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Monochroact por Alicewalker123

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Notas del fanfic:

Un fanfic que hice hace siglos atrás xD! Hasta tuve que aprender historia ._.! Lo había subido años atras a otra página, pero murió, así aquí lo dejo xD

 

Aquí todo pasando! -Baila(?)-

Notas del capitulo:

La historia tiene flash back entre medio, por si notan que cambia de tema de un momento a otro, es eso xD

Eran ya más de las cinco de la tarde, una taza de té negro de su tienda favorita “Fortnum & Mason”. Por los vidrios de sus empañadas y amplias ventanas caían las gotas de lluvia, las nubes no dejaban que los rayos del sol iluminarán las calles de Londres; pesé que era un clima habitual en su hogar, estos días de lluvia solo provocaban más ardor en una herida resiente.

Yacía arrodillado sobre el barro, mientras las gotas de la lluvia se deslizaban por los mechones de su cabello despeinado, sus ojos cerrados con fuerza intentando que sus lágrimas se detuvieran, pero ver aquella figura frente a  él, que esos ojos, profundamente azules, lo observaran compadeciéndose de su silueta acabada, llorando amargamente; hacía que sus lágrimas corrieran descontroladas por sus mejillas.

Esa escena continuaba inundando su mente, sus ojos de un hermoso verde dejaron de brillar el día que aquel pequeño que crio se alejó de su lado irremediablemente.

Ya que había perdido, sin vuelta atrás, las tierras que lo proveían, no quedo más solución que comenzar él a cultivar su tierra, con sus propias manos. Llevaba meses viviendo de ese modo, sus ropas comenzaban a ensancharse, todo quedaba suelto en él, su rostro mostraba una delgadez notoria, sus ojos, aquellos de un precioso color verde jade, eran opacados por las inmensas ojeras provocadas por el agotamiento; su casa era inundada por un extraño ambiente, la sala era invadida por un silencio extremo; sus subordinados, reducidos tras la crisis, merodeaban por la casa sin levantar la vista, danzaban dentro de una casa silenciosa, fría, en la que solo habían recuerdos de aquella asfixiante y adictiva mirada de ternura, ternura que se desvanecía al momento de articular cada una de sus palabras. La vagoneta, empapada por la lluvia de ese día, apuntando a su rostro.

-Después de todo… Escojo la libertad-

Su corazón golpeo su pecho y su vista se nublo, su cabeza, solo la razón lo motivo a responder a la figura amenazante de aquel pequeño frente a él.

-¡Jamás lo aceptaré!–

Se abalanzo sobre el más joven. Luego de desarmarlo le sostuvo firme la mirada, hasta que su corazón invadido por los recuerdos trajo su resignación, él se iría, ya no hay nada más que hacer.

-Maldición… -

Cayó de rodillas sobre el fango. Sobre si, la lluvia que camuflaba sus evidentes lágrimas.

Luego de concluir aquella batalla, él seguía aun arrodillado, empapado por la lluvia. Las tropas norteamericanas se retiraban, lentamente, lograba sentir sobre si dos miradas. Ambos ojiazules lo observaban, el de la melena rubia posaba una mano en el hombro del pequeño americano, tras esta señal, luego de titubear por unos momentos giro para alejarse definitivamente. Un hombre con acento francés se acercó a la desolada imagen del británico para ayudar a levantarlo. El francés llevaba el mismo uniforme militar que aquella persona que había desaparecido a la distancia. Una vez en pie lo notó. Unos instantes de silencioso impacto para luego alejarlo con brusquedad.

-¡No! ¡Suéltame!-

Balanceándose sobre si mismo, sin fuerzas, sus ojos verdes ya sin brillo le dirigieron una mirada fría, llena de rencor, dolor, furia. A Francis Bonnefoy no le quedo otra opción que retroceder y ver como el representante del reino unido caminaba sin fuerzas; de un momento a otro, podía notar como su cuerpo quería ceder, caer y no levantarse más. Pero él lo sabía, Francis conocía más que nadie a aquel inglés, su orgullo ya no podría soportar más, si caía sin remedio, su humillación sería aun más cruel. Solo lo observaba, con una sonrisa en su rostro; compasión… Arrepentimiento.

