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Desde el principio por Malkavian

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Notas del fanfic:

Espero que os guste.

Notas del capitulo:

Este es mi primer Fic aquí. Normalmente publico en una pagina llamada Slasheaven.com, bajo el pseudónimo de Sunshine_alicia. Pero para el Thorki creo que este fandom es mejor xD

Bueno, espero que os guste y todo eso, ya os lo sabéis el discursito. Por cierto, un comentario no mataría a nadie e.e Y me haría mucha ilusión.

I. El nombre

 

Las manos de Thor son pequeñas en comparación con el vientre hinchado de Liana. Un bebé de cuatro meses crece en su interior, a pesar de que Thor, a sus cuatro años, sea incapaz de entender que quiere decir eso. Piensa que el bebé debe estar ahogándose allí dentro, y que también estará aburrido.

 

-Será un niño muy fuerte, Thor. Un niño tan fuerte y guapo como tú –la voz de Liana es dulce y a Thor le recuerda sin remedio a la de su madre. Tiene ese toque maternal difícil de ocultar.

 

Thor levanta la vista del vientre, aunque sigue manteniendo las manos sobre él, sintiendo el calor que emana de allí y que le resulta extrañamente reconfortante. Cuando sus ojos se topan con la cara de Liana, Thor piensa que, aunque su voz sea parecida a la de su madre, es sin duda muy diferente en otros aspectos.

 

Liana tiene el pelo negro como la noche, y cae en cascadas brillantes a los costados de su cara, alargada y fina, de piel tan pálida que la luna sería una mancha oscura sobre ella. Y sus ojos son verdes, tan verdes como los prados que suele ver en sueños agradables de noches de verano.

 

-Es muy pequeño –murmura Thor, y Liana sonríe. Es una sonrisa muy bonita.

 

-Ya crecerá –le explica Frigga, y parece tan risueña como su amiga. –Aún faltan meses para que nazca, Thor, hay tiempo.

 

Con solo cuatro años no puede entenderlo, pero lo intenta. Se gira un poco y mira a su madre, sentada al lado de Liana en el sofá azul. El cabello rubio está recogido en un moño, y Thor piensa que la noche y el día están sentados a menos de un palmo de distancia.

 

-¿Y por qué te lo has comido? –pregunta Thor, su tono de voz deja entrever una abrumadora curiosidad infantil.

 

Liana y su madre ríen.

 

-Supongo que tenía mucha hambre –contesta Liana, y Frigga deja escapar una carcajada.

 

Thor no sabe por qué su madre se está riendo de un acto tan atroz, pero supone que ha entendido algo mal. Una madre no se habría comido a su propio hijo, ¿verdad? Sería como si Frigga decidiera que su hijito del alma estaba más guapo en una bandeja directo al horno, sazonado con especias y con una manzana roja en la boca.

 

Por un momento la idea le asusta.

 

-¿Cómo lo llamarás? –indaga Frigga, dirigiéndose a su amiga.

 

Liana parece pensárselo, pero poco después se lleva una mano al vientre y lo acaricia, sintiendo la curva redondeada y la piel suave a través de la tela fina. El silencio se apodera de la habitación, y cuando contesta, varios segundos después, está mirando a Thor a los ojos, y parece muy concentrada.

 

-Loki, -murmura convencida. – se llamará Loki.

 

II. El hospital

 

Nunca le han gustado los hospitales. Y en esta ocasión sus gustos siguen siendo los mismos.

 

La mano de su madre es suave y está húmeda por el sudor, y Thor piensa que es extraño que le suden tanto las manos. Frigga le guía a través de los pasillos blancos y monótonos del hospital cogido de la mano, dando pasos demasiado largos para sus cortas piernas de infante. Thor tiene que hacer un gran esfuerzo para seguirle la marcha, pero no se queja de ello, porque realmente su madre parece bastante preocupada.

 

Cuando llegan a una sala muy grande llena de sillas y una máquina de café ella le suelta la mano, y le dice que esté quieto. Thor no entiende mucho por qué se lo dice. No es como si allí hubiera algo interesante que hacer a demás de sentarse. Su madre se acerca a un mostrador demasiado alto para Thor, así que sus ojos curiosos no pueden ver mucho de lo que hay más allá.

