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La cena de los idiotas por Sh1m1

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Severus estaba en su habitación de la Hilandera, el verano había sido como tantos otros, insoportables. Pero algo era diferente, sin duda.

Sirius, él lo cambiaba todo. La última promesa antes de separarse en el andén de la estación.

 

“Iré a por ti, espérame”

 

Y Severus le había esperado, día y noche, rememorando cada uno de los recuerdos que tenía de él. Reconocía que solo gracias a ellos es que lograba sobrevivir; cada día era más incómodo vivir bajo el mismo techo que su padre. Severus se asfixiaba de solo pensar en quedarse encerrado en aquel mugriento agujero durante toda su vida.

 

Habían pasado más semanas de las que él había imaginado, las pruebas de Sirius en la academia ya habrían sido, y las dudas sobre su futuro le aguijoneaban nuevamente.

 

¿Por qué iba a ir a por él teniendo un futuro prometedor por delante? La academia, como Sirius le había contado, era dura, casi no tenían descansos entre clases y prácticas hasta completar los tres años de formación.

 

¿Cómo iban a conseguir verse en ese tiempo? ¿Y qué haría Severus mientras tanto?

 

Otros veranos había estado la mayor parte del tiempo fuera del radar de su padre, perdido en lugares donde pudiera estar solo. Casi siempre acababa en el mismo lugar, junto al río en el árbol donde él y Lily habían estado tantas veces. Pero ante la posible aparición de Sirius, prácticamente no salía. Sus costillas se habían llevado demasiados golpes, y allí no podía elaborar básicas pociones que le ayudaran a mejorar físicamente.

 

Su madre solía ser la receptora del mal talante de su padre, pero Severus era incapaz de no interceder entre ambos desde que había sido más mayor. ¿Por qué su madre aguantaba todo aquello?

Uno de sus mayores sueños era salir de ese antro y llevársela con él, pero antes necesitaba tener algún lugar donde llevarla, un trabajo que pagara las facturas. Y de momento no tenía ni cómo empezar con esa idea.

 

Tenía uno de sus libros de pociones cuando escuchó que llamaron a la puerta, y no porque el timbre funcionara sino porque su padre empezó a vociferar.

 

Severus bajó corriendo las escaleras, cada vez que alguien, casi siempre algún compinche de su padre o algún vendedor perdido, llamaban era él quien abría deseando que fuera Sirius quien estuviera tras la puerta.

 

Cuando la abrió, aunque aquello era lo que esperaba, no podía llegar a creerlo, Sirius, Sirius en su puerta, tan guapo como la última vez que lo vio. Tan extraño en aquel oscuro lugar del mundo, y con una sonrisa tan amplia que Severus fue feliz tan solo con contemplarla.

 

—Estoy aquí, como te prometí—le dijo agarrándole y abrazándole.

 

Severus se fundió en el abrazo que tanto tiempo había necesitado, solo entre sus brazos se sentía bien, completo, él mismo.

 

—Pensaba que ya no vendrías—susurró.

 

—¿Podemos pasar?—le pidió Sirius, Severus no quería que contemplara el desastre que era su hogar, ni a su padre.

 

Pero lo metió dentro y subió con él a toda velocidad hasta su habitación, suplicando porque su padre los dejara tranquilo.

 

—Me costó bastante encontrar este lugar—dijo Sirius mirando alrededor, comprendía perfectamente lo que sus ojos veían, oscuridad y pobreza. Al menos su cuarto estaba ordenado y limpio.

 

—¿Cómo lo has logrado?

 

Sirius le miró sonriéndole, pero sabía que no iba a revelárselo cuando le besó, en realidad a Severus le daba igual, con tal de que estuviera allí le era suficiente.

 

Habían pasado meses desde la última vez que pudieron besarse y en sus labios encontraba su verdadero hogar. Acabaron sobre la cama de Severus cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe.

 

Tobías Snape los miraba desde el marco de la puerta con una mueca completamente nauseabunda.

 

—¿Qué diablos está pasando aquí?—vociferó inundando del olor agrio del alcohol la habitación.

 

Severus quiso ponerse por delante de Sirius, pero este no se lo permitió y se enfrentó a su padre con la varita en la mano.

 

 

—Sé bien que no puedes usar eso contra mí, maldito mago—empezó a reírse.—No solo eres un bicho raro como tu madre, sino también eres un sucio maricón.

