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La cena de los idiotas por Sh1m1

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Las cosas no estaban yendo mejor, Severus pensaba que el haber retomado el contacto con sus amigos vendría bien a Sirius, pero este cada vez parecía más irascible. Cada vez le hablaba peor.

 

 

 

Llegaba a casa más y más temprano arrancándole de los libros que para él eran una completa pérdida de tiempo.

 

 

 

—Nunca serás un maestro en pociones, ¿quién te has creído? Tú que has salido de un pozo de mierda—aquellas palabras le dolieron en lo más hondo, porque eran sus propios miedos saliendo llenos de mierda de la boca del amor de su vida.

 

 

 

—Déjalo, esta en nuestra vida, ¿es que acaso no te parece suficiente?—continuó.

 

 

 

—Claro que me gusta, estar contigo es genial, pero yo también necesito hacer algo más que esperarte cada día.

 

 

 

La bofetada que le dio no la esperaba, Sirius le había prometido que no volvería a pegarle. 

 

 

 

—Eres un desagradecido, yo voy a esa tienda de mierda, a tratar con ineptos pudiendo haber sido un auror por estar contigo, y a ti esperarme te parece perder tu tiempo.

 

 

 

Severus tenía sangre en el labio, le dolía la cabeza y no era únicamente por el golpe.

 

 

 

—No digas eso, no es verdad.

 

 

 

—¿Me estás llamando mentiroso?—En esos momentos Sirius le pareció alguien a quien no conocía, peor, le recodaba a alguien a quien conocía perfectamente.

 

 

 

Su varita estaba sobre la mesa, pero él desde el suelo siendo pateado por un enloquecido Sirius no le dejaban llegar a ella. Acabó hecho un ovillo como tantas veces había sucedido con su padre, al final siempre se cansaba de pegarle. Pero el dolor que estaba sintiendo no solo era físico, Sirius era diferente, Sirius le quería, ¿qué estaba mal?

 

 

 

Cuando paró, Severus solo lloraba.

 

 

 

—Te odio, te odio.—No era el único que lloraba al parecer, Sirius le abrazaba pero Severus era incapaz de moverse, ¿por qué? Se lo había prometido—Te quiero, no quiero ser así, no quiero volverme loco por ti, ¿por qué me haces esto?

 

 

 

Al día siguiente Severus estaba cubierto de golpes, con el cuerpo dolorido y el alma hecha pedazos. Sirius le curaba con pomadas, pero había heridas a las que no podía llegar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

—Lo siento, Severus, sabes que lo siento.

 

 

 

Él solo asentía, aquel había sido el mantra que Sirius le había relatado toda la noche mientras no dejaba de abrazarle.

 

 

 

“Lo siento, lo siento, lo siento”

 

 

 

—Lo estoy pasando muy mal en la tienda, mi madre ha vuelto a joder mandándome a sus amigas a la tienda. Estoy jodido, Severus, y lo he pagado contigo, me odio por ello.—Le levantó el rostro que mantenía gacho, le dolía tanto lo que le había hecho a Severus, su Severus, ciego de rabia, rabia por todo, por él, por su vida, por saberse insuficiente para él. ¿Era un monstruo?

 

 

 

Severus no le hablaba, ni le miraba, le iba a dejar, estaba seguro, y él no podía permitirlo. Ellos tenían que estar juntos, todo era por estar juntos. ¿Es que no lo entendía?

 

 

 

—Te quiero, lo sabes, ¿verdad?—Severus había hecho la cena aquella noche, aún estaba completamente callado, pero no se había ido y le dio esperanzas de que aquello no se había acabado.

 

 

 

—Sí.

 

 

 

Sirius se levantó de la mesa y la rodeó, besó a Severus como desde antes de que aquel mal día ocurriera, no cenaron, le hizo el amor sobre la misma mesa y le prometió que nunca más pagaría su mal humor con él.

 

 

 

 

 

Pero la sombra negra de su vida nunca le abandonaba.

