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Amor y odio por saotaky

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Notas del capitulo:

Pido disculpas por la tardanza jajaja. Muchas gracias por los reviews, valoro todos los comentarios porque me encanta saber que piensan de la hisotoria :) Ojala les guste el capitulo!!

Ah, y solo para aclarar, no habrá incesto en este fic. Lo de Sesshy e Inu es solo mi deseo reprimido de que al final de la serie se llevaran bien y construyeran una linda relacion de hermanos. Pero como no se me dio, lo hago real aquí jajaja. 

Luego de una ardua caminata acompañada de una animada charla Inuyasha y Koga llegaron a la aldea. El lobo tenía pensado acompañar a su querido hanyou hasta dejar los leños, pero al parecer este no tenía intenciones de que Koga se fuera. Aunque la verdad no quería demostrárselo, pero para su suerte, alguien habló por él expresando el mismo deseo.

Rin: ¡Señor Koga! ¡Qué gusto verlo! –haciendo una reverencia.

Koga: Pequeña Rin, el gusto es mío. Feliz cumpleaños, por cierto.

Rin: ¡Muchas gracias! Se quedará a festejar con nosotros, ¿no? –con una gran sonrisa.

Koga: ¿Yo? Bueno, la verdad… ­

No era que no le apeteciera quedarse, sino que lo tomó por sorpresa el tan cálido y gentil trato por parte de la niña a la que alguna vez mató. Ella insistía en que se quedara, y a su pedido se unieron Miroku, Sango, Shippo y otros aldeanos invitándolo gustosos a festejar. Lo pensó solo unos segundos más, y tras ver que el protector de la agasajada no se oponía se sintió más tranquilo con respecto a quedarse; pero lo que terminó por convencerlo fue la mirada de Inuyasha, que se mantenía callado sin emitir sonido, pero dejando que sus ojos hablaran por él pidiendo: Quédate.

Aceptó gustoso a quedarse, y no se arrepintió. Pasó un ameno rato como hacía mucho no pasaba. Se divirtió mucho con los aldeanos contando historias alrededor de la fogata, con anécdotas de Inuyasha y sus amigos sobre sus viajes, con los cantos, bailes y demás  divertidos acontecimientos que se dieron durante la celebración, sin mencionar la exquisita comida preparada en la fogata por la siempre tan inmejorable anciana Kaede.

Habiendo ya finalizado el festejo, pasada la media noche, todos despidieron a la niña cuyo cumpleaños alegró a toda la aldea, y se retiraron a descansar luego de ese agotador pero encantador día.

Koga hizo igual, y tras agradecer que lo incluyeran y mencionar lo bien que la pasó, se despidió de todos y se encaminó hacia el bosque. Sin embargo, al estar ya adentrándose en éste la voz que complacía a sus oídos lo hizo detener.

Inuyasha: Koga, espera –dijo alcanzándolo.

Koga: ¿Que sucede cachorro? –se volteó a verlo dedicándole una dulce sonrisa.

Inuyasha: No me digas así –reprochó con sus mejillas cobrando un tono carmesí-. Es que…No tuve la oportunidad de agradecerte por tu ayuda, así que gracias.

¿Era solo eso? Inuyasha no era de dar las gracias, y menos por algo tan insignificante como una pequeña ayuda con unos troncos. ¿Por qué lo hacía entonces? Quizás, solo por el hecho de tener algo que decirle, de poder retenerlo allí tan solo unos segundos más, de no querer que se fuera.  

Koga: ¿Es eso o que no quieres que me vaya? –dijo con una media sonrisa.

Inuyasha: ¡¿Qué?! –ya completamente rojo-.  ¡Olvídalo. Malinterpretas todo! Por mi vete, y si no vuelves mejor.

Inuyasha no sabía que le pasaba. Era verdad, él reconocía en su interior que no quería que se fuera, pero le frustraba no ser capaz de decírselo, y casi sin quererlo enojarse de esa manera. Era como si involuntariamente actuara contrariamente a lo que sentía.

Koga: Espera –dijo tomándolo del brazo antes de que se marchara de nuevo a la aldea-. No tienes porque ponerte así, no he dicho nada malo.

El hanyou miró directamente en los ojos del lobo y en ellos descubrió miles de cosas. Encontró tristeza, seguramente causada por el rechazo. Encontró a la vez seguridad, el lobo siempre fue seguro de sí y de lo que sentía aún más. Encontró a la vez algo de miedo, un miedo no proveniente del terror o el pánico, sino un miedo del alma. Y también encontró amor. Sentía todo el amor que los ojos de Koga le transmitían. Claramente lo del lobo no era un capricho ni una atracción pasajera, y ahora lo entendía. Pero lejos de tranquilizarlo, eso lo inquietaba aún más. No sabía qué hacer ante la situación.

