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Él por Neon_Milliond

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Notas del fanfic:

Okis, estos es para mi Beta, que me obligó a subir este Oneshot de Sherlock (Espero haberlo hecho bien)

Notas del capitulo:

Holas, está es la primera y quizás la última vez que escriba de Sherlock, me gusta la serie pero honestamente no estoy muy familiarizado con el Fandom pero me encanta leer fics de Sherlock.


Es un Oneshot pequeño que nació después de ver el último capítulo de la 2da temporada, lo escribí sin pensar, no pensaba publicarlo hasta que mi Beta y mejor amiga me obligó hacerlo. Solo espero que sea de su agrado.

-mmmh…mmm- Apretó sus puños con fuerza e hizo una mote con sus labios, característica irrefutable de lo nervioso e incomodo que estaba.

Cuántos días, semanas, meses y años habían pasados desde aquel trágico día en que le fue arrebatado su amigo, una forma de decir, aún a pesar del tiempo transcurrido  costaba pensar en él, pronunciar su nombre en voz alta era una tarea titánica, por lo que optaba de llamarle “Él”, era simplemente más sano.

Muchos se habían dado cuenta de lo profundamente dolido que se encontraba con la perdida y también lo acorazado que se volvió, apenas y hablaba si era necesario y hacía el quite a todo ser que quisiera hablarle de él.

 Alejó a todas las personas de su lado que tenían en común con él, sabía que ellos actuaban de buena fe, aún así le molestaba ser compadecido. Él nunca lo hizo, ya que no era un hombre que pudiese sentir lastimas por otro, eso no existía en su Palacio Mental, no era algo útil en él por lo cual lo desechó, siempre se preguntó cuántas cosas había desechado de su Palacio Mental por catalogarlas como inútiles a la hora de resolver casos.

Lo extrañaba, a cantidades nada saludable; sus caprichosas niñerías e excentricidades solo por encontrarse aburrido, abogando que necesitaba del juego, su verdadera droga, juego era el nombre de su cónyuge, más allá de que él dijera que era su trabajo. Sonreía con pesar al memorarlo, ¡Oh Dios cómo lo extrañaba!  El sonido estridente del violín a veces erráticos y otras melodiosa todo dependía de su estado de ánimo; sus pasos erráticos y sin sentido por el departamento ya fuera por aburrimiento o desesperado por un cigarrillo. Incluso osaba echar de menos los extraños olores que expedían la cocina, e inclusive órganos o pedazo de algún desdichado cuerpo humano que cayó en aquellas perfectas manos para hacer extraños experimentos.

Siempre esperaba impaciente a sus ocurrencias, con qué lo iba a sorprender…Para bien o para mal.

Pero incluso para sorpresa del mismo John Watson lo que más extrañaba de su entrañable amigos era su lengua de doble filo incapaz de mantenerse callado ante algo que él encontraba “elemental”, cuántas veces había terminando hiriendo a alguien, a él mismo, John, más con la paciencia que tenía, y vaya que había que tener paciencia a su lado, John creía que su reserva de paciencia de por vida bajaba considerablemente cada vez que  él abría la boca.

Él, al cerrar sus ojos aún podía ver evocar a su mente las últimas palabras, su caída y todo lo que se género tras su muerte, como la gente que lo seguía en el Blogger exigía respuestas, muchos creían en su inocencia. Así una vasta de especulaciones y leyendas urbanas se levantó de él, unos aseguraban que no estaba muerto, algunos más ridículos que los ovnis lo habían raptado, otros que había vuelto a su mundo en algún lugar de la vía láctea.

Quería eliminar su cuenta de Blog, pero una parte de sí se negaba hacerlo, al poco tiempo de su ida, por decirlo de alguna manera, se encontró con un vídeo de su antiguo apartamento, cosa que se le hizo extremadamente extraña, volvió a su antiguo hogar solo para preguntar quién había estado ahí, para desconcierto de la Sra. Hudson  quien aseguró fervientemente que nadie había entrado a su ex hogar, que se le hacía imposible rentarlo, que también extrañaba al detective y sus locuras.

