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Dernière danse. por Lucigarro

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Su cuerpo ya no daba para más. Aquel día había sido terrible. Llevaba desde las 5 de la mañana en aquella habitación con espejos, poniendo a prueba su cuerpo sin un sólo descanso para comer, tan sólo tenía 5 minutos cada 2 horas para ir al baño. Su ropa estaba completamente empapada de sudor y sus pies sangraban. Se miraba al espejo y apenas se reconocía. Nunca nadie le dijo que luchar por un sueño sería tan doloroso. Se tiró al suelo, previendo lo que ocurriría a continuación.
-Arriba. Aún nos queda una hora.
El muchacho cerró los ojos, deseando desaparecer de aquella habitación. Su cuerpo le dolía casi tanto como su alma.
-¿Es así como quieres llegar a ser el mejor bailarín del mundo? ¿Es así como pretendes perfeccionar tu técnica? ¿Acaso crees que las cosas que merecen la pena son fáciles de conseguir? 
Jongin notó cómo su profesor le daba una patada en el abdomen, con la suficiente fuerza como para hacer que se le saltaran las lágrimas.
-No puedo más.
-Claro que puedes, pero no quieres. No eres más que un niño. No sé cómo has logrado llegar hasta aquí si no te esfuerzas en nada.
Jongin lo miró con ojos centelleantes. Había dedicado toda su vida al baile, se había esforzado más que nadie para estar donde estaba, y odiaba que dudaran de él. Se puso en pie, apretando los dientes por el dolor que recorría sus piernas, y comenzó a bailar delante de su profesor. Se movía con tal naturalidad que nadie diría que llevaba más de 12 horas seguidas bailando. Su cuerpo se contoneaba ante los espejos que cubrían las 4 paredes de la sala, pero ningún reflejo se asemejaba al Jongin de verdad. Solía bailar con los ojos cerrados para visualizar mejor los pasos que quería llevar a cabo. A pesar de estar empapado de sudor, de llevar el pelo húmedo, sucio y despeinado, era un espectáculo tan bello que parecía irreal. Cada movimiento lo llevaba más cerca de la gloria. Tomó aire y saltó, saltó más alto de lo que ningún bailarín lo había hecho nunca, y el tiempo pareció detenerse a su al rededor. El profesor lo miraba atónito. Pero la caída rompió el hechizo. Sintió cómo su tobillo se torcía bajo el peso de su cuerpo y cómo el suelo volvía a acogerlo. Su grito de dolor debió resonar en todo el edificio.
El profesor se agachó para examinar su tobillo, y Jongin gritó cuando notó las manos del profesor apretaron sin compasión su tobillo. Gritó y golpeó el suelo con los puños, le suplicó que parara, pero cada vez apretaba más. Hasta que el dolor cesó de repente. Jongin lo miró y agradeció con una mirada aquel gesto de bondad, cualidad que Jongin jamás había pensado que tendría su profesor.

Aquellas finas manos comenzaron a subir por las piernas de Jongin, sintiendo cómo los calambres se calmaban. Llevó a cabo el mismo ritual por sus muslos, y Jongin sintió como si después de mucho tiempo de haber tenido las piernas atadas fuertemente, alguien las liberara. Respiró profundamente mientras apoyaba la cabeza en el suelo. Había superado otro día más, lo que quería decir que estaba un día más cerca de conseguir su sueño.
Pero entonces notó cómo las manos de su profesor se acercaban peligrosamente a sus ingles. Jongin levantó el tronco para mirar al profesor sin atrever a mover sus piernas. 
-Tranquilo.
Aquellas manos apretaban las ingles de Jongin. El muchacho no se atrevía a hablar ni a moverse, y empezaba a notar cómo su miembro reaccionaba ante aquel inesperado masaje. También lo notó el profesor, que lo miró un breve momento antes de meter la mano bajo sus pantalones y apretar su miembro. Jongin volvió a tumbarse y se tapó los ojos. Había tenido demasiadas fantasías con su profesor, a pesar de odiarlo con todo su corazón. Pero nunca había imaginado que se harían realidad, y en aquel momento todas sus fantasías se agolpaban en su cabeza, haciendo que la erección creciera por momentos. 
El profesor había comenzado a masturbar a Jongin con suavidad, como si de un movimiento de ballet se tratara, mientras acariciaba su propio miembro por fuera de los pantalones. Jongin apretaba los labios para no gemir, temiendo que sus gemidos espantaran al profesor.
-¿Ahora no me pides que pare?
Jongin lo miró casi suplicante, negando con la cabeza.
-No, profesor...
-Llámame Luhan. Sólo por esta vez.
Luhan se puso sobre él y lo besó mientras sus dos miembros se rozaban. 
-Más, Luhan...
Luhan sonrío al ver al muchacho tendido en el suelo, con el miembro erecto y el cuerpo bañado en sudor. Masturbó de nuevo a Jongin, y poco después el más joven pudo notar la lengua de Luhan recorriendo su miembro, haciendo que el primer gemido de la noche saliera. A Jongin se le había olvidado todo el dolor que había sentido unos minutos atrás, mientras Luhan lo hacía gemir. 
Pocos minutos después, Jongin se quedaba completamente afónico tras dar el gemido más fuerte y excitante que se haya oído nunca mientras se corría en la boca de su profesor. Del profesor Lu.


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