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My reward. por Dirty beast

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Nadar... Como un delfín, que disfruta de sólo sentir cómo el agua se encarga de pasearse de manera traviesa por cada parte de su cuerpo. Hacer piruetas, figuras, cerrar los ojos e imaginar que aquello no se acabaría jamás. Nanase Haruka nadaba tranquilamente en la piscina que junto a sus amigos, habían restablecido, sus ojos permanecían cerrados mientras pensaba: "¿Cuánto tiempo fue el que perdí?", puesto que hace mucho tiempo atrás había tomado una decisión que para él, sin duda, había sido la más estúpida que alguna vez pasó por su cabeza; haberse limitado a sí mismo al agua de su bañera en el cuarto de baño.

 

Recordaba perfectamente la vez en que, cuando era un niño había lastimado a su compañero de piscinas, pues le había ganado en una inofensiva carrera sin querer hacerlo realmente, ese día fue en el que deliberadamente había tomado aquella determinación, no volver a entrar a una piscina. Mas, al verlo en aquella escuela en la que habían estudiado juntos la primaria, le dejó más que confundido, sentía las inmensas e incontrolables ganas de sentir su cuerpo siendo acariciado con la devoción que el agua entregaba.

 

-Rin... –Susurró al momento de abrir los ojos,  dando un par de brazadas hacia atrás hasta que logró ver el rostro de su mejor amigo, Makoto, suponiendo que había ido a buscarle porque era tiempo para el almuerzo. Soltó un largo suspiro, provocando que su cuerpo bajara hasta el piso de la piscina. Con la ayuda de sus manos, se dirigió hasta el borde de la piscina y apoyando sus manos en él se levantó sin siquiera secarse el cuerpo, al comenzar a andar, fue detenido por su amigo, quien colocó una toalla sobre sus hombros.

 

-Podrías resfriarte, Haru... –Escuchó la voz de su amigo tan cerca que llegó a molestarle, se alejó de él y agarró la toalla desde las puntas para asegurarse de que esta no se cayera. -¿Has traído tu almuerzo? –Makoto preguntó, recibiendo una respuesta negativa por parte del chico de cabello color negro, típico de él, ya que tardaba más del tiempo necesario en la tina, no le quedaba el espacio para prepararlo. -Mamá, ha preparado mucha comida para mí y no me creo capaz de comerlo sólo yo... –Invitándole nuevamente a almorzar con él de esa forma, y con la misma excusa, Haru asintió sin más, volviendo a caminar hacia los vestidores para colocarse las prendas que serían su uniforme. Tardó un poco en vestirse por lo que, Makoto entró en su búsqueda al cuarto de baño y le tomó del brazo haciéndole caminar.

 

-Makoto, vas demasiado rápido... –Se quejó Haru, arrastrando los pies al ser forzado a caminar por su amigo hacia, lo que creía, era la azotea. Bostezó y se vio obligado a cerrar los ojos de manera abrupta cuando los rayos de sol golpearon su rostro con fuerza, la puerta que llevaba a esa parte de la escuela había sido abierta por el pequeño Nagisa, quien les esperaba con una amplia y alegre sonrisa, agitando su mano derecha hacia ambos lados.

 

Se sentaron cerca al borde que protegía el porche, sacaron sus estuches de comida y los dejaron sobre sus piernas. Makoto, amablemente extendió un par de palillos hacia su mejor amigo, quien pensó que no tenía alguna otra opción que aceptarlo. Podía escuchar desde lejos la trivial conversación que estaban teniendo sus dos mejores amigos, acerca de las clases, el horario, la serie de manga que ambos seguían. Hasta que un tema en particular robó su interés; el puesto que hacía falta por ocupar en el club para que fuesen apoyados oficialmente por la escuela. Debía saberse que para Haru no había nadie más merecedor de ese puesto que Rin. Y si alguna vez lograba encontrarse con él, se lo pediría.

