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Volte di luna por Gema Talerico

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Notas del capitulo:

Capítulo beteado por la hermosa Sthefynice :)

Capítulo 11: Le Pareti Ascoltano.

“Nunca oyes hablar a las paredes, pero cuidado, porque hay algo que hacen bien, y es escuchar lo que menos quiere ser revelado.”

El frío abandonó un poco a Hogwarts aquella semana, Hermione no estaba muy animada por el hecho de que su primera semana de vuelta a Hogwarts estuviera libre de cualquier evaluación practica o teórica. A Dumbledore, por otro lado, le pareció buena idea el que los estudiantes volvieran a adaptarse al colegio y sus nuevas protecciones con tranquilidad.

Ella sabía que recuperaría el tiempo muy rápido, estaban en su sexto año así que en un suspiro estarían presentado los ÉXTASIS el siguiente año, su angustia no parecía pasar más allá de su persona pues ni Ronald ni Harry le prestaron mucha atención a sus rezonguidos durante dos días. Respecto a Harry, él en verdad  estaba diferente, sabía que su transformación a hombre lobo daba más que una solida excusa para ese cambio, el Harry que conoció durante seis años se iba para ser remplazado por una instintiva criatura. Estuvo preparándose todas sus vacaciones para eso, las expectativas fueron aterradoras, pero al final, experimentarlo era algo distinto.

Al contrario de lo que esperó, los cambios no se dieron en la personalidad de Harry ni en su forma de tratarlos, sino que se dieron con Malfoy. Ambos ya parecían demasiado cercanos sin ni siquiera dirigirse la palabra; sus miradas se encontraban en los pasillos y se sonreían cuando creían nadie los veía, eran estupendos disimulando, pero Hermione tenía un buen ojo.

—Harry me mintió. — Retuvo su trémulo suspiro en la taza de té, Molly la escuchó y volteó a ver el rostro apesadumbrado de la muchacha. Quedaban dos días para que los miembros de La Orden del Fénix cumplieran su misión de mantener la casa dentro del bosque, secreta a la vista para los habitantes de Hogwarts. Así que tenían tiempo para relajarse, y por ello estaba en un pequeño saloncito, mientras tomaban té, sentadas frente a una cálida chimenea.

—También has notado su  cambio de actitud, ¿no es cierto?

— ¿Cómo no notarlo? —La adolescente exclamó—, sus ojos brillan cuando ve a Malfoy, suspira cuando cree que no lo estamos viendo, Ron ayer me dijo que tiene un montón de ropa en un rincón y que se envuelve en él en su tiempo libre. Él no lo sabe, pero es un nido, tal vez ni siquiera lo sepa el mismo Harry. Es peligroso que se acerque tanto a Malfoy.

—Así que…— Molly la instó a que siguiera, su curiosidad de madre hizo sentir a Hermione menos paranoica.

—Si no me lo estoy imaginando, —señaló con cierto pesar—ya es tarde.

Molly temía esas palabras.

-VolteDiLuna-

Ese 20 de febrero encontró a Hogwarts en su segundo día de clases, Hermione buscó su mochila en la torre de Gryffindor después de  tomar el té esa mañana con Molly, bajó para su primera clase con los de Slytherin, y miró con suspicacia cómo Malfoy rozaba la mano de Harry con la suya, casi por casualidad, cuando ella subió las escaleras para sentarse en el puesto a la izquierda de Ron.

Harry se había mordido el labio, y sólo por ese gesto Hermione notó algo que el día anterior no había estado allí: un morado con un leve color rojizo debajo del dobladillo de la camisa escolar.  Ella volteó su mirada hacia los puestos de atrás, y sólo por estar buscando notó como Draco tenía uno igual debajo de la yugular, perfectamente escondido detrás de su corbata.

Se dejó  caer, estupefacta, sobre la silla de su mesa. Neville saltó por el sonido de los libros caer contra la madera cuando los soltó sobre la misma.

—O-oye.

Hermione no le prestó atención, demasiado ocupada murmullando algo entre dientes.

— ¿Qué? —Pavarti inquirió, al lado de Neville. —Parece que viste un Grimm, Hermione.

— ¿Quién? ¿Yo? —Una buena parte de la clase, en su mayoría de corbata roja, voltearon a ver a Hermione con interés, Harry y Ron entre ellos.

—Sí, estás pálida, —bromeó Ron.

—Casi como Binns, —alguien más lanzó por chiste.

Harry sonrió con la broma más no dijo nada. En los asientos posteriores de la clase, Malfoy casi estiraba su cuello para ver de qué hablaban.

—Alumnos…

Hablando de Binns, era el suplente para la clase, al parecer el profesor había pillado un resfriado extraño durante vacaciones. Hermione suspiró aliviada, agradeciendo por primera vez que ese profesor fantasma aún no se diera, o no quisiera darse, cuenta de que estaba muerto.

-VolteDiLuna-

Había sido un día tranquilo para Harry, sin muchos roces, se había visto con Draco cerca del Bosque Prohibido para dar un paseo detrás de la casa refugio junto con Nepeta y Lowell, además, el almuerzo había sido de cordero, su favorito. El día no iba mal.

—Muy bien, Potter.

Estaba cruzando un pasillo cuando una mano delgada lo haló a un aula desocupada.

Era Pansy, la amiga de Draco, delgada y menuda pero con la suficiente fuerza como para estampar a Harry, un chico que la superaba en altura, contra una pared.

—No vayas a hacerte el desentendido conmigo, así que responderás con total seriedad, ¿no estás jugando con Draco?

— ¿Huh? —Ella hablaba en serio con un tono seco, lo apuntaba con su dedo y una postura exigente, Harry no podía procesarlo en su totalidad, se ajustó la gafas y volvió a emitir un sonido de duda—Yo no-

—Por el amor a Merlín. —Pansy se quejó, sacudió los hombros como si quisiera quitarse de encima una poción pegajosa—Sé que eres un licántropo, me lo dijo Draco, sé que eres un sumiso, Granger no es la única que sabe investigar en la Sección Prohibida y por último, sé que ese chupón no te lo hizo una abeja. ¿Estás jugando con Draco? Porque si llegas aprovecharte de él, te enterarás del  por qué el escudo de mi casa es una serpiente.

Parecía una amenaza vacía viniendo de la delgada Pansy Parkinson, pero su expresión enfadada daba mucho en que pensar. En sus ojos, detrás de la irritación y amargura, brillaba algo parecido a un amor herido.

—Nunca le haría daño. — Harry admitió con tono suave, los ojos oscuros de Pansy se estrecharon con recelo, adoptó una posición defensiva al cruzar los brazos sobre sus pechos, olía a celos. ¿Pero de quién podría estar…? Oh.

—Prométemelo—ella exigió, sus grandes estrechos ojos almendrados vueltos dos líneas finas—, promete que lo harás feliz, Potter. Ha sufrido en su vida más de lo que  crees, él también merece ser amado, merece lo mejor. No porque sea Sangre Pura, ni porque sea Slytherin o un Malfoy, es porque es mi amigo y sé lo que es capaz de dar por las personas que ama, tú también debes estar dispuesto a hacer lo mismo por él. Promete que por más duro que sea, (porque va a ser duro), no lo abandonarás. Que al primer momento en el que se rían de ti por ser hombre lobo y te desprecien por pensar que puedes tener una pareja de tu misma condición sin que importe mucho, no lo dejarás sólo.