Inuyasha: Lo…lo siento –suspiró-. Koga, olvídate de mí.

Koga: ¿Que dices?

Inuyasha: Hazlo, es por tu bien –dicho eso se zafó del agarre del lobo para irse, pero este volvió a tomarlo impidiéndole que se vaya-. ¡Suéltame!

Koga: ¡No! ¿A qué te refieres con que me olvide de ti? No quiero hacerlo, no…no puedo hacerlo. Inuyasha se que es difícil de entenderlo pero aunque no lo creas este poco tiempo ha sido más que suficiente para que te metieras en lo más profundo de mi corazón. Estoy enamorado de ti, y no me importa cuánto me rechaces no voy a dejar de intentarlo.

Sintió una presión en su pecho, algo que se despertó en su interior. Nunca nadie había sido tan sincero con él, tan abierto, tan jugado y dispuesto a todo. Él siempre había sido el que lo daba todo por la otra persona, el que arriesgaba hasta la vida, el que cuidaba, protegía, y amaba. Nunca fue el cuidado, protegido ni amado, o por lo menos amado como le hubiese gustado. Pero ahora tenía frente a él a alguien que quería darle eso. Y él no era capaz de retribuírselo. Ese amor no lo merecía porque no era capaz de querer a nadie, ya que se había resignado a eso.

Inuyasha: Koga … –con un hilo de voz.

Koga: No te pido que pases el resto de tu vida conmigo, que me ames ni nada igual. Solo te pido que me des una oportunidad para enamorarte, solo eso –dijo tomando su delicado rostro entre sus manos.

Inuyasha: Tú no entiendes. Si te digo que dejes esto no es por mí, es por ti –dijo alejándose de él-. Perderás el tiempo conmigo, yo no nací para estas cosas… No se querer a nadie, solo hago daño a quienes están a mi lado. Mira a Kagome, la ilusioné durante mucho tiempo solo para terminar dándome cuenta que estaba confundido. Y ni hablar de Kikyo, a quien deje morir dos veces. No quiero…No quiero volver a pasar por eso. No quiero lastimar más gente ni lastimarme a mí, porque si llegase a quererte se que de alguna manera las cosas saldrían mal y terminaría sufriendo por ti. Ya me cansé de cargar con sufrimientos –no pudo evitar que sus ojos se cristalizaran al decir esto, y al no querer que Koga lo notara bajó la mirada.

Koga: Inuyasha…

Si no lo estuviera viendo en ese momento, Koga nunca hubiera creído que una persona como Inuyasha se quebraría de esa manera. Eso le hizo notar que su alma estaba mucho más malherida de lo que imaginaba. Y no era para menos… Koga estaba al tanto de la historia de amores de Inuyasha. En definitiva se podría decir que solo tuvo un amor en su vida, del cual fue separado cruelmente poniendo fin a la vida de ella y durmiéndolo a él por 50 años. Y cuando una nueva oportunidad llegó a él, no consiguió vencer los fantasmas de su pasado. Koga sabía, sin necesidad de que Inuyasha se lo dijera, que le hubiese encantado poder enamorarse de Kagome, pero no pudo y perdió esa oportunidad que le regaló la vida de volver a amar. Y ahora estaba dejando ir otra oportunidad. Koga no podía decir que él era perfecto para Inuyasha, pero si podía asegurar que haría hasta lo imposible por hacerlo feliz. Sin embargo el hanyou era incapaz de superar aún ese primer amor traumáticamente roto, que le dejó una herida incurable, impidiéndole volver a amar, por miedo a volver a sufrir.

No tenía palabras. Por primera vez en su vida Koga no sabía que decir. Inuyasha era todo un enigma para él, y se sentía perdido ante esa confesión.

Sin decir nada más, el hanyou se dio la vuelta y se marchó. En un primer instante Koga atinó a frenarlo, pero enseguida se retrocedió considerando que ya había sido suficiente para su cachorro por hoy; ya le había hecho terminar mal el día que tan bien habían pasado y se sentía demasiado culpable como para seguir provocándole que confiese heridas contra su voluntad.

Tras ver su silueta que se alejaba haciéndose cada vez más pequeña, el lobo optó por lo mismo y se introdujo dentro del bosque dirigiéndose a la cueva que habitaba. Una pequeña caverna tras una cascada, que le servía de escondite perfecto ya que el olor a humedad emanado del ambiente camuflaba su esencia, haciendo que sea casi imposible que Ayame lo encontrara.

