Este es un mundo, en donde la última guerra dejo casi todo en completa destrucción, donde los seres humanos llegaron casi a la extinción, los pocos sobrevivientes lograron recuperar un poco de lo perdido, asentándose en pequeños clanes denominados “Haciendas” muchos de ellos prosperaron, incluso transformándose en pequeñas, diminutas ciudades, generalmente en donde existían grandes fuentes de agua, algunos otros sobrevivientes, lo más arriesgaron decidieron asentarse en lugares mucho más inhóspitos, donde el agua es escasa y el calor hace que la agricultura y ganadería se vuelva difícil, sino casi imposible, aun así algunos de estos lograron progresar en mayor o menor medida, una de estas es la Hacienda Wing, al menos hasta la muerte de su dueño, hace un par de meses, ahora es un completo caos.
En uno de los trenes que van rumbo al centro de comercio de la zona sur, donde se negocia con los diferentes productos de las haciendas de la zona desértica del planeta, el lugar más alejado donde cualquier transporte puede llegar sin estar invadiendo propiedad privada, va un joven de no más de 23 años, de estatura media, delgado, de piel blanca casi pálida, rubio cabello suave al tacto, va durmiendo recargado en la ventanilla del tren, pues su viaje ha durado tres días, si abriera sus ojos, se podría ver que son de un hermoso color aqua, color tan extraño en el mundo y considerado como hermoso, casi mágico, el nombre del joven es Quatre Raberna Winner.
Quatre ha vivido toda su vida en la zona norte del planeta, donde las riquezas naturales se han vuelto abundantes y la vida a decir verdad es sencilla, pero tras la muerte de su hermano mayor, Quatre quedo a cargo de la hacienda Wing, su hermano se dedicó toda su vida a ese lugar y al morir dejo a Quatre como único dueño, ahora es su decisión que hacer con ella
—Señor hemos llegado —Una joven mueve suavemente el hombre de Quatre, quien despierta de inmediato
—Muchas gracias—Quatre le sonríe tomando sus cosas, de hecho solo lleva una mochila, no piensa quedarse mucho tiempo solo lo que le lleve encontrar un comprador para las tierras de su hermano, un mes como máximo para hacerlo.
Con sumo cuidado Quatre bajo del tren, encontrándose más que con una estación, con una vieja casona hecha ruinas, solo eran unas cuantas personas las que aun venían en el tren, casi nadie se atrevía a llegar tan lejos hacia el sur
El rubio miro a su alrededor, el paisaje es desolador, tan seco y lleno de la nada— ¿Cómo terminaste aquí hermano? —Pensó observando a su alrededor, aquel lugar parecía un pueblo fantasma más que un centro de comercio.
—¿Quatre Raberna Winner?— Un joven, más o menos de su edad de rasgos asiáticos, un poco más alto que el, ojos negros y cabello de igual color sujeto en una cola en su nuca, le mira con curiosidad
Quatre, instintivamente retrocede un paso ¿Cómo es que le conoce? Es malditamente sospechoso —¿Quién es usted?
El joven le sonríe— Mi nombre es Wufei Chang, fue amigo de tu hermano desde hace algún tiempo, el me hablo mucho de ti, y te pareces mucho a él, así que solo sume dos y dos— Wufei encoje los hombros, en realidad había sido una casualidad encontrarse con el pequeño Quatre, el solo había ido por algo de mercancía para su hacienda
—Un placer conocerte— Quatre le ofrece la mano, que Wufei acepta sin chistar, aunque Quatre aún no entiende muy bien cómo es que Wufei le ha encontrado— Disculpa, ¿Dónde puedo encontrar la cantina? Se supone que alguien va a llevarme a “Wing” y nos debemos encontrar en la cantina…— Explico Quatre, que lo único que desea en este momento es llegar a la hacienda y descansar en una confortable cama
—¿Puedo saber quién va a llevarte?— Wufei le mira con curiosidad, no puede imaginar a alguien de apariencia tan frágil a cargo de una hacienda como la “Wing” los trabajadores se lo comerán vivo, claro si aún quedan trabajadores en el lugar
—Realmente no lo sé— Quatre encoje los hombros- Solo sé que todos le llaman el capataz
Wufei no puede evitar soltar una carcajada, ni siquiera imagina como es que el capataz y el hermanito de su amigo puedan permanecer juntos, son tan diferentes como el día y la noche, seria genial ver su encuentro… Wufei niega con la cabeza será mejor permanecer lejos de ellos hasta que todo sea medianamente seguro.
