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De Amores, Desamores Y Otros Sucesos por hikari_hooshi

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Notas del fanfic:

bueno. Estoy corta de ideas, asique espero que dejen comentarios con algunas sugerencias para seguir. Solo si es que les gustara. Agradezco.

Notas del capitulo:

EL PRIMER CAPITULO NO TIENE LEMON.PERO NO SE FIEN, PUEDEN APARECER CUANDO MENOS LO CREAN.

Por favor dejen comentarios. Se agradece

 

 

 

Tenía que admitir que estaba bastante asustado. Tenía miedo por mí, por la vida de todos, pero en especial por la vida de Arthur.
Arthur…
A veces me preguntaba porque me independicé de él… ¿Por qué alejarse de alguien que te desea el bien? Esa pregunta gira y gira, ronda mi cabeza.
Me alejé por puro capricho…
Y así era… mi independencia fue un capricho. Un capricho de querer sentirme grande, de querer sentirme “país”. De sentirme América…
Pero al fin y al cabo… ¿sigo siendo nada más que “Alfred”? ¿Cierto?… Arthur
 Por un momento creí oír su voz llamándome.
¡Alfred…!
*****----*******
Tarareaba América una canción que resonaba en cada radio del nuevo continente. Feliz, enérgico como siempre. Caminaba por un pasillo, bailoteaba, por cada tres pasos que daba, daba una vuelta y retrocedía uno. Como siempre, Alfred F. Jones… era un completo y despreocupado idiota. Debía hablar con Ludwig ahora. Debía preguntarle acerca de proveedores de piezas para armamento. Y según el… “¿Quién sabe más de armas que Alemania?”. Por un momento sintió que una voz en su mente le llamaba a lo lejos. ¿Estaba alucinando? Sintió que una voz le llamaba… ¿Cómo le llamaría una voz en su mente? Jones quedó estupefacto.
El hotel en el que estaban para la reunión de la tarde era bastante lujoso. Por cada pasillo, había una pequeña cocina americana/cafetería donde podías a cualquier hora a buscar algo de comer. La verdad, no se podía esperar menos de un lugar contratado por Francis Bonnefoy. Aunque ya les extrañaba a todos la inminente tranquilidad. Todos se esperaban un verdadero cabaret como hotel. Lleno de mujeres, alcohol y droga.
En medio de su estupefacción, y sin dejar de caminar, América tropezó con algo o quizás… con alguien. Pero… ¿Con quién? Eran las 8 de la mañana. ¿Había alguien más despierto aparte de él?
-    Oh… Ludwig…Good morning—rió con algo de sorpresa, viéndose solo en el pasillo con el gigante germano  en bata, quien estaba notablemente con intenciones de sacar algo de comer de la cocinilla que tenían al lado. Por un momento olvidó que 15 segundos atrás, le andaba buscando.
-    Guten Morgen…—dijo el hombre con un tazón de café en la mano.
-    Ah… que haces tan temprano despierto…—comentó Alfred.
-    Pienso llevarle el desayuno a Feliciano…—dijo mirando una pequeña bandeja que estaba sobre el arrimo, con una taza de café, tostadas, huevos fritos, y… pasta. América se preguntó porque Alemania le llevaría el desayuno a Italia, pero no quiso decir nada para no sonar descortés.
Todo era tan sencillo como que Alemania  le debía un favor a Feliciano Vargas… o de eso se trataba de convencer a sí mismo.
-    Bueno—dijo recordando el objetivo de la excursión por el hotel—Necesito hablarte—suspiró. —¿Tienes un minuto? O te interrumpo…
-    Habla rápido…América. —le cortó bastante soñolientamente.
-    Necesito apoyo con la compra de refacciones para crear armamento…—América estaba bastante decidido a crear grandes armas, tenía a Japón como competencia, y perder era un lujo que no se podía dar.
-    Veámoslo en la tarde, llamaré ahora a un par de proveedores. —dijo tomando la bandeja con intenciones de terminar la conversación.
-    Gracias…—Alfred se sentía algo más tranquilo, pero en cuanto Alemania cruzó el umbral y cerró la puerta tras sí, unos pasos más allá, el hiperactivo rubio volvió a sentirse extraño. Nuevamente esa vocecilla le llamaba. Una vocecilla en su mente.
Alfred no sabía que esa voz era la voz de Arthur. La noche anterior había soñado con él, pero no lograba recordar nada. Solo esa vocecilla, completamente desconocida y lejana.  No había comido nada desde el día anterior. Se aproximó a tomar un vaso y a llenarlo de Coca-Cola de la máquina de bebidas.
