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¿Dulce o empalagoso?: La historia de Obito de "Creciendo Juntos". por SeptimaKolera

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Notas del fanfic:

Este One-Shoot está basado en la relación que sostienen Obito y Kakashi del fic "Creciendo juntos"

Notas del capitulo:

PERDÓN POR EL RETRASO U.U

—Salí de mi departamento atrasado ese día. Uno de mis gatos se había perdido.

—¿Cuál?

—Bugs Bunny.

—…Le pusiste “Bugs Bunny” a un gato.

—Siempre soñé con tener conejos.

—¿Y qué pasó?, ¿qué te impide tener conejos?

—Me dan miedo.

La chica frente a él se atragantó con el té que sorbía en ese momento. Obito se puso de pie enseguida para ayudarla, pero ella lo repelió con dignidad y le indicó que volviera a sentarse. ¿Qué podía esperar de su amigo? Siempre había sido así. Cuando eran niños él no tenía muchos amigos por ser “rarito”, pero no en el sentido que la gente podría pensar. Él era raro porque era distinto. Sus metas eran diferentes al de los otros niños, y las gritaba impúdicamente. Era torpe, era ansioso, era molesto, lo cubría un manto de inocencia demasiado visible para el resto del mundo. Era fácil de engañar hasta el día de hoy. Ahora había cambiado. Era un joven un tanto tímido a veces, especialmente frente a la persona quien le gustaba. Frente a los demás seguía siendo impetuoso, pero no como antes. La vida había sido dura para él: un niño de familia rica con padres que vivían en el mundo de los negocios, demasiado ocupados para su hijo.

Hubo un tiempo en que Obito frecuentó malas compañías a causa de eso. Como Rin fue siempre su única amiga, él confundió por muchos años sus sentimientos hacia ella, ¿y cómo no hacerlo? Era ella la mujer más hermosa que alguna vez haya conocido. Refinada, femenina, cualquiera que la mirase pensaría que era una verdadera muñequita de porcelana, y cuando ella lo rechazó su mundo se vino abajo. Fue aceptado como el perro faldero de un grupo de pandilleros, en el cual escaló y demostró ser un buen líder. Era extraño, pero el siempre tierno y soñador Obito, resultaba ser muy bueno en la maquinación de planes complejos, ya que se metía muy bien en el personaje de “malvado”.

Cuando las cosas se salieron de control y terminó arrestado luego de una pelea entre pandillas menores, ya que él sólo tenía diecisiete años cuando todo eso pasó, y lo cierto es que su pandilla era sólo un grupo de niñatos mal portados y escandalosos que atemorizaban ciertos barrios, nada exageradamente serio como los yakuzas o mafias grandes, la única persona que se acordó de él para sacarlo de la cárcel, fue Rin. Sí, su amiga Rin. Sus padres sólo le enviaron el dinero de la fianza sin preguntar siquiera para qué era. No les interesaba.

Rin guió a Obito nuevamente al buen camino. Un poco por lástima, y un poco por el apego, él y Rin lograron tener una corta relación, la cual terminó cuando se desató lo evidente: A Obito le gustaban los chicos. Sí, la admiración que siempre sintió hacia ciertos compañeros de pandilla y otras personas… no era simplemente eso. Cuando le comunicó esto a Rin lo hizo con mucho miedo. “Rin… me gustan los chicos… creo… creo que soy homosexual”. Si su novio les dijera eso, ¿cómo se sentirían? Bueno, si son como Rin, ¡excelente! Contra todo pronóstico, la perfecta muñequita Rin, era una mujer muy distinta a lo que proyectaba. Ella era una “Fujoshi”. Una “chica sucia”. ¿Quién lo hubiese imaginado? Entonces Obito conoció a la verdadera Rin. Esa chica que siempre vestía como un angelito, tan femenina, tan hermosa, la que nunca cometía errores, la que fue admirada por toda la escuela y fue reina de belleza cuatro años seguidos, la que tenía calificaciones perfectas y entró a la escuela de derecho más prestigiosa del país entero… sí. Era una fujoshi. Ella también tenía su “lado oscuro” como muchas de esas chicas perfectas. Pasaba las tardes hecha un harapo con el cabello desordenado  y camiseta de dormir frente a la computadora, roleando con personajes de series que le fascinaban, viendo Doujinshis con escenas bastante… explícitas. Cosas de Fujoshis.

