Sólo un momento.
Aquello sólo era un momento fuera del tiempo. Un momento fuera de la realidad y la cotidianeidad. Un momento de pasión y entrega que nada tenía que ver con lo que eran ellos en el día a día. Aquel era un momento para mentir y amar.
Le besó suavemente mientras desabotonaba el saco azul del uniforme que llevaba puesto el otro. Sonrió un poco y le quitó los lentes también, arrojándolos a la mesa de noche mientras se dejaba recostar en la cama.
Hacía rato que no tenía su propio saco y urgía porque su camisa siguiera el mismo camino sin embargo el arnés para las armas impidió que el otro se la quitara. Ronroneó excitado y se sacó el arnés y la camisa de un solo golpe.
—Por lo menos esta vez no traes la pistola —lo molestó Hughes con una sonrisa pícara. Roy sonrió también y lo atrajo a él para besarlo de nueva cuenta. —. Aunque a veces creo que te ves más sensual con ella. —admitió sobre sus labios antes de lamerlos juguetón.
Una carcajada limpia se escapó de los labios de Mustang mientras se deshacía del pantalón de su interlocutor. Se lamió los labios y se acercó a besar al otro nuevamente deseoso de encontrar en sus labios más que pasión, amor.
Hughes se dejó hace mientras hacía lo propio con el pantalón de Roy. Necesitaba tenerlo bajo su cuerpo, desnudo, vulnerable, caliente y tierno nuevamente. Necesitaba escucharlo gritar su nombre, susurrar su apellido y jadear ‹‹mi amor›› mientras gemía por más. Necesitaba tenerlo entre sus brazos, acariciarlo, abrazarlo, besarlo y amarlo. Aunque sólo fuera por un momento necesitaba entregarse a él y sentir esa entrega de regreso.
Roy cerró los ojos sintiéndose ya por fin en el traje de Adán igual que Maes y preparándose para amarlo, dejarse amar y disfrutar al máximo aquel efímero momento e intimidad, lo besó una nueva vez.
Maes se posición con cuidado sobre el cuerpo de Roy y comenzó a delinear el contorno de su cuerpo con las yemas de los dedos, sintiendo con cada roce como el vello se erizaba. Acarició su cadera y sus piernas con una dulzura increíble y con una suavidad incalculable, como si estuviera acariciando los pétalos de una rosa. Le besó con avidez intentando saciar su sed por aquel cuerpo y cuando el beso se rompió se perdió en lo profundo de aquellos oscuros ojos que ahora se encontraban empañados por el deseo.
—Hazme el amor. —ordenó Roy sonrojándose en el acto por lo ridículo que eso debió haber sonado. Su voz había salido demandante pero jadeante al mismo tiempo. Ronca pero suplicante y totalmente aterciopelada, como una caricia en el rostro.
Hughes sonrió y acató la orden del comandante bajo su cuerpo, el cual le acariciaba la espalda con ahínco, intentando memorizar con el tacto cada parte de ella. Sintió como Roy bajaba a acariciar su trasero y de inmediato regresaba hacía sus hombros y su pecho. Besó su cuello lentamente mientras lo preparaba para internarse en su cuerpo y siguió delineado con la otra mano la piel de su costado y su brazo deleitándose con los gemidos y susurros que soltaba el otro.
La temperatura de la habitación se elevó, el silencio se dispersó en la nada y las ventanas de la habitación se empañaron por el contraste de temperaturas entre el interior y el exterior.
Maes acarició a Roy con una mano mientras que con la otra se sostenía sobre la cama para embestir con las fuerza a su amante. Roy, por su lado sujetaba uno de los brazos de Hughes con fuerza mientras se arqueaba contra él y con la otra mano le acariciaba el rostro y jugaba con su incipiente barba.
Aquel momento era mágico y fantástico para ambos. Era un momento en el que se podían decir con mudas palabras cuanto se amaban y cuanto se necesitaban. Era un momento en el que las caricias traspasaban las fronteras y conectaban ambos corazones en un solo latido y un solo jadeo.
Ambos cuerpos se impregnaron con el aroma del otro y los labios se fundieron en uno solo antes de separarse para gritar el nombre contrario. Roy se aferró a la espalda de Hughes, arqueándose contra él y gimiendo sonoramente, mientras que Maes, por su parte sujetó con fuerza las caderas del otro y escondió el rostro en su cuello a la par que gemía su nombre.
Hughes se recostó al lado de Roy y tomó su diestra, apretándola como para asegurarle al otro que estaba ahí. Roy sonrió y se acomodó en la almohada disfrutando del post sexo mientras su respiración se acompasaba.
Los brazos de Morfeo comenzaron a mecer al comandante y fue entonces que sintió a Maes soltar su mano y salir de la cama. Apretó los ojos reprendiéndose mentalmente porque sabía que una noche completa era demasiado para el otro. Maes sólo podía darle un momento.
—Me voy —avisó Hughes vistiéndose mientras sus ojos se perdían en la erótica figura de Roy desnudo en la cama. —. Te veré en la oficina para el almuerzo.
Hughes terminó de vestirse y se dispuso a salir de la habitación y encaminarse a su casa cuando la voz de Roy lo detuvo.
—Siempre te vas —se quejó aun sin haber abandonado su posición sobre la cama. —. Ni una sola vez te has quedado aquí.
Maes sonrió y se volvió a la cama tras haber abierto la puerta. —Tengo una esposa y una hija que me esperan. —comentó al aire antes de salir y cerras tras él.
Roy sonrió ante aquel comentario y se cubrió el rostro con el antebrazo recordando que aquello sólo era un momento. Un momento de pasión, de amor, de entrega, de sexo y de muchas otras cosas, pero a fin de cuentas sólo era un momento.