Las siguientes horas en la escuela se pasaron, bastante rápidas, lo que le hizo notar que el día estaba por acabarse. En ese momento, las calles se encontraban escasamente alumbradas, y las aceras atestadas de jóvenes que se dirigían a casa.
Haru, entre el silencio de la tarde caminaba, observando de manera discreta hacia las avenidas que iba dejando a sus espaldas, cerró los ojos unos cortos segundos y caminó, con tranquilidad y sin preocupación alguna, cuando abrió sus ojos, fue que notó el lugar a donde había llegado.

 

-La escuela...  –Murmuró y sin pensarlo demasiado, caminó en dirección recta, apartando todo aviso que le prohibiera entrar al establecimiento. Se adentró dirigiéndose por inercia y atracción hacia en donde sabía se encontraba la piscina que en su niñez, tanto había disfrutado. Sintió una opresión en su pecho al suponer que dicho lugar estaría vacío. ¿En dónde había quedado aquella agua cristalina? La cual permanecía en tu piel como pequeñas gotas de brillantina, aquella que se quedaba en tu cabello como si no quisiera desprenderse de él. Tanteó las paredes hasta encontrar el interruptor de luz, al toparse con él, lo presionó, haciendo que aquel lugar se alumbrara casi por completo; entonces fue allí cuando notó que la piscina estaba completamente llena. Sonrió con amplitud y comenzó a desvestirse, se lanzó a la piscina sin vacilar. Nuevamente, aquel lugar en donde todo había empezado, aquella agua tan clara que le hacía sentir como si nadara entre el cielo, por fin podía volver a sentirla.

 

-¿Quién anda allí? –Escuchó entre el silenciador efecto del agua rodear su cabeza, abrió los ojos y sólo pudo ver el agua salpicar, haciéndole suponer que alguien más había entrado a la piscina. Siguió nadando al estilo libre, con los ojos cerrados, percibiendo las ondas que se formaban a medida ese "alguien" seguía nadando hasta donde él se encontraba. -Haru... –Sólo le gustaba como sonaba aquel apodo de una persona, y fue eso lo que le hizo abrir los ojos. Ladeó su rostro aún sin dejar de nadar,  mostrando una expresión indescriptible, pero que el otro sabía reconocer.

 

-Rin... –Susurró y en ese momento se vio obligado a detenerse, pues el pelirrojo le había tomado del brazo. -¿Qué haces aquí? –Le preguntó al otro, colocándose de pie sobre el piso de la piscina.

 

-Vine a despedirme del pasado. –Contestó Rin, mientras que con una de sus manos echaba su cabello hacia atrás, dejó ésta sobre su propia cintura para continuar hablando. -Pues, este será el único lugar en donde alguna vez, me ganaste. –Sonrió con sorna, dejando ver los dientes que por alguna razón, desde siempre adoptaron una forma puntiaguda, cual colmillo.

 

-Rin, ¿Podrías olvidar eso? Aquello ocurrió muchos años atrás, desde que volviste de Australia eres mejor que yo. –Respondió, tratando de separarse de él y de retomar la movilidad de su brazo, por supuesto que le encantaba el hecho que Rin estuviese con él acompañándole, pero no de esa forma, él sólo quería nadar.

 

-Es imposible olvidarlo. –Contestó el contrario, colocando un mano en el pecho de Haru, le empujó hasta apegarle contra el borde de la piscina mirándole directamente a los ojos, Haru intentaba alejarse de él y por más que lo intentara, le era imposible puesto que la diferencia de fuerzas era más que notoria.

 

-Rin… –Tan sólo el nombre de su amigo había salido de sus labios, estaba siendo atrapado por sus brillantes ojos color carmesí, y por la cercanía de su piel. “Vaya, ha cambiado…” Pensó Haru en ese instante, de sólo ver lo varonil que se habían convertido sus facciones, y lo guapo que se veía. -Rin, quiero nadar contigo… –Su voz débil resonaba en esa habitación, en donde también podía llegar a escucharse el sonido de sus respiraciones. –¿Quieres nadar conmigo? Únete…

 

-Ese club es de perdedores, solamente tú eres verdaderamente bueno. –Sus dos brazos terminaron apoyados en el borde de la piscina, llegando a acorralar al pelinegro, relamió sus labios sin apartar su mirada ni un segundo de la del otro, podía sentir el cuerpo del pelinegro moviéndose con nervios; una sonrisa ladina surcó sus labios.