Cuando Obito se enteró de eso al principio se intimidó. Ver ese lado de Rin no tan perfecto fue extraño. Nunca se imaginó que una chica como ella pudiera tener la habitación hecha un caos los días que privilegiaba ver Yaoi día y noche en vez de hacer algo productivo. Era… extraño. Descubrió una faceta impetuosa, enérgica y brillante, que la “muñequita Rin” nunca había mostrado a nadie. Al poco tiempo Obito descubrió que quería mucho más a esa Rin, a la Rin imperfecta, a la Rin con una pasión oculta en vez de la que pretendía siempre que todo estaba bien y que se preocupaba de su apariencia día y noche. Esa Rin… la verdadera Rin… ¡Era la mejor amiga que alguna vez haya podido desear!

Ahora estaba ella sentada frente a él en esa cafetería de barrio alto, “disfrazada” de la Rin perfecta, con sus guantes y peinado de niña rica, su vestido pequeño y celestial, sus zapatitos que serían dignos de ser cristal, una verdadera pieza de arte de niña de “buena familia”. Era sólo un disfraz, porque si supiera la gente de lo que estaba hablando con su amigo, se caerían de espaldas.

—Eres un idiota.

—Lo sé. Es que sus orejas largas, sus dient…

—¡No!, no, amigo mío —Lo interrumpió—, dejemos por favor el tema de los “conejos” de lado. Quiero borrarlo de mi mente para poder seguir teniéndote siquiera una gota de respeto.

—Lo siento...

—¿Quieres, por favor, no disculparte por todo? Amigo, está bien, te conozco. No sé cómo esperé realmente una respuesta diferente, je je je —La chica alcanzó la mano del joven para calmarlo y le sonrió radiantemente divertida. Luego se echó hacia atrás en la silla como para ponerse cómoda—. Bien, quiero que sigas con tu historia. ¿Qué pasó entonces ese día que conociste al tal “Kakashi”?

—“El tal Kakashi” suena despectivo, Rin… mejor dile nada más Kakashi, por favor —La chica asintió rodando los ojos con un suspiro “Ese hombre es su adoración” pensó—. Bien… iba yo atrasado a la cafetería, corriendo. Cuando llegué entré a toda velocidad por la puerta de atrás, todo despeinado y jadeante, gritando “¡Ya llegué, no me despida!”.

—Déjame adivinar… Kakashi estaba ahí y te vio haciendo ese ridículo, ¿cierto?

—… Exacto —La chica se puso a reír abiertamente. Obito se puso rojo como un tomate, pero pálido en comparación como se puso ese día—. Bien… el punto es que el jefe justamente estaba hablando con él sobre el empleo. Luego de que el administrador se burlara un rato de mí a causa de mi “espectacular llegada”, me presentó a Kakashi como el nuevo mesero, quien estaría tres meses de prueba antes de ser contratado. Me pidió que ese día le dejara el uniforme que tenía yo guardado en mi casillero del tiempo en que yo trabajé ahí como mesero, antes de titularme como chef.

—Entiendo.

—Lo triste… es que siendo Kakashi menor que yo… ¡Le quedaba el uniforme pequeño! Creo que en resumen… ese día fui humillado por mí mismo de todas las maneras posibles que el cosmos encontró para hacerlo. Mi uniforme le quedaba pequeño, cometí demasiadas torpezas equivocando las órdenes, le enseñé mal a usar la máquina registradora, rompí varios platos y al final del día le manché sin querer el pecho con salsa de frambuesa.

—Ja ja ja ja, ¡y no olvidemos tu entrada triunfal de “¡Ya llegué, no me despida!” ja ja ja ja.