 

Severus tembló, no necesitaba ningún motivo para enfadar a su padre, pero sabía lo caro que le costaría aquel.

 

 

—Vuelva a insultar a Severus, y lo próximo que verá serán sus entrañas por el suelo—le amenazó Sirius.

 

Severus era consciente de que si atacaban a un muggle el Ministerio los mandaría a Azkaban. No es que no lo hubiera pensado alguna vez, pero si aquel agujero era malo, Azkaban sería mucho peor.

 

 

 

—Fuera de mi casa—gritó su padre fuera de sí.

 

 

 

 

 

 

Sirius se sorprendió al verlo, alto y nervudo era el representante del borracho irascible típico, le asqueó con solo mirarle.

 

 

 

Lily tras muchos esfuerzos por su parte le había dado la dirección de Severus, aunada a una advertencia, la familia de Severus era de un estrato bastante bajo, y el padre no era alguien razonable, sin duda lo estaba comprobando.

 

—Con muchísimo gusto—dijo Sirius, no veía la hora de salir de allí y llevarse a Severus lejos.

 

 

 

¿Cómo consentía este que ese maldito hombre le hablara así?

 

—Nos vamos.—Agarró de la mano a Severus—Toma tus cosas y vayámonos de una vez de aquí.

 

 

—Mi hijo no va a ir a ningún sitio.—Ese muggle estaba agotando su paciencia, no podía matarlo ni herirlo gravemente, ya sabía la condena que acarreaba. Pero nadie dijo que no podía lanzarle un hechizo silenciador, el hombre se veía como un auténtico estúpido y cuando quiso ir hacia ellos Sirius hizo que el suelo fuera completamente resbaladizo, hechizos inofensivos, nada que una multa no pudiera pagar.

 

Miró a Severus que parecía tan sorprendido como su propio padre.

 

—¿Vamos?—tironeó suavemente de su mano.

 

—sí, tengo todo preparado.—Sirius había necesitado tenerlo así, de la mano, dispuesto para irse de allí sin mediar palabra. Salieron de la habitación, pero Severus se paró—Solo quiero despedirme de mi madre antes.

 

Esperaba que su madre no fuera tan desagradable como su padre, o sabía bien que acabaría igualmente hechizada.

 

Lo que no esperó encontrarse fue a una mujer madura, grisácea y encogida que lucía un fuerte moretón en su ojo izquierdo. Era tan parecida a Severus que sorprendía.

 

—Mamá, me marcho.—Sirius no quería presenciar esa escena, él había tenido la suya propia, y no había sido nada agradable.

 

Su madre le había desheredado, había borrado su nombre en tapices, en los documentos familiares, él ahora era nadie, y para él estaba bien siempre que pudiera estar con Severus.

 

Por fortuna, tenía un tío que había corrido una suerte similar y le había ofrecido su ayuda, tenía casa y una pequeña dieta que les valdría para ir tirando hasta que encontraran trabajo.

 

La idea de ser auror murió en el mismo momento en que supo que no era posible compatibilizarlo con Severus, no iba a estar tres años fuera, no iba a renunciar a él, era lo principal.

 

Por eso necesitaba sacarlo cuanto antes de allí, el lugar apestaba y la tristeza que rezumaban las paredes le daban ganas de vomitar.

 

—Estoy listo.—Eso era lo único que importaba, y tomó de nuevo su mano para salir de allí y aparecerse.

 

Pero una pequeña mano se posó en su brazo, detrás de ella estaba la madre de Severus, con unos ojos tan oscuros y profundos como los suyos. Pero en estos no había rastro de vida, como si estuviera muerta, era espeluznante.

 

—Cuídale, es lo más valioso para mí de este mundo—le pidió, con gusto le hubiera dicho que él ya no era nada suyo, Severus le pertenecía desde ese momento y para siempre, ella dejaría de ser alguien para él, como había sido con su propia madre. Ella tembló en su agarre—. Por favor, no le hagas daño. Por favor.

 

Sirius no tuvo más paciencia, agarró a Severus y lo sacó de aquel nauseabundo lugar, dejando a una madre desconsolada porque había visto el interior de ese chico, tan bonito por fuera y tan siniestro en su interior.

 

Aquella sería la última vez que Eileen Snape vería a su hijo.

 


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