«Fue una decisión sin retorno»
[Gregory Lestrade • Sherlock Holmes]
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Sherlock tomó aire hasta que sus pulmones, completamente llenos, soltaron un dolor punzante por toda su caja torácica, dejándole mareado en el proceso; oyó sus huesos crujir ruidosos mientras intentaba, infructuoso, relajar un poco su espalda tensa. Decir que estaba nervioso era nada, si esperaba cinco minutos más terminaría por reventar en ansiedad.
La mirada poco afable en el rostro de Mycroft y su mamá no estaba ayudando en absoluto.
— ¿Y bien?— preguntó su padre, igual o aún más preocupado que él. Ambos omegas podían sentir las hormonas iracundas provenientes de los dos alfas sobre el sofá.
— Está un tanto atrasado, hubo un pequeño percance en el trabajo y apenas viene para acá— se excusó Sherlock por él, su voz era calma y lucía relajado pese a que su omega interno le rogaba salir corriendo de ahí.
— Cuarenta minutos tarde, Sherlock— remarcó su madre, indignada. La alfa cruzó sus brazos en son de queja al tiempo que, haciendo uso de su perspicacia, trataba de leer algo en el rostro de su hijo menor, buscando una grieta en la barrera impenetrable de sus emociones, necesitaba encontrar lo que fuere que mostrara si las cosas no iban bien.
El aludido, ya bastante harto de la situación, estuvo a nada de iniciar una discusión alegando que, pese a ser un omega, era un hombre de veinticinco años, independiente desde hacía seis y con un empleo en el hospital Saint Bart en el área de química biológica, no obstante el timbre resonó por la enorme casa con fuerza, gracias al penetrante silencio instaurado.
Sherlock se paró como un resorte del sofá individual, corriendo lo más rápido que sus piernas agarrotadas por la ansiedad le permitieron, derrapó al dar vuelta hacia el pasillo principal y casi choca con la puerta. A través del cristal texturizado pudo distinguir la figura de Greg, completamente tranquilo, incluso traía las manos en los bolsillos.
Apenas los dejaran solos iba a cometer homicidio, y vaya que sabía cómo hacerlo.
Abrió la puerta, reprochándole con la mirada su enorme tardanza, le había explicado antes que sus padres odiaban la impuntualidad y lo primero que hizo fue tomar ese arresto al otro lado de la ciudad.
— Hola lindura, lamento la espera— dijo, poniéndose de puntillas para darle un beso en la frente— Gracias a ti encontramos al líder de los traficantes, fue muy sencillo después de todas las pistas que encontraste
Eso pareció relajar a Sherlock casi inmediatamente. El joven sonrió altanero, alzando la barbilla, sus enigmáticos ojos de indescriptible color irradiaban euforia.
— ¿Me equivoqué en algo?— preguntó como siempre que estaba seguro de no haberlo hecho, amaba escuchar halagos hacia su trabajo, le subía demasiado el ego intelectual, en especial si era Greg quien lo hacía, pues desde su punto de vista era el único medianamente funcional de su equipo.
— Sabes que no— dijo juguetón, Sherlock rodó los ojos, divertido.
— ¿No puedes ser más descriptivo? Me matas la ilusión— comentó sarcástico, en realidad Gregory le llenaba de halagos, sin embargo pese al tiempo Sherlock siempre sería un mocoso mimado hambriento de atención.
Un carraspeo al fondo borró todo rastro de alegría en el omega, su cuerpo se volteó rígidamente hacia los dos alfas que, expidiendo molestia por cada poro de la piel, observaban la escena. Detrás de mamá su padre casi parecía esconderse, apenas asomando la cabeza.
— Buenas noches— Gregory rompió el pesado silencio con un saludo contento y despreocupado, siendo incapaz de sentir las hormonas pesadas en el aire.
Emilia Holmes analizó exhaustiva al hombre en la puerta, era bajito, venía vestido con unos jeans y una camiseta negra, el pantalón traía una mancha rojo oscuro que probablemente apareció a causa de esa herida enorme en su mano derecha, aunque el sujeto parecía no sentir dolor alguno o bien estaba acostumbrado a el. Su cabello desordenado y ojeras profundas le daban un aire algo demacrado, ¿en dónde se supone que trabaja? También notó desde su posición que no olía a nada, por lo que dedujo se trataba de un beta, uno claramente mayor que su pequeño omega.
— Ahm... ellos son mi... mi manada— contó Sherlock tropezando con las palabras, era evidente su incomodidad por lo que Greg colocó su mano sana sobre el hombro del joven, dando apoyo moral en medida de lo posible, pues no tenía hormonas de alfa para tranquilizarle.
— Mucho gusto, mi nombre es Gregory Lestrade, soy oficial en jefe de la sección del centro de Londres, trabajamos como detectives a tiempo completo, es un gusto— se presentó, haciendo una pequeña reverencia con su cabeza.
— ¿Greg?— preguntó Mycroft, sorprendido.
— ¿Mycroft?— regresó él, igual de impactado.
— ¿Se conocen?— Inquirió Sherlock, repentinamente celoso.
Gregory soltó al omega a su lado solo para tallarse el rostro en ademán hastiado.