Se acostó sobre una cama de suaves hierbas hecha por él mismo, pensando como siempre durante ese último tiempo, en Inuyasha y nada más que en Inuyasha. Repasando en su cabeza una y otra vez cada palabra o gesto de su cachorro. Tenía que tomar una decisión: hacerle caso a Inuyasha y desistir de él; o seguir a su corazón e intentarlo hasta el final. Sus pensamientos lo mantuvieron ocupado durante largo rato, debatiendo consigo mismo sobre qué debería hacer, hasta que en algún punto de la noche logró conciliar el sueño finalmente.

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Un nuevo sol se asomaba por el horizonte, dando de lleno en los ojos de un bello muchacho de cabellos plateados y orejitas de perro que dormía tranquilamente en la rama de un árbol. “Otro día sin sentido”, era todo lo que podía pensar.

Ya hacía más de una semana desde el último encuentro con Koga, y desde ese entonces algo había cambiado en Inuyasha. Algo se había roto. O mejor dicho, se dio cuenta de que algo estaba roto hacía mucho tiempo.

Haber hecho esa confesión fue tan fuerte para Inuyasha al decirla, como para Koga oírla. A él mismo le sorprendieron sus propias palabras, que prácticamente salieron solas. En ese entonces habló de lo que le pasaba con total confianza en ello, mientras que en  realidad recién se estaba enterando de cuan dañado estaba su corazón realmente. En parte podía justificarse a sí mismo, porque durante toda su vida tuvo que aprender a guardarse todos sus dolores y miserias para no mostrar debilidad, ya que no contaba con nadie más que consigo mismo. Y luego de una vida de hacer oídos sordos a los llantos del corazón, es normal que en algún momento ya no tuviese que esforzarse por ignorarlo y dejaría de escucharlo por completo, como si este ya no sufriera; cuando en realidad sufría y peor que antes, ya que no era escuchado. Inuyasha se guardó cada lágrima en su interior, cada grito y cada dolor, creyendo que así los desecharía de su mente pero lo único que hacía era acumular una gran pila de dolores en su alma, que tan exhausta de cargar con ese sufrimiento un día explotó y liberó parte de aquello que durante tanto tiempo no fue expresado. Una vez Kagome le había dicho que cada palabra callada, era como un pequeño trozo de basura que se arrojaba al río. No era algo muy grave, pero si el tiempo pasaba y cada vez se tiraban más y más trocitos de basura al agua, el río terminaría por contaminarse. Y así era cada sonido acallado, cada dolor que no era expulsado fuera del cuerpo… se acumulaba en el alma hasta que esta terminaría enfermándose de la tristeza por tanto sufrimiento soportado.

Tras haberse dado cuenta lo dañado que estaba su interior, consideró que su vida ya no tenía sentido. No tenía un propósito para vivir, no tenía nada. Sí, estaban sus amigos, pero ellos tenían sus vidas con propósitos propios, con sus respectivos amores, proyectos de familia, aspiraciones y deseos. Él no tenía nada de eso, nada que lo incentivara. Si era capaz de desear algo, era solamente volver el tiempo atrás, a la única época de felicidad en su vida y detener el tiempo ahí: aquel hermoso y a la vez fugaz tiempo compartido con Kikyo.

Inuyasha: Creo que al fin y al cabo… nunca te superaré –dijo hablándole a la tumba edificada en nombre de la sacerdotisa, sobre la colina más alta de la aldea-. No sé si es que no puedo hacerlo o es que simplemente no quiero, pero hoy siento que a pesar de todo el tiempo que pasó y de todas las cosas que viví desde que desperté de mi gran sueño…mi vida se detuvo en el instante en que tú y yo nos separamos. Mi cuerpo es víctima del paso del tiempo, pero mi corazón se quedó en aquel momento y no puedo traerlo al presente.

Estiró su mano para acariciar la lápida, cerrando los ojos y tratando de recordar cuando ejecutaba la misma caricia pero en lugar de sentir la fría piedra, su mano se inundaba del calor de aquellas suaves mejillas. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro ante el recuerdo, pero rápidamente desapareció al abrir los ojos y ver que se engañaba a sí mismo, pues por mucho que lo deseara, esa lapida no era Kikyo.

Inuyasha: Daría cualquier cosa por poder sentir tu calor tan solo una vez más… -no pudo contenerse, y una lágrima rodó por su mejilla.

Estaba tan consumido en su tristeza que no se había percatado de que alguien lo miraba desde hacía rato, hasta que éste decidió mostrarse.