 

 

 

Una noche llegó con una sorpresa para Severus, pero la respuesta de este no fue la que él tanto había esperado.

 

 

 

—¿Me estás diciendo que no puedes venir a estas vacaciones que me han costado tantísimo, por un estúpido examen?

 

 

 

Sentía como iba enfureciéndose, Severus solo miró a su plato de comida.

 

 

 

—Es importante para mí.

 

 

 

—¿Más que yo?

 

 

 

—No es justo, son cosas diferentes.

 

 

 

—No para mí, me he esforzado muchísimo en poder conseguir los días, el dinero para irnos, salir de esta rutina.

 

 

 

—Yo he estudiado mucho para este examen, solo serían unos días, ¿puedes posponerlo?

 

 

 

Sirius tiró todo lo que había sobre la mesa asustando a Severus que agarraba con fuerza su varita.

 

 

 

Se fue de su casa, no iba a volver a pegarle y sabía que le hubiera tirado al suelo hasta que la rabia que sentía se fuera.

 

 

 

Había vagabundeado por Londres, bebiendo de más, fumando de más; se había peleado con unos muggles a puño limpio porque no podía con la rabia que sentía, ¿era tanto pedir que Severus dejara esos estúpidos estudios y quisiera estar con él?

 

 

 

 

 

No volvió por casa, fue directo al trabajo, y de allí directo a una pensión, no quería verle la cara a Severus, pero a los tres días le echaba tanto de menos que volvió a su hogar.

 

 

 

Severus le miraba con los ojos llorosos, y se arrojó a sus brazos.

 

 

 

—Me voy contigo, me voy contigo—gimoteaba.—Los exámenes no son tan importantes como tú.

 

 

 

 

 

Sirius sonrió, al fin las cosas eran como debían ser, Severus y él juntos, en los días hasta su viaje no le volvió a ver coger un libro.

 

 

 

El sexo fue más ardiente que nunca, y Sirius sintió que volvía a tener el control de su vida.

 

 

 

—Te quiero—le abrazó cuando ambos iban a tomar el traslador.

 

 

 

Severus le sonrió contento, y tomó su mano.

 

 

 

—Yo también te quiero—dijo antes de que el plato de porcelana les transportara a Dublin.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Severus había visto pocos lugares fuera de Hogwarts, su casa paterna y el barrio en el que vivía con Sirius.

 

 

 

Dublin le pareció un lugar maravilloso, la gente en la calle hablando y riendo como si todos se conocieran de toda la vida era como un soplo de aire fresco.

 

 

 

Sirius parecía otro, estaba feliz, atento, ojalá siempre pudiera ser así.

 

 

 

Habían pasado semanas muy malas, aún tenía pesar por la oportunidad que había dejado escapar.

 

 

 

Sabía que al no presentarse a esos exámenes perdería su beca, y sin ella, no podría volver a retomar los estudios.

 

 

 

Pero eran ellos o Sirius, y Sirius siempre sería más importante.

 

 

 

¿Quién era él sin Sirius? Ser pocionista no era tan importante como hacer feliz al amor de su vida, y había tardado mucho en darse cuenta.

 

 

 

Sentía mucho que Sirius no pudiera cumplir sus sueños por él, era lógico que él tampoco lo hiciera.

 

 

 

Estar juntos era lo más importante, pero una parte de él aún se dolía por todo aquello, pronto pasaría, pronto, y allí en Dublín parecía que sería más pronto que tarde.

 

 

 

Salían todas las noches, bebían y reían, y cuando volvían al hostal hacia el amor entre palabras dulces y promesas.

 

 

 

Así era como tenía que ser, así era como ellos se amaban, lo demás solo era producto de la presión que tenía Sirius, de todo a lo que había renunciado por estar con él.

 

 

 

Una noche mientras reían uno junto al otro cuando Sirius le susurraba tonterías al oído y Severus solo deseaba tenerle dentro de aquel modo tan profundo en el que él se lo hacía. Las cosas se fueron al traste.