No sabía si era por la tenaz declaración de Parkinson o si sólo era cuestión de tiempo, pero Harry sintió una repentino peso sobre él, ¿en verdad Draco y él estaban preparados para establecer una relación?,  no era tan fácil, sólo el quererse no haría todo el trabajo, hacía falta madurez y aceptación. Dos niños que nunca habían aprendido a amar, y por sobre todo, a aceptar, no podían pregonar que mantendrían una relación estable.

Menos dos hombres lobo.

No en esos tiempos.

No fuera de Hogwarts.

—Promételo. —Pansy volvió a apuntarlo con un dedo sobre su pecho, agujereando su esternón con saña.

—Lo intentaré, no puedo asegurarte de que lo haga, pero lo intentaré. —Harry se sentía frente a los ojos del mundo, sus manos se apretaron entre sí, sudorosas- —No juego con Draco, ni él lo hace conmigo. Lo intentamos, todo esto, pero a su paso. 

Por un momento, pudo oler la nostalgia en  Pansy, sus rasgos afilados se suavizaron y esbozó una sonrisa que parecía más bien una mueca llorosa.

—Más te vale. —Ella le dio un pequeño golpecito en el hombro—, era hora de que ustedes dos se dieran cuenta de que se gustaban, con maldición o no.

Harry parpadeó sin entender mucho, ¿gustarse?, Harry no había visto a Draco con otros ojos sino hasta después de la mordida. Ella sonrió como un gato y se fue con las caderas moviendo el dobladillo de su falda corta, como si supiera algo que él no, y se regodeara en eso.

Se preguntó por cuánto tiempo Pansy habría estado enamorada de Draco sin que éste se diera cuenta y el cómo un corazón tan enamorado, roto e ignorado como el de ella pudiera seguir luchando por la felicidad de quien la rechazó, sin conocer sus sentimientos.

-VolteDiLuna-

Los suaves murmullos cada que pasaba por un pasillo o entraba a un salón sin avisar, le estaban poniendo los pelos de punta a Remus,. Las risitas entre las estudiantes eran repartidas cuando ellas creían que él ya no escuchaba, y las miradas indiscretas eran seguidas de “Disimula un poco, por favor” antes de que se apartaran con prisa como si él fuese la peste.

Estaba acostumbrado a ese trato por ser hombre lobo, de hecho, había disminuido con el paso del tiempo a medida que los estudiantes se familiarizaban con él, y entendían que no era peligroso. Remus se preguntó si el ataque al colegio había reavivado el antiguo recelo.

— ¡No puede ser cierto, no puede! —Un fantasma sin cabeza exclamó al cruzar un pasillo, flotando despreocupado por encima de la cabeza de Lupin, quién no le prestó atención al principio. Los fantasmas eran chismosos por naturaleza, e ignorarlos era la mejor opción.

— ¡Por supuesto que sí!, lo vi con mis propios ojos traslucidos.

—Pero con Snape, ese murciélago amargado. —La mención de Severus hizo que Remus parara de caminar. Miró a los dos fantasmas, un caballero escocés de mediana edad que sostenía su cabeza a la altura de su cadera, y una monja regordeta con un brillo de indiscreción en sus ojos redondos.

—Oh, pobre chico, no puedo creerlo de él. —El caballero hizo girar su cabeza imitando el gesto de negación. Al hacerlo, se dio cuenta de Remus, de pie, mirándolos atentamente,  cubierto por sus usuales sweaters grandes y gruesos. Su rostro bonito estaba bañado en duda. —Oh… —volvió a exclamar, — ¡Ohh!

La monja gritó, ambos fantasmas se arremolinaron en las esquina del pasillo en una niebla espesa, y desaparecieron al atravesar una pared.

Extraño.

—Te lo mereces. —apuntilló un cuadro, Remus se dio cuenta que era mismo cuadro de Morgana LeFay,  que había visto como Severus y él casi tenían sexo en ese mismo pasillo. La mujer del cuadro echó su largo cabello tras su hombro, y se giró de brazos cruzados con expresión altanera.

Suspiró, este Castillo era un nido de problemas.

Siguió su camino hasta las habitaciones que compartía con Severus, había terminado todas sus clases del día y quería darse una ducha para disfrutar de su tarde libre. No obstante, se sorprendió al encontrar a su pareja en la Sala de Estar, con un libro en las manos frente a la chimenea.

—Llegas temprano. —Se quitó la bufanda y las botas para sentarse en el regazo de Snape, las largas extremidades del hombre se cruzaron para sostenerlo mejor. Le besó la nariz y el hombre gruñó, muy concentrado en su libro sobre los beneficios de la piel de dragón de Komodo, como para ser interrumpido.

—Un niño de tercero explotó su caldero, llevé cinco estudiantes a la enfermería y suspendí a otros tres: tiraron ancas de rana sobre una poción revitalizante antes de que espesara. Los elfos aún están limpiando y yo no puedo dar clases en un aula sucia.

— ¿Fue tan malo?

—Terrible, juro que esos niños son los sucesores oficiales de Longbottom y Finnigan

Dejó el libro sobre la mesa de madera al lado del sofá, y sostuvo las caderas de Remus para atraerlo más hacía su cuerpo. Besó el cuello del hombre lobo, y hundió su nariz para aspirar el olor peculiar de limón maduro, mientras dibujaba círculos en la espalda de Remus con sus largos dedos experimentados. Besó la parte sensible debajo de su mandíbula, donde sabía que se estremecía de placer y suspiraba complacido.

Era raro que Severus fuese cariñoso, no regalaba muchas expresiones de afecto a diario, pero Remus tenía el placer de compartir su espacio íntimo cuando estaban solos, sostenerse el uno al otro y que le diera esa calidez que, por más contraproducente que fuera debido al carácter de Severus, sólo él podía darle.

Remus suspiró, aliviado de tener a su pareja cerca.

—Podemos hacerlo ahora. —En pos de devolver las caricias, Remus desabotonó los primeros botones de la túnica de Severus. Sus dedos acariciaron el pálido pecho, el hombre bufó separándole un poco hasta que el hombre lobo quedara sentado sobre las rodillas en vez de su regazo, un poco más lejos de la entrepierna de Severus, donde no podía influir con esas manos escurridizas sobre el libido de su pareja.

—Creo que fue suficiente el que llegáramos tarde esta mañana al comedor.

—Pero eso fue en la madrugada, Severus. —Si no dudara de la madurez de su pareja, el Pocionista pudo haber jurado ver un puchero caprichoso en la cara de su pareja, antes de que éste volviera a acomodarse en su regazo para moler su trasero contra la incipiente erección  que se resistía a ablandarse bajo sus túnicas. Severus bufó nuevamente, sintiendo algo duro rozar contra su vientre, mientras Remus murmuraba un par de cosas obscenas en su oído.