 

Frigga dice algo, y una voz más grave le contesta. Poco después un hombre sale de una sala contigua y les explica a donde deben ir. Thor se pierde en cuanto el señor dice más de dos veces “a la derecha, recorran el pasillo, izquierda”, por lo que deja que su madre simplemente le guíe.

 

Después de lo que parece una eternidad llegan al que se supone es su destino. Thor lo sabe porque Odín está sentado en una pequeña silla delante de una puerta abierta. Parece preocupado. En ese momento su madre le suelta la mano y corre hacia la habitación abierta.

 

Thor, en cambio, se queda donde está, a unos cuantos pasos de toda la situación. Su padre se gira y, al verle, le sonríe, pero el gesto dura muy poco y en unos segundos su rostro es totalmente serio de nuevo.

 

Hay una gran verdad que nadie le ha contado, y Thor lo sabe.

 

Con pasos pequeños camina hasta la habitación y se asoma como si fuera un gato curioso, aunque en ese momento probablemente colaría por uno con solo llevar orejas peludas y puntiagudas.

 

En el interior está Liana cubierta con mantas hasta el pecho, con el pelo negro tan brillante como siempre. Pero su piel está sonrosada, no como de costumbre, cuando es más pálida que la nieve. Perlas de sudor recorren su rostro, y es solo entonces cuando Thor se da cuenta de que el bulto de su vientre ha desaparecido.

 

Cuando Frigga se da cuenta de que Thor está allí se gira hacia él. Luego lo hace Liana, y su mirada no parece la misma de siempre. Sus ojos verdes brillan demasiado, y seguramente es por las lágrimas que parecen querer escapar y fluir.

 

Definitivamente hay una gran verdad escondida.

 

Thor quiere preguntar, pero entonces escucha un gimoteo, un llanto, un jadeo.

 

Piensa que es el sonido más irritante que alguna vez ha oído en toda su vida. Mira hacia todos los lados de la habitación, pero lo único que ve son máquinas que hacen ruiditos normales y un gotero. Definitivamente esas cosas no pueden llorar.

 

Entonces lo escucha de nuevo, y da un paso hacia el interior de la habitación, curioso. Frigga sonríe, y Liana también. Parece haber un código secreto entre ellas que Thor no entiende.

 

-¿Qué es eso? –pregunta al fin.

 

-Él. –le corrige su madre. –No “eso”.

 

Thor no lo entiende, pero entonces unas manos fuertes y grandes le levantan sujetándole por debajo de los brazos y le alzan más arriba. Es su padre, y lo sabe antes incluso de necesitar darse la vuelta. Odín camina y atraviesa la habitación, parándose delante de una cama diminuta que llama la atención de Thor.

 

Hay un bebé.

 

Tiene poco pelo, pero se ve claramente que es negro como el de Liana. Tiene las mejillas rosadas y redonditas como es lo normal, y sus bracitos enternecen a Thor, que le mira con curiosidad. Quiere alzar la mano y tocarlo para comprobar si es tan suave como parece, pero entonces una señora vestida de azul claro comienza a llevarse la cuna.

 

Thor quiere protestar, pero Odín le baja hasta el suelo, y se siente tan pequeño al regresar a esa altura que no se atreve ni a rechistar.

 

-Pueden seguir mirándolo en la sala de los recién nacidos –les dice la enfermera con una sonrisa. – Tenemos que mantenerle allí en observación unas horas.

 

Frigga les dirige una mirada de aprobación, y Odín pone una mano firme en el hombro de Thor, como indicándole que puede ir. Thor no lo duda ni un momento y comienza a caminar todo lo rápido que le permiten sus piernas hacia la salida, por la que se ha marchado el bebé.

 

Pero entonces escucha un pequeño murmullo, y se gira.

 

Liana le mira, aún tumbada en la cama, y su sonrisa es pequeña y poco llamativa.

 

-Thor. –le llama con voz suave. Y Thor, despacio, se acerca hasta la camilla. –Es muy guapo, ¿verdad? –Él asiente con convicción, sin pensárselo ni dos veces. –Será muy fuerte, ya lo verás, será tan fuerte como tú.

 

No es la primera vez que lo dice, y Thor está seguro de que no será la última.

