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¿Un beso, señor? por AnneJieJie

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Notas del capitulo:

Extrañas ideas que llegan a mi mente cuando estoy en el trabajo....

¿Un beso, señor?

Escrito por: Anne Scarlett

 

Sumer brilló de pronto, el espectáculo de los edificios vistiendo sus paneles de cristal para retener los rayos de sol y convertirlos en energía hizo que la ciudad entera se vistiera de un color plomizo intenso. La gran aguja indicaba que ya había pasado el mediodía y los ciudadanos recién comenzaban a levantarse para deambular por las calles en sus modernos vehículos y gozar de los atractivos que ofrecía el centro urbano más importante del continente.

Él se movió aprovechando la muchachada, se mezcló con los transeúntes mientras observaba maravillado las luces de las tiendas, las plantas artificiales, las mascotas virtuales. Se quedó boquiabierto observando a una pareja de ancianos que sentados bajo un árbol petrificado se besaban bajo los rayos del sol de la tarde. Acarició sus labios y parpadeó como si fuera un pequeño infante que reboza ingenuidad. Después observó la gran aguja que se elevaba hasta lo más alto de los cielos y corrió en dirección a la gran puerta “Maia”, ubicada al noroeste de Sumer.

- Siento haberte hecho esperar. –Dijo cortésmente al caballero que  le esperaba junto a la puerta. Un militar de aspecto fornido y algunas canas blancas que formaban un interesante mechón en la parte frontal de una melena negra resplandeciente.

- Que no se convierta en costumbre Zafiro. –Respondió con ese vozarrón de gran comandante. -¿Qué causó el retraso a nuestro encuentro?

- Una pareja. –Respondió con voz lacónica. –Ancianos… Se besaban en el parque público.

- Infracción a la T-98. –Dijo él como si aquel hecho no tuviera trascendencia. –Deberían ser castigados.

- Pero ya son muy ancianos. 85… no, 87 años tiene el mayor, 83 el menor. –Dijo luego de parpadear con suavidad un par de veces, mirando a su interlocutor con esos brillantes ojos azules. –El cuerpo del menor está deficiente, su corazón pronto dejará de latir.

- Entonces ha sido un acto de indulgencia… Aunque sigue siendo escandaloso que lo hagan en público. Podría ser que ya no les interese el futuro. Los viejos ya no se preocupan mucho por ese tipo de cosas… -Dio la vuelta, avanzó con paso decidido hacia la gran puerta y sacó de su bolsillo la tarjeta de identificación. -¿Vienes, Zafiro?

- ¿Indulgencia? –Sus labios se movieron con suavidad repitiendo aquellas palabras, los acarició con sus largos y perfectos dedos, después parpadeó y lentamente caminó siguiendo los pasos del militar. -¿La indulgencia es lo mismo que la compasión?

- Tal vez. –Respondió con un dejo de incomodidad en su voz. –La indulgencia es un acto de benevolencia, la compasión es un sentimiento de lástima por quien sufre penas o dolores.

- Sentimientos: Manifestaciones del alma. Lo siento, todavía me cuesta comprender ese tipo de abstracciones subjetivas de la conciencia humana. –Dijo Zafiro observando la manera en que Maia se abría lentamente permitiendo que los dos abandonaran la ciudad.

- ¿Recuerdas cuál es la misión de hoy?

- Hacer que el cerebro del líder pagano deje de ser funcional. –Respondió con certeza subiendo al vehículo transportador. –Puede confiar en mi puntería L.T.  Ellensburg.

- Espero que sea así, ¿Fuiste al programa de calibración, Zafiro?

- Sí señor.

Zafiro volvió a tocar sus labios y miró de reojo a Ellensburg.

- ¿Ahora qué? –Preguntó el militar con tono exasperado.

- El beso. Ese tipo de contacto carece de lógica.

- Es por eso que el contacto físico no está permitido. –Respondió secamente volviendo a mirar de reojo al joven. –Ningún contacto físico entre dos seres tiene lógica.

Zafiro guardó silencio, sus ojos azules se quedaron observando un punto fijo en el mar de arena rojiza que rodeaba la ciudad, la tierra marchita y olvidada. Después colocó la mano en el cristal de la ventana.

- Trióxido de azufre, dióxido de sílice, partículas de uranio y titanio. Sedimentos. ¿Cómo puede sobrevivir a esto?

- Se llama “ADAPTACION” y a muchos les sobra aunque les falta seso para darle un buen uso. –Dijo con antipatía. –Horwell ha sido uno de esos poco seso. Prepárate Zafiro, hemos llegado.

