>>“Y entonces… ¿qué dices?”
Tony se había quedado sin palabras frente a la pantalla de la computadora mientras que su cursor parpadeaba esperando una respuesta que no había conseguido estructurar. Solo tenían un par de semanas hablando y nunca se habían visto pero algo en su interior le decía que tenían más en común de lo que podía ver y que conocerse no había sido una casualidad.
¿En qué momento se le había ocurrido que abrirle su corazón era una buena opción?
No lo sabía pero era demasiado tarde para pensarlo.
Le había contado de Bruce, junto con los detalles de su larga y “discreta” relación que había terminado meses antes por la indecisión de su pareja; le contó de lo mucho que le había dolido, lo difícil que había sido dejarlo, ya que él lo había dejado, y lo complicado que fue lidiar con las opiniones de sus amigos que le hacían dudar a cada momento de su decisión.
También le había compartido desde los detalles más simples de su rutina hasta sus gustos y más particulares perversiones. Todo había salido sin problemas por sus dedos, como si le conociera de toda la vida siendo que lo único que sabía de él era su nombre y que era un excelente fotógrafo.
¿Qué clase de loco le confiesa todo a alguien de quien ni siquiera ha escuchado su voz?
Pues él era uno y de los peores.
~ “No sé qué decir”
Y la falta de palabras no era por temor a confesar su homosexualidad, que en realidad era sabida por toda la gente que le rodeaba, sino que ya bastante tenía con cargar un doloroso recuerdo de años fallidos y aparentar tener una relación con su mejor amiga como para jugar al “interesante”.
Aunque no podía negar que le emocionaba saber de él, leer sus mensajes y pensar que, en cualquier lugar que se encontrara, Steve recordaba alguna de sus charlas y también reía.
No quería aceptar que le gustaba, ¿Cómo explicaría que le gustaba alguien con quien solo había chateado? Pero esa no era la verdadera duda en su interior sino el hecho saber que eso jamás podría ser.
>>“Vamos, Tony. No vas a decirme que tener un novio a distancia es más difícil de tolerar que una novia de repuesto…”
Tenía razón. Aceptar lo que le proponía no era la peor idea que había tenido, en realidad, en la escala de sus “tropiezos”, esta era bastante tolerable.
>>“Solo te pido una oportunidad”
Y el rubio parecía decidido a obtener algo más que un “lo voy a pensar” por respuesta.
~ “Nunca te he visto… ni siquiera te he besado”
La mente le traicionaba ¿Qué tenía de relevancia un simple beso en todo esto? Debía tener más cuidado con sus cometarios o terminaría delatándose.
>>“¿Ese es el problema?”
¿Ese era el problema? No, no lo era. Solo era un pretexto más.
~ “Vives al otro lado del país”
Ese sonaba mejor pretexto. Sí, así se lo quitaría de encima. Ambos eran muy jóvenes, sin mucho dinero que digamos y un viaje de ese tipo no entraría en la lista de actividades que haces regularmente los fines de semana.
>> Eso no es problema…
Mala señal. Al parecer Steve tenía una solución a lo que parecía ser su “plan de escape”
~ “¿No es problema?, ¿Acaso tienes unos padres ricos o una lámpara maravillosa?”
Cruzó los dedos con fuerza después de escribir esas líneas mientras le rogaba a los santos no tener que tragarse sus palabras.
>>En realidad no pero tengo un mayor aliciente.
~ “¿Ah, sí? ¿Y cuál es?”
>> “Las profundas ganas que tengo de besarte”.
¿Cuándo era el momento indicado para decirle a este sujeto que le había flechado el corazón? Maldita sea la hora que decidió buscarlo en internet, maldita sea la hora que comenzaron a hablarse pero sobre todo, maldita sea la hora en que Dios decidió hacer a alguien como él.
~ “Tú no vendrás”.
Había escuchado que en psicoanálisis, negar, era exactamente lo contrario así que solo le pedía al cielo que su incansable Romeo no supiera nada de esas extrañas pero nada erróneas ideas.
>> “Anthony…no sé cómo o cuando, no sé qué tanto tiempo o esfuerzo me lleve pero te juro que iré a verte y cuando ese día llegue…”
~ “Debo irme, Steve”.
Y cerró la conversación sin esperar más respuesta de su interlocutor.
Espero un momento antes de volver a concentrarse en lo que acababa de hacer. Ese sujeto estuvo a punto de decirle lo que parecía ser la propuesta más perfecta de amor y fidelidad, entonces ¿Qué le había hecho cortar la conversación?
El miedo.
El mismo miedo que le había obligado a blindar su corazón ante cualquier nueva ilusión, el mismo miedo que le forzó a quedarse solo mientras todo el mundo seguía su camino como si el no existiera, el mismo miedo que le había hecho callar todo este tiempo en sus “platicas” de toda la noche, el mismo que ahora le creaba un temblor intermitente en las manos.
Y supo que temía volver a enamorarse y querer otra vez pero sobre todo temía que lo que tenía con Steve no fuera más que lo que debía ser, solo una distracción en internet.