 

Si, hay una gran verdad que le acecha, oculta y disfrazada en ese lugar.

 

-Vamos. –dice Odín, y Thor asiente de nuevo, marchándose junto a su padre por el camino que ha seguido la enfermera.

 

Antes de irse mira una vez más atrás, y lo que ve es a su madre llorando, sujetando con fuerza la mano de Liana, que parece dormida.

 

Thor piensa que parece un ángel caído del cielo, allí, tumbada, con ese aire fantasmal y puro. De repente siente que algo le duele. No quiere que sea un ángel.

 

No quiere que se marche al cielo.

 

III. Los bebés

 

En la sala de los recién nacidos, como la había llamado la enfermera, hay realmente lo único que se podría esperar de ella. Bebés. Unos más grandes, otros más pequeños, más rosados, más pálidos. Y a pesar de las diferencias todos parecen más o menos iguales.

 

Menos Loki. Loki es especial, y se ve a mil leguas de distancia. Incluso Thor, a sus cuatro años, ve que sin duda el pequeño bebé llama la atención entre tanta homogeneidad.

 

Loki es más pequeño que los otros y no ocupa del todo el espacio que tiene en la cuna. También es más pálido, ahora que el tono rosado ha desaparecido poco a poco; y es más delgado, no tanto como para llegar a ser enfermizo, pero si un poco más menudo de lo normal.

 

Thor apoya la mejilla contra el cristal que les separa a él y a su padre de los recién nacidos, y uno de los bebés se ríe. Es un sonido más bonito que el del llanto, sin duda. Al cavo de unos segundos Loki estornuda, y Thor piensa que es la cosa más bonita y dulce que ha visto nunca.

 

Cuando ya han pasado algunos minutos, y Odín se cansa de sostener a Thor en el aire para que pueda ver, le dice que es mejor que se sienten en uno de los bancos que hay en la sala. Thor obedece.

 

No hay casi gente allí porque son las dos o las tres de la madrugada, y la luz también es algo escasa. Thor hace maniobras algo exageradas para conseguir subirse él solo al banco, a pesar de que su padre le ha tendido la mano para ayudarle, mano que el no ha aceptado, por supuesto.

 

Están unos segundos en silencio, hasta que la voz de Odín se hace escuchar por encima de los pasos solitarios que de vez en cuando se oyen procedentes de los pasillos contiguos.

 

-Thor, hay algo que deberías saber. –su voz es triste y está rota por todos lados.

 

Hay una gran verdad oculta que está a punto de saltar sobre él para hacerle daño, y lo sabe con tanta certeza que asusta.

 

-Verás, hijo, Liana…

 

No lo digas, padre. No quiero escucharlo. Thor se estremece antes si quiera de escuchar lo que tiene que decir, y aprieta mucho los ojos. Una sensación en el pecho le oprime y le hace daño, y no le gusta. Le asusta.

 

-Cariño, -murmura Odín, y rodea de forma protectora los hombros pequeños de su hijo con el brazo, acercándole en un medio abrazo. – Liana va a dormir mucho tiempo –susurra- mucho, mucho tiempo. Y no va a despertar.

 

Thor se queda en silencio, y siente que la sensación del pecho se hace más y más fuerte, hasta que el nudo sube del estómago a la garganta. Así que cuando consigue hablar, ni si quiera sabe como lo hace.

 

-Debe de estar muy cansada –consigue vocalizar, con los ojos cristalinos.

 

Odín le aprieta más contra él, y Thor se siente reconfortado con su calor.

 

-Si, -susurra su padre- lo está.

 

III. La charla

 

Dos días después del nacimiento del nuevo bebé, Thor y sus padres regresan al hospital. Son las ocho de la mañana, y la verdad es que Thor tiene sueño. Están en la cafetería y el zumo de naranja está demasiado frío como para que él pueda tomárselo a una velocidad medianamente normal.

 

-Tenemos que hablar -dice Frigga, poniendo una mano sobre la de Thor por encima de la mesa – y es importante que nos escuches.

 

La mano de su madre se siente cálida sobre la suya, y su mirada también. Odín se termina la taza de café de un sorbo largo, y más tarde dobla de nuevo el periódico que estaba leyendo para dejarlo en una mesa contigua a la suya.

