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Alive por rockmonster

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Notas del fanfic:

Hola, no estoy muerta :D

Ejem... Bueno, este fic lo tenía empezado hace rato y por fin lo terminé. Es un gran progreso porque no he podido continuar el que estaba publicando acá y tampoco otras historias que algún día terminaré (espero)... Tengo problemas con los finales :'D

Ojalá no se aburran :P

No conocía la razón exacta por la cual a sus amigas les había gustado ese libro. Tenía una trama intrigante y narraba con pasión cada acontecimiento que le ocurría a los protagonistas, pero no era su tipo de libro. Accedió a sacarlo de la biblioteca luego de muchas conversaciones con sus compañeras de clase, orientadas a lo genial que era.

La biblioteca había sido siempre un lugar donde los pocos aficionados a la lectura que había en la escuela se refugiaban en los recreos, pero gracias a su sistema de calefacción adquirió cada vez más concurrencia de estudiantes, especialmente en los días congeladores que la época del año ofrecía. Ese día miércoles había sol, algo extraño para ser un día de invierno, sin embargo las chicas no se encontraban ahí por el clima precisamente, sino porque según el horario de la escuela tocaba la hora de biblioteca. Nadie la aprovechaba realmente en leer, más bien la mayoría conversaba sobre sus aventuras de fin de semana o hacía cualquier cosa con tal de no quedarse dormida en el silencio y calidez que emanaba el suelo alfombrado.

Se levantó del asiento donde estaba en busca del famoso libro que estremecía a sus amigas. Fue pacientemente, estante por estante, inventando en su cabeza una escusa para no sacar ese libro. Pero aunque su ánimo de búsqueda era nulo y ya tenía en mente por lo menos tres frases con las cuales disculparse con sus compañeras con tal de no llevarse el texto a su casa, no pudo evitar hallarse frente a frente con él. Lo miró unos segundos y luego se agachó, puesto que se encontraba en el primer espacio del estante. Tomó con delicadeza el libro, ojeándolo suavemente hasta llegar a la parte final, donde estaba el sobre con la tarjetita extraíble que contenía todos los nombres de la gente que lo había sacado antes y además donde seguramente iba a estar su nombre en unos minutos más.

Suspiró, calculando que demoraría una semana en leer ese libro y pensando que lo mejor sería dejarlo ahí, olvidado en el estante a la espera de que otra persona con ganas de leerlo se acercara a él. Antes de hacerlo inspeccionó con curiosidad la tarjeta con la lista de nombres, encontrando varios profesores y gente que conocía. Sus ojos bajaron de nombre en nombre, hasta detenerse en uno en particular. Sintió que el tiempo dejó de correr en ese instante, como si el silencio en el lugar se hubiera profundizado de un momento a otro. Pestañeó dos veces, volvió a leer el nombre y lo asimiló moviendo los labios como si quisiera decirlo en voz alta.

Resulta que ese libro, tan románticamente aburrido y para nada de su gusto, había estado en manos de una chica que cursaba un año antes que ella. Pero no era cualquier chica, por lo menos para ella no lo era, definitivamente.

Recordó lo sucedido una semana antes, precisamente la mañana en que la escuela realizó una actividad deportiva para fomentar la vida sana y otras cosas como el trabajo en equipo. No pudo despegar los ojos de la chica en ningún momento mientras trasladaba botellas de agua y bandejas con fruta a la cancha de fútbol. Había algo en ella que le parecía interesante, pero no sabía qué. Su rostro era de lo más normal, su cabello no tenía mucha gracia tampoco e incluso era un poco más baja que ella. Ni siquiera había entablado una conversación con ella alguna vez, ni un solo “hola”. Pensaba a veces que estaba demente, pues a pesar de haber pasado dos años sin quitarle los ojos de encima todavía no encontraba la razón de su interés en esa chica.

Entonces hizo algo que nunca creyó hacer realmente. Pidió prestado el libro de la biblioteca, sin embargo no lo hizo por complacer a sus amigas, sino porque pensó que ese libro había sido ojeado por la chica a quien pertenecían sus suspiros. “Patética”, pensó al salir con el texto en la mano, “Soy patética”.