—Eres un maldito lobo sonsacador. —Se quejó con voz ronca, apretando los dos redondos glúteos del otro hombre en sus manos. Remus rió, encantador, mientras desabotonaba el resto de las túnicas de Severus, dejando una estela de besos en el suave pecho pálido.

Quién dijera que el amable y tranquilo profesor Lupin, con sus gabardinas y sweaters grandes que lo hacían ver más pequeño, y con su encantador rostro perfilado con una suave sonrisa, tan varonil y refinado, era un hombre bien portado que no mataría ni a una mosca, pues estaba tan equivocado como el propio Voldemort creyéndose invencible minutos antes de lo mataran en el atrio del Ministerio. El maldito hombre tenía dos caras, y el hecho de que tuviera esa expresión inocente de blanca palomilla aún cuando se inclinaba para morder el bulto que recelosamente Severus intentaba disimular en sus pantalones, era lo que lo hacía más excitante.

Gimió, la suave boca rodeando su pene con una increíble facilidad, los ojos ambarinos fijos en los negros, como si intentara decirle “Sí, estoy dándote una mamada y te miró fijamente porque sé que eso te enciende más, estúpido tempano de hielo con piernas”.

Podía asegurar que, si no tuviese la boca ocupada, eso sería lo que le diría. Sin tapujos ni vergüenza.

Merlín maldito lo ayudara.

-VolteDiLuna-

Harry encontró a Draco rasgando con su pluma sobre un pergamino en una parte apartada de la biblioteca, la conexión que compartían a través de los collares gritaba: “¡Estrés!”, y sólo por ello dudó si interrumpir la apabullante concentración con la que Draco escribía a tal punto de no regular los sentimientos que se colaban por el collar que colgaba de su cuello.

—Dra…-

El aludido ya estaba sellando lo que parecía ser una extensa carta cuando se puso de pie para encontrarse frente a Harry, con su aspecto desarreglado  de piel pálida y ojos verdes grandes que no dejaban de mirarlo directo al alma.

—No te escuché. —Tragó el Slytherin, deslizando con gracia el sobre detrás de su túnica.

— ¿A quién le escribes? —Harry echó un vistazo, inclinándose para observar la carta asomada sobre el pulóver oscuro de Draco, el chico rubio dio dos pasos atrás con la cara en blanco. La vergüenza fluyó a través del collar antes de que Harry viera el rostro sonrojado del dominante.

—A mi madre. —Declaró con voz fina, se aclaró la garganta y murmulló algo por lo bajo. Harry frunció el ceño, aquello no era normal en Draco.

—Ya veo, a tú madre… —Harry caminó rodeando a su novio con pasos medidos—, ¿hay algo que me quieras contar?

—No. —Respondió de boca rajo—, ¿sabes qué? , voy a llevar esto con mi lechuza antes de que se me haga tarde, adiós.

Y sin comprobar si alguien podría verlos Draco se inclinó y dejó un tenue beso en los labios de Harry, y se fue con un las mejillas coloradas. Harry, que se quedó mirando el pasillo  repleto de libros polvorientos, se preguntó internamente qué le podía estar pasando a su chico.

-VolteDiLuna-

Narcissa recibió la carta mientras tomaba el té en la casa de campo de Madame Zabini, una bonita cabaña de dos pisos, madera y decorado rustico clásico italiano. Se disculpó con ella cuando la blanca lechuza se posó en la mesita donde reposaba el té y las galletas, el hermoso animal extendió una pata para ser liberado de su carga, y aceptó la galleta de chocolate embardunada en chelato(1*) que Narcissa le ofreció.

—Graciosa criatura—Madame Zabini rió con su tono de voz suave, su acento italiano jugando con las palabras, era un espectáculo  el ver lechuzas con tales modales, comiéndose su galleta sin dejar caer ni una miga, mientras Narcissa aplanaba con sus dedos finos las plumas que se habían salido de su lugar al volar.

—La crió Lucius, fue estricto con ella desde el inicio. —Los finos labios de Narcissa esbozaron una sonrisa al ver el remitente, un sentimiento brumoso empapó su mirada al mencionar a Lucius, aún era una herida abierta—, es de mi Draco, la leeré cuando arribe a casa.

—Es un chico muy afectuoso, tu hijo. — Madame Zabini se inclinó sobre el sofá en el que estaba reclinada para ofrecer otra galleta a la lechuza, que apenas se dio por aludida y luego de unos segundos haciendo de rogar con altivez en sus grandes ojos ámbar, cedió y planeó hasta el reposa-brazos del sofá. —Buena chica —la mujer italiana se dio por satisfecha, con gestos sensuales propios de una mujer que se sabe atractiva, se acomodó de nuevo en el sofá. —Blaise apenas envía una carta los domingos.

Narcissa guardó la misiva en su bolso de mano con fondo expandido, argumentando que Blaise era más de ser un chico de afectos físicos, si sabía de lo que hablaban las chicas de sociedad en aquellos días sobre los encuentros apasionados con el chico.

La mujer se rió, consciente de la reputación de su querido hijo, se llevaban bien y podían bromear sobre escándalos como aquellos a menudo. Narcissa entabló amistad con Madame Zabini mucho antes de la guerra, era heredera de una fortuna por parte de su padre, un famoso mago dueño de diferentes restaurantes de alta cocina, pero se había vuelto famosa por su cuenta al protagonizar una larga lista de matrimonios con el mismo final: viudez.

Había sido señalada en varios casos como la culpable, era casi una prueba segura: todos los hombres habían muerto siendo sus esposos, dejándole fortunas y reliquias ancestrales en sus cámaras de diferentes bancos internacionales, las islas privadas a su nombre y las mansiones puestas para su disfrute. Nadie nunca logró implicarla, se sabía una mujer de corazón débil hacia aquellos hombres rotos y alma casi exánime, encontraba placer intentando revivir la chispa que antes les daba vida; para su infortunio, todos terminaban colgados del arco más alto de la mansión. Ni todo el oro o belleza que poseía podía nunca complacerlos, y en vista de ello se había rendido a la viudez hace ya un tiempo.

Eran parecidas en ese punto, eran mujeres víctimas de romances sin mucha sustancia. Intentaban compartir esa pena entre vino, cenas y compras en tiendas caras, las vidas duras de dos socialite que se hacían compañía para no hundirse más en su vacía vida de lujos.

Una vez el sol empezó a rozar el horizonte, Narcissa se despidió con un beso en ambas mejillas, prometiendo ir a esa fiesta de caridad que había sido pospuesta por  los ataques de lobos en las ciudades mágicas. Se desearon una buena noche, y finalmente partió a través de red flu, aterrizando en la chimenea del antiguo estudio de su esposo. La recibió una de sus elfinas más jóvenes que, sabiendo la afición de su ama por caminar descalza sobre la suave alfombra de piel que adornaba la habitación, le pidió sus zapatos de tacón y le recitó con sumo cuidado los platillos que se dispondrían para la cena.

—Tráelos hasta acá, Dixy, no me apetece comer en el comedor.

—Sí, ama señora Malfoy.

