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Mr. Perfect por Thai Maqui

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Lo primero que Seiya hizo al entrar a su casa fue encerrarse en el baño. Ignoró la presencia de Ikky, los gritos preocupados de Shun y sus golpes en la puerta. Abrió el grifo girando la llave al máximo y mientras esperaba que se llenara la bañera se desvistió rápidamente.

El agua helada mojó su piel provocándole pinchazos de dolor. Apoyó sus brazos en el borde de porcelana y exhaló un largo suspiro, aliviado que la calentura y la ansiedad finalmente se alejaran. Ahora, si lograra lo mismo con sus caóticos sentimientos estaría eternamente agradecido.

- No, no, no… ¡No! - Restregó el shampoo fuertemente como intentando borrar los recuerdos de su cabeza.

- Solo fue un beso - inconscientemente acarició sus labios.

Nunca en sus veinticinco años de vida había recibido un beso tan intenso, ardiente y erótico. Cada vello de su cuerpo se erizó y los pequeños escalofríos como choques eléctricos le quitaron el aliento.

- Olvídalo – decirlo era más fácil que hacerlo.

Terminó de anudar el albornoz y salió del baño, tan distraído que chocó con un Shun de brazos cruzados y mirada furibunda. Oh no, había olvidado ese pequeño detalle.

- ¿Dónde estabas Seiya? –  Ese tono no presagiaba nada bueno.

- Shun yo…

- Revisaste tu celular ¡te llamé cuarenta veces! – Reclamó - dijiste que ibas a comprar refrescos y volvías a ayudarme con la mudanza – Sí, finalmente había decidido vivir con su mejor amigo, dejar a su hermano y darle privacidad con su pareja. A pesar de la quejas, gritos y berrinches de Ikky.

- Diez malditas horas desaparecido, ¡eres un idiota!

- Estay castigado – su dedito acusador no daba lugar a reparos - tienes terminante prohibido salir sin mi permiso. 

- Pero Shun…

- ¡Seiya Ryūsei Ken* es mi última palabra!– Como odiaba cuando lo llamaba así.

Como perro apaleado en un día lluvioso; con la cabeza baja y arrastrando sus pantuflas de poni, el castaño se dirigió a la cocina, sacó una botella con agua de la alacena y bebido desesperado.

- Me alegro que estés bien. – Aunque lo negara Ikky volvió a respirar tranquilo.

- Gracias Ik…

– Shun no puedes confiar en él – expuso, haciendo que Seiya casi se ahogara.

- Es irresponsable, torpe e inmaduro no es seguro que te mudes. – Lo intentaría hasta el final. Solo pensar que su adorado hermanito estaría lejos le daba ganas de golpear algo, o a alguien, específicamente rubio y alto… Radamanthys tenía la culpa, el desgraciado traidor lejos de apoyarlo lo ayudó a empacar.

- No me obligues a decir tu nombre completo también niisan – con eso dio por terminada la discusión.

- Mejor me voy – volvería cuando se le pasara el enojo.

- ¿Cómo te fue? -  Preguntó después que los gruñidos de Ikky dejaron de oírse.

- Solo salí a caminar – era bochornoso contarle la verdad. Claro no podía ocultarlo mucho tiempo.

- Ajá, sigue te escucho.

Seiya contó hasta diez tomando profundas bocanadas de aire, terminó su agua y empezó a relatar lo poco que se acordaba del club y su tormentoso despertar.

— Estaba coqueteando conmigo ¿Puedes creerlo? - Dijo, mientras terminaba de explicar lo que había sucedido.

– Y al salir de su casa me… me… be… so – cinco minutos después Seiya seguía esperando algún comentario pero Shun estaba volando, muy lejos, en un mundo de fantasía.

- Sabes, te tengo tanta envidia Seiya – suspiró ante la hermosa historia – yo me hubiese arrojado a sus brazos sin dudarlo.

- Amo a Saori – por primera vez titubeó – no soy gay.

 - Como se llamaba… – pensó recordando unos instantes – en la secundaria Shiryū te gustaba, hasta tuvieron una cita – otra vez su dedito acusador.

