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Amor y odio por saotaky

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Notas del capitulo:

Se hizo esperar pero el gran momento llegó jajajaj. Ojala les guste el capitulo!! 

Pd. Gracias por los reviews!! :)

Tres días más pasaron, e Inuyasha lejos de mejorar, empeoraba. Desde que se hermano le había dedicado esas crueles pero verdaderas palabras, su poco ánimo decayó más aún. Y si las cosas podían empeorar, cuando Kagome llegó de visita y se enteró lo sucedido montó en cólera.

“¡Simplemente no entiendo cómo eres así! –recordaba las palabras de su amiga-. ¡Sabes que yo no te reprocho que no hayas decidido quererme, pero como amiga si te reprocho que nuevamente dejes escapar otra oportunidad de empezar desde cero! ¡Entiendo que hayas sufrido mucho, entiendo que la extrañes, entiendo que tengas miedo, pero la vida sigue y tú te la pierdes!”

Inuyasha reposaba en la rama más alta de un gran árbol, lo más lejos que le fuera posible del suelo, del mundo real. Suspiraba melancólico. Sabía que Kagome tenía razón, sabía que Sesshomaru tenía razón, hasta el resto de sus amigos le había dicho algo parecido en cuanto se pusieron al tanto de los hechos por parte de Kagome. Si por lo menos él pensara diferente a todos, podría sentirse tranquilo ya que nunca dejó que los pensamientos de otros dominen por sobre los suyos. Pero no era así, estaba completamente consciente de que cada segundo de su vida lo estaba desperdiciando, y eso lo hacía sentir aún más cobarde e inútil.

Y por si fuera poco, no podía evitar sentir que un vacío se hondaba en su pecho cuando recordaba a Koga. ¿Que era? ¿Culpa? No, no era eso. ¿Lo extrañaba quizás? ¿Qué podía extrañar en tal caso? Tal vez, el hecho de que lo hiciera sentir tan querido y deseado. Es lindo sentirse así. Pero Inuyasha le había pedido que se alejara y el lobo había cumplido al pie de la letra con eso.

“¿Por qué me molesta si hizo lo que le pedí?” se decía así mismo el hanyou tirando su cabeza hacia atrás y golpeándola contra el tronco del árbol. Se sentía decepcionado al pensar que quizás Koga desistió completamente de su amor, y mientras él estaba confundido y triste, el lobo estaría probablemente casándose con Ayame. “No debería sentirme mal, al final creo que ni siquiera me quería tanto”, dijo para reconfortarse, pero solo logró sentirse peor.

Mientras tanto, en las tierras del norte, el jefe de la tribu de hombres lobo esperaba ansioso la llegada de su sobrino. Lo había mandado a llamar en cuanto su prometida fue enviada junto con otros lobos a una misión de conquista a las tierras del sur. Es que, lejos de obligarlo a casarse con ella, él lo ayudaba a evadirla, y aprovechó la ausencia de la muchacha para traer sin riesgos a su querido sobrino y heredero.

Koga: Cuanto tiempo sin verte tío –apareció el sonriente muchacho.

Su tío habitaba en la cueva mayor de la gran montaña, rodeada por el resto de las cuevas en donde residía la tribu. Dentro de ésta, había diferentes recamaras. Una de ellas, llena de papiros y documentos antiguos acerca de la historia de la tribu lobo; era la favorita de su tío, el gran Okazu. Y allí, lo estaba esperando.

Okazu: ¡Koga, que alegría que estés aquí finalmente! –lo abrazó sin ocultar su alegría.

Koga: ¿Seguro que no ésta Ayame por aquí?

Okazu: No te hubiera hecho venir de no ser así Koga –rió-. Aunque…es un tema del cual tenemos que hablar…Tu compromiso, me refiero. El concejo exige que contraigas matrimonio si es que quieres ocupar mi puesto.

Koga: Lo sé, lo sé –bufó-. ¿No hay nada que tú puedas hacer para librarme de ese requisito estúpido? Tú eres el jefe.

Okazu: Desearía decirte que sí sobrino pero esto va más allá de mi autoridad. Son años de tradición, normas morales de nuestra cultura. Yo sé que no necesitas asentar cabeza con tu corta edad para demostrar que estas capacitado, pero si lo exigen así no hay nada que yo pueda hacer.

Koga: ¿Y hasta cuando me dan tiempo esos idiotas? –enojado.

Okazu: Más respeto Koga –lo regañó-. Durante el próximo eclipse lunar, se dará lugar a la ceremonia donde otorgaré mi poder a ti. Pero el concejo te dará la bendición solo si para ese entonces estas casado, o por lo menos comprometido con alguien. Sea Ayame o quien tu escojas.

Koga: ¿Y eso cuando sería?