Ya en su casa se dispuso a leerlo. Lo abrió con cuidado, como si fuera un cofre hecho con piedras preciosas, y algo se resbaló de entre las hojas. Era un boleto de tren con destino a una ciudad próxima. Le llamó la atención que la fecha era la de ese mismo día, y que el horario de salida era en casi dos horas más. De inmediato se le vino a la mente esa chica. Se le hizo un nudo en el estómago al pensar que el boleto era suyo y que por su culpa no podría viajar.

Le tomó tres segundos salir de su casa y montar su bicicleta. Sabía donde vivía la chica y también sabía que no era cerca, que había una probabilidad de que el boleto no fuera suyo, que iba a quedar en ridículo y mil cosas más. Sin embargo la impulsividad le había ganado. Antes de ponerse a dudar ya estaba a muchos metros de su casa, pedaleando con el boleto en el bolsillo de la chaqueta y pensando en un solo nombre: Alice Leblanc.

Llegó por fin a su destino. Tocó el timbre de la casa con la respiración entrecortada y esperó que alguien abriera la puerta principal. Observó el jardín delantero de la casa. No estaba muy bien cuidado, el pasto crecía desordenadamente y había bastante maleza. Todo estaba igual a como cuando vio la casa por primera vez, hacía un año atrás en la fiesta de una de sus compañeras, quien vivía al frente. Visualizó en su cabeza ese momento justo cuando la puerta se abrió y salió ella. Se hizo el silencio. La dueña de casa iba a hablar, pero la otra chica le mostró el boleto por entre la reja que la separaba de ella y se quedó callada un segundo. Luego suspiró y fue hacia ella con una sonrisa. Abrió la reja  con un chirrido.

-          Gracias… Pensé que iba a tener que comprar otro -, dijo.

La chica no articuló palabra alguna. Estaba asombrada de que el boleto fuera realmente de ella.

-          Te debo una, te llamas Samantha ¿verdad? -, dijo la chica realmente agradecida por devolverle su boleto.

La chica asintió torpemente. Quería decirle otra cosa, lo que fuera, una frase ingeniosa quizás, pero de alguna forma los engranajes en su cerebro no se movían. Habían dejado de funcionar con la sola presencia de esa chica, quien ya había dado media vuelta y estaba por entrar a su casa.

-          E-espera -, dijo por fin.

Alice la miró de nuevo con un signo de interrogación en el rostro.

-          ¿Qué pasa?

-          Yo… Bueno, nada. Que tengas buen viaje

Samantha tomó su bicicleta y la montó. La chica todavía un entraba a su casa, se acercó a la reja y la abrió chirriando de nuevo.

-          ¿Estás bien? -, le preguntó.

-          Sí, ¿por qué?

-          No sé, estás como pálida…

-          ¿En serio?

Sintió los dedos fríos de Alice sobre su frente, haciéndola sonrojar a más no poder.

-          M-mejor me voy… Tengo cosas que hacer -, dijo Sam.

-          Bueno

Alice se quedó mirándola fijo mientras ponía el pie derecho sobre el pedal, lista para dar el impulso a la bicicleta y partir. El sol ya comenzaba a esconderse, tiñendo el cielo de un hermoso anaranjado. Lo que menos deseaba hacer era irse de ahí, pero ya había dado la escusa para marcharse. Como no dejaba de mirarla con ojos curiosos, ni tampoco se movía, decidió preguntarle qué pasaba.

-          Solo pensaba que no te has despedido aún -, dijo Alice.

-          Lo siento… Bueno, adiós. Cuídate

Sam se acercó para darle un tembloroso beso en la mejilla, pero la chica se adelantó y puso sus labios sobre los suyos. Fue un ligero roce, nada más, pero eso bastó para que los engranajes en el cerebro de Samantha recibieran un golpe de electricidad y su corazón comenzara a bombear sangre más rápido de lo normal, mucho más rápido.

Mientras pedaleaba alegremente hacia su casa pensaba que ese había sido un día extraño. Se acordó del rostro sonriente de Alice cerrando la puerta de su casa y sintió en ese instante que algo se había movido dentro de ella. Se sentía distinta, hasta el aire helado en sus mejillas le parecía diferente. Tal vez era porque al fin sabía qué era lo que le atraía de Alice, ya lo había comprobado con ese sutil beso. No podía entender cómo no se había dado cuenta antes, pues esa chica de cabello sin gracia y  apariencia común, era quien la hacía sentir viva.

Notas finales:

Gracias por leer :3


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