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Mate por kakashiruka

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Notas del capitulo:

Me nació escribir esto en una noche. Espero que os guste.

Es un drama de lectura ligera. Solo me nació escribirlo y lo hice.

Como mucho tendrá tres capítulos y cortos.

Gracias por leer.

Mientras escribía para su columna de todos los lunes bebía su habitual mate. Era el segundo, aún era amargo aquel sabor, pero al sorber profundamente recordó aquella degustación. No era para nada dulce, pero quién era tan sabio para decir que siempre lo dulce resulta ser agradable. Al conmemorar aquel saborcillo sacó la cabeza por la ventana.

Era demasiado tarde para ver a alguien deambulando. Mirando el cielo pensó tantas frases dignas de ser llevadas por los grandes creadores de odas, pero que si las plasmaba en su columna seguro le echarían a la calle, y ahí acabaría todo, incluyendo el dinero que le mantenía en esa casa, que cada día se hacía más grande para un solo individuo.

De un momento a otro entró de lleno su cuerpo al interior de la habitación. Si no fuera por el frio de la estación se dedicaría a escribir en el tejado, como lo solía hacer en el verano. Además debía cuidar el resto de voz que le quedaba o también le expulsarían del coro de su antigua universidad.

Una de sus grandes capacidades era el hecho de distraerse, la cual se veía activada hasta con las moscas que rondaban. Esa extraña capacidad de cuestionarse todo; un existencialista por excelencia.

En medio de ojear una revista sobre publicaciones académicas encontró una que le llamó la atención, no por el contenido del artículo, sino por el autor. Hablaba sobre el comportamiento humano, de los seres ermitaños y de cómo se ven hasta el día de hoy plasmados en la sociedad, pese a que todos les creen seres fraternos. También los calificaba de cobardes, mentirosos y con serios problemas para forjar relaciones amorosas duraderas.

Mientras bajaba al primer piso, exactamente a la cocina, lanzó la revista con los demás papeles destinados para encender la salamandra. Llenó la tetera con agua y le puso a calentar. Pensó en cambiarle la yerba al mate, pero le dio flojera ir y volver, de todas maneras no quedaba mucha. En eso el teléfono sonó. Era para informarle sobre la fiesta que hacían las tres editoriales más grandes de la ciudad. Claro que por el hecho de no vivir en la capital se veía obligado a tener que viajar, nunca estaba de más hacer uno que otro contacto en caso de cesantía.

—Tráela mañana — decía al hablar por el celular —, mañana tengo un compromiso con la editorial, no podré atenderla.

Al colgar tomó la tetera y vertió el agua en un termo para luego volver a la habitación.

Llegando no pudo evitar abrir su Facebook. De hecho, la mayoría de las veces no podía trabajar sin tenerlo en una de sus pestañas. No conversó con nadie, solo se enteró de lo que los demás hacían y escribió un, no puedo concentrarme, para luego volver a intentar juntar un par de palabras que le brindaran una columna brillante.

Viendo que no llegaría a ninguna parte se echó en la cama con su notebook. Buscó algo interesante en su biblioteca de porno, se masturbó y se largó a dormir.

Despertando notó que ya era algo tarde para ver la televisión, asique se comenzó a preparar para ir a la fiesta de la editorial. De la nada sintió unas ganas terribles de llorar, desconociendo completamente la razón de porque hacerlo. Para despejarse colocó música que le manipulara el humor y se fue a la ducha.

Ya estando en el vehículo, vestido elegante, pensó que sería bueno cubrir su cuello u otra vez le regañarían por no cuidar sus cuerdas vocales, por lo que se dirigió a una tienda y compró lo más rápido posible. Eran una hora y media de viaje, y el día ya estaba atardeciendo. Nunca había sido virtud suya la puntualidad, pero aunque lo negara deseaba saber si él estaría en la fiesta.

Al llegar al edificio, en la recepción encontró un montón de libros nuevos que acaban de lanzar ese último mes. No dudó un segundo en ojearlos. Unos interesantes, otros no tanto; últimamente muchos jóvenes estaban rebelándose y atreviéndose a escribir, desde cursilerías hasta sobre alienígenas.

De todas maneras llegó una hora tarde, y vio a más de una cara conocida.

— ¡Alex! ¡¿Cómo estás?! — llegó de la nada uno de sus conocidos a abrazarle.

— ¡Iván, hombre! Han sido años.

Después de abrazarse le robaron una copa a uno de los mozos. Obviamente Iván le regañó como siempre por sus retrasos, encarándole las muchas veces que le había dejado esperando horas para juntarse.

—Leí tu artículo sobre la esquizofrenia. Me encantó.

—Gracias. Fueron dos años de trabajo duro. Bonita corbata — dijo al agarrarla con sus manos, atrayendo para sí a Alex —, te queda mucho el calipso.

—Gracias. Tú también te ves bien — dijo al coquetear con la mirada.

—Recuerdo como te aterrabas cuando hacía esto en público — rió Iván.

—Tengo que ir a saludar al jefe editorial.

—Te odio — dijo al hacer un puchero.

Luego de intercambiar números de celular fue directo donde el jefe editorial para hacer los saludos correspondientes e intentar socializar para así darse a notar con los demás, si algo le había ensañado su periodo como contable era que los contactos nunca están de más.

