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La Diosa Athena debe de estar loca por Marbius

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2.- El Santuario no es como lo pintan.




—Bueeeno, no es que quiera parecer una diva en toda regla pero… Ugh con este lugar —gruñó Bill apenas abrir la puerta de la cabaña que compartirían entre todos y apreciar lo deprimente de la instalación.
—No, lo diré yo: Este lugar es un basurero —exclamó Georg sin importarle que su guía, un hombre calvo y malhumorado que se presentó bajo el nombre de Tatsumi, siguiera a su lado—. Parece barraca del ejército, excepto que quizá ellos sí tengan drenaje, agua corriente y electricidad.
—Aquí es donde se han entrenado desde tiempos inmemoriales los caballeros aspirantes a alguna de las ochenta y ocho armaduras de Athena que-…
—Ya —lo interrumpió Tom—, pero según entiendo, venimos de vacaciones, no ha entrenar.
Tatsumi le dedicó una mirada severa.
—Según tengo entendido, ustedes tres vienen por la armadura de Virgo —señaló a los gemelos y a Gustav.
—Tanto así como que venir expresamente por ella… —Masculló el baterista—. Vinimos porque no nos quedó de otra. Digo, ¿qué hace hoy en día uno con una armadura?
—¡La armadura dorada es más que sólo un traje! La historia y el poder cósmico que la rodea-…
—¿Dorada de qué tipo? —Inquirió Bill, interrumpiendo de nueva cuenta al hombre—. ¿Bañada en oro? ¿Chapada? ¿Es una aleación?
—Seh —intervino Tom—, ¿cuánto vale por kilo? Ya si no es de oro, al menos venderla por su peso total.
Tatsumi entrecerró los ojos ya de por sí diminutos y apretó la boca. —Le avisaré a la señorita Kido que ya se encuentran en las instalaciones del Santuario. Si me disculpan. Pasen buena noche.
Retirándose y cerrando la puerta detrás de sí, Tatsumi dejó detrás cinco pares de ojos que no parecían muy convencidos de la situación actual.
—Este lugar es una miseria… —Afirmó Bill, dejándose caer en una de las camas y exhalando una queja de dolor cuando el duro colchón colindó contra su espalda—. ¿Qué clase de sitio es éste? Parece una prisión de seguridad mínima.
—Y que lo digas —rezongó su gemelo—. …ste no es el resort paradisiaco que imaginé cuando me dijeron que Saori Kido nos quería en Grecia. Imaginaba algo más glamuroso, menos… Esto. Sea lo que sea.
Ocupando asiento en otra de las camas libres, Gustav se llevó la mano al mentón.
—Olviden sus quejas y piensen un poco. ¿Qué no encuentran sospechoso todo esto? No me da buena espina.
—Lo único que puedo notar es que aquí no hay baño —resopló Georg—. Ustedes vienen a su prueba, pero ¿y yo qué? ¿Por qué tengo que sufrir?
—Vamos, vamos, hay que apartar esa negatividad. Si la disquera consideró necesario que asistieran-…
—La disquera puede irse al demonio.
—… tenemos que obedecer —finalizó su manager, ignorando las miradas de rencor que los chicos le dirigían—. En todo caso, ya estamos aquí, se joden. Mañana será otro día.
Bufando, los gemelos no tardaron en meterse bajo las mantas, cerrar los ojos y quedarse dormidos aún en sus ropas de viaje. David hizo lo propio ocupando la única cama individual de la estancia, y deseándoles a todos ‘buenas noches’, no tardó en caer a los brazos de Morfeo.
Desnudándose para la noche, Georg y Gustav a su vez se recostaron en la cama restante, entrelazando las piernas y compartiendo unos cuantos besos tímidos.
—¿Nervioso? —Preguntó Gustav.
—Ni te imaginas —respondió Georg, depositando un nuevo beso en los labios de su novio—. No puedo dejar de pensar que todo esto va en serio, pero sin lograr comprender de qué se trata.
—Igual yo —admitió el baterista—. Hay un aire de poder en el aire… Los gemelos se pueden quejar todo lo que quieran de esta cabaña maloliente, pero se siente un aura extraña alrededor de este sitio. ¿Viste esa construcción de escaleras que se perdía entre las nubes?
—Sí —tragó Georg saliva—. Era impresionante.
En verdad que lo era. Miles de peldaños en un camino que parecía no tener final, y en lo escarpado de la montaña, se podían llegar a distinguir una gran cantidad de lo que parecían mausoleos de piedra marmórea. Su guía, el tal Tatsumi, había sido muy vago al respecto cuando le preguntaron qué eran aquellas construcciones. A su manera, había dicho que esperaran hasta el día siguiente para descubrirlo, y la conversación entonces había quedado relegada a otros asuntos.
—En todo caso, no estás obligado a acompañarnos si no te apetece —jugueteó Gustav con un mechón de su cabello—, seguro que es todo aburrido y termina en nada.
—Quizá… Quizá no —lo atrajo Georg más de cerca—. Promete al menos que tendrás cuidado. No dejes que la locura de El Santuario te alcance.
—¿A mí? Pfff, ni en sueños —bostezó Gustav, prueba de lo cansado que estaba después de un vuelo de varias horas—. Recuerda que soy una excelente prueba del signo Virgo: Analítico y frío para razonar. No me dejaré atrapar por ninguna patraña barata. Antes de que puedas agarrar un color bronceado, estaremos de vuelta en Alemania y riéndonos de lo que haya pasado.
—Uh-uh —cerró Georg los ojos, deslizándose lentamente en la inconsciencia del sueño.
Con todo, un pequeño ramalazo de inseguridad se aposentó como hierro caliente en su cerebro. ¿Qué había dicho Gustav de las cualidades de un buen Virgo? Más importante aún, ¿qué no iban a ver al tan mencionado guardián de la sexta casa, el tal caballero de la casa de Virgo? Tantas menciones… Tantas coincidencias… Pero cansado como estaba, Georg no pudo aferrarse a ese pensamiento y para cuando despertó, la idea ya se había extinguido en su mente.
De algún modo, así era como las estrellas en el firmamento lo querían para ellos.