 

En ese momento se vio asediado por Rin,  no tuvo más que hacer. Tras soltar un suspiro y estirar sus brazos hacia adelante, se dejó llevar por sus impulsos; colocó ambas manos en la nuca del más alto y sin decir alguna palabra, avecinó su rostro al de él, en su cara no había rastro de sonrisa, pero en sus ojos se podía apreciar aquel toque de placidez. Cerró los ojos y fue allí cuando sus labios, algo temblorosos, llegaron a unirse con los del otro. Podía ser algo extraño, eran dos hombres, pero después de todo, era lo que sentía.

Con suma delicadeza, los brazos de Rin rodearon la delgada cintura de Haru, dándole aquello más intimidad a la situación. El pelinegro no tardó en comenzar a mover sus labios contra los del otro, pudiendo percibir la leve incomodidad que este tenía al principio, pero, en cuestión de minutos aquello desapareció. El pelirrojo comenzó a mover de manera ansiosa sus labios, demostrando lo mucho que había esperado por ello; tan blandos, tan delicados como un suave algodón, tal y como había imaginado que se sentirían. Ahora sus manos, comenzaron a moverse de manera algo atrevida en el torso de su amigo, provocando que los vellos de la piel del menor se erizasen al tacto del contrario.

 

-Rin… –Susurró Haru entre el beso, algo sorprendido por lo apasionada que se podía ver el mayor en su actuar, las manos del más alto siguieron bajando hasta llegar a su cadera, debajo del agua, en la cual repartía suaves caricias de forma circular para tratar de tranquilizar a su amigo. Era su oportunidad y no podía dejarla pasar.

 

-Haru… ¿Tú nadas sólo para mí, no es así? –Ante la duda que le planteaba su amigo, tan sólo pudo afirmar con la cabeza, hace unos años atrás se lo había dicho, ahora no podía desmentirse a sí mismo. –Ahora quiero, que sólo gimas para mí. –Al decir aquello, introdujo sus manos de manera intrépida en el bañador de Haru, haciendo que este se sorprendiera en sobremanera. Sus manos de inmediato llegaron hasta sus piernas, acariciando sus suaves muslos, aquellos que siempre había admirado desde muy jóvenes.

 

-¿Qué…? ¿Qué estás haciendo, Rin? –Preguntó el menor al verse despojado por completo de su bañador, algo en su pecho comenzó a arder. Era peligrosa la manera en la que el mayor le miraba, como si estuviese asechando a su presa. De repente, sus manos se movieron peligrosamente hacia un punto en sus caderas, cosa que le hizo dar un leve respingo.

 

-Silencio… –Susurró el mayor, concentrándose en su labor. Sus manos tomaron el miembro del menor con agilidad, y se movieron por sí solas alrededor del falo del menor, con la intención de hacer que su cuerpo se calentase. El menor soltó un débil jadeo ante tales caricias tan sugerentes y decidió no hacer más que ceder.

 

-Ah… Rin… –Gimió Haru, mientras que sus manos se aferraban con fuerza hacia atrás de su cuerpo, en donde estaba el borde de la piscina. El mayor terminó dándole vuelta para que quedara de espaldas contra su pecho. –Rin, no… deberíamos… -Pudo escuchar como el otro hacía aquel sonido reconocido como silencio y también como apuraba el movimiento en la parte delantera de su cuerpo.

 

De repente, pudo sentir como algo llegaba hasta sus glúteos y a pesar de no poder ver, ya que mantenía sus ojos cerrados debido a la excitación, pudo suponer que se trataba de la mano del otro. Aquellos traviesos toques en sus glúteos le hacían ponerse nervioso. Hasta que sucedió lo que temía, un alarido de dolor salió de sus labios, los cuales no tardaron en ser cubiertos por el pelirrojo. Sus dedos habían ingresado de manera torpe en su interior, puesto que Rin pensaba que el agua sería el lubricante suficiente que necesitaría. Haru en medio de su desesperación, mordió uno de los dedos de su amigo, haciendo que apartara su mano. -Rin, Rin… –Llamaba Haru a su amigo, esperando que este reaccionara, pero aún con ello, el mayor seguía moviendo sus dedos con maestría en el interior de la cavidad del menor. Entraban, salían, daban vueltas en vueltas justo en el contorno de su entrada mientras que el menor jadeaba con fuerza.