Okazu: Un poco más de un mes. Pero no te ilusiones mucho. Sería fácil si a ti te diera lo mismo con quien casarte, pero ya que tú quieres casarte por amor las cosas se complican ¿O crees que es fácil encontrar al amor de tu vida?

Koga se quedó callado, y expulsó un suspiro cargado de tristeza y nostalgia. Su tío lo miró absorto. Nunca antes había percibido tanto desánimo en su siempre tan vivaz sobrino. Estaba dispuesto a preguntar, pero casi como leyendo su pensamiento, Koga se adelantó.

Koga: Ya no sé si quiero casarme por amor tío… Después de todo, sea quien sea la persona con quien me case no será el amor de mi vida. Así que da igual quien sea. Hasta creo que Ayame estaría bien –cabizbajo.

Okazu: ¿Porque dices eso? Oye te dije que encontrar al amor de tu vida no era fácil pero no imposible.

Koga: Es que yo…ya lo encontré. Y no quiere saber nada conmigo, me quiere lo más lejos posible. No hay manera entonces de que pueda casarme con el amor de mi vida.

El joven lobo no pudo evitar que sus ojos se cristalizaran. En todos esos días, no había hecho más que maldecir la vida y todo lo que ésta implicaba. Intentó hacerle caso a Inuyasha y olvidarse de él, pero entre más trataba de alejarlo de su pensamiento más presente estaba. Quería verlo, olerlo, tocarlo, sentirlo. Pensaba en él desde que se despertaba hasta que se volvía a dormir, y por si fuera poco, estando dormido hasta lo soñaba. Se había enamorado como nunca creyó que podría. No le quedaban dudas de que Inuyasha era la persona con la que quería compartir el resto de su vida, y le dolía en el alma saber que eso sería imposible. Pero más le dolía saber que lo que impedía a Inuyasha estar a su lado, no era el simple y quizá aceptable hecho de que no le gustara. Era el miedo del hanyou a otra pérdida, otro sufrimiento…impidiéndole así que Koga le demostrara lo feliz que él lo podría hacer.

Okazu veía atento a su sobrino. No encontraba en su rostro aquella pícara sonrisa característica en él, aquel brillo en sus ojos, aquel tono de voz imponente. Lo veía como un cachorrito triste, y eso le estrujaba el corazón. Okazu no tenía descendencia. Su única familia era su hermano, el padre de Koga, quien murió cruelmente junto a su mujer en el ataque de Kagura a la tribu oeste. Sus sobrinos eran todo lo que tenía, lo que más quería.

Okazu: ¿Y se puede saber que hace el futuro jefe de la tribu norte rindiéndose? –dijo llamando la atención de su sobrino-. No es propio de ti ese comportamiento. ¡Me extraña Koga!

Koga: ¡No hay nada que pueda hacer tío! Él es…alguien que ha sufrido mucho. No quiere arriesgarse nuevamente. Y no puedo obligarlo.

Okazu: Pero sí puedes demostrarle que se equivoca al no darte una oportunidad. No pierdes nada con intentarlo. Tienes hasta el eclipse todavía. Haz el intento, y si para ese entonces todo sigue igual…Bueno, ahí veremos cómo seguimos –dijo poniendo su mano sobre el hombro de su sobrino-. Recuerda que la única batalla perdida es la que no se pelea.

Un rayo de esperanza se hizo presente dentro de Koga. Su tío tenía razón, no era propio de él rendirse, menos cuando ni siquiera había empezado a batallar. Se había decidido, no importaba cuantas veces Inuyasha lo rechazaría, Koga seguiría intentando.

Koga: Gracias tío. Haré lo posible, te lo aseguro –sonrió.

Okazu: Esa es la sonrisa que esperaba ver. Ahora ven, tu hermano muere de ganas de verte.

Con el ánimo totalmente renovado y dispuesto a todo por su amado Inuyasha, Koga siguió a su tío hasta los aposentos de su hermano. Pocos lo sabían, pero Koga era el menor de dos hermanos. Cuando eran pequeños, su hermano mayor era entrenado para un día ser él el jefe su tribu, la tribu oeste. Pero en una batalla de prueba con un youkai de su misma edad y en entrenamiento al igual que él, salió gravemente herido y no pudo volver a pelear. Desde ese entonces, Koga comenzó a ser entrenado para ocupar el lugar de su hermano, mientras que éste se dedicó a los estudios para un día convertirse en líder del concejo de sabios que asisten al jefe en el gobierno de las tierras. Aunque no contaban con el ataque de Naraku a su tribu. Tuvo la suerte de que durante el ataque, él estaba de visita en el norte, instruyéndose con su tío, y tras la tragedia permaneció allí instalado. Okazu le propuso que ya que no podría ser líder del concejo de su difunta tribu, lo sería de la suya. Así era como el hermano mayor de Koga, un joven con conocimiento de un anciano de millones de años, residía cómodamente en la tribu norte, esperando a que cuando su hermanito ascendiera al poder, él lo haría a su puesto de sabio.

