Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Will we ever be free? por Error404notFound

[Reviews - 91]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Disfruten.

Notas del capitulo:

Buenas. Primero que nada, gracias por haber posado la mirada en este fanfic. Es mi segunda historia de Free!, y la verdad no deseaba hacerla, o por lo menos tan rápido (la anterior tiene como un mes de haber finalizado). Pero recientemente la serie terminó, y sentí la necesidad de escribir algo.

Bueno, pues aquí está. Esperoque les agrade :33

Nota: ¿Recuerdan el ending? Bueno, pues imaginen a los personajes tal y como están vestidos en él, por favor. 

No sabía si eran árabes/persas/algo por el estilo, así que no especifiqué. Imaginen mucho fanservice XDD

Enjoy it, please.

 

Miho corrió las blancas cortinas hacia los lados, dejando que la luz clara del sol penetrase por las ventanas. Eran las ocho de la mañana, y por alguna razón, el príncipe no había despertado aún. Y que él se levantara, era su obligación. Amarró con un lazo azul las tiras de cortina y se asomó un poco a la terraza que había debajo de la habitación. Los jardineros hacían su trabajo sin problemas, y regaban las pocas plantas que había.

Ella volteó hacia la cama ornamentada que era del príncipe, y rió un poco al ver el bulto entre las cobijas.

Según el rey, habían quedado de encontrarse en el palacio del gobernante del reino vecino, para acordar algunas cosas que, según el consejero, “no eran de la incumbencia de una criada”. Bueno, se dijo ella. A fin de cuentas no le importaba que la tratase como a una inferior. Lo era, después de todo, pero al final, siempre tenía el respeto del propio príncipe. Había estado con él desde pequeño, y la trataba como si fuera su hermana. Los reyes también la trataban con importancia, pero era ese consejero, Ryugazaki Rei, el que no lo hacía.

Miho se encogió de hombros. Él era nuevo en su castillo, así que no era tratado con mucha confianza. Por lo menos no de parte del príncipe, que algún día, se haría el nuevo rey.

—Hmn…

El murmullo del príncipe hizo que Miho volviera a la realidad. Tal vez estaba soñando con algo agradable. Nunca hablaba en sueños, y cuando lo hacía siempre era por una de dos razones: o estaba preocupado, o muy feliz.

Miho fue hacia su cama y evaluó un poco la situación. Respiró hondo y palpó suavemente el hombro del príncipe. Con una voz suave como campanillas, le llamó.

—Haruka-sama… ya es hora de levantarse…

Haru se debatió y dio una vuelta sobre sí mismo, sin soltar las cobijas. Miho revolvió los ojos, y volvió a hablarle, esta vez más fuerte.

— ¡Haruka-sama! —le zarandeó un poco — ¡Ya es tarde!

Haru dio un manotazo y se quejó en un murmullo. Al parecer iba a tardar un poco en despertar, se dijo Miho. Debía de buscar alguna manera de levantarle sin faltarle el respeto. ¡Ah, pero qué rayos!

—¡¡HARUKA-SAMA!!

Haru dio un salto sobre la cama y se sentó de golpe, mirando de un lado a otro y parpadeando. Apartó las sábanas sin querer y casi perdió el equilibrio.

— ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué pas…?

Miho puso los brazos en jarras.

— ¡Haruka-sama, es hora de que se aliste! ¿Qué está haciendo a esta hora holgazaneando?

Haru se talló los ojos y bostezó, aún sin poder librarse de los efectos del sueño.

— ¿De qué hablas, Ama-chan? —Se llevó las manos al rostro y se dejó caer de nuevo en la cama, cerrando los ojos.

Miho levantó las manos.

— ¡Pues del asunto que debe tratar hoy con su padre y el rey del país vecino!

Haru abrió un ojo, medio interesado. Sabía a qué se refería su sirvienta. Se mordió el labio inferior.

Su padre había arreglado su casamiento con la hija del rey del país vecino. ¿Por qué? Bueno, pues porque su país tenía escasez de agua, y el vecino tenía en abundancia. Las cosas eran en un país tan abundantes como en el otro, necesarias. Si había un matrimonio que uniese a las dos familias reales, los países podrían hacerse uno, y acabar con los problemas de ambos. Su padre le había comentado al respecto hacía unas semanas, y él, no se había opuesto en absoluto. Le daba igual casarse con una chica que con otra. A fin de cuentas, casarse sólo significaba vivir en la misma casa que la otra persona y convivir con ella a diario. Sólo eso.

Miho caminó hacia la puerta.

—Vístase, por favor. El rey le espera en el piso de abajo. El desayuno se ha servido hace una hora, así que no pida nada, por favor.

Y Miho salió de la habitación, casi azotando la puerta.

El príncipe se frotó los ojos con fuerza y dio un nuevo bostezo.

Se sintió algo nervioso. No le había dado muchas vueltas al asunto de su casamiento, y hacerlo unas horas antes de tratarlo con el padre de la afortunada era mala idea. Mejor se daba un baño, pensó. Sí, un baño rápido y bajar cuanto antes a ver a su padre para partir.