Más tarde, se llegó a topar con un de los jefes editoriales rivales. Aprovechado su oportunidad saludó y entabló una conversación. Para su suerte también le conocían debido a sus características columnas de opinión. Por otro lado no surgió ocasión para mostrar su interés en un cambio editorial, pero bastó con dar su tarjeta de presentación y con eso se sentía realizada su labor en el lugar. Además ya era hora para volver.

Saliendo del edificio, al pasar por la recepción se topó con la sorpresa. Ahí estaba, fumando un cigarrillo. Y claro, conversando con una chica. Solo el ver la escena le hacía hervir la sangre, asique tomando un folleto que se hallaba sobre un mesón, y sacando un lápiz de su chaqueta se le acercó, interrumpiendo, al igual que un fan.

Se interpuso entre ambos, armando una escena y por supuesto, sacando todo su lado femenino al aire. Su supuesto ídolo irradiaba por los ojos su molestia, mientras la mujer solamente reía.

Tras jugar unos momentos con la corbata del que mantenía un cigarro en su mano derecha la muchacha se retiró.

— ¿Tenías que venir a cagarla? — dijo irritado al pisar su cigarrillo.

—Lo siento — dijo Alex con falso arrepentimiento —. Sabes que soy un poco celoso, Jonathan. Tómalo como pago por el artículo sobre los antisociales e incapaces de tener relaciones serias.

Tras unos momentos de silencio incómodo volvieron a la charla.

—Primero, tú y yo no tenemos nada. Segundo, veo que leíste el artículo. Sí, lo hice sobre ti — confesó sin remordimiento —. Me tengo que ir, permiso.

Al decir eso fue camino a la salida, dejando resonar en ese salón sus fríos pasos.

Alex, al verlo salir del edificio fue tras él. Dudó mucho en hacerlo, incluso se demoró bastante. Alcanzándolo le tomó del hombro y lo volteó de frente a él.

— ¿Quieres tomar un café o un mate? — preguntó Alex algo nervioso.

—Tengo treinta y tres años, Alex. Tú solo un año menos. ¿Crees que seguimos en edad para jugar el uno con el otro? — consultó con desánimo.

—Hay un par de libros que quiero mostrarte. Además de charlar un rato.

—Quiero tener hijos, Alex. ¿Entiendes eso?

Los ojos de Alex parecían buscar en el suelo la respuesta que sus labios no podían pronunciar. De verdad era un terco, o muy tonto.

Las palabras de Jonathan de verdad le dolían y cómo no si prácticamente le estaba erradicando de su vida. Quiso llorar, aunque no lo hizo.

—Sólo un mate, o un café, lo que quieras, pero ven conmigo.

El viaje de regreso se hizo tan incómodo como el silencio que los dos guardaban en el auto. No atravesaron palabras, incluso lo único que dijeron al llegar a la casa de Alex fue una pequeña conversación sobre lo que tomarían.

Encendiendo la salamandra dejó a Jonathan junto a ella para ir a preparar el mate. Cuando estuvo lista la bebida se sentó junto a él para calentarse en la fría noche. Ambos descalzos, con las camisas entreabiertas. Jonathan fue el primero en darle un sorbo al mate.

—Está amargo — dijo al hacer un mohín extraño.

Entonces lo recordó. Aquella sensación que sentía al tenerlo en casa, cuando el lugar no le absorbía en la soledad. Le deseaba, pero no solo su cuerpo, deseaba su alma. Le deseaba a él.

—Te eché de menos.

En un gateo se le acercó lentamente. A la primera le rechazaron al correr sus labios y dar la mejilla. Al segundo aceptó.

Pudiéndole besar degustó el sabor amargo que producía el mate en aquella boca. Recordó que la ternura no habita en las cosas dulces.

Lentamente le hizo ir cayendo por completo al suelo. Luego le desnudó por completo, dejando que el fuego de la salamandra fuera el único abrigo.

Las caricias iban tan precisas como lo habían sido hace un tiempo en ese mismo lugar, los besos se hacían infinitos en el cuerpo contrario. Era una batalla campal por quién adquiría más del otro, pero por más que la lucha se extendía no había ganador, sino un solo par de perdedores.

Entonces Alex pegó su pecho a la espalda de Jonathan, mordiendo su cuello y entrando por donde en murmullos le rogaban atacar. Las manos de Alex arremetían en contra de toda la armería enemiga, robando cada gemido que clamaba por más, sin importar cuan duros eran los disparos ni cuan profundo profanaban sus tierras.

Una batalla no bastó, incluso una guerra se les hacía poco para saciar lo sediento que se hallaba el desierto de ambos cuerpos.

— ¿De verdad que quieres dormir aquí? — dijo al traer Alex una frazada desde el segundo piso —.

—Ven.

Echándose a su lado, en el suelo, vio como Jonathan rápidamente escondió su rostro en el torso suyo. Al momento estiró la frazada sobre ambos cuerpos, mirando fijamente una de las ranuras por donde se fugaban algunos rayos de luz de la salamandra. Quiso decir algo, aunque fuera algo pequeño, pero ese amargo sabor a mate que le quedaba en la boca le robó la concentración.   

Notas finales:

Un beso y un abrazo, espero tener pronto el próximo capítulo.

Quiero que Jonathan sea el centro en el próximo capítulo.


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