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Hasta el fin del mundo. por Scarlett_Rose

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Notas del fanfic:

 

Nombre Fic: Hasta el fin del mundo.

Anime & Manga: Katekyo Hitman Reborn!

Autor: Akira Amano.

Pareja: Mukuro Rokudo x Hibari Kyoya [6918]

Resumen: Hibari al fin tiene la respuesta para aquella oración que le dijo Mukuro la última vez que se vieron:

 

«Te buscaría y te encadenaría a mí para llevarte más allá del fin del mundo.»

Notas del capitulo:

Bueno, a mi favor, sólo puedo decir, que estaba leyendo algunos de mis propios Fics, es una costumbre, y me ayuda para pensar en futuras ideas, y entonces la bombilla se ilumino y esto fue lo que salió. Espero les agrade.

 

S.R.

 

Capítulo Único: Mi decisión.

 

         La relación entre Hibari y Cavallone estaba cayendo en un abismo. Tan sólo dirigirle la palabra a la alondra era tentar tú propia vida. Caminaba a zancadas por los pasillos, buscando apresurado la primera salida, era eso o hacer una nueva para la mansión. Esta misión iba ser un poco extensa pero eso era mejor. Quería alejarse, volar lejos y no tener que ver tanta melosidad en cada maldito rincón.

 

Divisó la cabellera rubia, y entonces sus pies giraron para meterse en el siguiente pasillo, evitando el encuentro entre Cavallone y él. Quería evitar otra pelea, Cavallone estaba dando un esfuerzo con la relación de ambos, pero el simplemente no apetecía de arreglar nada.

 

Bajó la mirada sintiendo el suave peso extra en su cabeza. Incluso el cantar de Hibird le era molesto, voló la mirada al ventanal que tenía a su costado. Yamamoto entrenaba con Ugetsu, y aunque los dos Guardines de la lluvia habían intentado trasmitir su tranquilidad, él no podía evitar estar inquieto.

 

—Cinco días, ¿eh? —sonrió irónico. Llevaba un mes desde que su hermano dio la gran noticia. Lo supo, siempre supo que Alaude estaba muy interesado en Mukuro, lo notaba en cada junta cuando el insistente buscaba su mirada bicolor, o en las misiones que les tocaba, casi daba su integridad porque el ilusionista se mantuviera a salvo. Pero lo dejó pasar, porque el Guardián de la Niebla rechazo a muchos, siendo fiel al amorío que mantenían.

 

Y Hibari supuso y asumió que entonces el joven era suyo y nunca se iría de su lado, pero lo hizo, se cansó de esperar por algo que jamás tendría y acepto los sinceros sentimientos de alguien más.

 

Empuño las manos, se sentía asquerosamente traicionado. Y no debía, no cuando él no era capaz de ofrecer absolutamente nada, no cuando no se decidía entre la comodidad y el amor. Porque, sí Dino le ofrecía una extraña tranquilidad, le enternecía con sus actos llenos de amor, pero no despertaba aquella explosión de sentimientos que vivía en cada segundo que pasaba con ese idiota ilusionista.

 

La puerta se abrió, dejando pasar a la feliz pareja. Mukuro sonreía discretamente, y Alaude no tenía aquel semblante indiferente. Se veía feliz.

 

—Kyoya, ¿Vas a salir?

 

El peliazul desvío la mirada incapaz de verle. Le susurró al oído algo y después simplemente paso a su lado rumbo a su habitación.

 

—Sí.

 

—Tengo cuidado, y qué te vaya bien —hizo una pausa mirando algún punto en el pasillo—, Vuelve para la ceremonia, eres alguien importante, no puedes faltar.

 

Aquello fue una puñalada. Miró tan frío como pudo al mayor. Susurró un “Quizá” mientras salía de la Mansión Vongola. Alaude le siguió de cerca, y sonrió para sí mismo.

 

::: ::: ::: :::

 

La misión había salido como quería. Iba solo así que no tuvo que ocuparse del bienestar ajeno o que cometieran errores. El día estaba lluvioso, pero no quería ir a casa de Cavallone, tampoco a la mansión Vongola. Mañana sería la boda entre su hermano y su amante…

 

No, Mukuro había dejado de ser su amante hace mucho. Era sólo él que se negaba a ver la realidad, recargo la espalda contra la sucia pared, todo Hibari estaba empapado, las gotas golpeteaban la gabardina oscura, mojando más la prenda. Subió el brazo para darle una profunda calada al cigarro, sonrió siniestro.

 

Muchas veces había mordido a Gokudera por fumar cerca de él, y ahora era un completo adicto a la nicotina.