Sesshomaru: Que decepcionante que tu tristeza opaque tu habilidad de percepción. Si hubiese sido un enemigo ya estarías muerto –dijo tranquilamente apareciendo por detrás.

Inuyasha se apresuró a limpiar los restos de lágrimas en su mejilla ya que no quería darle a Sesshomaru motivos para burlarse de él, pero al voltear a verlo descifró en su expresión pacifica que no tenía malas intenciones, hasta se veía preocupado.

Inuyasha: ¿Qué haces aquí?

Sesshomaru: ¿Estabas llorando?

Inuyasha: Contesta lo que te pregunté.

Sesshomaru: Contesta tu primero, yo soy el mayor.

Inuyasha: No estaba llorando –dijo esquivando la vista de su hermano.

Al ver que Sesshomaru no decía nada, y que mucho menos mostraba intenciones de retirarse, Inuyasha decidió irse él mismo ya que no tenía ánimos para estar con nadie. Pero antes de que pudiera largarse, la imponente voz de su hermano lo hizo detener.

Sesshomaru: ¿No crees que ya es hora de que la superes?

Inuyasha: No estoy de ánimos para que me molestes –dijo en voz baja.

Sesshomaru: No te lo digo para molestarte.

Inuyasha: Entonces metete en tus asuntos y déjame tranquilo con los míos.

Sesshomaru: Si hubiera sabido que durante todo este tiempo llevabas a cabo un plan para suicidarte lenta y tortuosamente, no hubiese perdido el tiempo tratando de matarte yo.

Inuyasha: ¿De qué rayos hablas? –volteó a verlo.

Sesshomaru: ¿Que no es eso? Entonces si no es suicidio como explicas la vida que llevas, condenándote a ti mismo a la soledad y a la tristeza. Sin avanzar en nada, estando siempre estancado en el mismo recuerdo de hace 50 años.

Inuyasha miró sorprendido a su medio hermano. ¿Acaso le importaba lo que él hacía con su vida? Al parecer sí, ya que Inuyasha no encontró rastros de falsedad ni oscuras intenciones en la mirada del mayor. 

Teniendo en cuenta el pasado que habían tenido, se le hacía patético estar tan carente de ánimos como para recurrir a quien quiso darle muerte más de una vez, quien le marcó esa cicatriz de engendro más que nadie y quien siempre le recordó que su nacimiento fue una tragedia. Pero también fue quien en una ocasión le salvó la vida, quien lo ayudó en su batalla con Naraku, quien protegió a Kagome y sus amigos por él cuando hizo falta y quien le propuso de manera indirecta convertirse en parte de la familia Inu-youkai. Quizás…ya era hora de dar vuelta la página y empezar a escribir un nuevo capítulo con su hermano.

Inuyasha: No es tan fácil como crees.

Sesshomaru: Las cosas no suelen ser fáciles. Y me extraña de ti, que estas acostumbrado a que todo sea complicado en tu vida. Nunca te había visto rendirte.

Inuyasha sentía la decepción de su hermano en sus palabras, y se decepcionaba de sí mismo también. Pero era consciente de que ya no le quedaban fuerzas para seguir luchando contra los fantasmas del pasado.

Inuyasha: ¿Por qué me dices esto?

Sesshomaru: Porque ya asumí la responsabilidad de tu transformación en lord, y no puedo permitir que las tierras de nuestro padre sean gobernadas por un hombre que no es capaz ni siquiera de vencer sus miedos.

Inuyasha: ¿Miedos? Yo no le tengo miedo a nada idiota.

Sesshomaru: Sí, sí tienes. Le tienes miedo al futuro y por eso te resguardas en el pasado. Temes volver a amar y que suceda algo como lo que pasó con la sacerdotisa. ¿Pero sabes qué? Vas a quedarte solo por tu propia culpa. Nadie dice que no pueda pasar algo terrible, aunque también puede que todo sea diferente. Pero nunca lo sabrás, porque eres demasiado cobarde para intentarlo.

Sin más y dejando a Inuyasha completamente perplejo, Sesshomaru se dio media vuelta rumbo a la aldea. Antes de alejarse por completo se volteó nuevamente hacia su hermanito que seguía estático en el lugar y dijo: “Cuando te sientas listo para empezar con tu entrenamiento búscame”.

Hacía varios minutos que Sesshomaru se había marchado e Inuyasha aún permanecía inmóvil en su lugar, pensando en las palabras de su hermano. Nunca nadie le había escupido tanta verdad en la cara. Le hizo abrir los ojos y darse cuenta que el único autor de su destino, y por ende culpable de su soledad, era él y nadie más que él.


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