El más alto apoyó su cabeza sobre el hombro izquierdo del menor y alzó su rostro, con la intención de ver su rostro gimiendo por él. -¿Se siente bien? –Preguntó Rin a su amigo pelinegro, y este no hizo más que arrugar el rostro como muestra de disgusto.

 

-Duele… –Cuchicheó Haru, y en un acto inconsciente, abrió aún más sus piernas. Dolía, sí y bastante, pero había algo que comenzaba a invadirle, algo más fuerte que el propio dolor que los dedos del mayor le provocaban, ese algo comenzaba a quemar cada parte de su cuerpo, incluyendo su rostro.

 

Rin podía sentirlo perfectamente, como su interior comenzaba a calentarse, llegando a casi quemar sus dedos, y por eso pensó que, quizá era tiempo de cambiar de estrategia; sacó sus dedos de manera tortuosa y lenta, uno a uno, como si estos no quisieran desprenderse de él, luego, tomó su propio miembro ya semi-erecto a respuesta de las hermosas expresiones que el otro le mostraba y después de dejarle un beso en la nívea piel de hombro, entró en aquella zona, anteriormente dilatada.


-Ahh…–Gimió Haru, apretando con más fuerza el borde de la piscina, nunca llegó a pensar que aquel acto en el que ambos estaban tan concentrados ocurriría, y menos que dolería tanto como ahora. Dejó caer su torso sobre el frío piso de aquel cuarto, más allá del borde de la piscina.

 

Rin después de unos momentos había comenzando a moverse más rápido y con más furor que antes, parecía haber estado esperando ese momento durante mucho tiempo, al igual que Haru, porque, tal y como se lo pidió Rin, sólo gemía para él, para que le escuchara. Volteó su cuerpo para quedar frente a frente con el más alto, tomó sus manos para aferrarse a ellas y no dejarse caer, alzando una de sus piernas hasta su torso buscando no quitarle espacio. Miles de palabras inteligibles salían de la boca de Haru, el mayor simplemente jadeaba su nombre, diciéndole lo estrecho que estaba, y lo bien que se sentía estar en su interior. El reloj parecía haberse detenido en el momento que convirtieron su cuerpo en uno, pero en realidad, los minutos pasaban cada vez más rápido, se escapaban a cada embestida que el pelirrojo daba contra el cuerpo de su menor. Y el momento en el que todo parecía acabar, se acercaba; los gemidos de Haru se habían hecho cada vez más altos, al igual que los gruñidos de Rin, pero pronto, una sensación parecida a una corriente eléctrica, irrumpió el cuerpo de ambos por completo haciéndole derramar sus esencias casi al tiempo; Haru manchando los vientres de ambos y Rin en el interior del menor, respectivamente.

Aquel deseo consumado acabó en suspiros, jadeos, abrazos y algunos besos casuales, los cuales comenzaron a ser repartidos por el rostro del menor, quien permanecía atónito y sin creer lo que había acabado de suceder. Su corazón y su cuerpo habían sido entregados a ese chico, en quien nunca había dejado de pensar. Sin importar los prejuicios e inconformidades de los demás, del pensamiento de quien lo viese correcto o no; porque ellos eran libres, libres para escoger a quién amar.



-Con esto me has convencido de unirme al club, por supuesto, sólo si obtengo tu cuerpo como recompensa cada vez que les ayude a ganar. –Dijo el mayor con un aire de picardía, obteniendo una mirada algo espantada y nerviosa por parte de quien sería, desde ahora y siempre, su amante.

Notas finales:

Espero les haya gustado. 
Por favor, cualquier sugerencia, queja, en Review.
Muchas gracias, ¡Espero que estén bien~!


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