Tatsumi no se había quedado cruzado de brazos por el desaire de la tarde anterior. A modo de venganza, a la mañana siguiente ya estaba tocando a su puerta antes de que saliera el sol e instándoles a vestirse lo antes posible si es que querían llegar a la sexta casa antes de la caída del sol.
—¿Es que está lejos? —Preguntó David—. Según tenía entendido estaba aquí mismo.
Tatsumi señaló hacia arriba con el dedo índice. —Aquí, sí, pero miles de escalones arriba.
—¿O sea que vamos a subir escaleras todo el día? Pf, no lo creo —desdeñó Tom la posibilidad de un ejercicio imprevisto—. ¿Es que no hay ascensor en este sitio?
Vistiéndose él y ayudando a su gemelo a escoger unos zapatos que tuvieran al menos tacón bajo, los dos empezaron a cuchichear en el fondo de la habitación.
—Es parte del entrenamiento. Un Caballero de Dorado debe ser capaz de subir las escaleras hasta su propio templo. No espero que ustedes citadinos e incapaces de asimilar los poderes del cosmos y la armadura de oro lo entiendan —masculló Tatsumi.
—No podrán ser tantas escaleras… —Intentó Georg aligerar el malestar de todos.
—Claro, como tú no tienes que ir —lo codeó Gustav, a su vez pasándose la camiseta por la cabeza—. Estoy pensando en renunciar a ese ‘gran honor’ de asistir. La verdad es que no me va tanto eso de vestir de oro. O subir escaleras, ya que estamos…
Tatsumi eligió ignorarlos. Dándoles la privacidad necesaria, esperó afuera de la cabaña mientras terminaban de vestirse y salían a recibir una fresca mañana ateniense.
—Jo, eso se ve espeluznante —admiró Tom la vista que coronaba la montaña—. ¿Cuál es la famosa casa de Virgo a la que hemos sido convocados? —Le preguntó a Tatsumi, y éste señaló una de las tantas que se encontraban en medio.
—El gran caballero de la sexta casa es Shaka, reencarnación de Buda y uno de los guardianes dorados que desde los tiempos mitológicos siempre le han sido fieles a Athena —pronunció Tatsumi—. También es un engreído, pero… Con ese cabello rubio.
—¿Disculpe? —Carraspeó Gustav, atusándose su propio cabello rubio con mortificación, pero el sirviente lo ignoró.
—Mejor empecemos a subir —les dedicó una mirada displicente—, porque con su condición física, quiero al menos evitar pasar la noche en cáncer.
—Mi abuela era cáncer, también una chicas que conocí una vez en un bar, ¿qué tiene de malo? —Preguntó David sólo para que Tatsumi pasara de él como si no existiera.
—Disculpe, pregunta —alzó Georg la mano como si se encontrara en la escuela—, ¿yo también tengo que ir? ¿No hay un guardián de la casa de Aries o algo así? Tal vez podría quedarme ahí a charlar y compartir de carnero a carnero… Verá, es que tengo asma…
—Flojera es lo que tienes —lo chanceó Tom y el bajista le metió un pisotón rompe-dedos para hacerlo cerrar la boca.
—Eso sería decisión del guardián de la primera casa, no mía —respondió Tatsumi de lo más cortón.
—Ya… —Captó Georg el mensaje—. Yo le preguntaré cuando lo veamos.
Enfilando todos en dirección a las escaleras, se detuvieron ante el primer peldaño a admirar no sólo lo magnífico de la construcción, sino también el mal estado en el que se encontraba.
—¿Sabe? Existen buenos restauradores. No es barato, pero podrían resanar las cuarteaduras, tal vez así tendrían más turismo por la zona —aportó David su opinión a pesar de la mirada incrédula del sirviente.
—¡El Santuario no es un centro vacacional! ¡Los turistas no tienen por qué venir aquí!
—¿Ah no? Porque falta haría —se inmiscuyó Bill en la conversación, ya con un mohín de disgusto en labios porque llevaba tacones de cinco centímetros y la subida amenaza acabar con él.
Tatsumi apretó los puños. —Mejor empecemos a subir.
—Si no queda de otra…
Cada uno a su ritmo dio comienzo a la tarea de subir escalón por escalón. Al cabo de escasos minutos, comenzaron las quejas. Al grito de “¡¿Por qué no hay un maldito elevador aquí?!” los sorprendió un amanecer espectacular al que prefirieron ignorar. Media hora más tarde y no parecían haber avanzado mucho si tomaban en cuenta los interminables peldaños que parecían seguir apareciendo frente a sus pies. Ni siquiera un vistazo hacia atrás y a lo que ya llevaban recorrido ayudaba; aquella parecía una tarea de lo más odiosa.