Se levantó de la cama lentamente, intentando ahuyentar las nubes que obstaculizaban su visión. Dio un paso, y casi perdió el equilibrio. Una idea tentadora pasó por su mente cuando se apoyó del velo que rodeaba su lecho real.

Yo me vuelvo a dormir, qué.

— ¡HARUKA-SAMA!

La voz de Miho le llegó con fuerza a través de la puerta.

—NO ESTARÁ PENSANDO EN DORMIR DE NUEVO, ¿VERDAD?

Haru dio un suspiro. Esa mujer había estado con él desde pequeño. Se podía decir que le conocía mejor que nadie, y eso molestaba a veces.

Al final, Haruka prefirió evadir un futuro sermón que le caería de mil demonios acabado de levantar, y se fue derecho a la regadera. Un rápido baño con agua fría le hizo despertar. Hacía mucho calor, como de costumbre, así que siempre era bueno mojarse cuando se presentara la oportunidad. A Haru no le agradaba mucho el calor porque empezaba a sudar, y eso le dejaba el cuerpo pegajoso. Le pegaba el cabello a la frente y le entraban ganas de sumergirse en el primer cuerpo de agua que encontrase. Más de lo habitual, al menos. Y eso que hacía calor todos los días. Bueno, viviendo en medio del desierto, cómo no. Su único consuelo eran las noches, que frías, le daban algo de comodidad. Aunque en el frío, era muy poco tentador (e imposible) meterse a nadar. Y por otro lado, estaba la falta de agua en el reino. Podía bañarse, y eso, pero él, incluso siendo príncipe, tenía prohibido llenar una tina de esas que llegaban de occidente, y meterse allí. Amaba nadar, pero no podía hacerlo si no quería quitarle agua a los que la necesitasen de verdad. Era una buena persona, se dijo. O tal vez su padre un buen rey. Tanto como para privar a su heredero de lo que más le gustaba en el mundo.

Ese también era el motivo de su futura boda. Combinando los recursos de cada reino, habría más para más gente. No habría escasez de nada, y podrían disfrutar de todo lo que podían ofrecer. Y tal vez, se dijo él mientras se vestía, tal vez podría nadar otra vez.

Como la última vez que lo había hecho cuando era un niño.

Cuando terminó de vestirse, salió de su habitación sin hacer la cama. Siempre la hacía, pero esta vez quería hacerle pagar a Miho por haberle despertado sin consideración alguna. Al fin y al cabo, era una sirvienta, ¿o no? Puso un pie en el pasillo, y se detuvo en seguida. No podía tratar a Miho como una simple criada. La apreciaba de verdad.

—Mierda.

Se dio la vuelta, y fue directo a tender su cama.

 

El salón donde todos comían estaba lleno de sirvientes que iban de un lado a otro, con platos en la mano. Como siempre, su padre había invitado a funcionarios del reino a un desayuno para hablarles de los problemas del reino y un montón de cosas más. Un buen rey siempre mira por su pueblo, ¿verdad? Pues su padre lo hacía muy bien.

Haru pensó que tal vez acababan de irse, y por eso estaban recogiendo platos.

—Padre —llamó al verlo, sentado al final del salón conectado con el comedor.

El rey, hablando con su esposa animadamente, no pareció escucharle. Haru se acercó a él, caminando entre el montón de sirvientes que murmuraban un débil “Buenos días, Haruka-sama”. Él sólo asentía tímidamente. No parecía que alguno se iría a detener para sonreírle o algo. Se encogió de hombros. Tal vez ellos sí que estaban ocupados.

Las alfombras adornaban todo el palacio, y los velos colgaban de las cortinas, transparentes. Haru pensó que era bonita la decoración, y que probablemente era muy diferente a la que había en los palacios de occidente. Aunque, la verdad era que todo era diferente allá. Incluso…

—Haruka.

La voz de su padre le hizo salir del primer pensamiento profundo que tenía en días.

Haru despegó la vista de las cortinas ornamentadas y de todas las cosas que adornaban su hogar para mirar a su padre. El rey le miraba con una sonrisa algo nerviosa jugueteando en sus labios. Parecía que él no era el único ansioso por lo de la boda.

— ¡Hijo mío! —lo saludó su madre, corriendo a plantarle un beso en la mejilla. Otra nerviosa — ¿Has dormido bien? ¿Qué tal la noche?

Haru se encogió de hombros por segunda vez en el día.

—Normal.

— ¡Que gusto!

Su padre fue a su lado y colocó la mano sobre el hombro del chico.

— ¿Recuerdas qué asunto trataremos hoy?

Haru asintió lentamente, y las piernas amenazaron con fallarle. ¿Quién hubiera dicho que estaría nervioso por su próxima boda? Haru pensó que más bien las personas normales sí se sentían nerviosos por ello. Vaya, era más raro de lo que se imaginaba.

—Bien —dijo su padre —. Vayamos entonces a su encuentro.

