–Las apariencias engañan… –Dije en un susurro, mientras posaba mi mirada en los ojos de aquella castaña. Sus ojos siempre me encantaron, el brillo de ellos era único. Siempre me decía que brillaban de aquella manera porque me miraba, pero no era así, sus ojos tenían aquel brillo propio.
–Lo siento, muero de vergüenza… No mereces esto, tú eres una gran persona tú-
– ¡Basta! –Era una de las pocas veces que perdía la paciencia y me permitía alzarle la voz a alguien, pero no quería escucharla, no podía seguir escuchando aquellas disculpas innecesarias, cuando las acciones se realizan ya no hay vuelta atrás. No importa que tan buena sea la excusa de la otra persona, nunca más podrás verla de la misma manera, nunca más podrás confiar en ella de la misma manera, sus palabras ya no volverán a significar lo mismo. Una vez que te fallan ya no hay vuelta atrás.
Pero… ¿Con quién estaba hablando? Ah sí, con aquella chica en la que tanto esfuerzo había puesto por enamorar.
La conocí como una persona pura, sincera y de buenos sentimientos, escuchaba maravillas de ella. De lo linda que era, de lo graciosa que era, de lo ingenua que era… Comentarios como esos me hacían interesarme más y más en ella. Pero uno de los problemas principales era mi personalidad, siempre había sido tímida, callada y no alguien que resalte mucho en los grupos de personas.
Pensaba que no tenía oportunidad con alguien como ella, el centro de atención, la chica a la que todos querían, en quién todos se interesaban.
Así que me consolé planteándome ser su amiga, pero comencé a hacer cambios en mi persona, cambios para bien, mejoré mi manera de vestir, ya no eran faldas largas y remeras que parecían de mi madre, también empecé a abrirme más con mis amistades, salía con ellos, de vez en cuando una que otra copa no venía mal. Entre ese grupo de amistades que tenía estaba ella… No sé si se fue dando cuenta de los cambios en mi persona, pero siempre me trató bien, como una amiga más. La confianza fue aumentando y así me fui sintiendo peor, ¿por qué?
Porque la fui conociendo más.
Sus miedos, sus gustos, sus alegrías, todas aquellas cosas que la hacían especial y diferente de otras personas.
Para mí fue un ángel, siempre me apoyó y me hacía sentir bien cada que me sentía triste.
Pero me gustó más, ese gusto crecía y era notorio para mis amigos.
La forma en que la miraba cada vez que ella sonreía me delataba completamente. Gracias a Dios ella no se dio cuenta, era ingenua y despistada. Demasiado linda.
Un día de esos en los que compartíamos unas copas me tomó de la mano, pero fue de esas tomadas de manos que las parejas se dan, de esas en las que entrelazan las falanges de los dedos y empiezan a caminar como un par de tortolitos enamorados.
En ése preciso momento sentí una calidez única. Me di cuenta de algo, estaba enamorada y eso no era nada bueno.
¿Cómo le iba a decir a alguien que era mi amiga que moría por ella y babeaba cada que la veía?
En otras palabras, que me traía enamorada.
Callé mis grandes sentimientos por un tiempo más hasta que ya fue demasiado y se lo dije…
– YoonA, me gustas.
Y ella con su voz temblorosa y dudosa me respondió con un:
– Creo que también siento lo mismo.
Al escuchar esas palabras, prácticamente me fui a la mierda. Lloré, salté y grité de felicidad, pero en mi imaginación, no iba a montar aquella escena estando frente a ella.
Al fin lo había logrado, le llegué a gustar, se interesó en mi, después de tantas noches sin descansar por permanecer hablando con ella por las redes sociales, después de dejar amigos y deberes de lado sólo para poder verla, después de todo el esfuerzo puesto en ello, lo logré, le gusté, pero… Lo que me desconcertó un poco fue que no me propuso nada, era raro… Lo normal es que después de confesarte te propongan una relación, pero nunca llegó aquella propuesta, era tarde… Yo me tenía que ir, así que sin más tuve que despedirme e irme.
Los siguientes días fueron muy duros, no tocamos el tema, simplemente seguimos hablando como lo hacíamos antes, pero había algo distinto en todo aquello, ella empezó a tratarme de manera más cariñosa, se me insinuaba y yo también, los conversaciones graciosas aumentaban y la confianza también, en vez de despedirnos con un simple ‘adiós’, fue reemplazado por un ‘te quiero, descansa’. Sin poder evitarlo le sonreía a la pantalla del ordenador cuando hablaba con ella.
El día llegó, me propuso una relación, fue un momento mágico, me sentí en el cielo. Fue precioso.
Me besó y yo le correspondí, de manera casta y lenta sin querer que aquel momento acabara, YoonA se convirtió en alguien demasiado especial para mí.
Finalmente, después de todo lo que pasó, fue mi novia.
Pero no existen los finales felices, la historia siempre continúa, tres días después de mí noviazgo con ella, vi algo que sinceramente hubiera preferido no ver…
Las manos que una vez me acariciaban, los labios que una vez me besaban, la voz que susurraba que me quería estaban siendo para alguien más…
¿Una persona que te quiere te engaña a los tres días de haber empezado una relación contigo?
¿Una persona que te quiere te engaña con una de tus amigas?
No, ¿verdad?
–Lo siento, SeoHyun,.. Perdóname.
Sé que ese tipo de personas no merecen si quiera tu atención, después de haberte hecho aquello, ni siquiera merecen que les dirijas la palabra.
Está mal…
–Está bien. –Dije con el tono de voz más calmado y tomé su mano, entrelazando mis falanges con los contrarios para así volver a posar mi mirada en la suya.
Pero…
–SeoHyun, ¿estás segura?
–Shh, no te he dicho nada… –Sonreí y me acerqué peligrosamente a su rostro para dejar un pequeño beso en sus labios.
Allí estaba yo... Dejándome llevar por los sentimientos, perdonando a alguien que no se lo merece.
Quiera o no, ella me tiene a sus pies, hay algo que siempre me hace volver hacia ella… ¿Por qué?
Porque me enamoré.