Su cansado cuerpo yacía recostado sobre una cama de sábanas blancas, una amplia ventana por la cual se deslizaban las gotas de la lluvia, que ya había terminado, permitía que la luz de la luna entrara levemente a su habitación, el cielo comenzaba a despejarse, no así su cabeza.

Se removía entre sus sábanas, el sudor recorría su frente y uno que otro quejido salía de entre sus labios, tenia el ceño fruncido. Se ahogaba, más bien, alguien o algo lo ahogaba. Unos brazos fuertes lo arrastraban al fondo de lo que parecía ser una laguna; forcejeó, intentando liberarse, hasta conseguirlo. Nadó libre hacia la superficie no sin antes saber que o quien lo había jalado hasta ahí. Giro para chocar fuertemente con un azul profundo, un azul más bellos que el del cielo, con una pureza intensa y una sonrisa que entre una mezcla de nostalgia, felicidad y pena, una pena inmensa, era esbozada por aquel pálido rostro. No logro descifrar quien era, pero no dejo de parecerle familiar. Una vez afuera del agua vio una figura sobre el pasto, portando la misma ropa del cuatro de Julio, estaba sonriente, viendo el cielo, jugueteando con una hoja entre sus dedos. Arthur retrocedió, esa imagen le comprimía el pecho, retrocedió, piso algo… “Crack”, la silueta se levanto, y su figura se hizo más clara, su mente y corazón divididos, “Crack” su corazón rompiéndose. La figura en el suelo se levanto de improvisto y le dirigió una mirada, sus labios se movieron articulando una frase, frase que no logro descifrar.

Ya habían pasado años, siglos quizás, las heridas parecían sanar, pero todo se quebrantaba al tomar todas las mañanas el periódico, la cruel rutina del “Quiero olvidarte, me apareces en todos lados” en los titulares, los periódicos ingleses no le daban toda la portada, pero si una que otra columna, refiriéndose al rápido crecimiento económico y militar de los Estados Unidos de Norteamérica, su ex colonia.

El tiempo jamás se detuvo, ya era 1914, por un lado los imperios centrales: Alemania, Austria-Hungría y el Reino de Italia. De su lado Rusia, quien tenía disputa con el imperio Austrohúngaro, aquella sólida unión, versus el frío de Moscú. También se debía mencionar la presencia de la rana francesa, esa irritante melena rubia y esa, para nada, formal barba. No sabía si lo odiaba por las batallas previas o por aquel gris día en que sus colonias se habían levantado apoyados por él.

La primera reunión concluyo, en parte era un alivio que hubiera sido así y dejar de escuchar aquel francés que siempre hacia comentarios irónicos refiriéndose siempre a la creciente nación, ya independiente del norte de América. Ya había pasado tiempo, fingía indiferencia, como si ya no importase.

-De todos modos ya comenzaban a ser un lastre, esos campesinos ladinos lloriqueando. Jamás entendieron su situación y cuál era su lugar-

Decía mientras acomodaba sus papeles para retirarse. Dentro de la sala estaban ellos dos, solos. Rusia se había retirado, despidiéndose amablemente con una sonrisa inocente, viendo que ya había concluido todo.

Las palabras no hacían ni eco en su aun adolorido corazón, es preferible hacer odios sordos. Suspiro y se levanto suavemente de su asiento, comenzaba a girarse en dirección opuesta a la mesa, cuando una mano sujeta firme su brazo, jalándolo hasta hacerlo voltear y quedar frente a frente con el francés. La otra mano posicionándose con fuerza detrás de su nuca, una sonrisa entre lasciva y siniestra se dibujo en los labios del contrario. El inglés sintió como su cuerpo se paralizo ante aquel acto inesperado, la relación entre ambos jamás fue de las mejores, pero en algún momento las dos naciones compartieron momentos de paz, paz exterminada por la ambición económica y territorial. Jamás pensaría que ambos lucharían luego de tantos pleitos uno al lado del otro, como si jamás hubiera pasado nada. Eso era sorpresivo, pero no tanto como sentir  tan de pronto su aliento cerca de su rostro y su brazo rodeando su cuerpo aprisionándolo junto al otro lentamente y siendo acercado de lentamente a los labios franceses. Su cuerpo sin moverse y sus ojos abiertos de par en par, cuando estaban a milímetros de distancia logro entrar en razón, alejando el cuerpo que lo mantenía acorralado contra una inocente mesa. Vio su oportunidad y logro escapara. Salió de la sala sin despedirse, sin pronunciar ni una palabra; su vista pegada al suelo. Cerró la puerta dando fin definitivo a la reunión de la actual guerra.