La elfina desapareció con un suave “Poff”, se vio libre entonces de  merodear por la habitación sin que nadie la observara, las velas estaba apagadas sobre el gran candelabro de araña negro con intricados enredaderas de rosas de metal que dejaban caer sus pétalos de sus frondosos ramilletes, daban vueltas siendo mecidas por el aire con cadencia hasta desaparecer a medio camino, justo antes de tocar la cabeza de Narcissa. Había dejado todo tal y como Lucius dispuso el día de su partida, la silla de nogal con el escudo de los Malfoy tallado en la cabecera, decorado con incrustaciones de plata y diamantes detrás de un escritorio pulido. Sobre él,  tintero, plumas y dos cofres con trufas blancas que solía compartir con Draco cuando aún era un niño. Los estantes a cada lado repletos de libros, el perchero con la gabardina negra que había dejado y que Narcissa de vez en cuando mandaba a lavar y a perfumar con la fragancia de Lucius, para no olvidar que ese era su estudio, a pesar de que ya no estuviese con ella.

Se sentó en la silla con un suspiro, recordando cuando no se le estaba permitido sentarse allí, su mayor aspiración siempre fueron las dos sillas sin cabecera de tallado más sencillas que reposaban frente al escritorio. Con sumo placer deslizó los  dedos  de los pies en la alfombra blanca y felposa,  sintiéndose lo suficientemente cómoda, sacó la carta de su bolso y se dispuso a leerla bajo la ya tenue luz que entraba por la triada de ventanas, en forma de arco tras de ella.

Querida madre.

Espero que su semana haya sido agradable, si ha sido así, espero que los días que resten sean igual de placenteros. Te escribo con la intención de no sólo saludarte y desearte una buena tarde, sino también para recordarle que tus salidas deben estar limitadas un poco durante esta época, recuerde que una vez fue la esposa de un Mortífago, y que Greyback probablemente tenga interés en usted, no es algo de lo que ya no le haya escrito antes. Aquí, en Hogwarts, todo va sin altercados, han terminado la casa-refugio, y la señora Leani está segura que parte de su manada ha estado cerca de El Bosque Prohibido. Pansy y los demás me ha recibido sin ningún problema, Theodore te agradece su Enciclopedia en Mil Lenguas que le regalaste en navidad, le ha fascinado, dice que no puede parar de agradecerte, Pansy dice lo mismo sobre el tocado francés de perlas. Por su parte, las clases han empezado con tranquilidad, el director ha suspendido cualquier evaluación programada para esta semana con motivo de adaptación, Crabbe y Goyle están aliviados.

Al contrario de lo que parece, no te escribo para hablarte sobre mi semana, bastaría una simple llamada a través de Flu si fuese tan banal. La razón por la que te escribo no puede ser expresada más que a través de las letras, me temo que desistiría de  tener que expresarlo en voz alta mientras me miras a la cara. Llevo evadiendo mencionar dicho tema por días, lo sé. Ahora me doy cuenta que, al tener mis ideas más claras, puedo responder a la carta que me envió los primeros días de enero.

Amo a Harry. Sé que usted ya lo sospechaba, pero no es un simple gusto que ha arribado con esta locura de ser hombre lobo. Él había acaparado mi atención desde el primer instante en que lo vi parado, en aquel escabel de la tienda de Madame Malkin, ¿lo recuerda?, te hablé tanto sobre el chico flaco de hermosos ojos verdes por toda una semana, cuando aún no sabía ni siquiera que era el mismo Harry Potter en persona. Fui un obstinado todos estos años por creer que lo nuestro era una mera rivalidad, me atrajo desde el principio y admito que no me interpuse entre ese lobo y él sólo por un ataque de generosidad: deseaba protegerlo, tanto como deseo que él tuviese el mismo gesto por mi si las cosas fuesen distintas, y hasta ahora no me arrepiento de lo que he hecho. Espero y entienda que esto no será un romance caprichoso de adolescente, sino que deseé que tú, madre, fueses la primera en saber sobre nuestra relación. Y si mis sentimientos logran llegar a reflejarse lo suficientemente claro en esta carta, ser la primera en aprobarla.

No tengo nada más que decir. He decidido ser conciso, de igual manera espero su pronta respuesta.

Con cariño.

Tu hijo, Draco.”

Terminó de leer la última línea justo cuando el crepúsculo abandonó el cielo para dar paso a la noche. Narcissa no sabía cómo sentirse respecto a su hijo, se sentía feliz por él, claro, ¿cómo no hacerlo?, su hijo había encontrado algo que ella no: una relación estable, sana. Sin embargo, algo tan serio como el amor, no el simple hecho de gustar, sino el amor… un sentimiento que Narcissa gozó como madre, hermana e hija, pero apenas como esposa.

¿Cómo sentirse al respecto?

La luz bañó el estudió cuando Dixy entró encendiendo con su mera presencia las velas del candelabro, traía tres bandejas flotando mientras tatareaba feliz.

— ¡Ama señora Malfoy! —Exclamó la pequeña elfina causando que las bandejas temblaran y cayeran al piso. — ¿Está bien usted, ama señora? ¡Dixy la ve llorar!,  ¡está llorando!

Si no lo hubiese dicho en voz alta, puede que Narcissa no se hubiese dado cuenta de aquellas lágrimas gruesas que rodaban por sus mejillas, maquilladas con un rubor suave.

—Vaya… —Se enjugó las lagrimas con delicadeza. —Dixy, has dejado caer la cena.

— ¡No, no, no!, ¡Dixy mala, mala, mala!

Narcissa sonrió, intentando calmar a su elfina, limpió el desastre de comida con su varita, ni siquiera su elfina histérica podría amargarla esa noche.

Decidió que debía sentirse feliz ante la noticia.

-VolteDiLuna-

La noche del veintidós de febrero, Harry, Draco y Remus se reunieron bajo las protecciones de la casa-refugio unos minutos antes de la media noche, justo cuando la luna estuviese en su punto más alto, redonda y brillante.

Lowell y Nepeta los esperaban bajo de un árbol frondoso, que bordeaba el camino rumbo al riachuelo, en donde Harry vio por primera vez  a Nepeta. Llegaron caminando como humanos, la gran loba cobriza aulló al cielo para recibirlos y una pequeña pelusa de color rojo rodó por los matorrales,  saltando sobre el pecho de Harry, que apenas pudo atraparlo. El chico rió cuando el cachorro le lamió la cara, con su pequeña lengua húmeda.

—Quieto, Lowell. —La pelusa no hizo caso, en cambio se tiró al suelo y empezó a mordisquear el dobladillo de los pantalones del chico, lo instaba a que se transformara ya.

—Ya es hora, cachorro.

Remus se quitaba la camisa cuando le avisó, Draco ya iba por su pantalón, el resto de su ropa limpia doblada de manera prolija sobre una roca lisa con un poco de moho rodeando la base,  como siempre, demasiado ordenado como para dejar algo al azar. Harry asintió, listo para quitarse la ropa. Lowell dificultó un poco tal misión, empeñado en jugar con él, mordiéndole los zapatos, los tobillos o el pantalón, Nepeta tuvo que tomarlo con su hocico, la vieron echarse en espacio de hierba fresca donde dos árboles se curveaban para dejar pasar la luz de la luna. Lo acurrucó en su pelaje y lamió, con cuidado, los cabellos cobrizos que habían sido ensuciados por el lodo, Lowell resopló, pero se dejo hacer.

