuidado al niño.

—No te rías.

En una tarde lluviosa, Oneiros jugaba con Hamal para que ninguno de los dos fuera una molestia en su trabajo. Que detalle más bonito de parte de su... Pareja.

—¿Quieren comer?

Pregunto, levantándose finalmente de las escaleras y descendiendo, llamando la atención de su pequeño a quien, literalmente, se le ilumino el rostro mientras corría hacia sus brazos, a la espera de ser alzado y mantenido ahí un buen rato, mientras Oneiros, por su parte, ni siquiera se movió del sillón y únicamente alzo su mano izquierda, mostrando su emoción ante la idea de comer, probablemente el pobre llevaba un buen rato intentando dormir sin éxito.

—¡Flan!

Tomo a su hijo de las axilas, levantándolo para poder cargarlo sin problema, antes de regresar su mirada a Oneiros, cuya mano continuaba extendida.

—¿Vas a querer flan, Oneiros?

—Hurra, si, que viva el flan.

—¡Viva flan!

Movió su cabeza para evitar que Hamal golpeara su rostro al alzar ambas manos, imitando a Oneiros lo mejor posible, un detalle que simplemente le hizo negar con la cabeza y sonreír, antes de caminar con dirección a la cocina en compañía de su hijo.

Al menos Oneiros era útil para algo, aparte de ser una constante molestia.

.

Nunca me enojo [Oneiros&Alone]

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Es todo menos un comentario inocente, lo sabe, sobre todo por la forma en que sonríe, obviamente esta jugando con el y no parece que dejara de hacerlo pronto, lo que es desesperante, ya que el cae, siempre cae y probablemente siga cayendo por mas desagradable que pueda ser.

Siente su labio temblar, junto al resto de su cuerpo, mientras mira de la peor manera posible al dios menor, ese que se encuentra tranquilamente sentado frente a sus ojos, sin inmutarse, mucho menos parecía interesado en aparentar alguna clase de culpabilidad ante sus acciones que, según él, no tenían nada de malo.

Y lo sabe.

Esta consciente de que, hasta cierto, el hombre de cabello plateado tiene todo el derecho del mundo para ir y buscarse a alguien si así lo quiere, miles de veces se han repetido mutuamente que no se pertenecen y el, incluso, tiene una lista de razones por las cuales jamás tendría algo serio con el infantil y molesto dios menor.

Mientras que el mencionado simplemente se la pasa con una sonrisa en el rostro, observándolo, escaneándolo, burlándose de el y usándolo simplemente como un entretenimiento mas de su inmortal y eterna existencia.

Y eso, aparte de varias cosas más, era una de las razones por las cuales no tenia planeado tener algo serio con este tipo.

—El problema está en que tú siempre te enojas.

Vio la sonrisa desaparecer por un minuto, poniéndose a la defensiva cuando lo vio cruzarse de brazos con confianza y regresándole la mirada sin problema. Odiaba su actitud, odiaba la forma en que este tipo era capaz de actuar sin siquiera arrastrar un poco de culpa.

—Yo nunca me enojo. —respondió de inmediato, resoplando, cruzándose también de brazos con seguridad.

—¿Ah no? —Oneiros sonrió, más que antes, ladeando el rostro mientras parecía buscar el ángulo correcto para ver esa supuesta fuerza que el de cabello negro le estaba demostrando—¿Entonces, puedo ir a hablar con la monja?

A la distancia pudo escuchar los gritos de los niños del orfanato, jugando a la distancia entre ellos, acompañados de la constante vigía de una monja, mientras otra jugaba con ellos a perseguirlos. Ambas bien vestidas, cubiertas, apegadas a la iglesia como era de esperarse por el habito que usaban.

—No.

Respondió sin pensarlo, sintiendo su labio temblar nuevamente, aunque ahora acompañado por un tic en uno de sus ojos, o tal vez en los dos y simplemente ya no era capaz de reconocerlo.

Y entonces la vio.

La estúpida sonrisa en el rostro de Oneiros, demostrándole que él tenía razón. ¡Pero no era su culpa! Podía irse a meter con quien quisiera, poco le importaba los amoríos que pudiera llegar a tener.

Pero nada de meterse con monjas o alguien del clérigo, o con rubios... O con mujeres muy voluptuosas, o con...

—Alone...

—¡No estoy enojado!

—¡Pero si yo no dije nada!

—¡¡No me grites!!

—¡Tu empezaste!

Golpeo el suelo con su pie, esperanzado de haberle dado a uno de los pies de Oneiros, solo para encontrarse con la cruel decepción de que había levantado sus pies del suelo por unos segundos, alejándose lo mas posible de sus intenciones.

—Nada de monjas, ¿entiendes?

—Entiendo, un poco, creo, tengo una duda.

—¿Cuál?

