See my eyes, (in my eyes) see my lips (in mylips), See my face
(I would like to know what you really think I wanna)
I don't know why I don't know why I love you baby
I don't know why I don't know how to put it baby.
I don't know how to
Y ahí estaba yo nuevamente, mirándome en el espejo. Llevaba unos diez minutos analizando cada detalle de mi cuerpo ¿Qué estaba mal conmigo?. No entendía porque mi madre me había dicho “Estás mal”,trataba de hallar algo que en verdad estuviera “mal”. Miré mis facciones, mi cabello un poco alborotado de color rubio, mis ojos oscuros, mi nariz respingada, mis labios abultados y acorazonados, mi piel nívea. Llegué a la conclusión de que físicamente estaba bien, nada fuera de lo normal de un adolescente de mi edad. Estaba confundido, y lo sabía, después de todo creo que era usual, algo cotidiano en mi vida.
Me recosté en mi cama, mirando perdidamente el blanco techo. Entonces recordé algunas cosas de mi infancia…Desde los 5 años papá se fue con otra mujer, dijo que mamá y yo éramos un estorbo. Por esa razón, mi madre comenzó a cumplir ambos roles, yo seguí con mi vida normal, apenas entendía lo que sucedía a mi alrededor. Pasaron los años y seguí creciendo, de vez en cuando en el colegio los niños me molestaban por no tener un padre, yo me aguantaba las saladas lágrimas y lloraba con mamá, aunque eso sólo duró un año. Tiempo después logré enfrentar a esos niños, había dejado mi timidez, la vergüenza y el miedo.
Creí que nunca más me volvería a sentir así…Pero me equivoqué, en mi cumpleaños n°16 mamá me obligó a hacer una gran fiesta, invitó a gente que jamás había visto en mi vida. La fiesta trascurrió normal, gente que me saludaba cada 5 minutos, por un momento me sentí popular. Pero toda mi barrera de confianza se fue abajo cuando él me dijo: “Feliz Cumpleaños”, alcé mi vista y me encontré con esos orbes castaños, me perdí en ellos unos segundos y desperté de mi letargo. Le agradecí que viniera y comenzamos a hablar sobre trivialidades. La fiesta terminó, sólo quedaban unos cuantos invitados y nosotros dos.
No me di cuenta de cuándo ni cómo me había estampado contra una pared, me había abrazado y susurrado un “Sal conmigo, Kibum” y se había ido. Mi corazón aún late fuerte al recordar ese momento. Pasó una semana y me obligó a tener una cita con él “Qué cliché” pensé.
Ese día me había dicho que le gustaba, yo no pude darle una respuesta coherente y le dije que me llevara a casa. Le conté a mi madre y al principio reaccionó mal, no quería que su hijo fuera gay, aunque yo sabía interiormente que ella me iba a apoyar en cualquier decisión.
Y ahí estaba mirándome otra vez en el espejo, ya había tomado una decisión. No me importaban los prejuicios de la gente, el rechazo, las miradas de desaprobación y el odio. Busqué en el bolsillo de mi pantalón, saqué mi celular y envié un mensaje de texto:
-También te amo, perro idiota-