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Il n'y a rien de plus parfait... por Lucigarro

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Y mientras sus labios recorrían aquel cuerpo que tan bien conocía, podía notar cómo la piel se estremecía bajo sus  besos. Eran dos llamas de fuego danzando, que se unían en una más potente, más brillante. Se miraron a los ojos justo antes de fundir sus labios en uno solo. El roce de sus cuerpo s no era más que el adelanto de lo que las estrellas de aquel ático iban a presenciar aquella noche. Muchos pensarían que aquello era sexo sin más, pero ambos sabían que era mucho más que eso. Sabían que era la máxima forma de expresión de amor, cuando más latente quedaba la compenetración entre ambos. Sus gemidos, el movimiento de sus cuerpos acompasados, todo mostraba una escena tremendamente erótica y a la vez sumamente bella y romántica. Ya sus gemidos hacían notar que la escena iba a llegar a su clímax máximo…

 

Han pasado dos años desde que soñara eso.  Kyungsoo sonríe con melancolía, recuerda cuando dependía de aquellos sueños para saber lo que era sentirse completo. Pero de eso hace dos años, y él ahora es feliz. Gira la cabeza y lo ve durmiendo a su lado, ajeno a los pensamientos que rondan la cabeza de Kyungsoo. Sus cuerpos desnudos dan a entender que han cumplido los sueños eróticos de Kyungsoo, probablemente superando con creces sus expectativas. Kyungsoo se acerca a darle un beso en el hombro a modo de agradecimiento por la noche tan maravillosa que ha pasado y se levanta de la cama.

 Mientras deja que el agua de la ducha corra por su cuerpo, el muchacho vuelve a recordar cómo era su vida tiempo atrás. Ha dejado de ser aquel muchacho asustadizo y triste para convertirse en un joven plenamente feliz. Suele asustarse de su situación, jamás pudo imaginar que sería tan feliz. Ha terminado sus estudios, vive en un ático con todas las comodidades… y lo tiene a él.  Sabe que no podría ser feliz sin él, y sabe que es peligroso depender de una persona de esa manera. Pero era todo lo que había soñado durante sus años de estudiante, y fue el único que lo vio cuando era invisible para el mundo. En ese sentido, podría decirse que le salvó la vida. En realidad, Kyungsoo sabe que sin él, su vida sería totalmente distinta…su vida, simplemente, no sería. Esto merece una explicación.

 

A veces la vida nos juega malas pasadas. Otras, nuestra vida se basa en malas pasadas. Así me encontraba yo, Do Kyungsoo, el 20 de enero. Tras muchos años de acoso escolar, mi única salvación eran mis padres. Sin amigos, los únicos que me hacían sentir persona, los únicos que me hicieron ver que, aunque mínimamente, valía como persona, eran ellos. Yo tenía 16 años, los necesitaba, necesitaba que alguien me enseñara a ser persona, por entonces no era más que una ‘medio persona’ en proceso de formación. Yo los adoraba, me parecían verdaderos héroes. Mi padre, un pintor fracasado que para mí era el mayor triunfador. Mi madre, una cantante de poca monta de la cual yo hubiera comprado todos sus discos… si hubiera grabado alguno. Lucharon por sus sueños y los alcanzaron. Ni mi padre vendía cuadros a millones de dólares, ni mi madre cantaba en grandes estadios, pero ambos hacían lo que realmente les gustaba, sin importar el impacto social que eso tuviera. Me enseñaron a ser feliz si luchaba por mis sueños, sin darle importancia a lo que la sociedad pensara de ello. Pero por desgracia para mí, ellos no eran héroes de verdad. No tenían superpoderes ni nada que se le pareciera, y aquel fatídico día nada pudo sacarlos de entre los hierros de su coche siniestrado.  Ni siquiera mis gritos desgarradores consiguieron devolvérmelos. Aquel día huí muy lejos de todo. Corrí hasta que mis piernas me abandonaron, lloré hasta que mis ojos quedaron secos, grité hasta que mi garganta se quebró. Estaba roto, completamente roto. Ni siquiera era capaz de asumir que cuando llegara a casas mis padres no iban a recibirme con alguno de sus chistes malos que me animaban hasta en los días más grises. En realidad estaba enfadado, enfadado con los médicos que me dijeron que habían fallecido. Estaba enfadado porque creía que me mentían, que querían tomarme el pelo, que querían, como tanta otra gente, reírse de mí. Me llevó muchas, muchísimas horas darme cuenta de que no era así. De que no volverían. De que me había quedado más solo que nunca.  Días después del accidente me armé del valor suficiente para volver a casa. Pero era algo provisional, no tenía intención de pasar mucho tiempo allí. Con lágrimas ácidas en los ojos abrí la puerta y vi una casa llena de recuerdos que hasta hacía días era una casa llena de vida. Yo… yo quería quitarme de allí. Desaparecer para siempre. Quitarme la vida. Pensaba que nadie iba a echarme de menos, pero me equivocaba. Una mano me retuvo cuando estaba asomado al balcón. Mi inocente mente llegó incluso a pensar que era la mano de mi padre, fruto de la conmoción que sufría en ese momento tras haber estado al borde de la muerte. Me desmayé sin más, sin ni siquiera verle la cara a mi salvador.

 

-Buenos días, madrugador.

Kyungsoo se sobresalta al oír una voz. Nota cómo lo abrazan por detrás y sonríe al ver aquel brazo rodeando su cuello. Y pensar que le debe la vida a un brazo…

-No te había oído, pensé que seguías durmiendo.

-Será que hasta en sueños te echo de menos y por eso me he despertado.

-Eso ha sido empalagoso hasta para ti…

 Ambos sonríen y se besan. Es curioso la de cosas que pueden decirse con un beso… Cosas que con palabras sería imposible de expresar. Kyungsoo lo mira a los ojos y no puede evitar que, como tantas otras veces, el corazón le dé un vuelco. A pesar de que ha pasado mucho tiempo desde que pudiera permitirse el lujo de mirar esos ojos sin reparo, el joven se sigue estremeciendo al darse cuenta de que, si mira dentro de ellos, puede ver su reflejo.

-Estás demasiado guapo hasta recién levantado, Junmyeon.


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