 

Es inevitable que a Thor le asuste que sus padres le presten tanta atención de esa forma, cuando siente las miradas de ambos sobre él.

 

-Loki va a venir con nosotros, Thor, a casa –explica Odín. –Y será tu nuevo hermano.

 

Thor no lo entiende del todo, y su cerebro somnoliento está un poco confuso. Quiere protestar y decir que Loki ya tiene casa, y que además es bastante bonita, pero entonces recuerda a Liana, y cómo de cansada parecía aquel día en el hospital. Al final concluye que si ella quiere descansar, tener que cuidar de un bebé que llora tanto como Loki no será de gran ayuda.

 

Porque Liana está durmiendo, se dice a si mismo.

 

-Será divertido tener un hermano. –es lo único que alcanza a murmurar.

 

Y no está mintiendo, de verdad le hace ilusión.

 

La sonrisa de complicidad que aparece en los labios de su madre le gusta más que la preocupación, y Thor se la devuelve sin estar muy seguro de que ha hecho para darle la vuelta a la conversación.

 

Odín le mira, pensativo, con una disimulada aprobación.

 

IV. Delicado

 

Cuando llega a la casa de los Odinson, Loki es poco más que un bulto dormido en los brazos de su madre. Es un bebé, cabe esperar eso. Pero Loki no llora casi nunca; por las noches deja que la familia al completo duerma plácidamente, incluso hasta el punto en el que Frigga se despierta asustada, pensando que quizá el corazón del pequeño ha dejado de latir. Falsas alarmas siempre.

 

Gracias al cielo.

 

Los médicos dicen que se debe a algún factor genético, pero tampoco ellos saben explicar del todo por qué Loki es tan propicio a las enfermedades, los moretones o las heridas, cuando realmente tampoco está expuesto a estímulos bruscos. Su piel pálida es delicada al sol, su garganta al frío, y no hablemos ya de los virus y gérmenes.

 

Un día, Thor escucha una conversación a escondidas, tras el sofá del salón en el que sus padres están sentados.

 

-No permitiré que le pase nada –solloza Frigga –es lo último que me queda de ella.

 

Thor no sabe realmente a qué se refiere su madre, bendita su ignorancia.

 

V. Gatear

 

Loki tiene tres meses y medio cuando consigue escaparse de la sillita que le mantiene delante de la mesa para comer. Se escabulle como un gato de la ducha y cae al suelo, sin llorar, como ya es típico de él. Gatea por todo el salón, observándolo todo como si fuera la primera vez, que también es verdad según en qué sentido. Es la primera vez que lo ve todo desde una perspectiva tan baja.

 

-¡Odín, Thor, venid los dos! – grita Frigga, con una mezcla de orgullo y euforia. -¡Loki está gateando!

 

Loki para su tarea de espionaje y se queda sentadito en el suelo, alzando la cabeza pata poder ver que sucede más arriba, donde tres rostros le miran con sonrisas cálidas y amplias. Sus ojos verdes brillaran durante unos segundos, y después alza la manita rosada en su dirección.

 

Al principio Thor cree que Loki solo quiere que alguien se agache junto a él, pero cuando Frigga intenta darle la mano éste la rechaza como solo un bebé puede hacerlo, moviendo sus bracitos en el aire hasta que se aparta. Sus ojos verdes siguen mirando a Thor.

 

-Hijo, - murmura Odín- creo que tu hermanito quiere jugar contigo.

 

Esa es la primera vez que Loki muestra algo de interés por Thor.

 

No será la última.

 

VI. Steve

 

Pasados cuatro meses desde la llegada de Loki, Thor comienza a ir a la guardería que hay dos calles más abajo de su casa. Ir a clases es una nueva aventura para él, y se siente muy satisfecho consigo mismo al darse cuenta de que en realidad es algo muy sencillo.

 

La profesora es más joven que Frigga, y la forma que tiene de sonreír le resulta agradable. Se llama Sophie y es de Europa, a pesar de que él no recuerde del todo bien como se llamaba su país.

 

 Todos los días Thor se marcha a las diez de la mañana y regresa a las cuatro, después de comer en el comedor de la guardería. Sus padres se sienten muy orgullosos cuando regresa con una pegatina sonriente pegada en la mano, cosa que suele ocurrir a menudo. Sophie dice que Thor es un niño muy listo, y que pinta muy bien.

