Capítulo 9
-Conde Phantomhive, no juegue con fuego- se deshizo de los estorbosos guantes para sentir mejor la tersa piel que comenzaba a sudar.
-Ven y quémame, Sebastian-Los labios sonrosados por los besos soltaban suspiros de satisfacción. Los largos dedos de uñas negras se deslizaron en zonas jamás entradas por otros, humedeciéndose por los rastros que dejaba el placer.
-No me voy a romper- En respuesta, el demonio fue ascendiendo con besos hasta lamer los labios del menor, con la mano libre sujeto su nuca profundizando su lengua en la cavidad, al ritmo que profundizaba los dedos de la otra mano en las entrañas húmedas y apretadas. La pequeña boca carente de inocencia gemía dentro del beso.
El joven gemía a causa de las expertas manos de su sirviente, el cual conservaba aun varias prendas de su vestimenta, dándole una clara desventaja al ojiazul que sospecho las intenciones del otro.
-Espera-intento apartarlo con los brazos temblorosos de placer- un momento…-no paraba de gemir- Sebastian, ¡detente!- el mayor se separó dibujando media sonrisa-eres un maldito.
-Y pensar que descubrió mi plan-rodo los ojos.
-No quiero acabar tan rápido-el demonio volvió a besarlo.
-No hay manera, en que no vaya a lastimarlo- se levanto para quitarse el pantalón- me desconcierta, ¿qué lo tiene tan libidinoso?
-Tú- no espero que Sebastian volviera a la cama, sino que se abalanzó sobre él, para volver a caer ambos abrazados devorando la boca del otro.
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La luna se encontraba en lo alto del horizonte, indicando lo tarde que era. Elizabeth decidió marcharse una vez que Sebastian le aseguró que cuidaría muy bien de su primo, quien se acostó a dormir temprano debido al mareo (si claro XD).
Vincent se resignó también, Sebastian le dio un rápido baño y lo dejo en su habitación descansando tras prometer que vería a su papá al día siguiente, sano y repuesto, cosa que ni el mismo creía, luego de lo que acababan de hacer.
Luego de dejar todo en orden para el día siguiente, consintió la demanda de su amo de acompañarlo en sus aposentos toda la noche, con la excusa de “cuidarlo” como prometió a su prima y a su hijo. A pesar de no requerir horas de sueño como lo exigía un cuerpo humano, había tomado la costumbre de “descansar la vista”, por decirlo de alguna manera, al hacerle compañía a su niño, y de vez en cuando incluso dormía por unos minutos.
Fue en uno de esos momentos en que se perdía entre las tinieblas del sosiego y el aroma de su amado, que no se percató del intruso que se escabullía por la gran puerta, sino hasta que las delgadas manos tanteaban la zona y los pequeños pies escalaban entre las sábanas, ubicando un espacio lo suficientemente cálido para acurrucarse.
A Sebastian le gano la sorpresa, no fue capaz de detectar la sigilosa presencia de su hijo, lo peor es que estaba completamente seguro de que éste no tenía la menor idea del crimen que acababa de cometer, los ojitos perezosos apenas se abrían lo suficiente para vislumbrar las orbes carmín, no pronunció palabra alguna ni mostró síntoma de sorpresa al encontrar a su padre invadiendo un lugar en la cama de su queridísimo y celado papá y lo que más impactó al Demonio mayor fue que el niño encontró el sitio que estaba buscando, era el lugar más cálido y acogedor en toda la inmensa cama, entre los cuerpo de ambos progenitores, fue allí que poso su menudo cuerpo, cobijándose con los brazos de Ciel y aspirando su aroma, a la vez que la enorme figura de Sebastian le brindaba calor a su espalda.
El demonio entendió entonces varias cosas, el aroma de Ciel era un afrodisiaco para los demonios, y lo otro, y más importante, Ciel ya no era “Su Niño”, no, éste ya era todo un joven y engalanado hombre con facciones aniñadas, pero comparándolo con su hijo que a sus ojos aún era como un bebé, ambos sería “Sus Niños”, tristemente, consentidos y malcriados, por él mismo por supuesto.
Condescendiente con la criatura que profanaba su lugar en la cama junto a su amo, acerco más los cuerpo de los tres y franqueó su brazo rodeando la cintura de Ciel, acaparando así, a sus dos adoraciones.
Continuará…