—Gracias, Rin… ¿cómo olvidarlo? Lo peor era que él no reaccionó a ninguna de esas cosas… siempre me miraba serio. ¡Pasó serio y distraído todo el día! Era como si yo y mis estupideces no les importáramos. De hecho, cuando le eché la salsa de frambuesa encima no dijo nada, no me miró siquiera, se fue directo al lavabo a limpiar un poco la mancha. Cuando me disculpé él sólo dijo “Es tu camisa, no mía”.

—Tenía razón. Aunque estoy empezando a creer que un tipo así de serio no es tu tipo, Obito.

—Eso pensé yo también. La verdad es que si lo vieras me darías la razón: es el hombre más hermoso que he visto en mi vida. Pero con el día di con que era un amargado. Para la noche pensaba en que por favor no lo contrataran…

—¿Y qué te hizo estar tan enamorado como lo estás ahora?

—Su sonrisa. Creo que eso fue una semana después de conocerlo. Él iba todos los días al trabajo y descubrí que era tan impuntual como yo. Era un excelente mesero, aunque distraído al máximo. No es torpe como yo, pero es extremadamente olvidadizo. Cuando se equivocaba en algo, siempre pedía perdón y lo arreglaba serio, no es bueno con las sonrisas, hasta que un día, volvió a la cocina a buscar un pedido y me percaté que tenía azúcar flor en la mejilla. Sin pensarlo demasiado, me acerqué a él y con mi dedo pulgar le limpié el polvo. Cuando me di cuenta de lo cerca que estábamos me asusté y me puse rojo como una frutilla. Me empecé a excusar tartamudeando sobre el azúcar en su mejilla… y allí lo hizo. Mi dedo seguía en el aire con el azúcar en él, y él, de la nada lamió mi dedo… ¡Lamió mi dedo!

—Tienes que estar bromeando… ¿alguien tan serio como lo es él?

—Sí. Lo hizo. Te juro que si no fuera reglamento profesional el lavarme las manos cada quince minutos en el trabajo, no lo hubiese lavado jamás. Luego de eso me sonrió con una sonrisa… una sonrisa… es que… no puedo describirla, Rin. Esa noche me fue  a dejar a mi departamento en su automóvil. Me comentó que no se había percatado de mis torpezas y que la verdad él también se consideraba una persona torpe. A la siguiente noche fuimos por unas cervezas y me habló de que sólo estaría un par de meses en el trabajo y luego renunciaría. Ha trabajado en muchos lugares y nunca se queda en el mismo lugar. Nunca me dice las razones.

—Es un hombre muy misterioso…

—En todos los sentidos, Rin.

—Pero ahora tienes una relación “pseudo-formal” con él y se quedó contigo en la cafetería todo este tiempo.

—Sí, puede parecer que las cosas han ido bien pero… quiero… quiero… ¡Declararme!

—¡¿Declararte?! ¿No es ya bastante obvio que estás colado de amor por él? Quiero decir ¡mírate! A estas alturas una declaración no cambiaría nada en ustedes.

—Pero… pero… ¡No lo entiendes, Rin-chan! Él es perfecto. Él es genial. Siento que en cualquier momento se irá. Trato de no agobiarlo con mis inseguridades pero no sé qué hacer por él porque para lo único que soy bueno es para cocinar y él ni siquiera come demasiado… de hecho…

—¿Qué? —Rin vio como su amigo bajaba la mirada entre avergonzado y triste, ella ladeó un poco la cabeza como buscando los ojos de Obito—. Hey, hey, hey, ¿qué pasa? ¿tan distintos son Kakashi y tú?

—A él… no le gusta lo dulce, Rin-chan… ¡NO LE GUSTA! —El joven, como en un acto de desesperación se agarró la cabeza a dos manos y empezó a desordenarse a sí mismo el cabezo, hablando histérico y rápido—. ¡¿Cómo pude enamorarme de una persona amargada como él?! ¡No come nada!, ¡nada! ¡Según él, todo le sabe a lo mismo! ¡Y lo dulce para él es como un insulto a los sentidos! ¡Come comida rápida todo el día! ¿Sabes lo denigrante que es para un chef que tu pareja prefiera una sopa instantánea que lo que cocinas? ¡Dios! ¡No sé qué hacer para que me aprecie y atraparlo en mis redes! ¡Yo lo admiro tanto! ¡Él es tan jodidamente perfecto! ¡Sólo quiero que él me mire con los ojos con que yo lo veo!