—¿Tú cuentas como monja?

¿Por qué se esmeraba en explicarle algo a este tipo?

.

¿Vacaciones? [Oneiros&Aspros]

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No sabe que pensar mientras observa el boleto de avión que acaba de sacar del sobre amarillo, el silencio de repente se le hace repentinamente incomodo, pero no puede hacer otra cosa más que intentare sonreír, sobre todo porque sus mejores amigos lo están viendo, esperando su reacción ante tan sorpresivo regalo.

—Entonces... ¿Vacaciones? —dice después de varios minutos, escuchando algunos susurros de fondo, los otros invitados que están platicando entre ellos.

—Así es, Aspros. Pensamos que necesitabas unos días de descanso y ya que pronto vas a cumplir tus seis años en la empresa, es un buen momento para que tomes los días que no te han dado.

Su incomodidad se incrementa conforme Sisyphus explica su buena acción, acompañado por la enorme sonrisa que Hasgard le dedica, de esa manera en que sabe que no puede rechazar el regalo y por la manera en que su propio hermano lo está viendo desde la cocina, sabe que no hay forma de evadir el uso del boleto, sobre todo porque no tiene pensado pagarle a nadie para que use Photoshop y así fingir que uso el regalo.

—Son muy amables...

—¡Estaremos esperando que subas fotos, Aspros!

—¡Te llamare cuando estés ahí!

—¡No olvides comprarnos recuerditos!

Sintió el sudor bajar asquerosamente por su frente, una situación que le hizo respirar profundo mientras intentaba contener la ira que el simple hecho de estar parado ahí le ocasionaba.

El odiaba Grecia.

Nunca se había puesto a pensar de donde había salido su irracional odio hacia dicho país, en realidad, no tenía ningún problema con la cultura o su gente, era solo que... Lo odiaba, el simple hecho de pensar en el país le hacía sentir una extraña aversión y durante una gran parte de su vida, siempre que le preguntaban, el último lugar en el mundo que le gustaría visitar, era justamente ese, preferiría incluso ir a arriesgar su vida al desierto o entrar a un cementerio por la noche que tener que estar en Grecia.

Pero ahí estaba, y todo por un ridículo regalo de cumpleaños que sus compañeros de trabajo le habían conseguido amablemente y no supo cómo rechazar. Sumándole incluso que su hermano, su propio hermano gemelo que conocía de su odio sin sentido hacia el país, había insistido que era algo que necesitaba, para despejarse y seguir intentando obtener el puesto que tanto quería en la empresa, ese por el que estaba peleando de manera amistosa contra Sisyphus, quien claramente se veía mucho más capaz que el para tener el dichoso puesto.

Estúpido trabajo, debió haber aceptado el traslado a la rama italiana cuando apareció la oportunidad, pero no, que él tenía que quedarse en Estados Unidos para hacerle compañía a su gemelo, todo porque el que le gustaba no le hacía caso por cuidar de un mocoso de quince años.

¿Vacaciones? ¡El no necesitaba eso! ¡Necesitaba otro trabajo...! ¡O un aumento, lo que viniera primero!

—Με συγχωρείτε (Disculpe)

Tarda un momento en darse cuenta de que le están hablando, un hecho del que solo se percata cuando siente un mechón de su cabello moverse y entonces se gira rápidamente, espantando con un manotazo a quien parecía haberse tomado mas confianzas de las necesarias con él.

Y entonces lo ve, cabello plateado y ojos negros, tan oscuros que no cree que sea posible que alguien pueda tenerlos de esa manera, pensando incluso, que estaba soñando despierto mientras lo veía. Hasta que escucha su voz una vez más, en griego, un idioma que no conoce y para el cual, el traductor con el que viajaba, estaba ocupado explicándole al grupo, del que se separó, algunas cosas sobre las ruinas donde estaban, que el en ningún momento le habían interesado.

—¿Ποιος είσαι εσύ? (¿Quién eres?)

La pregunta se repite una vez mas y no puede hacer otra cosa sino es dar un paso atrás, confundido por el extraño, abrazándose así mismo mientras retrocedía unos cuantos pasos más, intentando mantener una distancia prudente mientras el extraño se mantenía en su lugar.

—¡Ὄνειροι!

Brinca asustado ante el grito que se escucha a la distancia, viendo como el de cabello plateado se giraba buscando la fuente del sonido, una que el también intento buscar sin éxito alguno, ya que los distintos grupos de turistas comenzaron a moverse repentinamente, creando un mar de gente del cual difícilmente fue capaz de reconocer rostros.

Y cuando menos se lo espero, el extraño había desaparecido, sin dejar rastro, huellas, nada. Solamente había sido un encuentro extraño, demasiado raro.

Estaba dicho, jamás volvería a ir a Grecia. Jamás.


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