- Además porque te quejas tú tienes a Hyoga – prefirió cambiar de tema.

- Oh… bueno… es que – Era su turno de ponerse nervioso - terminamos hace dos semanas – el porqué, preferiría morir encadenado como la diosa Andrómeda antes que confesar que el rubio lo engañó con su maestro de idiomas, un tal Camus. Al parecer su técnica con la lengua francesa era prodigiosa.

—Entonces, ¿te quitó la ropa?  —indagó Shun, para distraer al castaño.

—No, sí, supongo. Algo así… Me invitó a tomar una taza de café.

—Mmm… ¿con él como postre?

- ¡Shun!  - Su sonrojo lo delataba.

—No quiso admitir tener una relación con Saori, dijo que ni siquiera la conocía.

— Relación lo dudo – después de todo era gay. - Conocerla, eso es mentira.

- ¿Cómo lo sabes? Y ¿Qué es eso de arrojarte a sus brazos, si ni siquiera lo conoces?

- Rada chan averiguó algunas cosas – Shun saltó del banquillo y se perdió por el pasillo. Seiya escuchó el traqueteo de cajas y algunos muebles.

- Aquí - regresó con unas revistas en sus manos.

— Ah… ahí, ese es él  —indicó mientras su mejor amigo pasaba las páginas.

—Escucha  —dijo Shun — Saga Gemini, treinta y dos años de edad uno de los billonarios más jóvenes, dueño de una cadena de clubs y hoteles de lujo en asociación con su hermano Kanon.

— Ahora mira esto — Shun leyó el encabezado de otro artículo. – Fiesta por el aniversario de diamante de la Corporación Graude. Nieta del Presidente, Saori Kido posando con Saga Gemini, ¿acaso no forman una pareja celestial?  

- Oh – Seiya prefirió ignorar la dura punzada en su pecho. Tan crédulo como era, había confiado en cada palabra de… ese tipo. No solo en no conocer a su novia, también en su interés por él.

— ¿Quieres desayunar?

— Solo té – realmente con el nudo en su garganta dudaba poder probar bocado.

— ¿Ha llamado Saori?

—No, pero necesita venir por el resto de sus cosas, así que pronto tendremos noticias de ella.

—Lo lamento Sei – Shun lo abrazó.

—Yo también — suspiró mientras observaba la imagen de Saga. No entendía porque su traición dolía más que la de su propia ex novia.

 

***

 

Habían pasado dos meses desde su separación y Seiya no tenía noticias de Saori. A pesar de la tristeza, vivir con su mejor amigo hacía sus días llevaderos, también estaba Ikky que prácticamente se mudó con ellos, incluso tenía una improvisada cama en la habitación que Shun usaba como estudio de arte.

Por supuesto un frustrado Rada chan siempre estaba al asecho, sus planes de estar solos y muy juntitos fallaron magistralmente. Su novio lo trató de traidor y tenía una condena muy grande que saldar hasta conseguir su perdón. Así que eran los cuatro. Lo cual agradecía.

- ¡Acaso no hay nada de comer en esta casa!

- Cállate Rada, ayer te comiste cuatro bolsas de papas fritas mientras veías televisión.

Bueno algunas veces.

- Cuando vas a volver a cocinar para mi Ikky.

- Cuando logres que mi Shunny vuelva a vivir con nosotros.

Cerró la puerta de su habitación, lastima, no era a prueba de ruidos.

- ¡¡Ikky Yoku TenShō* y Radamanthys Wyvern se me largan ahorita mismo a su casa!! – Finalmente Shun explotó – y no los quiero volver a ver hasta nuevo aviso.

Luego de unos gimoteos, ruegos y cosas rompiéndose al parecer sobre un par de cabezas duras y tercas, Shun se asomó por la puerta.

- Sei voy a acompañarlos vuelvo pronto.

El castaño suspiró, virando los ojos ante el enorme desorden de su cuarto. Se remangó las mangas de la camisa y empezó a recoger el tiradero de ropa sucia. Odiaba los sábados de limpieza. Mejor se daba prisa y aprovechaba el día soleado para lavar.