Harry rió ante la vista, Nepeta era una madre protectora, aún en su forma de lobo no dejaba al pequeño niño salirse con la suya, admiraba como imponía su carácter con tal suavidad y cariño. Cuando estuvieron desnudos, se relajaron para que la luna hiciera su trabajo, unos minutos después, tres lobos machos se unían a la postal familiar. Remus fue el primero en estirarse y trotar hasta el claro donde Nepeta intentaba dormir a Lowell, mientras no los veían, los lobos blanco y negro se agazaparon, restregándose con cariño el hocico antes de seguir al jefe de la manada.

Fue una noche tranquila, no corrieron ni aullaron, se mantuvieron retozando  junto al pequeño cachorro que apenas podía mantenerse en pie por el sueño. Encontraron un poco de tranquilidad entre el ajetreado mundo que los rodeaba, aunque fuera por una noche, cada mes.

-VolteDiLuna-

Pasada la semana de descanso, las clases cayeron como una avalancha sobre los años superiores. Los de Séptimo estaban sumergidos en un constante murmullo mientras leían o practicaban hechizos para la preparación de sus ÉXTASIS.  Mientras, Harry y Ron agradecían estar en el Sexto Año, Hermione se unió a los ajetreados estudiantes que adelantaban su tarea y atendían las incontables actividades para las clases. También Draco se unió a la comitiva de estudiantes afanados, Harry podía oler su estrés desde su asiento en el Gran Comedor, que, si le preguntaban, era su única oportunidad de verlo, ya que en las clases los profesores no tardaban en dictar apresurados el contenido y en enviar interminables torres de tarea para la próxima clase. Entre ellos incluso estaba Remus, su suave voz sentenciaba rapidez, la clase se sorprendió un día de ver que habían tocado un tema completo en un sola clase antes de salir disparados a Pociones.

El revuelo se debía a los dos meses perdidos, y para recuperarlos en la programación de Hogwarts estaban haciendo malabares, muchos no creían sobrevivir hasta las vacaciones. El colegio olía a estrés, agresividad y a una constante expectación. Nadie se extrañó que los chismes fuera un escape para los más susceptibles a ser consumidos por  la presión.  En El Profeta hablaban sobre El Ministerio y las medidas ilegales que tomaban para aplacar a los lobos, el tema era comidilla entre los alumnos, las sospechas sobre licántropos en sus comunidades, muchos murmuraban sobre Remus y el cómo aún podía seguir allí siendo tan peligroso. Ginny una vez había golpeado a una chica llamada Amanda, de Hufflepuff, por hablar sobre lo poco aceptable que era tener un infectado en Hogwarts. Ron no la regañó por eso, y no hubo vociferador para ella al siguiente día, eso comprobaba que Molly estaba de acuerdo con sus acciones.

Al fin, una tarde de un miércoles, Draco y Harry se vieron libres de poder ir a la casa-refugio para visitar a Nepeta. Hermione y Ron los acompañaron, sólo algunos miembros que sabían de La Orden podían acompañarlos, Luna y Neville estaban sumergidos aún en tareas y se les había pedido a los amigos de Draco mantenerse al margen. Ginny, por su parte, no se había librado de una detención por golpear a la chica Hufflepuff, nadie más sabía sobre la casa-refugio y era mejor así.

Soplaba el viento fuerte, Hermione casi pierde su bufanda roja al bajar la colina cerca de la cabaña de Hagrid, el semi-gigante los saludó desde la lejanía antes de que se adentraran en el bosque, las protecciones brillaron, probando si estaban autorizados para entrar. Un estallido de colores bajo sus pies les avisó que podían hacerlo.

A pesar de que entraron sin problemas, con las mejillas rojas por el trote y con los dedos de las manos desnudas listos para calentarse con un té preparado por Nepeta, se dieron cuenta que la casa estaba vacía. Nepeta no estaba, sólo Lowell, quién los recibió con un carrito volador y varias pelotitas que saltaban por si solas como entretenimiento, habían sido regalos de Moody y Tonks.

 El lugar era cálido, con luz tenue que entraba por las ventanas cerradas.

 Draco olfateó el aire.

—No ha estado aquí desde hace media hora, si no calculo mal.

—Oye, eso da miedo. —Ron masculló, incomodo. Hermione y él estaban inclinados frente a Lowell, el pequeño se lucía, satisfecho por la atención.

—Deja de ser chillón, Ron. —Hermione ya no tenía el yeso y podía mover el brazo con libertad, aprovechó para ofrecer sus brazos y alzar al niño, Lowell no se negó. —Qué extraño. —Dio unas vueltas sobre sus propios pies para hacer reír al pequeño, ignorando de forma deliberada a Ron y su queja sobre lo extraño que era el que Draco y Harry olieran  si una persona estuvo o no allí—, no tiene más de tres años. pero debería hablar ya.

—Sólo balbucea, nunca ha hablado frente a nosotros —negó Draco—, la verdad, nunca le prestamos mucha atención a ese detalle.

— ¿Tal vez los bebés licántropos hablan más tarde? —Ron ofreció una hipótesis con voz dudosa mientras examinaba la sala con chimenea: era amplia, daba a un comedor y tenia escaleras que guiaban a diversos pasillos con puertas una detrás de la otra, eran habitaciones.

—No, los bebés de hombre lobo se desarrollan con más rapidez que los humanos no infectados.

Hermione informó con total seguridad, a pesar del peso de tal declaración, siguió bailando  para entretener  al cachorro en sus brazos.

—Nepeta no lo dejaría solo aquí sin avisar. Debió ocurrir algo— Harry se inclinó por la ventana que daba bosque adentro con un deje de preocupación en su voz—, no sale a patrullar por tanto tiempo. ¿Seguro que el olor tiene más de media hora?

—Sí. —la voz de Draco no dejaba espacio a la duda.

Harry frunció el ceño, concentrado, Draco admiró los bonitos ojos verdes libre de los lentes en silencio. Hermione lo pilló, una sonrisa cómplice hizo que el chico Slytherin se sonrojara. De un momento a otro, Harry dejó su estado pensativo y se dirigió de nuevo a la puerta, tomó el abrigó que había dejado en el perchero.

—La iré a buscar. —Dijo, ajustándose la bufanda al cuello.

— ¿En forma de humano? —Ron inquirió, jugaba con una de las pelotas de Lowell.

—Claro que no…

— ¿Entonces porque te ajustas la bufanda? —Hermione lo desarmó con una sola pregunta, a pesar de que estaba distraída con el niño, había seguido cada paso de su amigo.

—No creo que sea necesario—Draco tomó la palabra, miraba por la misma ventana que minutos antes Harry ocupara—, ya está de vuelta. 