Como era de costumbre, lo encontró leyendo, como no podía ser de otra manera. Con una gran sonrisa Koga se adentró en la recamara de su hermano, repleto de escritos antiguos, sin que éste notara su presencia. Allí estaba su adorado hermano mayor, Kenta.

Koga: ¿Tan entretenido esta eso que no vas a saludarme? –dijo llamando la atención de su hermano.

Kenta levantó la vista y una gran sonrisa se dibujó en su rostro al encontrarse con su hermanito menor, a quien hacía tiempo no veía. Sin esperar un segundo más se paró, con cierto cuidado por su pierna aún consecuente de su accidente, y lo abrazó.

Kenta: ¡Al fin llegas! ¿Esta vez vas a quedarte no?

Koga: Voy a mantenerme aquí, pero estaré llevando a cabo mi propia misión de conquista, por lo que no me instalaré del todo aún.

Kenta: ¿Tienes que conquistar un territorio?

Koga: Un corazón –sonrió-. Y tengo hasta el próximo eclipse, así que no voy a perder el tiempo.

Kenta rió ante la siempre persistencia de su hermanito. Si lo hubiera visto minutos atrás, no creería que el muchacho desanimado y dispuesto a rendirse era Koga.

Su tío los llamó avisando que el banquete hecho en honor a la llegada de Koga estaba listo. Y entre charlas y rica comida, el más joven de los lobos puso al tanto a su hermano mayor y a su tío sobre sus aventuras. Y por supuesto, no escatimó en detalles en cuanto al prodigioso hanyou que había robado su corazón y de sus intenciones de enamorarlo cueste lo que cueste.

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Un nuevo día llegaba a la aldea donde habitaba un grupo muy unido de personas. Eran tan unidos, que cuando uno estaba mal o le pasaba algo, todos acudían a él. Y este era uno de esos casos: una de las cabañas de la aldea se había desmoronado por la humedad de la madera, y entre todos ayudaban a la familia a reconstruirla. Miroku les habló de cierta mezcla que le habían enseñado a hacer en un pueblo que visitó una vez, que servía para sellar fuertemente los materiales unos con otros. Sin embargo, para hacerse se necesitaba del néctar de cierta raíz que crecía en determinado punto del bosque. Queriendo aportar su granito de arena a la situación, Inuyasha se ofreció a ir él por la raíz.

Sin dar más vueltas, partió a toda velocidad dando saltos por los arboles. Su amigo el monje le había dado las indicaciones de cómo reconocer la raíz y de la región en la que se hallaba, la cual era habitada por varios ogros, pero eso para el hanyou no era problema.

Luego de un rato de andadas, llegó a dicho punto del extenso y tupido bosque. No pasaron más de unos minutos hasta que encontró sin dificultad la raíz buscada, pero no se dio tiempo a relajarse ya que inmediatamente sintió la presencia de un ogro acercándose, hambriento de carne. Inuyasha rió para sí. “Esto será divertido” dijo colocándose en posición de ataque y llevando su mano hasta su espada para darse cuenta que… NO LA TENÍA.

No tardó en entrar en pánico. ¿Cómo podía ser que no la tuviera si nunca sale sin ella? Fue ahí cuando recordó que la había dejado a un lado para ayudar a unos aldeanos a levantar el muro de madera que estaban construyendo, y olvidó tomarla antes de salir.

Los pasos del ogro se sentían sumamente cerca, al igual que sus alaridos y su asqueroso olor. Inuyasha no reaccionaba, no era de creer la mala suerte que estaba teniendo últimamente. Fue sacado bruscamente de sus pensamientos al ver como un ogro de tamaño colosal lanzaba por los aires los arboles que se interponían en su camino para quedar de frente con él.

Debía reconocerlo, estaba bastante inquieto. La situación no era la más favorable para él, pero tampoco se echaría a correr como niñita. Esquivó con éxito el primer intento del ogro de tomarlo entre sus manos, y se adelantó en un gran saltó para atacarlo con sus garras de acero. Lamentablemente, la piel del ogro era increíblemente dura, casi como una coraza. Sus garras de acero apenas lo rasguñaron, y sus garras de fuego tampoco marcaron una diferencia cuando las utilizó en su segundo ataque. Sin dudas estaba en problemas.