— Sí, digamos que... me da un poco de dinero extra para tratar casos que no son de mi jurisdicción— medio aceptó, no le gustaba revelar que prácticamente era esclavo de ese aterrador alfa quien más de una vez lo había enviado en misiones suicidas por Europa, Asia y América, debió suponer que Holmes no era un apellido muy común, se sentía estúpido.
Sherlock alzó una ceja, no muy convencido, ya más tarde sonsacaría información a su hermano, siempre lo hacía.
— Mi nombre es Emilia Holmes, soy la cabecilla de la familia, este de aquí es mi esposo Phineas— habló la mujer, llamando la atención de todos los presentes.
Mycroft se veía mucho más relajado al saber quién cortejaba a su hermano, pero viendo la expresión de su madre dudaba mucho que ella se sintiese muy a gusto con eso
— Gregory— comenzó ella— Se sobreentiende que eres el hombre con quien Sherlock ha estado saliendo los últimos meses, hombre que además le marcó la semana pasada sin consultarnos— reclamó, colérica.
Automáticamente Sherlock subió una mano a su nuca, cubriendo la marca de mordida que Greg le había hecho.
Emilia se talló el rostro frustrada al notar la falta de reacción en su hijo y el hombre a su lado— ¿Entonces ustedes dos esperan que acepte a un beta mayor, que trabaja arriesgando su vida y no puede darle la seguridad de un alfa a mi hijo, para salir con él?
Sherlock bufó en respuesta, puso sus manos en la cintura, tomando una postura tensa y Greg supo que se venía algo fuerte.
— Ese beta que sacó a su estúpido hijo de las drogas, además de esforzarse un poquito en entenderlo le regresó las ganas de seguir existiendo y le dio finalmente un trabajo que es entretenido, si eso no fuese suficiente ¡Oh, sorpresa, me ha marcado! Si quieren separarnos entonces vayan apartando un trozo de tierra en el cementerio y un cajón
Greg se quedó congelado, casi se ahoga con su saliva. Algo que amaba y al mismo tiempo odiaba de su novio era la boca sin filtros que se cargaba.
— Ya basta, Sherlock, no creo que sea la mejor manera de hablar las cosas
— ¿Por qué quieres que lo maquille?— se quejó, indignado— Todos aquí sabemos lo que sucede cuando una pareja marcada se separa
— Comprenderán que solo estamos preocupados— se entrometió Phineas, hablando por primera vez en todo el rato— Mi hijo es un omega joven, algo inexperto en muchas áreas y propenso a caer en las adicciones, no confiamos en cualquier persona para cuidar de él
— Oh, claro que lo entiendo, aún recuerdo que la primera vez que lo vi estaba hasta el tope de droga— comentó como si nada, pasó un brazo alrededor de la cintura de Sherlock, abrazándolo. De repente se veía orgulloso— Pero quisiera pedirles por favor que no lo subestimen, lleva más de un año limpio, explotando sus impresionantes habilidades mientras ayuda un poco al estado en el proceso, incluso está durmiendo el tiempo que una persona promedio lo hace
— Ciertamente está más sano que nunca— comentó Mycroft como quien no quiere la cosa, de verdad prefería que la pareja de su hermano fuese Gregory a cualquier alfa estúpido que le tratase como un objeto nada más. Greg era un hombre tranquilo, casi hogareño, perezoso y un poco malhablado, contrario en su totalidad a Sherlock, se complementaban bien y parecían felices, eso era lo importante—. Tratando de cerca con el investigador Lestrade puedo asegurarles que Sherlock está en buenas manos
Emilia pareció desorientarse durante un instante, confiaba plenamente en su hijo mayor, claro que sí, no obstante eso no le quitaba la mala sensación de que su pequeño niño había tomado una decisión muy importante a la ligera.
— Pero... siempre creí que Sherlock se casaría con un alfa— dijo ella confundida.
Ambos, tanto el aludido como su pareja hicieron una mueca de asco.
— ¿Boda? ¡Por el amor a dios, madre!— dramatizó Sherlock.
Gregory seguía con esa expresión de haber visto algo desagradable— No... no deseamos casarnos— le siguió.
— ¿Qué?— inquirieron ambos padres al unísono.
— No vamos a pasar por algo tan bochornoso como una boda, la marca es suficiente, tampoco queremos hijos así que la próxima semana iremos a esterilizarnos. Si todo está solucionado, entonces no tenemos nada que hacer aquí— dijo Sherlock rápidamente, sabiendo la tormenta que se avecinaba por parte de su conservadora madre tomó a su novio del brazo, arrastrándole hasta la calle donde le hizo la parada a un taxi, apenas el vehículo se detuvo lanzó a Gregory al asiento y entró él también, cerrando la puerta y pidiéndole al chófer arrancara justo antes de que Emilia, enojada, llegara hasta ellos.
— La próxima vez que tu madre nos vea va a matarnos— se burló Greg, riéndose conforme el coche se alejaba de la iracunda mujer.
— Aprenderá a soportarlo— respondió el otro en el mismo tono.
De todas formas, con la mordida en su cuello, no es que tuviese mucho que hacer al respecto.