- ¿Qué es esto? – levantó la tarjeta con un delicado filigrana dorado.

- Saga – cuando finalmente logró de dejar de pensar en él… al menos durante cinco minutos.

Negó dejándose de tonterías. Si alguien sabía dónde estaba Saori era él. Observó la cajas apiladas en la esquina con las pertenencias de su ex, si quería continuar debía darle un cierre al asunto. Jugueteó con la idea de llamarlo durante unos minutos.

- Porque no – Seiya tomó el teléfono móvil y marcó el número.

—Bueno — contestó la voz grave y fuerte como exquisito whisky. Parecía querer embriagarlo.

—Muy bien, escuche — carraspeó tratando de recobrar la compostura — quiero que le digas a Saori que todas sus cosas están aquí y que si no viene a recogerlas las tiraré a la basura.

Hubo silencio por un momento — ¿Seiya?

— ¿Quién más? ¿Está ella ahí?

—Nadie está aquí, excepto yo. No sabes lo feliz que estoy de escucharte, no he dejado de pensar en ti desde esa noche.

— ¿En serio? ¿Por qué?

— Estaba pensando en tu cuerpo y lo malo que fue que estuvieras ebrio cuando te desvestí.

—Oh… - agradecida que no pudiera ver su sonrojo - ¿Está Sao… ri con us… ted ahora?

— ¿Cuántas veces debo decírtelo? No conozco a esa tal Saori.

—Sí, claro. Bueno, dele mi mensaje.

—Lo haré si vienes a tomar algo conmigo.

— ¿Qué?

— ¿Vamos algo rápido, un jugo, té, café, tu decide?

— ¿Si voy se lo dirá a Saori? – A estas alturas ya estaba harto.

— ¿Vienes o no?

— ¿En dónde? – aceptó resignado.

— La cafetería Fantasy. ¿La conoces?

—Sí – claro que la conocía, estaba a solo cinco cuadras -  ¿en media hora?

—De acuerdo, nos vemos —dijo y cortó la llamada.

Seiya comenzó a reír, más que una risa fue un rechinar de dientes. Gesto que hacía cada vez que estaba demasiado nervioso. Se cambió deprisa, escogiendo sus pantalones más ajustados y una camisa de lino blanco.

Tomó las cajas que le pertenecían a Saori y las colocó en la cajuela de su auto. Podría bien dárselas a Saga. Mientras más rápido terminara con ese par mejor.

 

***

 

El rico aroma a café y pan recién horneado lo recibió al entrar al local. Pequeño y cómodo las mesas estaban distribuidas para dar cierta privacidad. El exhibidor de la entrada lucía colorido, lleno de deliciosos y variados pasteles. Seiya casi babeó, por su gran debilidad a lo dulce.

Metió las manos en los bolsillos y echó un vistazo alrededor de la tienda. A las nueve de la mañana apenas tres mesas estaban ocupadas, en la más alejada estaba Saga leyendo un libro, con su largo cabello recogido en una coleta y su rostro enmarcado por unos lentes de fina montura.   

- Me había olvidado de lo sexy que es – Seiya mordió su pulgar, dudando si debía marcharse. Cuando Saga le ofreció una sonrisa... Diablos esa sonrisa que estremecía su cuerpo entero se acercó.  

- Hola hermoso – Saga no quiso perder el tiempo – te extrañe.  

- Ho… la - Maldición comenzaba a tartamudear.

Agradeció a la joven mesera que se acercó a tomar su orden más no la mirada lujuriosa que le lanzó a su acompañante, quería ponerla en su lugar por ofrecida. Hasta que se dio cuenta que no tenía derecho.

—Traje unas cuantas cosas de Saori. Pensé que se las podría llevar. Tiene un auto ¿cierto?

—Sí, pero no me llevaré las cosas de esa tipa.

— ¿Por qué no?

—Lo haría si pudiera – con tal de dejar ese asunto atrás y pasar a cosas más importantes. Como conseguir un beso -  ¿De dónde conozco a Saori, va a  Asterix por casualidad?

—Ahí fue donde se conocieron, ¿cierto?