 

No es verdad, porque respetar los bordes del dibujo mientras está costosamente concentrado en sostener bien el rotulador no es sencillo para él, y siempre se sale. Thor cree que Sophie exagera, pero eso no quita que se sienta orgulloso cuando le dan pegatinas y, de vez en cuando, algún caramelo de fresa.

 

Pero Thor no solo se lleva bien con su profesora, también con los niños.

 

Hay un chico en concreto, un año menor, que se llama Steve. Es rubio de ojos azules como él, aunque Thor cree que el azúl de los ojos de Steve es más parecido al mar, mientras que los suyos son como el cielo. Steve es un niño poco hablador y quizá algo tímido, aunque tampoco de una forma exagerada. Cuando tiene vergüenza se sonroja y sus mejillas parecen dos fresas pequeñas.

 

A Thor le gusta cuando Steve se sonroja.

 

En menos de cuatro días se hacen buenos amigos, y Steve no tarda mucho en ir a casa de Thor a jugar. Su madre, Helena, por lo visto es amiga de Frigga, lo que solo hace más propicia su amistad.

 

-¿Y cómo se llama? –pregunta Steve, su flequillo rubio cayendo disimuladamente sobre su frente.

 

-Loki –contesta Thor, y poco a poco comienza a abrir la puerta, siempre despacio, intentando no hacer ningún ruido.

 

Los dos niños entran a escondidas en el oscuro dormitorio, cuyas cortinas están extendidas, impidiendo que la luz del ocaso atraviese la ventana. En medio de la habitación hay una cuna y los dos avanzan casi de puntillas, temiendo despertar al bebé.

 

Hay un momento en el que Steve tropieza con la pata de una silla y Thor se gira justo en el momento exacto en el que está haciendo una pirueta para no caerse al suelo. Ambos se ríen bajito, sin poder evitar las pequeñas carcajadas.

 

Después recuperan la compostura.

 

Thor recorre la habitación en penumbra hasta tomar un pequeño taburete escondido detrás de un pequeño armario, y lo pone delante de la cuna para que los dos puedan subirse y mirar.

 

Una vez subidos, Steve cuchichea;

 

-Eres muy bonita, Loki.

 

Thor le da un pequeño empujón, y casi se caen al suelo.

 

–Es un chico –le regaña.

 

Se quedan allí durante interminables minutos, solamente asomados con curiosidad a los barrotes de la cuna, observando como Loki duerme y su pecho sube y baja despacio, al ritmo de su respiración.

 

-No es tu hermano –susurra de repente Steve – No se parece a ti.

 

Thor siente de repente una sensación muy extraña en el pecho, como si el calor de su corazón desapareciera al escuchar eso, y un frío helado le recorriera por dentro.

 

Después de estar unos segundos pensando que contestar, alarga el brazo hasta tocar el hombro de Loki, y automáticamente una pequeña manita le rodea el dedo índice, sin intención de soltarle.

 

Los ojos de Loki están abiertos, un verde profundo y brillante se deja ver incluso en la oscuridad. Y Thor le sonríe sin poder evitarlo, observando con satisfacción cuando Loki le imita, y sus pequeños labios se tornan una mueca de diversión.

 

-Tienes razón, -le contesta Thor. – Loki no se parece a mí. Él es mucho mejor.

 

VII. La primera palabra

 

Loki tiene cinco meses y su curiosidad no tiene límites. Thor muchas veces piensa que sus ojitos brillan de una forma especial siempre que intenta entender algo, como por qué la televisión se apaga cuando Thor juega con su maquina llena de botones de colores.

 

En esos momentos Thor estaría horas y horas encendiendo y apagando la televisión solo por tener la atención de su hermanito. Pero normalmente la concentración de Loki se esfuma muy rápido, y el niño encuentra algo nuevo que investigar. El ventilador, por ejemplo.

 

Loki no es el tipo de niño que alarga el brazo y gimotea, esperando a que alguien le alcance lo que quiere. No, Loki se escabulle de donde está y va él mismo hasta lo que quiere. Probablemente esa es una de las razones por las que es un niño muy autosuficiente, dentro de lo normal, por su puesto.

