Mi nombre es Alfred F Jones, y soy probablemente el chico más valiente o el más idiota.
Se preguntaran porque, pues porque estoy enamorado del omega más tonto y tsundere del mundo.
Quizá no comprendan ahora la magnitud de mi problema, pero no remontare al pasado, al menos no ahora.
Estoy en una habitación espaciosa de tonos verdes claros muy tranquilos, con una laptop en un escritorio de madera, hay un librero casi a reventar de libros, una alfombra mullida que todo lo cubre, un ropero y dos puertas, una al corredor de la casa y otra al baño, donde esta él probándose ropa.
Y yo estoy aquí, sentado como idiota en su cama resistiendo el impulso de oler su almohada, porque sé que sí sale y me ve en una situación así de extraña se alejara de mí.
-Casi voy Al~ -dice del otro lado, y yo sonrojándome, imaginándolo en interiores o –me sonrojo de pensarlo- como Dios lo trajo al mundo.
Mis impulsos de entrar y marcarlo como mío son resistidos por mi mera voluntad –soy fuerte después de todo-, pero no se cuanto más lo resistiré.
Para él yo solo soy su fiel amigo "beta", su vecino, amigo de infancia, cualquier cosa, pero no me ve como pareja potencial, sólo porque él, ese omega caprichoso, quiere un beta igual que su padre y su hermano.
Pobre, inocente e ingenuo Arthur, si supieras la verdad que se esconde muy bien entre las sombras…
-Ta-da~ -dice con un tenue pero tierno rubor cuando al fin sale del baño.
Cierro las manos en puños y muerdo mi lengua, dejo de respirar por completo hasta que me siento tranquilo.
-¿Alfred? ¿Estás bien? –me pregunta acercándose a mí.
Levanta mi mano para tocar mi frente y yo la sostengo delicadamente.
-Claro que si Artie~ -digo con una voz chillona, tratando de imitar a un niño- solo que me impresiona los años que te quitas anciano –le digo en burla y a continuación siento sus delicadas manos en mi cuello, intentando estrangular.
-Idiot! –me dice sonrojado y derramando un par de lagrimas mientras yo me fuerzo a reír. Si, debo reír, porque si no me fuerzo no sé lo que le hare.
-Tranquilo anciano, te vez bien –le digo una vez se canso de intentar asesinarme.
El se sonroja de vuelta.
-¿En serio?
Le asiento mientras trato de hacer que la lujuria no se refleje en mis ojos.
Lleva un pantalón blanco ceñido a su cuerpo –si veo su trasero no me hare responsable de nada-, una camiseta de mangas cortas color verde que realza sus ojos y el tierno sonrojo le hacía ver totalmente encantador.
Arthur era más bajo que yo, me llegaba casi por los ojos, tenía el cabello rubio, igual que yo pero menos oscuro, y de hermoso ojos verdes –los míos son azules- y grandes cejas que sin embargo, lo hacen ver terrible y arrebatadoramente encantador.
-Lastima que el amigo de Toris no te convenció de usar falda –me rio intentando esquivar las osas que lanza, la verdad, nos habíamos metido en una burbuja que parecía brillar y destellar con color rosa y arcoíris y los inexistentes unicornios de Arthur –como en los mangas de Kiku-, pero rompí el momento, no puedo soportar por mucho tiempo y salgo de su habitación hacia la cocina, pasando las muchas puertas del corredor y después bajando las escaleras y de la sala a la cocina.
Eh venido tantas veces que ya soy casi de la familia para los padres de Arthur, en cuanto a sus hermanos soy más un "intruso".
Llego a la cocina-comedor y tomo una dona recién orneada, la mamá de Arthur cocina bien –lastima que él no saco sus dotes- y le sonrió a la señora.
-Hoy llegaste temprano Alfred –me dice amable mientras hace hotcakes- ¿quieres desayunar?
-No gracias señora Elizabeth –le respondo con mi típica risa- ya desayune en casa.
-Oh que bueno –dijo distraída sirviendo un plato para Arthur- ¿por qué viniste tan temprano' –dijo ella mirando el reloj con decorado de la bandera inglesa de la pared. Eran las 6:12.
-Artie quería probarse ropa y quería mi opinión –comento aparentemente distraído. La verdad era un poco lastimero para mí que Arthur me llamara a las cinco de la mañana para ayudarlo a decidir que vestirse, sólo para impresionarlo.
Me dolia que pensara que no me inmutaría ni tantito sabiendo que la persona que amo desde que puedo recordar está en la habitación contigua cambiándose, claro que el no sabe que lo amo, y si lo sabe lo ha de ignorar.
A los cinco minutos llego Arthur con el uniforme de la escuela, pantalón gris cuadriculado, camiseta blanca de manga larga y chaleco azul mas el saco del mismo color con las iníciales de la institución.
-Toma Arthur, el desayuno.
-Thank Mom –dice mientras desayuna como todo un caballero inglés.
Y mientras él hacia eso yo lo contemplaba apoyando mi cabeza en mi mano derecha y tomando el café que la señora Kirkland ofreció para mí.
Y mientras hacía eso recordaba cuando lo conocí.
Tenía cinco años cuando una nueva familia se mudo al vecindario, ocupando la vieja casa del viejo Jenkins, la terrible casa embrujada.
La familia consistía en el padre, un alfa pelirrojo de porte rudo y ojos verdes, la madre, una bonita omega de cabellos rubios castaños y ojos verdes, y sus cinco hijos (en un par de años se hicieron seis), el mayor era un alfa parecido a su padre, demasiado parecido a su padre, el segundo era un beta de ojos verdes y cabello castaño rojizo, el tercero y el cuarto eran gemelos, pelirrojos (o más bien peli zanahorias) de ojos verde azulado, el mayor era beta y el menor omega… y Arthur, el más pequeño y más lindo de toda la familia, con su ceño fruncido y su linda carita en un puchero muy lindo para ser real.
Recuerdo como la primera vez que nos vimos nos sacamos las lenguas y nos insultamos de lo lindo, cosas como "come mocos" "y tu tierra", era tan lindo. Pero después de Halloween nos volvimos inseparables…
Una vez Arthur termino de desayunar nos despedimos y nos encaminamos a la escuela.
Arthur refunfuñaba de no poder ir a la fiesta a falta de ropa linda, yo le sugerí de nuevo usar la ropa del amigo de Toris y luego hicimos una "carrera" al instituto, yo claro adelante (porque él intentaba golpearme).
Una vez en el instituto caminamos lentamente hasta las clases, solo porque Arthur estaba exhausto.
La primera clase era de arte, dada por el profesor omega Roderich Edelstein, era más para omegas y betas, era raro ver a un alfa allí, me reí un poco ante mi última línea de pensamiento.
-¿Qué es tan gracioso Al? –me dice mientras nos sentamos en la última mesa.
-Por nada, Artie, por nada –digo con mi sonrisa de siempre y vemos al profesor empezar la clase explicando que el arte es una sutil melodía…
La segunda clase era lengua extranjera. La peor de todas.
¿Por qué? Pues porque él está allí.
Cuando íbamos pasando alguien choco con Arthur.
-Fíjate –dijimos… los tres al mismo tiempo.
Arthur se sonrojo hasta la coronilla, frente a él estaba Gilbert Beilschmidt, el maldito Alfa que me robo el corazón de Arthur.