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Viaje al submundo. por Lucigarro

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El cuerpo de Junmyeon estaba completamente cubierto por heridas, rasguños, y sangre aún caliente. No podía moverse, y tampoco tenía intención. Sus ojos entreabiertos le dejaban ver un panorama bastante desalentador. Se encontraba en una tierra hostil, sin vegetación, con un aire caliente y pesado. Su cuerpo se estremeció violentamente al notar una ráfaga de aire frío. Esa sensación era inconfundible. El corazón de Junmyeon comenzó a acelerarse por momentos, no estaba en condiciones de moverse, mucho menos de huir, y tampoco podía transformarse. No podía hacer nada y aquel siseo cada vez sonaba más cerca...
-¿Quién eres tú y qué haces aquí?
Junmyeon se incorporó como pudo, y notó que su brazo derecho estaba, como mínimo, fracturado. Levantó la vista para observar a aquella gigante serpiente, que volaba frente a él. Un shek. Junmyeon no habló, no era capaz de controlar un sólo músculo de su cuerpo en aquel momento.
El shek sobrevoló cerca de donde estaba Junmyeon y sus ojos se tornaron rojos cuando se fijó más detenidamente en el muchacho. 
-Hueles a dragón. Humano, dime quién eres y qué haces aquí.
-Soy... soy Junmyeon... y no sé dónde estoy, sólo recuerdo muchos golpes... y caí aquí.
La serpiente siseó. Los sheks eran capaces de saber cuándo una persona mentía incluso antes de que ésta formulara dicha mentira.
-¿Dices que no sabes dónde estás?
Junmyeon negó con la cabeza. Estaba temblando como un niño pequeño. En realidad, se sentía así.
-Estás en Umadhun, humano.
El muchacho se quedó paralizado y se puso aún más pálido si cabía. No podría salir de allí con vida.
-¿Y por qué hueles a dragón?
Junmyeon no respondió. Sabía que el shek entraría en su mente de un momento a otro y pronto sabría la verdad. Y entonces...
-¡¡EL ÚLTIMO DRAGÓN ESTÁ EN UMHADUN!!
El siseo del shek se escuchó por toda aquella tierra hostil. Pronto el silencio plomizo de aquél lugar quedó lleno de siseos y Junmyeon pronto estuvo rodeado de sheks que lo miraban con ojos furiosos. Se acabó, Junmyeon estaba acabado sin haber luchado siquiera. Cerró los ojos, y esperó a que los cientos de sheks que ya lo rodeaban acabaran con él.
Pero nunca notó el roce de ningún shek. Escuchó siseos aún más furiosos pero su cuerpo seguía intacto. Junmyeon abrió los ojos y vio algo insólito. Un shek se había interpuesto entre Junmyeon y el resto de serpientes aladas, desafiándolos. Junmyeon apenas podía comprender lo que pasaba puesto que los sheks hablaban mentalmente, al igual que infligían daño mentalmente. Junmyeon simplemente cerró los ojos y abrazó sus rodillas, deseando despertar de aquel mal sueño. 
El muchacho notó cómo algo rodeaba su cintura. Era la cola de un shek. Junmyeon intentó zafarse de aquel áspero y frío tacto, pero era imposible, el shek lo había cogido con fuerza y poco a poco se elevó por encima del resto de sheks. Junmyeon no comprendía nada y el miedo y el cansancio lo tenían completamente aturdido. 

<<Junmyeon, tranquilo.>>

Una voz resonó en la mente del muchacho. Una voz que conocía perfectamente y que bastó para tranquilizarlo. Podía ver a cientos de sheks furiosos persiguiéndolos, pero en ese momento ya no tenía miedo. 

Tiempo después, no podía saber si mucho o poco, Junmyeon volvió a ver luz. Luz natural y aire puro. Sin duda volvía a estar en Idhun. Dio una gran bocanada de aire, como si volviera a nacer. Jamás habría imaginado que saldría con vida de Umadhun, pero la suerte y los dioses habían estado de su lado.
La serpiente alada posó a Junmyeon en el suelo con suavidad, y segundos después, donde había estado la serpiente, ahora estaba un muchacho joven con el pelo revuelto. 
-Jongin...
Ambos muchachos se abrazaron con fuerza, como si tuvieran miedo de que iban a volver a separarlos.
-Gracias... Jongin, gracias por salvarme... me has salvado la vida...
Junmyeon balbuceaba entre sollozos y el otro muchacho levantó su cara cogiéndolo por la mejilla.
-Junmyeon, ya está, ¿vale? Ya estás en Idhun, ya estoy aquí, no tienes de qué preocuparte.
Junmyeon volvió a abrazarlo, esta vez sin aguantarse las lágrimas, y durante un rato estuvieron así, abrazados. Entonces el más joven se separó suavemente y sujetó las mejillas de Junmyeon entre sus manos.
-Quién diría que eres el último dragón de Idhun...
Sus labios se encontraron, y como siempre una descarga eléctrica recorrió la médula de ambos. Nunca nadie pudo comprender cómo un shek y un dragón se habían enamorado, iba contra la naturaleza de ambos. Pero probablemente su parte humana había estado destinada a amarse desde el momento en el que fueron engendrados. Y así, los tres soles bañaron las siluetas del último dragón de Idhun y el primer shek que desobedecía al Séptimo.


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