 

 Es un sábado por la tarde cuando Thor se da cuenta de que Loki no está en su cuna, durmiendo la siesta como es costumbre. No es que haya ido a la habitación de su hermano solo para verle dormir, no, es que un sexto sentido le ha advertido que algo raro pasa allí dentro. Por ejemplo.

 

La habitación está oscura para que le cueste menos dormir, y Thor entrecierra los ojos para escudriñar el suelo en busca del escapista de su hermano. Mira debajo de la cómoda, pero no está allí. Ni detrás de la maceta, ni las cortinas, ni tras la puerta.

 

Thor empieza a asustarse, pero entonces escucha un jadeo proveniente del interior del armario. Con pasos silenciosos se acerca y abre despacio la puerta del armatoste. Thor es mayor que Loki, y aún así tiene que ponerse de puntillas para poder llegar al pomo de la pequeña portezuela de madera barnizada, así que no imagina cómo ha podido un bebé de cinco meses hacerlo.

 

Pero todas las dudas se escapan de su mente cuando, al mirar en el interior, encuentra a un Loki con lágrimas en los ojos que llora y respira tan rápido que su pecho no deja de moverse. Los ojos verdes brillan a pesar de la poca luz de la habitación.

 

Loki nunca llora, y Thor no recuerda la última vez que le vio hacerlo. Por un momento siente mucho miedo, como si algo muy muy malo hubiera ocurrido para que Loki sollozara de esa forma.

 

-¿Qué haces aquí? –pregunta, sabiendo que no va a contestarle. Loki aún no habla, es muy pequeño. Y aún así, por un instante, los ojos de su hermano brillan de tal forma que Thor cree haber sido entendido. - ¿Cómo has salido de la cuna?

 

Loki no contesta, solo se encoge más sobre si mismo, como si estuviera ocultando algo.

 

Alarga el brazo y roza el hombro de Loki, cubierto por el pijama que lleva. Su piel está caliente y eso, de alguna forma, le tranquiliza. De los labios de su hermano sale otro gimoteo, y tres lágrimas caen por los surcos ya marcados de sus mejillas.

 

-¿Qué tienes allí?

 

Thor se da cuenta de que hay algo en el brazo de Loki que no deja de rascarse. No tiene demasiadas uñas, pero se ven en su pálida piel las marcas rojizas que el mismo se está haciendo.

 

Usando su fuerza superior, Thor consigue que Loki deje de hacerse daño en el brazo y le coge en brazos para sacarle del armario. Su hermano llora y las lágrimas se pierden en la camiseta de Thor.

 

Nunca pensó que ver a su hermano llorar fuera tan doloroso.

 

Una vez cerrado el armario, Thor deja en el suelo a su hermano y se sienta junto él sobre la alfombra.

 

-Déjame verlo –le susurra, y esta vez Loki no hace nada por detenerle.

 

El brazo de su hermano es de un color blanquecino comparado con el suyo, y la zona rojiza llama mucho la atención. Debajo de los arañazos hay una mancha algo violácea que Thor reconoce como un moratón.

 

-¿Te lo hiciste al bajar de la cuna? –pregunta. Loki asiente.

 

Por un momento algo dentro de Thor cortocircuita. Su hermanito acaba de asentir. Le entiende.

 

Dios bendito. Le entiende.

 

-No tienes que tener miedo –murmura, y deja un beso pequeño sobre el moretón de Loki, como si eso fuera suficiente cura. Es lo mismo que hace Frigga, y Thor cree que eso calmará el dolor. – Es solo un moratón, yo he tenido muchos. Dentro de unos días se marchará.

 

Loki no dice nada, pero por lo menos sus mejillas ya están secas.

 

-¿Te duele?

 

Los labios de Loki se entreabren. –No.

 

Thor alza la cabeza del moratón y mira a su hermano, con la ilusión marcada en su rostro.

 

-¿Cómo?

 

-No – repite su hermano.

 

Thor no puede creerlo. Y poco después, cuando bajan, sus padres tampoco.

Notas finales:

Bueno, pues eso, adiós y espero que lo hayáis pasado muy bien. Muchas gracias por leer, y si me dejáis un regalito mejor que mejor, me haría mucha ilusión. (~º3º)~

 

Besos y abrazos! ^^


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