Su sonrisa pícara podía verse a kilómetros de distancia. Los temblores nerviosos del chico que estaba frente a él también.
—¿Estás nervioso, bebé?
Jongdae pronunció la palabra bebé con cierto tono de burla y desprecio. No soportaba la cobardía.
—¿Acaso no sabes lo que nos puede pasar si nos pillan?
—Ugh, cállate.
Jongdae lo cogió de la pechera y lo pegó contra la pared. Parecía que iba a darle una paliza, pero... Lo besó. Casi parecía una muestra de cariño.
Las visitas furtivas en mitad de la noche de Jongdae eran conocidas por medio castillo, era un secreto a voces. Tal vez fuera por eso que nunca nadie los interrumpía.
—¿Qué tal si vamos a un sitio más... Íntimo?
Jongdae lo cogió de la muñeca y tiró de él por largos y oscuros pasillos, hasta llegar frente a una pared aparentemente normal.
—Ya sabes lo que tienes que pensar, ¿no?
Zitao asintió. Se cogieron de la mano, cerraron los ojos y segundos después apareció una puerta donde antes había piedra.
—Las damas primero.- Dijo Jongdae riéndose.
La Sala de los Menesteres había sido testigo de muchas noches de pasión entre Jongdae y Zitao. Probablemente fuera el único lugar en todo el castillo en el que ni Filch ni su odioso gato no los interrumpirían.
Sin mediar palabra, Jongdae comenzcó a desnudarlo, dejando como regalo un beso por cada prenda quitada. Aunque a simple vista Zitao parecía tenso, le gustaba. Le gustaba mucho dejarse hacer por Jongdae.
Un rato después Jongdae estaba completamente desnudo e impaciente por tumbar a Zitao en la cama, y Zitao con la respiración entrecortada y tan sólo unos calzoncillos.
—Hyung... A la cama.
Más que una orden, fue una súplica por parte de Zitao. Jongdae, obediente, lo llevó hasta la cama, tumbándose sobre él. El bulto bajo la poca ropa que le quedaba a Zitao era más que notable, cuando...
—¡SALID DE AHÍ!
El susto que ambos se llevaron al oír aquello fue inimaginable. Cogieron su ropa apresuradamente y se acercaron hasta la puerta. Zitao temblaba de miedo, y Jongdae sonreía divertido.
—¿Te parece graciosa esta situación? Pueden echarnos del colegio.
—Nos echarán si nos pillan, idiota.
Jongdae cogió la mano de Zitao y se echó la capa de invisibilidad sobre ambos. Abrió la puerta apresuradamente y salió corriendo, seguido de Zitao que estaba a punto de echarse a llorar.
—¡Sé que estáis aquí, puedo oleros!
Jongdae cambió repentinamente de dirección y se escondió en un aula, tirando de Zitao.
—¿Qué hacemos aquí? Es el aula de Pociones.
—¿A ti qué te parece? Filch no nos verá, pero tiene un sexto sentido llamado Señora Norris.
Las velas del aula se iluminaron repentinamente. Ambos jóvenes, con miedo, se giraron y vieron una inminente figura frente a ellos.
—Así que de escapadita romántica a altas horas de la noche.
La voz de Snape se clavaba en los oídos de ambos. Zitao estaba a punto de echarse a llorar y por primera vez Jongdae estaba serio.
—Váyanse a sus habitaciones. De momento, 50 puntos menos para Gryffindor, y... -miró a Jongdae lentamente- 20 puntos menos para Slytherin. Mañana hablaré con usted, señor Kim, y la jefa de su casa hablará con usted, señor Huang.
Ambos salieron del aula y recorrieron el pasillo en silencio, llegando al punto en el que sus caminos se separaban. Jongdae debía bajar las escaleras hacia las mazmorras y Zitao subirlas hacia la sala común de Gryffindor.
—Sabía que esto no era buena idea...
—Te jode haberte quedado con el calentón, ¿eh?
Zitao le dio un golpe en el brazo y se dispuso a subir las escaleras sin dirigirle la palabra a Jongdae.
—Eh, princesita, me ha gustado esta noche. Ha sido original. No todo es sexo en las relaciones.
Zitao se giró con los ojos como platos.
—¿Relación..?
Jongdae sonrió de lado. Se acercó y lo besó.
—Nos vemos mañana en clase de Historia de la Magia, Zitao.
Zitao observó cómo Jongdae bajaba las escaleras. Parecía feliz. Siempre estaba feliz, y aunque él no lo sabía, era gracias a Zitao.
—Te quiero... -Susurró el más joven cuando la figura de Jongdae se perdía en la oscuridad. No tenía la esperanza de que lo oyera, pero era consciente de que él lo sabía. Con eso le bastaba.