El francés quedo solo en el aula, sonriente tras su hazaña, confiado en que aquellos ojos verdes que en esa cercanía destellaron inseguridad, inseguridad que querría cambiar por una mirada deseosa. Llevaba años conociendo a aquel británico, por mucho tiempo lo pensó como amigo, un amigo con el cual podía discutir como si no hubiese un mañana. Pero con el tiempo comenzó a verlo como un confidente, hasta que noto como no lograba apartarlo de sus pensamientos. En esos años el vio a aquel niño como un pasatiempo para Kirkland, pero todo comenzó a tener otro sabor, las batallas que el representante del Imperio Británico libraba eran en nombre de Alfred, lograba terminar con todos aquellos que quisieran arrebatarle la mirada de su “hermano menor”.

-¡Él es mi hermano, no permitiré que tú te lo lleves!-

-¡Compréndelo, Inglaterra! Nosotros no tenemos hermanos, no nacimos para luchar por otros, solo por los nuestros, nuestro pueblo, nuestra gente… -

El inglés solo arremetía sin piedad, nunca escucho lo que se le dijo. Aquél niño creció para apoyar sus palabras.

Era Marzo de 1917, la guerra no cesaba y los rumores invadían los pasillos del cuartel de la triple entente, un día 2 del siguiente mes, los rumores se confirmaban, ese día a las 9.00 a.m. una figura cruzaba la puerta para colocarse frente a él y sus demás acompañantes, su vista se nublo, su corazón parecía quebrarse. Reacciones abundaban en su rostro, el norteamericano dirigió una mirada sobre todos los presentes. Rusia mantenía aquella extraña sonrisa impregnada en su rostro. Inglaterra no lograba sacarle de encima la vista; lentes, chaqueta de aviador sobre su uniforme militar, pestañeó, tratando de reubicarse, pero de pronto todo volvió. Aquél 4 de Julio, las sonrisas inocentes, las fotografías que se cubrían de polvo en una caja olvidada en alguna habitación de esa inmensa casa. Igual que los recuerdos, ocultos en lo más profundo de su memoria.

La primera reunión de los Estados Unidos concluyo, el norteamericano se mantuvo en la sala hasta el final, esperando a que la sala se vaciara. Este se encontraba ordenando sus papeles cuando el francés se le acerco:

-¡Hey! Alfred, ha pasado tiempo. Me costó creer que eras tú, no pude del asombro-

-Si, ha pasado tiempo, Francia”-

Dijo acomodándose con el dedo índice los lentes

–Pero no creo que hayas sido el único conmocionado-

Dirigió una mirada nostálgica al asiento que había ocupado el británico.

-Ah… Arthur es alguien complejo, debes esperar a que se calme. Hasta entonces, no digas nada. Solo espera-

Las reuniones ya habían durado aproximadamente un año. Largo tiempo donde el inglés notoriamente evitaba al norteamericano, era el primero en salir y huía cabizbajo. El estadounidense solo le seguía con la mirada y suspiraba al verlo desaparecer de su vista.

El británico no podía aceptar la presencia del menor, cada vez que lo observaba se congelaba viéndolo, sin poder impedirlo quedaba prendado en sus ojos.

Notas finales:

Ojala les haya gustado~! Y lo hayan difrutado tanto como yo al escribirlo! No olviden sus reviews(?)

 

Gracias por leer <3!


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