-    ¿Desde tan temprano andas con chatarra? Alfred… así nunca llegarás a mi edad. —la persona que atormentaba los sueños de Alfred estaba caminando hacia la tarima del café.
-    ¿Qué te traes…Arhur? Además tu estas viejo…no quiero llegar a ser como tu…anciano—dudó Alfred pensando en que toda la felicidad se acababa de ir.
-    Bueno… vine a tomar algo…y…arg…no importa—dijo haciendo un mohín convencido de que Alfred estaba a punto de hacer alguna locura, y bastante ya molesto, por haber sido llamado “anciano”.
-    Eso es seguro… pero, en días como este tiendes a dormir más…está nublado, se ve que lloverá—el rubio de ojos azules retó al chico de los ojos verdes a decirle la verdad. Le conocía muy bien y sabía cuando le mentía…y lo odiaba.
-    Sealand no me deja dormir…quiere ir a jugar a la lluvia—dijo viendo a su amigo con rostro sufrido.
-    Aps…—por un momento Alfred lo lamento. —¡jajaja!
-    Alfred…serás maldito…—Arthur Kirkland estaba realmente enfadado. Si hay algo que odia, es que no le dejen dormir, Alfred lo sabía, y en el fondo de su alma no le gustaba verle de mal humor. Recordaba aquellos días en el que dormía en sus brazos, compartían cama, y se daban calor el uno al otro. Recordaba esos días y se sonrojaba. Su corazón de americano se ablandó, y quiso regalarle a Inglaterra ese sueño que sus ojos anhelaban.
Alfred sonrió, tomó del brazo a su antiguo hermano mayor y lo tiró.
-    A donde vamos…—Inglaterra alzó una de sus pobladas cejas.
-    Canadá debe seguir durmiendo…
-    ¿Y que con eso? —molesto trató de zafarse del agarre del americano.
-    ¿Quieres dormir? Pues puedes descansar un rato en mi cama… nadie te molestará allí. —Alfred al pensar en esto se sonrojó, y siguió caminando hacia su habitación que estaba unos metros más allá.
-    …—Arthur no dijo nada, se sonrojó y bajo la mirada.
Cuando hubieron llegado, Alfred pasó la tarjeta para abrir la puerta, luego de eso, entró a la habitación que estaba completamente a oscuras, con un ambiente de sueño. Matthew seguía durmiendo. La noche anterior había bebido con Ludwig y de seguro no despertaría hasta unas horas más.
-    Puedes ocupar mi cama Arthur…—dijo retrocediendo para dejarle solo en la habitación. —No te molesto ya más… iré a ver como está Sealand para que desayune algo y se ponga ropa.
-    Espera…A…América…—dijo el inglés en pijama y bata tomándole el brazo al de los ojos azules.
-    Hum…—gesticuló, siendo interrumpido por los suaves y delgados labios con sabor a té de rosas de Arthur, quien estaba de puntillas para alcanzar la altura del americano.
-    L…lo siento…—bajó la mirada con sus verdes ojos llorosos, pasaron unos segundos y cayó de rodillas al piso, se cubrió el rostro con vergüenza. Lloraba en silencio…—Lo siento Alfred…Lo siento tanto…
Alfred no sabía cómo reaccionar. Durante un momento quiso saltar, en otro quiso darse un tiro. Había probado los labios de quien tanto adoraba… La vocecilla que en su mente rondaba se hizo clara. Era la voz de Arthur diciendo su nombre.  Gritando su nombre. Escupiendo cada una de las letras de su nombre como si de ello su vida dependiera.
Tampoco sabía qué hacer con Arthur. ¡Estaba allí tirado llorando de la vergüenza! Su confusión no le permitió seguir…Su mente colapsó por completo. En ese momento le dio nuevamente la espalda al de los ojos verdes, y se marchó con la mente en blanco. Dejó tras si a la devastada Inglaterra, llorando del arrepentimiento. Arthur Kikrland habría dado lo que fuera por no haberse precipitado a besar a Alfred Jones. Se sentía vacio, odiado. No sabía que pensar de América. ¿Le había rechazado? ¿Le veía como su amigo nada más? ¿Acaso nunca sintió lo mismo por él? Inglaterra se llenaba de locas preguntas, mientras sus rojas y húmedas mejillas daban vida al rojo  rostro de la tristeza.
“Ya me habías dado la espalda una vez… ¿Cierto Alfred?”

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer. Actualizo pronto. O eso espero.

 

 

 


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