Fuera del palacio, los carros estaban ya listos. Los elefantes con adornos y alfombras al lomo les servirían de escolta, y los coches serían impulsados por los caballos que les habían regalado los reyes de un país de occidente. A Haru no le gustaba mucho viajar en carruajes de ese estilo. Prefería caminar y estirar las piernas a ir sentado dentro de uno. Ya que no podía nadar y tampoco practicar algún deporte sin ponerse a sudar como un cerdo, caminar era la manera en que liberaba un poco el estrés de la monotonía sin esforzarse demasiado. Pero aún si iba caminando, terminaría empapado en sudor. El reino de su futura esposa estaba algo lejos. No mucho, pero tampoco lo suficientemente cerca como para ir a pie. Así que igual tendría que viajar en los carros.

— ¿Está listo, Su Majestad? —Le preguntó una voz detrás de él.

Haru giró sobre sus talones, y se encontró con el consejero real. Su nombre era… ¿Ryugazaki, no? Ryugazaki Rei.

—Ryugazaki-san.

Rei se acomodó las gafas, subiéndolas por el puente de la nariz. Un tío bastante serio en cuanto a su trabajo, se dijo Haru. Era de confianza, dado que era el consejero de su padre. Y bueno, algún día sería el suyo si no cambiaba de opinión. Ese hombre era muy recto y respetuoso, y realmente, eso era parte de su trabajo, pero si había necesidad de llamarle atención, lo hacía. No le daba miedo contradecirlo a él o a su padre. Esa era la prueba de que se merecía el puesto más que cualquier otro.

Rei esperó la respuesta del príncipe, y como no dijo nada, él agregó:

— Los carros esperan su orden para avanzar. Los reyes ya han subido. Sólo falta usted.

Haru asintió y se dirigió a uno de los coches de la caravana. El más grande, claro está.

Cuando Rei cerró la puerta tras él, levantó un brazo en dirección al carro principal, y gritó una orden. Los caballos relincharon, y todos los coches empezaron a avanzar.

Haru miró a sus padres, y ellos le dedicaron una pequeña sonrisa cada uno.

— ¿Estás bien, Haruka?

Haru miró por la ventana el mar de arena, en busca de algo que captara su atención. O por lo menos para ocupar su mente.

— ¿No debería estarlo?

Su padre rió un poco, nervioso, y agitó las manos en el aire, haciendo tintinear las pulseras que le adornaban las muñecas.

— ¡Claro, claro! Sólo creí que tal vez estabas nervioso.

—O molesto —agregó su madre

Haru les miró un momento, y negó con la cabeza. Pensó que debería mentir.

—Ninguna de las dos. Voy a ayudar a nuestro reino.

Esa respuesta hizo suspirar de alivio a su madre, que se llevó una mano llena de anillos al pecho. Luego miró al rey, y ambos se sonrieron.

—Eres un chico muy maduro, Haruka —le dijo su padre.

Haru asintió y volvió a mirar por la ventana. Al terminar su corto viaje, conocería a su futura esposa. Se preguntó qué clase de persona sería. Su apariencia y su forma de ser. ¿Le agradaría siquiera? Casarse era para toda la vida. Tales cosas como el divorcio no existían de ese lado del océano. Si un hombre y una mujer se unen, es hasta que mueran. Aunque pensar en eso no le hacía sentirse bien, lo hizo. Sólo debía vivir con ella, ¿no? Y tomar en cuenta su opinión cuando hay un problema. Sí, sólo eso. Nada del otro mundo.

¿Y qué harás cuando te pidan un heredero?

Esa voz en su cabeza le hizo sobresaltarse. Un hijo. No era que tal vez debería tener uno. Era obligatorio. Los reyes debían tener herederos para que el poder se pasara de generación en generación. Cosas como “elegir al gobernante” tampoco venían a cuento en oriente. ¡Mierda! ¡Debían pedirles clases a los occidentales!

Tener un hijo no estaba en los planes de Haru. Es decir, nunca se había imaginado cuidando un niño. O que alguien lo llamase “papá”. Y mucho menos tenerlo con alguien a quien no quería. Tal vez si fuese alguien a quien amara, le parecería perfecta la idea de tener un heredero de su amor, representado en un hijo. Pero no.

Haru sacudió la cabeza y prefirió centrarse en la arena para no pensar en nada. Sería un largo y corto viaje al mismo tiempo. Largo en su mente, y corto en la realidad.

Un pequeño escalofrío le recorrió la espina.

Se preguntó si su prometida estaría igual.

 

Notas finales:

¿Qué tal ha ido? Bueno, pues decidí que Ama-chan-sensei debía aparecer más en este fic porque no había salido en el anterior. Y también cambié la pareja. Mi otro fic es Rin x Haru, y éste no. Ya veremos como avanza la historia.

Primer cap muy inútil, ¿verdad? Es que no quería que saliese Mako aún. Quiero dejar bien en claro qué es lo que siente Haru. 

Si quieren checar mi otro fic, miren en mi perfil :3

Bueno, nos leemos en una semana.

¡Espero Reviews!

Bye, bye!

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).