-¡YA BASTA! ¿Es qué acaso no te das cuenta de nada, Seungri? – Los ojos del mencionado se abrieron como platos por la sorpresa. ¿Cómo había terminado discutiendo con su líder? Aquello era una simple reunión en la empresa para festejar la salida del álbum de G-dragon, el cual había dicho que tal vez sería el último y habían estado bebiendo y bromeando como siempre, aunque sentía esa vez que las cosas se habían ido un poco de las manos.
- N-no… -Tartamudeó el maknae realmente asustado pero tratando de no demostrarlo en su hablar. –No comprendo lo que sucede ¿Por qué te molestaste? ¿Desde cuándo te molesta que te cuente sobre mis cosas personales? – El mayor de los dos no lo miraba, tenía la cabeza gacha, los rubios cabellos cayendo lánguidos y cubriendo parcialmente sobre su rostro dándole la oportunidad de ocultar su mirada acuosa, desesperado como nunca. ¿Cómo habían terminado así? Ambos se hacían la misma pregunta, pero por motivos muy diferentes; uno era llevado por la duda y la frustración, el otro por el dolor de no ser correspondido en sus sentimientos.
- ¡DESDE SIEMPRE! – Fue la respuesta que obtuvo por parte del mayor a aquella pregunta. – Desde siempre, solo que nunca lo viste ¿Cierto? Nunca notaste mis celos ¿verdad? Solo es un juego para ti… “vamos a hacer que las fans deliren por nosotros –Su voz se tornó burlesca, totalmente sarcástica- “vamos a jugar con el líder, nos vemos realmente tiernos juntos” Y yo como un tonto decía “no, ya no caeré en sus juegos” pero allí estabas como siempre, sonriéndome con esa maldita sonrisa tuya a la cual no puedo decirle que no. –Cayó de repente; un acceso de llanto pareció querer huir de dentro de su pecho. Su mano se aferró a este, intentando retenerlo, como un intento vano de mantener su corazón y su alma entera en una sola pieza. Pero a esas alturas se sentía un simple espectador de su vida, incapaz de ser sincero consigo mismo, era tiempo de abrir aquella herida que el mismo se había infringido y decir la verdad.
- Te amo –escupió sin mas alzando el rostro con aquellas lagrimas que rodaban por sus mejillas presas de la gravedad –Te amo, y no de la manera que debería, no como si fueras mi hermano… te amo a cada segundo que respiras, que me miras, que me abrazas. Te amo cuando te veo, cuando estás lejos, cuando haces tonterías, cuando estás serio. Te amo cuando sonríes, te amo, te amo, amo cada parte de ti, cada centímetro de tu cuerpo, de tu rostro, amo tu alma, te amo. – No pudo mantener más la calma. Su diestra temblorosa cubrió su boca para detener aquella verborrágica confesión, pero su mirada seguía atento las reacciones de su contraparte. Seungri enmudecido por completo por primera vez en toda su vida lo observaba atónito, inhumanamente rígido, sin siquiera pestañar o ser capaz de emitir palabra. Sus labios se abrieron pero en vez de palabras más silencio se interpuso entre ellos y Jiyong no pudo soportarlo. Salió corriendo dejando atrás su amor y a las personas que le gritaban cosas que él no llegaba a comprender. Solo podía correr, huir de los problemas como había hecho toda su vida. ¿Tan malo era amar a un hombre? ¿Por qué amar a alguien debía ser un pecado? Su concepción de la realidad discernía de lo que la sociedad le había impuesto, amaba a un hombre y su conflicto consigo mismo era que no encontraba lo errado a ese sentimiento como para enterrarlo. Pero si su propio pensamiento no había sido capaz de reprimir ese sentimiento, tal vez el rechazo lograría eso que por tantos años había deseado fervientemente: olvidar.
En algún momento, vaya uno a saber cuánto tiempo transcurrido después, los sentidos volvieron a él lentamente. Primero fue la vista, se percató de que estaba lejos del edificio de la empresa, lejos de su casa, lejos de las zonas que conocía, luego, convino el sentido de la audición y el sonido de la ciudad viva a su alrededor fue suficiente para devolverlo a la realidad, notando también que estaba lloviendo a cantaros. Alzó el rostro hacia el cielo oscuro y borroso de la noche teñido con agua y nunca se sintió tan vivo en su vida, aunque todo había sido desastroso, sentía un gran peso menos de encima. El frío del agua lo hizo tiritar y decidió que era hora de volver a casa y no preocupar mas a los demás con su repentino ataque. Rebuscó entre los empapados bolsillos de su pantalón la billetera, pero nada allí servía, solo eran pequeños papeles descoloridos por tanta agua. Maldita su suerte… pero de pronto la lluvia había cesado a su alrededor y confuso se dio vuelta para ver quien lo estaba cubriendo.
- Te enfermarás si sigues corriendo bajo una tormenta de esta manera- Seungri estaba frente a él con un paraguas negro enorme que ahora los protegía a ambos de la lluvia y le sonreía, como si nada hubiese ocurrido entre ellos.
-¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? –Jiyong quiso retroceder y emprender una nueva huida, pero dejando caer el paraguas el maknae lo tomó por la cintura atrayéndolo contra su cuerpo y haciendo algo que jamás pensó que haría; lo besó. Sus labios apresaron los propios y lo besó sin importarle nada ni nadie, olvidando el entorno y dejando que la lluvia una vez mas los bañara, pero esta vez como una bendición capaz de borrar con cualquier herida y dolor del pasado que pudiera haberlos dañado. ¿Qué mas importaba si Seungri le estaba diciendo de aquella forma que lo amaba también? Había entendido por fin que si podía tenerlo a él, ni la fama ni el dinero del mundo importaban, nunca más.
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