Nepeta abrió la puerta, azorada, estaba acomodándose la ropa después de haberse transformado de vuelta a su cuerpo humano, algo que Remus nunca había aprendido era transformarse con ropa y volver con ella puesta, por consiguiente para Draco y Harry era un misterio fascinante. Nepeta jadeó, sorprendida de tenerlos a todos allí.

— ¡Los olí, esta vez fue nítido, identifico esos olores a la perfección! —Les dijo, sin dejarle momento para preguntar. — ¡A mi manada! Un par de alfas, están tan cerca, dejé un rastro hasta acá, están a media hora, no más.

La felicidad en el rostro de Nepeta hizo sonreír a los chicos.

—Eso es… bueno, supongo. —Ron murmuró.

—Lo es. —Hermione le codeó, dejando al niño en el piso para que saludara a su madre. Draco y Harry le felicitaron esbozando  grandes sonrisas honestas, Hermione pudo ver aquel destello en los ojos de ambos cuando se miraron,  había amor en esos ojos, uno joven y algo tambaleante. Pero era amor.

Ella no podía juzgar si querían estar juntos.

-VolteDiLuna-

Severus lo notó, llevaba días pasando, los cuchicheos que escuchaba cada vez que merodeaba por un pasillo o cuando los fantasmas estaban cerca, no eran coincidencia. Se intensificaban cuando caminaba junto a Remus, a veces no se dirigirán siquiera la mirada, pero los cuchicheos seguían.

También notó aquella última semana la curiosa figura que adornaba todos los cuadros a los que veía, en los pasillos sentada  en cada cuadro que adornaban las paredes, en el cuadro de un arroyo que estaba puesto al lado de su salón, silenciosa, siempre escuchando: Morgana Le Fay.

Descubrieron la razón ese mismo viernes, mientras caminaba por su silencioso pasillo junto con Remus, los fantasmas no se habían dado cuenta del sonido de sus pasos. Y allí los vieron, un caballero de armadura sin cabeza y una monja, cuchicheando con un par de alumnos.

—Sí, así es. Yo los vi, se besaban. —Se carcajeó con voz cínica el caballero, los chicos le atendían dispuestos a escuchar con total obediencia, ansiosos por conseguir información. Remus arrugó la nariz, desaprobando tal conducta entre los alumnos, los chimes siempre le habían parecido desagradables. Por su parte Severus los ignoró, sin encontrar una verdadera excusa con la cual quitar puntos de casa o castigar a algún alumno, ambos se habrían marchado sin mirar atrás si un chico de cuarto no hubiese abierto la boca.

— ¿Entonces, de verdad ella los vio haciéndolo?, ¿ya saben, al profesor Lupin y al profesor Snape?

Un chico de Sexto Año exclamó asqueado.

— ¡Ught!, ¿se lo imaginan?, el murciélago hurgando el trasero rosado de ese lobo.

—Dan, eso es asqueroso.

Un niño de Tercero esbozó un rostro nauseabundo.

La monja se rió, Remus sintió que le pitaban los oídos. Severus, impasible, empezó a colorarse de un rojo intenso. Los cuadros que no estaban al tanto de su presencia, se rieron mientras lanzaban comentarios obscenos sobre el trasero de Remus.

—Sólo un hombre lobo podría siquiera besar a ese hombre grasiento y rígido. —Bromeó la única chica del grupo, con su brazo enganchado al de un chico alto, de Séptimo.

—Vamos, el profesor Lupin no esta tan mal, es guapo. Algo de él puede salvarse, incluso con los colmillos y el mal humor en luna llena. —Bromeó el de Sexto, los cuadros tambaleaban en las paredes por la risa. El retrato de un mango irlandés murmuró un “Oh, oh” cuando Snape dio un paso, cambiando su camino al pasillo de los chiquillos que aún reían con los fantasmas.

—Gracioso. —Masculló una voz, baja, arrastrando las palabras de una manera tan característica que levantó los cabellos de la nuca de todos los adolescentes al escucharla. Los fantasmas se volvieron más pálidos de lo usual, se desvanecieron en el aire antes de ser hechizados. Los alumnos, cinco en total, desearon poder imitarlos ante la visión de amplias túnicas negras y el rostro ceñido del profesor de Pociones—, supongo que su entretenida charla habrá valido la pena, lo suficiente como para considerar que han liberado el estrés necesario para seguir con sus tareas y, —los ojos negros se estrecharon, el chico de Tercero parecía ya no fingir las nauseas— añadir un par más a la lista. Todos en detención, los domingos por la tarde, a partir desde las 4pm hasta que termine el año.

—Pero… —La chica, enojada pero aún lo suficiente consciente de su instinto de conservación, replicó—, no es justo, sólo decíamos la verdad.

—La verdad… — Remus masticó, con su usual aspecto calmado volviéndose más tétrico por el hecho de verlo enojado, sus ojos cálidos brillaban con frialdad. Los adolescentes se sorprendieron de que el siempre calmado profesor Lupin diera dos pasos al frente para regañarlos—, la verdad es que ésta institución desaprueba su falta de entereza y tacto. Cincuenta puntos menos a su Casa, para cada uno.

Remus agitó su varita, no hubo duda de que los puntos correspondientes se restaron.

— ¡Pero…!

—Y detención los sábados por la tarde hasta el término del año escolar. Ahora, a sus Salas Comunes si no quieren otros cincuenta puntos menos.

Los chicos quisieron replicar, pero Remus los enfiló con su varita por el pasillo hasta que desaparecieran por las escaleras. Los refunfuños entre dientes se oyeron hasta un minuto después, bajitos e irritados, queriendo no ser escuchados.

—Había chicos de Gryffindor y Slytherin ahí, Lupin. —El comentario de Severus hizo levantar una ceja  al hombre lobo, aún tenía esa aura enfadada en su rostro guapo.

—Me importa muy poco nuestras Casas, Severus Y menos cuando hablan de esa forma de… mi trasero.

Algo parecido a una sonrisa haló de la comisura del labio de Severus, había un tono empañado de vergüenza en la voz de Remus.

—No te gusta que hablen de tu “trasero rosado.” Ya veo, señor Lupin.

Remus se sonrojó, frunciendo el ceño mientras retomaba el camino que antes habían intentado tomar. Severus esbozó una tenue sonrisa, siguiéndolo desde cerca con una mano picando por dejar  rojo lo que sus alumnos habían estimado ser de color rosado.

—De eso tratan los rumores de los pasillos: de nosotros. Los malditos fantasmas han estado contando por todos lados sobre el día en que casi follamos en un pasillo. —Remus gruñó, intentando desviar la atención de su trasero.

—Los fantasmas no nos vieron. —Cortó Snape, seguro de ello.

—Pues si hablan sobre eso, deben estar muy enterados. —El hombre lobo apretó las manos en puños, con las garras surgiendo de sus uñas lisas. Gruñó de nuevo, esperando poder liberar un poco de tensión cuando llegaran a sus alcobas.