—Oh… ya veo tu problema… pues… —La chica llevó una de sus enguantadas manos de porcelana a su barbilla en una pose meditabunda—. Creo que lo mejor es sacar otros de tus talentos a relucir hasta que alguno provoque su admiración.

—Eso sonaría genial… si no fuera un inútil que sólo sabe cocinar.

—Tranquilo. Ya se me ocurrirá algo, je je.

—Cuando dices las cosas con esa sonrisa malévola… realmente temo por mi futuro.



*****************************************

 

—¡Hey! ¡Kakashi!

—Hola Obito, veo que estás muy animado el día de hoy.

Kakashi entró al camarín donde se cambiaba de ropa a la de trabajo. Algo estaba raro el día de hoy, sentía una mirada como ansiosa por parte de Obito. Trató de ignorarlo y fue hasta su casillero para sacar su ropa de trabajo. Se empezó a desvestir y se puso la camisa de mesero hasta que de pronto uno de sus botones superiores salió volando como si hubiese estado flojo.

—¡Oh! ¡Uno de tus botones se ha salido!, no te preocupes, soy excelente en la costura,  sólo déjame sacar mi aguja e hilo y…

—No te preocupes —Interrumpió Kakashi despreocupado como siempre, poniéndose el resto del uniforme—. Hoy estaré con los tres botones del pecho desabrochados, así me dejarán más propina. Con permiso, voy a trabajar.

Así, sin más, Kakashi se fue. Su plan había fallado, estuvo toda la mañana adivinando la combinación del casillero de Kakashi para tomar la camisa y aflojarle el botón… para nada. No importaba, los planes de Rin apenas comenzaban. Tenía trampas dispuestas para el día entero con tal de hacerse notar frente a Kakashi.

La jornada completa, Kakashi se pasó con el pecho a medio cubrir. Era impresionante como un detalle tan pequeño pudo hacer que la clientela de la cafetería le dejara más propina, las ventas subieran y más gente entrara al local de lo habitual. El plan de Rin respecto a que Obito mostrara sus dotes como costurero salió sólo beneficioso para la cafetería, los clientes y Kakashi, no para Obito mismo. (Aunque eso es ver el vaso medio vacío porque la verdad, él se recreó bastante el resto del día viendo el pecho de Kakashi asomarse por entre la camisa semi-abierta).

Durante el transcurso del turno, Obito, tal y como lo habían planeado Rin y él, decidió hacer todos los pasteles rápidamente, como es un gran pastelero eso no fue ningún problema, y ya para la tarde estaba completamente libre todas sus labores en la cocina. “Hora de demostrar de lo que estoy hecho”, se dijo a sí mismo frente a su casillero, sacándose el uniforme de chef y poniéndose su antiguo traje de mesero.

—¿Qué haces vestido así, Obito? —Kakashi le miraba con cara de extrañeza mientras este se paraba frente a él con una bandeja metálica en su mano.

—Nada especial, sólo terminé de hacer mis quehaceres y pensé en ayudarte con los tuyos.

—¿Podrás?

—¡Claro! ¡Confía en mí! ¡Soy un excelente mesero!

Lástima que esas palabras no fueran ciertas. El resto del día, Kakashi tuvo que hacer el doble de trabajo mesereando y al mismo tiempo reparando todos los errores que Obito terminaba por hacer “ayudándole”. Es que… ¿cómo era posible ser tan torpe? Tiró varias veces la comida al piso… y a clientes. El chico era un fracaso, y Kakashi debía deshacerse en disculpas para con los comensales por cada estupidez que este hacía.   