 

—Es tú culpa estúpida piña. —susurro con parsimonia. En efecto, indirectamente era culpa del peliazul, las peleas no descargaban su furia, entonces encontrándose a Gokudera, le arrebato el cigarro. Y así comenzó su vicio.

 

Levantó el rostro para sentir las gotas contra su piel. Esa era una sensación, agradable.

 

—¿Hibari?

 

Esa voz.

 

Viro casi violento hacía su derecha. Mukuro llevaba en una mano un paraguas y en la otra una bolsa con productos del súper. Las pupilas grisáceas le contemplaron brevemente, mordió el filtro del cigarro. La luz del poste le daba directamente, así que su figura era perfectamente visible. Recorrió su silueta a detalle.

 

Mordió con fuerza, a zancadas se acercó para tomarle del cuello de su polera, el paraguas salió volando, le estampo con fuerza contra la sucia pared, y Mukuro soltó una maldición.

 

—¿Te acuestas con Alaude? —pregunto aun mirando los chupones que tenía en el cuello. En un área muy visible, y que incluso casi eran de un tono morado. Alaude era un posesivo… Igual que él.

 

—¡Maldita sea! Suéltame ahora, Hibari.

 

Se retorció fastidiado. El paraguas que había quedado hacía arriba, comenzaba a llenarse de agua, como si fuera una taza.

 

—No. Te mostrare quien es el único que puede tocarte.

 

Le arrastró hasta el primer hotel barato que encontró. Empujo su cuerpo contra la cama, esta vez sería él quien controlara la situación. Beso su cuello con dedicación, pasando los dientes sobre las marcas. Le miró de reojo, Mukuro siempre hacía lo mismo, marcaba su cuerpo, marcaba esas partes que Cavallone había tocado, y se preguntó, si entonces Mukuro sentía el mismo vació, que sentía él en esos momentos.

 

Desnudo su cuerpo, tomando tiempo en cada débil caricia. Repartiendo besos sobre su espalda, besando sus labios hasta dejarlos hinchados.

 

—Di mi nombre, Mukuro. Dilo ahora…

 

—Ahhh… Ky-Kyoya.

 

Preparo su cuerpo y afirmando sus caderas, le envistió con eterna lentitud, pasando la lengua sobre su hombro desnudo, sorbió la piel. Empujando sobre el otro hombro su largo cabello azulado. Empujo su pelvis, y con su mano envolvió el sexo de Mukuro, comenzando con él vaivén.

 

Le embistió una y otra y otra vez. Arrastro la mano libre sobre su pecho hasta su mentón, tomándole y haciendo que girara. Beso su boca como nunca beso a nadie. Cerrando los ojos para disfrutar de todos esos sentimientos arrolladores.

 

::: ::: ::: :::

 

Tenía los brazos contra el borde del balcón. Todo estaba tranquilo, ladeo la cabeza, sintiendo el fresco viento contra su rostro.

 

—¿Estás seguro? ¿Cancelar todos los preparativos? —pregunto Reborn, acomodándose a su lado. Alaude meneo la cabeza en afirmación, por un momento el moreno pensó que el silencio sería su fiel compañera, pero no, Alaude comenzó a hablar en un murmullo.

 

—Era necesario —dijo mirando más allá de las nubes—, Era necesario arrojar a Kyoya al abismo para que notara lo que realmente quiere.

 

—¿Y también era necesario destruir tus sentimientos en el proceso? —cuestiono con los negruzcos ojos fijos en el rubio.

 

—Es la paga por enamorarte de alguien prohibido —pausa— Además para mí es más importante la felicidad de mi hermano y la de mi amado Mukuro.

 

Sonrió con la mirada afligida. Reborn le continúo mirando en silencio, estiro los brazos para atrapar al rubio en un abrazo.

 

Todo iba a estar bien.

 

::: ::: ::: :::

 

Había dormido, y por primera vez al abrir los ojos, el moreno continuaba a su lado. Pestañeo suavemente, acercando los dedos para acariciar su pómulo, quitando algunos mechones de su frente. Las pupilas grises se abrieron torpemente y Mukuro se sintió atrapado.

 

—Te buscaría.

 

—¿Eh? —se sintió fuera de esquema. Hibari acuno su rostro entre sus manos y le acerco, juntando sus frentes.

 

—Defintivamente. Te buscaría y te encadenaría a mí para llevarte más allá del fin del mundo.

 

Le abrazo ocultando el rostro en el hueco de su cuello, Mukuro tardó en responder al abrazo, se sintió feliz, muy feliz.

 

—Nunca más desaparezcas de mi vida. Te morderé hasta la muerte si lo intentas.

 

—Jamás lo haré. Kyoya.

 

 

Notas finales:

¡Gracias por leer!


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