La Sra. Hudson después de hablar un momento con John, lo dejó solo en aquel piso que tantas cosas había compartido con él, riñas, risas, desconciertos, los dos aprendiendo del otro, como la vez que le sorprendió que él no supiera nada del sistema solar solo por encontrar que era un dato sin utilidad.

Diablos como lo extrañaba, el vació departamento le dio una fría bienvenida, la buena Sra. Hudson fue incapaz de guardar el violín, la calavera y el microscopio, todas las demás  pertenencias estaban en cajas apiladas en una esquina,  los muebles cubiertos por tela blanca. Suspiró desde el umbral, aspiró aire fuertemente cerrando los ojos, podía olor la esencia de él ahí en su hogar.

Quizás si tanteaba en el aire en algún momento podría su mano chocar con el cuerpo de él, pero se contuvo a pesar de sentir el aroma del detective más fuerte que nunca, pero reprimió su instinto, soltó un largo suspiro y entró al lugar, vago por él unos instantes antes de llegar a la habitación de su antiguo compañero, se sentó en la orilla de la cama con rigidez dudando si hacerlo o no, contempló la panorámica que la Lucerna de la habitación ofrecía, sin pensar en nada en particular, sus oídos podían perfectamente registrar el susurró de su nombre pronunciado por él con su grave voz “John”…

No supo en qué momento se quedó dormido, fue la primera vez que una de sus pesadillas se convertía paulatinamente en un agradable sueño.

Soñaba con él saltando de aquel despiadado edificio,  rogándole que no quitara su vista de la suya, ser testigo como tu único amigo se quita la vida frente a tus ojos, con frases incoherentes como una nota de despedida, qué demonios era eso, ¿Una nota de despedida llena de mentiras? Que él era una farsa, por favor hasta el último momento subestimándolo, podía sentir el agobio en cada silaba que pronunciaba, el shock que vino después de verlo caer al vació como no fue capaz de salvarle, cuando él, John, fue salvado en innumerables ocasiones, porqué tenía que perder siempre a las personas que quería. Después el escenario cambiaba estaba frente a su lapida rogando por un milagro.

Oh John Watson deseaba con fervor que fuera un plan de su amigo detective consultor, pero también sería capaz de haber fingido su muerte y no confiar en él, más la rabia que podría sentir por una mentira no se comparaba con la inmensa alegría de verle con vida, gritaba por un milagro, las imágenes de los momentos que compartieron se mezclaban en un crisol atormentándolo la caída, la risas, las peleas, nuevamente la caída  y ver que a unos pasos se encontraba él de espalda, John trataba de acercarse tomar su hombre pero el crisol se lo impedía, gritaba su nombre “estás vivo” “es un milagro” “No te vayas” “Sé mi milagro”, cuando pensó que lo perdería él estaba a su lado tomando su hombro.

“Tienes razón soy tu malogrado milagro” Susurró su grave voz, mientras un cálido calor y sentimiento inundaba su ser “John todo está bien, nadie te hará daño más que yo…Perdóname” lo sentía tan cercano tan real, cuando despertó se encontró cobijado sobre la cama del detective.

Por un momento pensó tontamente que había sido él quien lo había cobijado y espantado sus pesadillas, pero después más sereno uso su raciocinio para creer al final que había sido la Sra. Hudson quien lo había tapado amablemente.

Se marchó de ese lugar con la calavera y el violín en la mano, después de eso no volvió allí durante casi dos años, en los cuales tuvo bastantes novias, todas con desastrosos finales, con algunas apenas tuvo un romance de siete días todas se iban molesta por sus pesadillas, más que nada porque en ellas lo nombraba con desespero, incluso osó a comprometerse con una colega de trabajo pero no prosperó por su causa. Todavía compraba dos botes de leche la misma marca y con las mismas características que él bebía, no las abría las tenía en el frigorífico hasta su fecha de caducidad, el día que su novia abrió con inocencia una de las botellas se desató una pelea sin sentido. Estaba mal, iba a terminar solo, tenía que hacerse ver, pero con la terapeuta no había resultado, dudaba que tuviera remedio su aflicción, su enfermedad tenía un solo nombre y la cura era éste mismo.