A la hora de cerrar la caja, habían vendido bastante, y Obito se ofreció para contar el dinero y hacer cuadrar los montos ganados durante el día, haciendo gala de sus dotes como matemático. Lástima que carezca completamente de dichos dotes y haya terminado por hacer un enredo terrible en la caja registradora.

Ya casi rendido, Obito decidió no hacer nada más por intentar mostrar sus “habilidades” a Kakashi, ya que simplemente era un desastre, sin embargo olvidó el último plan de Rin, uno que no supo en qué estaba pensando cuando lo aprobó. Ella, durante el día, le haría “algo” al auto de Kakashi y así Obito lo arreglaría para mostrar sus dotes de mecánico… imbéciles. Fue bastante patético cuando llegaron al estacionamiento y vieron que el automóvil de Kakashi no arrancaba. Obito intentó por última vez parecer “cool”, pero el desenlace fue bastante esperado, ya que sólo sabía de mecánica lo que estuvo aprendiendo en páginas de Google la noche anterior y se percató que en la práctica las cosas eran bastante distintas. Dejando de lado el humo y la catástrofe en general que provocó su intento de “arreglar” el auto de Kakashi, lo único que pudo hacer, fue llamar a un servicio de asistencia técnica para que remolcaran el auto para poder ir a retirarlo a la mañana siguiente.

—Bien… creo que hoy no ha sido nuestro día de suerte, ¿no lo crees, Obito? —Kakashi miraba tranquilo y con las manos en los bolsillos como la grúa se llevaba su auto.

—Kakashi… yo… tengo algo que decirte.

—Dímelo camino a casa. Mi departamento queda más cerca que el tuyo. ¿te quedas conmigo? —Diciendo esto, Kakashi empezó la marcha fuera del estacionamiento.

Caminaron juntos por la vereda a la hora en que el mundo entero tiene que soportar el atroz tráfico de fin de jornada. Kakashi caminaba tan despreocupado como siempre, era como si nada de lo que pasó hoy pudiera perturbar su paz. Obito le observaba durante el camino, queriendo decirle aquellas palabras que su conciencia le dictaba pero que su miedo callaba. Las luces nocturnas de Tokyo, con sus colores incandescentes y el salvajismo de sus calles, hacían parecer a Kakashi mucho más angelical de lo que era a los ojos del pobre repostero.

—Kakashi… ¿no estás enfadado conmigo? —Se animó a preguntar bajando la mirada una vez que ya estaban en el ascensor de los departamentos de Kakashi.

—¿Por qué debería estarlo?

—…Yo… yo he sido un desastre el día de hoy.

—Siempre lo eres.

—No me refiero a eso. Yo… yo… yo provoqué todo esto.

—Ya lo sabía.

—¡¿Qué?! —Obito le miró con un asombro angular—. ¡¿Lo sabías?!

—Sí, creo que me di cuenta cuando vi que mi casillero estaba mal cerrado. Además… tú nunca llevas aguja e hilo, hay que agradecer al cielo porque siquiera lleves ropa interior —El joven con cabellos de plata le miró sonriente y acarició su cabello desordenándolo—. Eres un distraído.

—…¿Por qué no me dijiste que me detuviera?

—Porque quería ver hasta dónde podías llegar. La verdad verte hacer todas esas cosas para parecer “genial” ante mis ojos me resultó muy dulce.

—No te gusta lo dulce… 

El ascensor llegaba a su destino y Obito caminaba con la cabeza gacha fuera de él, pero Kakashi lo tomó del brazo y lo metió nuevamente consigo dentro.

—No me gusta cualquier “dulce” —Le dijo mientras le acariciaba una mejilla y se acercaba a él lentamente, como saboreándose los labios e hipnotizado por los oscuros ojos del chef—. Me gusta el “dulce Obito”… ningún otro.

No había nada más para decir que agradecer en su mente a Rin, ya que ahora sabía algo que nunca hubiese sospechado: a Kakashi le encanta el dulzor de los besos, y no de cualquier beso… SUS besos.


Fin.

(Continuará en “Creciendo juntos”)

Notas finales:

:)


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