Los cuchicheos de los pasillos tomaron más sentido para Remus entonces. Era sobre ellos, sobre cómo eran pareja y tenían sexo. ¡Merlín!, un montón de niños en diferentes etapas de pubertad estaban chismeando sobre su vida sexual con su pareja, y todo era culpa de eso bocones fantasmas. No les bastaba con estar muertos, sino que también debían tener un amor desmedido por los chismorreos.

-VolteDiLuna-

El siguiente día era fin de semana y había salida a Hogsmeade, por lo que Hogwarts quedó solitario toda la tarde, y no tuvieron interrupciones hasta que alguien tocó la puerta de sus habitaciones. Remus estaba durmiendo satisfecho, luego de una ducha después de un mediodía de intimidad compartida cuando los toqueteos en la puerta lo despertaron. Severus estaba en Diagon buscando ingredientes con un importador extranjero que pasaba por la ciudad, así que no rezongó como lo hacía siempre que alguien interrumpía la calma de sus habitaciones.

— ¡Remus, Remus! —Era Harry, tenía las mejillas arreboladas y el aliento pesado por correr hasta las mazmorras, su rostro reflejaba una conmoción deslumbrante. — ¡Debes venir conmigo, no preguntes, sólo ven!

Ansiedad, felicidad, expectación.

La avalancha incontrolada de sentimientos a través de los collares hizo trastrabillar a Remus por las escaleras, todas se amontonaron en su pecho tal como si fueran propias, vibrando sobre el colgante. Harry lo haló de la muñeca y lo condujo con pasos apresurados por las escaleras, después de haberse asegurado de que no le provocara un esguince cuando lo hizo tropezar.

—No lo creerás, no lo creerás.

El cabello  negro de Harry olía a pasto y hormonas, un ligero olor se impregnaba sobre su piel, creía conocerlo pero identificarlo por completo se le hizo imposible mientras corrían hasta las afueras del castillo. El aire frío lo recibió una vez  dejaron los pasillos exteriores para llegar a las ruinas de unas escaleras, y dirigirse en a un camino que ya conocían: la casa-refugio.

Remus tembló de expectación, el aire brumoso recordándole que había salido afuera sólo con pantalones ligeros, zapatos de interior y camisa, sólo un chal  cubriéndole los hombros le separaba de la helada frisa. Harry ignoró su estremecimiento y siguió halándolo hacía la casa, una vez pasaron las protecciones, Remus pudo identificar los olores que estaban impregnados en Harry.

Otros lobos.

Apretó sus dedos alrededor de la delgada muñeca de Harry, intercambiando los papeles, y a partir de allí, fue Remus el que haló a Harry a la cabaña.

Draco los recibió en la sala, le aplicó un hechizo calentador sin preguntar, y señaló a la sala de enfermería desde donde la voz de Madame Pomfrey se escuchaba. Había una chica de cabello rubio cenizo de ensortijados mechones alborotados, alta y de complexión atlética que los interceptó antes de entrar a la sala. Les regaló una sonrisa de colmillos afilados, confiada e imponente.

Era una hembra dominante, de rizos definidos y extremidades magulladas por golpes, llevaba pantalones rústicos debajo de un vestido de chandal, estaba herida pero no parecía importarle cuando los saludó.

— ¡Oh!, otro sumiso, un placer. —La chica ronroneó, no parecía tener más de 18. Sus ojos marrones pícaros se entrecerraron, demostrando interés.

— ¡Georgina! —Nepeta salió de la sala, ondeando un rollo de gazas desinfectadas en su mano derecha. Su ceño estaba fruncido, su olor gritaba enojo — ¡Ven acá!,  ¡la herida de tu pie sigue abierta!

Hasta ese momento, no se percataron de la herida sanguinolenta, profunda y descarnada que la muchacha tenía en uno de sus pies descalzos. Tres nuevos rostros se asomaron por la puerta, eran sumisos, con rasguños en el rostro y largas  heridas de garras en las extremidades, pero sin ninguna herida como la que portaba la dominante.

—No exageres, se curará sola.

—Está infectada, debe tratarse. —La voz de Poppy terció dentro de la habitación, parecía estar ocupada con un quinto paciente, pues un “Auch” sonó entremezclado con un gruñido molesto detrás de la puerta entreabierta, por la cual se asomaban los betas.

—Remus. — Nepeta sonrió, el éxtasis en sus ojos desnudos no disimuló la molestia por la terquedad de la muchacha—, lo hemos encontrado cerca de El Bosque Oscuro, son cinco, ¡más una cría!

—Vaya… — El profesor tartamudeó. De los tres betas, dos eran mujeres mayores de treinta, el jovencito  de cabello castaño que restaba tenía alrededor de catorce y estrechaba a un bebé  dormido en sus brazos, por la similitud parecían hermanos—, estaban tan cerca todo este tiempo.

—Y hemos visto a más. —Se atrevió a decir la  más vieja de las sumisas. Estrechó los hombros del muchacho, dejando en claro que era su madre. Tenía una expresión regia en su rostro, sus manos parecían rasposas y fuertes sobre los menudos hombros del niño—, seis en total. Todos dominantes, debimos separarnos para no llamar mucho la atención, no sabemos en donde estén, pero al menos deben de estar vivos.

—Y vendrán, he dejado un rastro hasta aquí otra vez. —Nepeta atrapó a la chica rubia para sentarla, Poppy salió en ese momento de la sala, dispuesta a desinfectar la herida. La chica vociferó un par de maldiciones hasta que Pomfrey le lanzó una de sus miradas de hielo.

—No debes renovar ese rastro. —El hombre al que Poppy curó era ya mayor, tenía canas en su cabello negro y arrugas alrededor de sus ojos penetrantes color ámbar. Una gran herida en su torso había sido vendada con afán, apenas pudo caminar hasta  echarse sobre una silla que le ofreció la sumisa,  parecía ser su esposa por el olor que impregnaba su piel—, los hombres de Greyback también están merodeando cerca, si encuentran ese rastro también encontrarán este refugio.

Tenía una mirada tan aguda que Remus sintió la necesidad de encogerse bajo ella, el hombre en realidad no era tan alto como para inspirar recelo, pero tenía hombros anchos y una complexión fuerte con músculos que se movían tensos bajo su piel.

—Esta casa está protegida por las barreras de Hogwarts, cualquiera que quiera entrar sin buenas intenciones, se encontrará con un terreno baldío. — Draco defendió la seguridad del lugar, un alarido proveniente de Georgina los hizo girar, Poppy sacaba una gaza llena de sangre del pie mientras la muchacha se quejaba de dolor.

Decidieron ignorar tal escena.

—Por lo que me contaron, eso no impidió que te mordieran, niño. —El hombre replicó, parecía dolerle la herida pues se removió en la silla. Harry quiso reír cuando Draco  puso mala cara ante la palabra “niño”.

— ¿Qué propone, entonces? —Remus se cruzó de brazos ignorando todo sentimiento de mostrarse sumiso. Era el Alfa de su manada, uno con pareja que debía mantenerse regio y no se amedrentaría con facilidad.

—Serán más seguras para este refugio las exploraciones de rescate. —El hombre se jactó. Nepeta inspeccionaba la herida de Georgina junto a Poppy cuando Lowell corrió desde la sala hasta los pies de Draco, gritando algo inteligible.