 

 

 

—¿Qué miras?—escuchó que decía Sirius a su espalda.

 

 

 

—Nada amigo, solo me gustaría poder unirme a vosotros—el tipo que Severus no había visto, los miraba con clara lujuria.

 

 

 

Sirius se puso furioso, se fue contra el tipo muggle y le partió la cara. Severus tiró de él, no quería que fueran arrestados ni tener que hacer magia en un lugar muggle, tendrían serios problemas.

 

 

 

—Vámonos, Sirius, por favor.

 

 

 

Un grupo de muggles les estaban rodeando, pero Sirius obedeció y salieron el pub.

 

 

 

No le gustaba verle así, de hecho sabía que las cosas no habían acabado cuando llegaron a su habitación.

 

 

 

—¿Por qué lo has hecho?

 

 

 

—Eran demasiados, llegarían las autoridades muggles…

 

 

 

—No eso, no me tomes por idiota—le gritó demasiado cerca.

 

 

 

—¿Qué?

 

 

 

—Te vi hablando con ese imbécil en la barra, ¿acaso crees que no me daría cuenta?

 

 

 

—Yo no hablé con él—se comenzó a asustar Severus.

 

 

 

—¿Entonces porque nos dijo eso? Tú le provocaste en la barra.

 

 

 

—No hice eso, Sirius, el solo me saludó y yo le contesté, nunca pensé que nos diría nada.

 

 

 

—¿Por qué siempre tienes que estropearlo todo?

 

 

 

—Yo…

 

 

 

—Cállate, mejor cállate.

 

 

 

 

 

Todo estaba yendo tan bien, ¿por qué siempre tenía que ocurrir algo que lo estropeaba? Sentía que la culpa la tenía él, al final siempre eran cosas que tenían que ver con él.

 

 

 

Se calló, y esa noche no volvieron a hablar. 

 

 

 

A veces todo era estupendo, y otras todo se volvía oscuro, como si la oscuridad no pudiera ser arrancada de su vida.

 

 

 

Su padre, Sirius, era él, el denominador común.

 

 

 

El amanecer llegó, y pensó en aquella pregunta que Lily le hizo hacía meses.

 

 

 

¿Era feliz? El 10% cada vez comía más espacio, dudaba que este se hubiera quedado en aquella cifra, pero no quería mirar hacia allí.

 

 

 

En la cama, Sirius dormía tranquilo.

 

 

 

Ojalá pudiera aplacar su alma, como Sirius había sabido hacer con la suya. Ojalá su amor bastara para hacerle feliz.

 

 

 

Se esforzaría, porque a pesar de la parte mala que devoraba su relación, algo era real. Le quería, como nunca había querido a nadie, con su alma, con su cuerpo, y con su vida.

 

 

 

Se esforzaría y todo iría bien, Sirius se despertó, tardó en enfocarle. Pero era su Sirius, aquel al que tanto amaba. Abrió las mantas con las que se había mantenido caliente en esa mañana, y Severus fue a su encuentro acoplándose a su cuerpo aún cálido por el sueño.

 

 

 

—Te quiero, Sev.

 

 

 

—Y yo a ti, gracias por este viaje.

 

 

 

Sirius sonrió, las dos caras de una misma moneda. Adoraba esta, por esta se mantenía alto, Sirius besó su frente y le abrazó más fuerte.

 

 

 

Aquel viaje lo recordaría por siempre, no hubo nada que alterara la buena sintonía que alcanzaron en esos día.

 

 

 

Solo esperaba que la estela de felicidad que supieron crear fuera de casa, les acompañara hasta Londres.

Notas finales:

Me gustaría daros felicidad, pero esta historia no sale así. 

No es divertida y ligera, siento las que hayáis venido con esa intención, sé que no es lo que suelo escribir, y si no queréis seguir lo entenderé.

 

A las que aún tengan ganas, nos vemos en el próximo capítulo.

 

Besos, Shimi.

 


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