Se dedico a su trabajo en cuerpo y alma, en ocasiones recibía llamadas de teléfonos privados siempre diferentes, se ilusionaba pensando que era él, por lo que siempre decía al contestar “Estoy bien, espero que tú lo estés, vuelve” Sabía que debía parecer un idiota, como la vez que dijo eso y era el ejecutivo de un Banco.

Su vida era tan vacía y monótona, nada interesante, pensaba muchas veces, con el pasar del tiempo con más frecuencia que era su vida al lado del detective había sido un sueño muy realista, su vida era tan solitaria antes de él sin que nada alterara el rumbo de su aburrida rutina, hasta su llegada, la cual estuvo llena de aventura y peligros, habían intervalos en donde debía apretar los puños con una fuerza casi sobre humano para no golpearlo en la cara.

Pero le parecía tan inverosímil su tiempo con él, había sido tan poco tiempo para su gusto, si había un Dios sobre su cabeza había sido un maldito al arrebatarle su complemento, porque eso era el detective su complemento oscuro, retorcido, a veces cizañero y molesto.  Pero fiel, protector, el detective lo llamaba a él luz, pero para John también lo consideraba su Luz, quizás una luz negra que podía describir en la oscuridad hasta la más pequeña pista.

Oh cómo extrañaba a Sherlock Holmes…

Después de murmurar -mmmh…mmm-  y Apretar sus puños con fuerza y hacer una mote con sus labios, característica irrefutable de lo nervioso e incomodo que estaba. No dijo absoluta palabra en su sesión la terapeuta.

Quien le insistió hasta el cansancio de que debía hablar sobre él, sacar sus emociones, pero John se negaba, temía que si lo hacía se iba a derrumbar.

Tuvo muchos amoríos en su juventud, perdió en aquel tiempo a su padres, con su hermana nunca se llevo bien, siempre estuvo solo en su fuero interno, nunca se molesto por eso, pero desde Sherlock Holmes, se dio cuenta de cómo necesitaba a alguien en su vida, su compañía.

Y perderlo significaba caer en un vació que jamás sería tapado, nunca antes sintió tanto pesar, dolor, de perder un ser amado.

Muchos amores, un solo amigo, amigo, perderlo a él fue perder todo. Porque un amigo como lo fue Sherlock Holmes, era un lazo irrompible, compartir risas, riñas, amedrentar con la presencia del otro la soledad que había en cada uno de ellos.

Salió de su sesión resuelto a una cosa, volver a habitar Baker Street 221B, abrió las cajas apiladas en la esquina y reorganizo el lugar, poniendo cada cosa en el lugar que Sherlock las tenía antes de su deceso, el cráneo sobre la chimenea, se reía, había comenzado a hablar con él, nada había cambiando a excepción de dos cosas la primera la ausencia del detective y la segunda que John ahora dormía en la que alguna vez fue el dormitorio de Holmes. Recibió la visita de Mycroft, un día se dejo caer solo para saber cómo se encontraba  y lo acierto de haber vuelto al departamento, también de Lastrade y Molly, a ella la veía con frecuencia amigos unidos en el dolor, siempre le telefoneaba para preguntar sobre su día, era quizás a la única a quien nunca rechazó, razón, quizás, el hecho que estuviera enamorada de Sherlock.

Y él bueno, consideraba a Sherlock como su gran amigo, un hombre de incalculable valor, su complemento, siempre soltaba una risita irónica al recordar cómo se las apañaba para hacerle a entender al mundo que no eran pareja, pero como bien dijo Irene Adler “La mujer”, lo eran una pareja, le amaba, quizás no con el deseo sexual, bueno John preferiría omitir esa parte de sus pensamientos para no estresarse, pero si necesitaba de su presencia, de sus pequeños toques, su voz, le necesitaba.

A pesar del dolor, la necesidad, debía seguir adelante no podía ser un vegetal, aunque la mayor parte del tiempo lo deseaba.