Tatsumi hizo un gran trabajo al pasar por alto sus quejas, pero la paciencia se le estaba agotando cuando ya cerca de los sesenta minutos vislumbraron en la distancia lo que parecía ser la primera casa.
—¿Aries? —Preguntó Georg, de pronto acelerando el paso y brincando los escalones de dos en dos—. ¡Oh por favor, que sea!
—Claro que es —señaló Tatsumi lo obvio—, y ese es el guardián encargado de custodiar la entrada de El Santuario —apuntó a la imponente figura que salía a recibirlos.
—Woah, se toman muy en serio su papel —murmuró Tom cuando en la lejanía el oro de la armadura los deslumbró—. Hola, ¡buenos días!
—Señor Mu —se arrodilló Tatsumi apenas alcanzaron al guardián de la primera casa—. Disculpe la intromisión. Por órdenes de la señorita Saori, me encuentro escoltando a este grupo a la sexta casa del Santuario.
—¿Con Shaka? —Abrió grandes los ojos Mu. Frente a él, los gemelos soltaron una risita mal disimulada al ver el aspecto atípico del individuo ante ellos—. ¿De qué clase de asunto se trata?
—Disculpe que me inmiscuya —habló Gustav, bajando la cabeza y cohibido por el aura de respeto que desplegaba el hombre ante sí—. Recibimos una invitación a este lugar que nos pedía asistir lo antes posible. Algo de un futuro caballero para la armadura de Virgo.
Mu meditó su respuesta antes de hablar. —Este asunto es de lo más extraño. Shaka no me ha mencionado nada al respecto, tampoco Athena.
—Ya, también fue una sorpresa para nosotros, ¿sabe? Porque estos chicos están en una banda y yo soy su manager. No entiendo por qué o para qué podrían requerirnos aquí, nosotros sólo seguimos órdenes.
—Entiendo… —Mu relajó sus facciones y sonrió—. Así qué díganme, ¿quién de ustedes es el candidato a caballero de Virgo?
Tres manos se alzaron veloces al aire, y el guardián de la primera casa enarcó una de las extrañas marcas que llevaba en el rostro cual si se tratara de una ceja. —Interesante.
—El asunto es que ellos tienen que ir, yo no —agregó Georg a la conversación—, ¿podría quedarme aquí? Esto de subir escaleras no es bueno para mi salud. Me da flato.
—¿Y tu signo es…? —Preguntó Mu un tanto divertido por el desparpajo del joven ante sí.
—Aries. Pero no se engañe, yo no vine por ninguna armadura. Me basta con no subir más escalones, ¿por favor? ¿Me puedo quedar aquí?
Mu asintió. —Puedes.
—¿Y yo? —Preguntó Gustav a su vez—. Aprecio el honor de ser convocado y todo, pero… —Le dedicó una mirada de anhelo a Georg—. No estoy seguro si esto es lo mío. Preferiría quedarme.
—Oh no, tú no te escapas —lo sujetó Tom de un brazo.
—Eso —se le unió Bill apretando al baterista del otro brazo—, todos para uno y uno para todos. Los tres mosqueteros… de la casa de Virgo.
—Alguien máteme —musitó Gustav.
—Si ya terminaron… —Gruñó Tatsumi. Aún tenemos por delante cuatro casas antes de llegar a nuestro destino. Preferiría no pasar la noche a la intemperie. Con lo lentos que son… nos tomará todo el día en llegar a nuestro destino.
—Tal vez yo podría ayudarles —se ofreció Mu, manteniendo en todo momento una sonrisa serena en el rostro—. Eso claro, si ustedes así lo desean.
Los gemelos intercambiaron una mirada que lo dijo todo, Gustav se encogió de hombros y David asintió un par de veces, convencido de la poca condición física que tenía y del infarto que iba a darle si se empecinaba en continuar subiendo escalones.
—Hecho. Yo me encargo de ahora en adelante, Tatsumi…
Y sin darle tiempo a los presentes de decir una palabra más, parpadeó y los hizo desaparecer en el aire.
—Oh. Por. Dios. —Abriendo grandes los ojos y notando la ausencia de sus compañeros, Georg se desplomó hacia atrás un sonoro ‘plop’.

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Notas finales: ¿Mencioné acaso que este fic era crack? No tomen muy en serio mi humor, excepto si al menos les arranqué una sonrisita de los labios :)
Tercer capítulo el próximo martes
B&B~!

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