Quatre entrecierra los ojos— ¿De qué te ríes? — Murmura Sintiéndose extrañamente molesto, no va a ser la primera vez que sea subestimado
Wufei niega con la cabeza— Por nada, solo que imagino la sorpresa que se va a llevar Barton con tu llegada— Dice encogiéndose de hombros— por allá esta la cantina— Señala un negocio de mala muerte al final de la calle— Suerte—Murmura con una sonrisa mientras se aleja de Quatre, sin esperar siquiera una respuesta, el rubio lo observa sin saber que pensar, no sabía que existieran personas tan extrañas.
Pone su mochila en su hombro y con pasos firmes se dirige hacia el lugar que Wufei le ha señalado como la cantina. Solo espera que el tal capataz, sea lo suficientemente puntual como para que no tenga que esperarlo demasiado tiempo.
Observa a su alrededor, cuando entra al lugar, a decir verdad no esta tan mal— Aunque con unas cuantas reparaciones podría estar mejor— Piensa con una sonrisa acercándose a la barra, ignorando la pelea de unos tipos en la puerta por donde acaba de pasar y ahora están en la calle
—¿Qué te sirvo forastero? —El cantinero se acerca al rubio, que a kilómetros se nota que no es de la región, si sus rasgos delicados son un indicio de su carácter al niño se lo van a comer vivo en menos de una semana
—Cualquier cosa sin alcohol—Quatre dice mientras se acomoda en la barra, ignorando por completo la mirada divertida que le da el cantinero—Estoy buscando al hombre al que llaman capataz— Murmura, cuando el cantinero le da un vaso lleno de un líquido, que Quatre reconoció como jugo…
— El capataz…— El cantinero apenas y pudo contener una carcajada, ni siquiera puede imaginarse que asunto tiene este niño con Trowa Barton— Esta allá afuera, si quieres verlo
—¿Afuera? — Quatre ladea su cabeza, ¿No se supone que ese hombre tiene su fotografía? Entonces ¿Por qué no le dijo algo para reconocerlo?
El cantinero encoge los hombros— Está atendiendo algunos asuntos— Señala al par de tipos que continúan su pelea desde que Quatre entro al lugar
—No puede ser— Quatre frunce ligeramente el ceño, no quiere involucrarse pero no tiene alternativa si tiene deseos de ir rumbo a la hacienda el día de hoy— Muchas gracias— le sonríe al cantinero mientras deja el dinero en la barra para después salir con paso firme al encuentro de su “transporte”
Quatre en verdad odia la violencia pero no tiene otra alternativa que llegar al círculo que se ha formado alrededor de los dos hombres que están peleando y hacerse paso entre los tipos que casi frenéticos animan a los “peleadores” — ¿Cuál de ello es al que le llaman capataz? — El rubio murmura sin dejar de ver a los peleadores, uno de ellos lleva clara ventaja a que su oponente está al borde de la inconciencia— ¡Capataz! — Quatre grita antes de que pueda pensarlo, solo desea saber cuál de los dos es Trowa Barton.
El hombre que está a punto de noquear a su oponente voltea y observa al rubio, este retrocede un paso atrás, en verdad sorprendido, en su vida jamás ha visto ojos tan verdes como los de ese hombre, pero lo que en verdad le sorprende y le envía un escalofrío que recorre todo su cuerpo es la frialdad que muestran a pesar de que esta sonriendo sus ojos no muestran emoción alguna, por un segundo Quatre siente deseos de alejarse lo más posible, por tan solo un segundo tiene la sensación que el Capataz es una persona demasiado peligrosa…