Zafiro ajustó el traje especial a su cuerpo, Ellensburg hizo lo mismo, acomodaron en sus rostros la careta protectora y tomando sus armas ingresaron lentamente a la ciudad muerta.

El viento ondeó la larga coleta negra de Zafiro, él se movió despacio entre los escombros de aquella tierra marchita, la tierra rojiza y muerta cubría rastros de viejos vehículos oxidados, y pronto, sus ojos azules observaron las ruinas de los edificios de cemento, estructuras desagradables corroídas por el paso del tiempo, algunas a punto de derribarse.

Zafiro se detuvo y tras él, Ellensburg, quien preparó su arma listo para disparar a cualquier cosa que se moviera en aquel lugar.

Zafiro lo sabía sin que él lo hubiera dicho. Ellensburg odiaba las ruinas de la ciudad muerta, decía que era como entrar en la boca del lobo. Ellensburg tenía miedo y no era para menos, criaturas extrañas y deformes vagaban por aquellos callejones donde todavía se podía encontrar la ceniza volcánica. Zafiro colocó su mano fía sobre las de su oficial al mando y movió la cabeza indicando un “no”, logró que Ellensburg bajara lentamente el arma y le siguiera hacia el interior de uno de esos viejos edificios calcinados.

El sonido de gruñidos volvió a alertar a Ellensburg, lentamente levantó el arma y apuntó. Zafiro en cambio se quedó impávido en el corredor, avanzó hacia una puerta cubierta de moho.

- Ha llegado su hora. –Dijo levantando su arma hacia la puerta. Un disparo, dos o tres. Los suficientes para volar la puerta.

Del otro lado de la puerta se escucharon gritos, algunas palabrotas, una explosión voló una de las paredes.

- ¡Mierda! –Ellensburg no vio más que el polvo dejado por la explosión, encendió la comunicación con Zafiro, pero el joven no respondía. - ¡Más mierda! –Preparó su arma y avanzó corriendo hacia el lugar de los hechos.

Zafiro estaba atrincherado tras una columna de hormigón reforzado. Su objetivo en cambio, no estaba solo, había otros como él, también atrincherados tras los restos de una pared. Desde allí se defendían con unos cuantos disparos.

Ellensburg comprendió la situación. Contratacó mientras corría entre los escombros disparando hacia el objetivo, pero ellos estaban a salvo tras el muro y desde allí se defendieron. Un haz de luz rozó el brazo del teniente primero quien tuvo que replegarse y agacharse tras un montículo. Un segundo haz de luz rozó su tobillo.

Zafiro parpadeó y apretó los dientes. Arma en mano se lanzó hacia el objetivo. Un certero disparo del láser detuvo el corazón de uno de los enemigos, otro se encargó de destripar a tres. Saltó como si fuera un gato enfurruñado, sacó de su bota una especie de puñal y lo clavó en el cráneo del objetivo. Lo clavó una y otra vez bañando las paredes y su propio rostro en sangre hasta que le abrió el cráneo y partes del cerebro salieron a volar.

La conmoción y el aroma de la sangre atrajeron a los perros azules, horribles cuadrúpedos flacuchentos, sin pelo y de fauces amorfas, horrible mutación de la madre naturaleza, enseñaron sus dientes y avanzaron en manada.

Ellensburg contuvo el aliento, la quemadura en su brazo y tobillo eran más severas de lo que hubiera imaginado, la carne del brazo hormigueaba y pronto ya no pudo mover su mano, mal momento para contener a un enloquecido Zafiro y a una banda de perros azules al mismo tiempo.

Los animales le rodearon, viejo comportamiento canino heredado genéticamente de sus predecesores lobo, mostraron sus amenazantes dientes dejando que la espesa baba cayera al suelo. L.T. Ellensburg sabía que una mordida de esos mamíferos sería mortal, su baba transmitía la peste azul, una especie de enfermedad cancerígena altamente contagiosa. Con su mano izquierda desenfundó su puñal y lo llevó a su cuello, sabiendo que tenía pocas posibilidades de sobrevivir prefería matarse a morir desmembrado por los perros, o lo que era peor, perder su raciocinio y morir de manera lenta y dolorosa mientras la peste comía su cuerpo.

Zafiro seguía enloquecido, cuando ya no tuvo más cerebro que exterminar arrancó lo que quedaba de la cabeza de Horwell y lo echó a los perros usándolo como carnada para después dispararles uno a uno.

- ¿Zafiro?