—Eso fue lo que te dijo.

—Bueno, me dijo que me dejaba por usted. Eso fue lo suficientemente claro.

— ¿Cómo es Saori? – pregunto con verdadero interés.

— Se bien que la conoces.

— Enserio – Hasta molesto era atractivo.

—Sí  —Seiya sacó su billetera y le mostró la fotografía— ¿La recuerda ya?

- Oh ahora la recuerdo… - claro nunca la olvidaría, por mucho que se esforzara. - Lo siento Seiya no sabía que su nombre era Saori.

- Solo la conocí como la señorita Kido, en la fiesta de la Corporación Graude – podía haberle repetido su nombre mil veces, pero estaba más interesado en la escultura de hielo que escucharla. – Su abuelo prácticamente me obligó a estar con ella toda la noche.

Alivio inundó el corazón de Seiya y ofreció una preciosa sonrisa – ¿De verdad?

- Aunque debo admitir que es bella – Saga disfrutó del brillo celoso en la mirada marrón. - Pero también es altanera, caprichosa, egoísta. Fue muy difícil soportarla. No te ofendas pero no entiendo porque te enamoraste de ella.

Sus amigos siempre le hacían la misma pregunta, Saori los trataba con gentileza pero se alejaba con el mínimo pretexto, sobretodo de Shun que siendo un alma gentil nunca dijo nada. Tan cegado estaba por amor que nunca notó esos defectos.

- Entonces Saori me dejo, solo por hablar contigo - Todavía no lo procesaba, ¿Tan poco valía su relación para tirarla por una ilusión? Ocho años de su vida desviviéndose por complacer cada capricho, por verla feliz para nada.

- Seguro fue amor a primera vista – Seiya realmente podía entenderla.

- Lo sé, a mi me sucedió lo mismo… contigo.

- Saga…

— Es la primera vez que dices mi nombre. Me encanta.

El castaño abrió la boca, trató de replicar pero no salía sonido alguno. 

— Sabes estoy muy agradecido con ella— susurró inclinándose hacia adelante. Seiya entrecerró los ojos, sintiendo el cálido aliento rozando sus labios, solo un centímetro más y...

— ¿Po… r qué?

—De lo contrario nunca te hubiese conocido.

— Tengo que irme - Se puso de pie, tan apresurado que tiró la silla. 

- ¿Por qué? – esta vez no se escaparía. Saga corrió alcanzándolo afuera, lo atrapó en un posesivo abrazo, temiendo que se alejara.

- ¿Quieres salir conmigo? – Con la punta de su dedo índice Saga acarició la barbilla obligando a Seiya que lo viera a los ojos.

- Por qué lo harías, mírate podrías tener a quién quisieras.

— Porque te quiero a ti  —Su voz se tornó débil ante la confesión —. Porque eres dulce, sexy y una maravillosa persona. Porque fantaseo contigo todas las noches.

- Ten… go que ir… me – repitió. Tan confundido como estaba, no quería caer en la tentación.

- Seiya no huyas de nuevo.

- Basta.

- Tus hermosos ojos son tan puros – Saga jugueteó con la nariz de Seiya regalándole un suave beso esquimal.

- No lo niegues puedo leerlos – quemaba, sus caricias irradiaban un delicioso calor - sé lo que sientes.

- Tampoco dejo de pensar en ti – confesó totalmente sonrojado – pero yo no…

- Por favor…                       

- Una cita – concedió – solo una – añadió tratando de alejar el irrefrenable deseo de arrojarse a sus brazos y besarlo.

Como pudo se liberó, corrió sin importar dejar su auto en el estacionamiento, corrió hasta quedar sin fuerzas, corrió para alejar la intensa sensación de aleteos en su vientre.

No, no podía gustarle.

- No... No... ¡No! – no importaba cuánto lo negara. Seiya lo sabía.

Estaba completamente atrapado por Saga.

 

Notas finales:

*Los nombres completos de Seiya e Ikky salen de sus ataques meteoro pegaso y alas ardientes del Fénix en japonés. 

Bueno como siempre esperando les haya gustado.


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