—Oye, chico—Draco saludó, casi cortés. Alborotó los cabellos cobrizos y le regaló una sonrisa pequeña, tan tensa que pareció costarle. Draco no era bueno con los niños, siempre había creído que era porque había sido hijo único y nunca desarrolló la empatía necesaria como para llevarse bien con niños pequeños. Convivir con Lowell era una práctica diaria, pero por alguna razón a éste no le molestaban los gestos poco efusivos del adolescente, Nepeta comentó un día que probablemente era porque le recordaba a su padre.

—Lowell, —exclamó una de las mujeres, la más joven de cuerpo regordete y cabello oscuro. Se acercó hasta el niño y le ofreció sus brazos, él la miró y pareció reconocerla pues chilló entusiasmado y permitió que lo alzara en sus brazos—, ¿no estás muy hablador hoy, eh?, saluda a tía Alya.

Lowell negó.

—No ha hablado desde el ataque. —La voz  baja de Nepeta fluyó como la sangre de una herida, lenta y  pesada, parecía  que dicha herida se agrandaba a causa de sus propias palabras—, no lo he oído decir una palabra.

—Oh… —Suspiraron los recién llegados.

Entre la pequeña manada de Remus, intercambiaron miradas afligidas, allí estaba la respuesta a la pregunta de Hermione.

—Volverá a hacerlo. —Dijo la dominante. Poppy le había dejado ir con el pie vendado, una vez la muchacha se sentó junto al otro dominante, la Medimaga llamó al niño para curarlo, el bebé y las sumisas ya parecían haber sido atendidas—, no aguantará mucho sin hablar, ¿recuerdas cuando no podías callarlo?

Todos se rieron.

Harry, Remus y Draco concluyeron que había una broma íntima allí.

—Un refugio… —siguió ella, se reclinó en la silla admirando mejor la habitación, silbó para demostrar su aprobación—, nuestra Nepeta tiene influencias, no por nada es parte de la familia Alfa.

—En realidad deben agradecerles a mis amigos. Ellos fueron quienes me apoyaron desde que llegué, y claro, al profesor Dumbledore. Sin él, puede que esto no sería posible.

—Sólo hicimos lo que pudimos. —Remus acotó.

La risa de Nepeta inundó la habitación, Lowell aprovechó el buen humor de su madre para saltar hasta ella y halar su vestido.

—Han hecho mucho y se los agradezco, no sé siquiera cómo hacerlo.

El cándido agradecimiento y la mirada rebosante de fidelidad en el rostro de Nepeta fueron lo suficiente para ellos.

—Pero dejen el melodramátismo, parece que están en medio de una guerra. —La muchacha dominante volvió a quejarse, Harry quiso decirle que lo estaban, pero para su sorpresa, ella se dirigió a él—, hablemos de otra cosa. Por ejemplo tú, belleza, ¿cuál es tu nombre?

Exudaba confianza y coquetería.

—Harry. —Respondió Draco, estrechando la figura del sumiso a su costado al sostenerlo por los hombros—, se llama Harry,  y yo soy Draco, Draco Malfoy.

“Y es mi pareja”, quería decir.

—Gusto en conocerlos, —les sonrió la mujer mayor. Rondaba los cuarenta, pero se veía bien conservada. El bebé en sus brazos se giró y bostezo, era una niña. —Mi nombre es Nadine, mi esposo es Nael, muchas gracias por acogernos.

Alya se llamaba la mujer de treinta, no tenía lazos sanguíneos con ninguno, decía pertenecer a una familia Omega. Las sospechas de que los dos niños eran hijos de Nael y Nadine se confirmaron, se  llamaban: Soto, el adolescente y Mirtha, la pequeña.

Charlaron un poco más antes de enviarle un Patronus a Dumbledore, el cual estuvo muy feliz por los nuevos inquilinos. Remus no pudo evitar notar lo cerca que se mantenía Draco cada vez que Georgina se acercaba para coquetear con Harry. Se preguntó, con cierta decepción, si de verdad sería bueno parar un romance entre esos dos.

En honor de los nuevos ocupantes, Dumbledore ofreció pasar la cena en la casa-refugio, se entretuvieron con comida preparada exclusivamente para lobos, así que la carne estaba jugosa y abundó la fruta. Se divirtieron compartiendo anécdotas, y entre ellas, Harry al fin descubrió, casi por casualidad, la identidad del autor del libro que Hermione le prestara hace días: era un hombre inglés de unos ochenta años ya. La manada a la que había documentado era una comunidad Inuit de Groenlandia, populares por sus curanderos y magia sin varita.

Entre risas, le comentaron que varias cosas de las que estaban en el libro eran sólo aplicables para dicha manada, los Anori*(2), entre ellos estaba la organización de su manada. O al menos, los nombres que le daban.

—Son una manada muy organizada, enorme. —Admitió Nadine, cuando ya habían terminado de cenar y se disponían a marcharse al Castillo. —Una vez nos visitó un viajero de  Anori, y lo ofendimos por ofrecerle alcohol en plena época de celo.

Harry se sintió timado.

Después de aquella decepción, se entretuvieron un poco más hablando sobre la vida en la aldea. Finalmente se marcharon ya cuando la noche cayó, con su luna menguante en el firmamento, todos contentos de poder haber interactuado con criaturas iguales a ellos; preocupados por la actual situación, temerosos de que todo empeorara.

—Me alegra que ya no esté sola, pensé que nunca llegaría nadie para alentar sus esperanzas. —Harry se frotó los brazos para contrarrestar el frio de la noche. Se paró a un metro antes de las protecciones para observar el ancho edificio, velado por los arboles y la magía de Hogwarts.

Draco lo miró por un minuto, el perfil pálido bañado por la luna y los cabellos negros movidos por el viento rozando sus mejillas coloradas. Para él, Harry era una criatura exquisita. Se permitió acogerlo entre sus brazos para darle calor cuando Remus y Dumbledore traspasaron la barrera y ya no pudieron verlos, Harry se acurrucó en el abrazo.

—Es un gran avance, pero no me agrada esa chica, Georgina. —Masticó.

—Celoso. —Rió Harry.

— ¿No debería estarlo? —Gruñó el dominante, su incrédula expresión hizo ensanchar la sonrisa de Harry.

Él depositó un cálido beso en los labios de Draco, antes de empujarlo fuera de las protecciones.

La respuesta estaba en su mirada enamorada.

Notas finales:

Lo sé, lo sé me he tardado de nuevo, pero tuvimos problemas técnicos, en mi defensa este capítulo estaba listo desde abril.  Y espero que les guste porque son 20 páginas bien corregidas por mi trabajadora beta, Sthefy :) 

Según mi humilde opinión espero que empiecen a ajustarse los pantalones, porque lo que viene es una montaña rusa. De nuevo, gracias por leer!

Aclaraciones:

Chelato (1*): Postre italiano parecido al helado, sólo que con más aire, lo que le da una textura más cremosa. Puede utilizarse de acompañante o incluso como aderezo.

Anori(2*): Nombre de origen inuit que significa “viento”.


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