- ¿L.T. Ellensburg?

Se miraron por un instante, el militar sonrió de medio lado y lentamente se puso de pie. Zafiro estaba frente a sus ojos, su rostro juvenil de brillantes e intensos ojos azules parecía esbozar un gesto que no había visto antes. Ellensburg llevó la mirada al cuerpo del muchacho, un agujero a la altura de su pulmón derecho, una quemadura en uno de sus brazos y mucha sangre.

- ¿Estás bien?

- Mejor que usted, señor. –Respondió con sinceridad ayudándole a levantarse.

- ¿No…? ¿No duele?

- No conozco el dolor, señor. –Respondió llevando al oficial herido hacia el transporte.

Ellensburg se echó a reír, había olvidado la naturaleza de Zafiro y ahora sabía que su pregunta carecía de sentido.

- Me has salvado la vida, Zafiro. –Dijo con alivio al subir en el transportador y poner marcha de regreso a la ciudad de Sumer. –Has mejorado bastante desde la última vez… Deberé premiarte por esto.

- Estaré encantado de recibir su premio, señor. –Respondió lacónicamente.

L.T. Ellensburg se echó a reír una vez más, la conversación comenzaba a carecer de sentido. Miró los ojos azules de Zafiro y recordó la primera vez que los vio en el laboratorio. Cuando el doctor Linch le indicó que debía darle un nombre en sus labios ya había uno que le recordaría ese color de ojos para siempre: Zafiro. Entonces vio su reflejo en las pupilas dilatadas y de nuevo vio en ese rostro casi inexpresivo un nuevo gesto.

- ¿Recibes premios?

- ¿Se está retractando de sus palabras, señor?

- No. Pero… ¿Qué puedo darte si tienes casi todo y no necesitas nada de mi?

- ¿Qué le parece un beso?... –Le sonrió tras hacerle un guiño con su ojo derecho.

- ¿Un beso? –L.T. Ellensburg estaba confundido y entonces se apresuró a decir. –No están permitidas las formas de contacto físico.

- Eso solo aplica para los de su especie, señor. –Le dijo acercándose a él, tomando entre sus manos las mejillas del oficial al mando, mirándolo a los ojos. Se acercó lentamente y Ellensburg cerró los ojos sintiendo el contacto de los labios de Zafiro, el movimiento de su lengua en la boca húmeda.

- ¿No es la primera vez que haces esto, verdad? –Preguntó rudamente, mirando los ojos del muchacho.

- He estudiado los ritos de apareamiento de los seres humanos. Como comprenderá tengo mucho tiempo libre para saciar mi curiosidad.

- ¿Y piensas usarme como conejillo de indias para saciar tu curiosidad?

- Si lo permite, señor. –Le dijo esbozando una sonrisilla que terminó cuando se mordió el labio inferior, su mirada azul descendió hacia la entrepierna del militar. –Creo que hay cierta parte de su anatomía a la que le gustaría saciar su curiosidad.

- Creo que alguno de tus circuitos tiene un corto. –Respondió con incomodidad mirando sus ojos azules. Si tan solo Zafiro fuera un humano normal…

- No me trate como si fuera un niño. Soy un adulto. –Le dijo incrementando la fuerza en la caricia entre los muslos de Ellensburg. –Puedo complacerlo mejor que cualquier neuro-E. Sé cómo hacerlo.

- Sigo pensando que algo está mal con tus circuitos. ¿Puede un androide sentir un orgasmo?

- ¿Quiere comprobarlo, señor?

- ¿Ahora?

- ¿Y por qué no?

- Estamos fuera de lugar, ¿no crees?

- Estamos en el mejor lugar, señor. No aplica la estúpida ley de cero contacto y es el único lugar donde no seríamos penalizados por transgredir los convencionalismos.

- Tienes razón, Zafiro… Pero… ¿Tu anatomía tiene de eso?

- Por supuesto, señor, no soy un androide militar como piensa, soy un ciborg y parte de mi anatomía masculina sigue intacta, ¿Quiere comprobarlo? –Respondió susurrándole al oído.

Ellensburg se tensó ligeramente, aquello era una provocación directa, se mordió los labios y observó al joven lentamente fue despojándolo del ceñido uniforme, descubrió con asombro que parte de sus heridas ya estaban casi curadas.

- ¿Qué cosa eres?

- Soy lo que tú quieres que sea….

- En ese caso ven aquí y muéstrame todos esos ritos de apareamiento. Es una orden…

- Señor. Sí señor.

Notas finales:

Gracias por leer!!


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