Se avecinaba las fiestas de fin de año, ya parecía el Grinch, él que siempre disfruto de esas fiestas por la alegría que circulaba en los aires londinenses, ahora no le era de su agrado, la felicidad de otros lo hería, veinticuatro en la noche recibió una llamada de Harry para que fuera a cenar con ella y Clara, pero se negó aludiendo que tenía otro compromiso con una cita, no quería estar a su lado en esa noche en especial, así que tomó como en raras ocasiones una copa  de vino añejado en roble en una mano y la otra el violín, lo dejó sobre la mesita de noche mientras degustaba aquel licor color purpura, jugó un rato con las cuerdas del instrumento musical, pero no era el mismo sonido, solo Sherlock podía reproducir sonidos de manera única en él.

En murmullos le deseo a su amigo una feliz navidad dónde sea que estuviera y así se quedó dormido, pasó todo el día de navidad viendo películas de terror en la habitación, la Sra. Hudson discretamente entró con una charola con una meriendo y la dejó sobre la cama, le dio una pequeña caricia en el cabello y un fugaz “En algún momento el dolor pasará Cariño” para retirarse.

Siseo los dientes con fuerzas, tratando de que sus ojos no se llenaran de cristalinas lagrimas, le parecía tan absurdo esa frase “El dolor pasará” cómo y cuándo sería eso, parecía un viudo incapaz de seguir adelante, sacar su vida a flote, el dolor no pasaba ni bajaba la intensidad, podría jurar que iba en aumento, trató de no pensar en él y enfocarse en la película, pero la misma película lo hizo caer en una depresión peor, a veces se odiaba, se Sherlock hubiera estado a su lado en ese instante estaría gritando que el asesino era el doctor. Verlo perder la paciencia ante la obviedad de un caso que nadie más podía deducir era más interesante que ver un film en sí.

Año nuevo también en casa aún ante la insistencia de sus amistades y colegas, dijo que tenía planes, y claro que la tenía una noche dándole la bienvenida de fin de año junto a su calavera favorita. Sí, la influencia de Sherlock lo había retorcido un poco, quizás su mera presencia hizo que él mismo sacará de sí el sentido retorcido que había dentro de él.

Las doce en punto, las explosiones en el aire y brillantes luces en el cielo le dijeron que era Año nuevo, levantó su copa de champaña y saludó al cráneo “Feliz año Calavera” le sonrió sarcástico y de un trago bebió el contenido en la sílfide copa.

El sonido de la puerta lo sacó de su propio ser, murmurando por lo bajo que no quería visitas abrió la puerta con el ceño fruncido abrió la boca para amedrentar a cual fuera su visitante, peor por segundos quedó sin aliento y los ojos abiertos, después de unos momentos pestañeo varias veces haber si lo que veía era productor de su imaginación.

“No, John, no estás borracho nadie lo hace con una copa de Champaña sin alcohol” Dijo en tono grave su visita con aquel tono altanero que lo caracterizaba.

“Est…estás…vi…vo” Apenas y pudo juntar las sílabas.

“Elemental” Respondió con una pequeña sonrisa de lado.

“Maldito, mentiroso, egoísta, sádico desgraciado” Soltó de pronto, tomando la manija de la puerta para azotarla en la cara de Sherlock Holmes.

“John, no seas irracional, abre la puerta” Pidió el detective.

“No quiero hablar” Grito afirmándose en la puerta.

Como bien había pensando verdaderamente era un milagro que su amigo estuviera vivo, y una parte enorme de su ser se regocijaba en jubilo pero otra parte ardía en irá, cómo se atrevía a hacerle pasar por ese infierno de pensar que estaba muerto, no por días o semanas, fueron meses, años, tres para ser específicos.

“Lo puedo explicar, John abre la puerta”  Insistió con voz que detonaba una leve irritación.

Después de unos minuto de tira y afloja en donde al final el detective resultó ganador, John abrió la puerta solo para golpear con fuerza en el rostro y botarlo al suelo.

“Oh Sherlock Holmes, espero que tu explicación tenga  mucho sentido, o te juro que haré cuadritos” Se quitó del umbral para que el más alto pudiera pasar, cerrando la puerta tras de sí.

John sabía que en el momento en que Sherlock ya había cruzado la entrada, haber ido a sentarse a su sillón y haber tomado su violín en las manos, ya había sido perdonado, pero eso no quitaba que no se la hiciera difícil. Pero Sherlock ya lo sabía…

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado gracias por leer...


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