Anonadado por la ineficacia de sus ataques se dejó golpear por el ogro, quien lo azotó con toda su fuerza contra el suelo, dejándolo semi inconsciente. Estiró su repugnante mano con el objetivo de tomarlo y comérselo cual bocadito. Inuyasha lo veía acercarse y se esforzaba por sacar fuerzas de algún lado para aunque sea mover un solo musculo, pero no respondía su cuerpo, estaba muy herido. Su vista nublada, apenas divisaba al ogro, pero pudo ver claramente cuando un destello de luz atravesó el brazo del ogro cortándolo. Luego vio como otro destello perforaba el pecho del monstruo y éste caía destrozado. Los ojos le pesaban, sentía que no podía mantenerlos abiertos más tiempo, pero deseaba ver quien le había salvado la vida. Y para su fortuna, su salvador se acercó a él con urgencia, notoriamente preocupado. Reconocía esos destellos, eran signos del ataque de la Goraishi, el arma legendaria del clan lobo. Y fue ahí cuando lo vio. Su alma se llenó de tranquilidad, y se dejó desmayar, sabiendo que estaría en buenas manos.

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No era consciente de cuánto tiempo había pasado. Aún seguía siendo de día pero la posición del sol señalaba altas horas de la tarde. Con dificultad terminó de abrir sus ojos y miró a su alrededor. Estaba en la orilla de un río situado en un claro que él no reconocía mucho. Se enderezó con cuidado pues su cuerpo aún dolía, y miró a sus alrededores, pero no halló nada más que un trapito mojado que había dejado caer desde su frente cuando se movió. Sintió cierta tristeza al no encontrarlo allí, pero rápidamente ese sentimiento se transformó en abrupta sorpresa y cierto susto cuando un joven de tez morena salió del río, sacando su torso del agua y apoyando sus codos en la orilla junto a él.

Koga: Despertaste –sonriendo.

Inuyasha: ¿¡Como apareces así, me quieres matar de un infarto!? –llevando su mano a su pecho agitado.

Koga: Lo siento –rió-. Estaba pescando algo para comer –sacando un manojo de suculentos peces del agua-. Supuse que la paliza te habría dejado hambriento.

Inuyasha: Haré de cuenta que no escuché lo de la paliza solo porque sí tengo mucha hambre.

Koga esbozó una cantarina risita y salió del agua pasando junto a Inuyasha que seguía sentado. Preparó una fogata rápidamente y puso a asar los peces. Cada movimiento del joven lobo era atentamente observado por el hanyou, quien después de varios días de tristeza se sentía bien a pesar de que casi lo mataban. ¿Sería que estaba feliz de ver al lobo? Prefería no contestarse esa pregunta. Aunque no podía evitar pensar en lo bien que se veía Koga con las gotas de agua corriendo por su torneado cuerpo.

Había un profundo silencio entre ambos, pero curiosamente, para nada incomodo. Inuyasha no hacía más que mirar a Koga, y éste, estaba muy concentrado en su labor de cocinar los peces, mientras que sentía la insistente mirada de Inuyasha sobre él, y le encantaba. Pasados los minutos ya estaban dándoles con todo a los peces, sobre todo Inuyasha, sentados uno frente al otro.

Inuyasha: Eres malo en muchas cosas pero reconozco que sabes el punto exacto para cocinar los peces –dijo terminando el manjar.

Koga: Gracias, pero permíteme corregirte, soy inmejorable en todo lo que hago –sonrió.

Inuyasha: Seguro –con ironía acompañada de una sonora risa.

Koga: ¡Deberías dejarme ganar esta discusión aunque sea por haberte salvado!

Inuyasha: Bueno, podría ser –lo miró fijo-. Por cierto…gracias por eso. Tuve suerte de que justo estuvieras pasando por aquí.

Koga: No me lo agradezcas, nunca hubiera permitido que te maten. De todos modos, no estaba pasando de casualidad, en realidad estaba yendo rumbo a tu aldea a buscarte.

Cierto regocijo de alegría nació dentro de Inuyasha ante esas palabras. Extrañaba de cierta manera la preocupación del lobo sobre él, y además… ¿Lo estaba buscando? ¿Aún después de la manera descarada en la que le pidió que se alejara?

Inuyasha: ¿B-Buscarme? ¿Y…para qué? –volvían los malditos nervios que solo Koga le hacía sentir.

Koga: Para pedirte perdón.

Inuyasha: ¿Perdón por qué?

Koga: Perdón porque no voy a poder cumplir con lo que me pediste. Lo lamento.

Inuyasha no entendía a que se refería, pero antes de que pudiera preguntar, el lobo se acercó bruscamente a él quedando en cuclillas frente al hanyou que permanecía sentado.

Koga: Perdóname, pero no puedo hacer lo que me has pedido. No puedo olvidarme de ti, no puedo seguir con mi vida como si nada hubiera pasado cuando en realidad no es así –acariciando su mejilla-. No me importa cuántas veces me rechaces, inclusive que te enojes y hasta digas odiarme…Yo no voy a dejar de intentarlo.

La mente de Inuyasha se nubló al sentirse acorralado por el lobo. La cercanía de sus cuerpos, de sus rostros y la dulce caricia que ejercía sobre su piel, estaban acabando con su razón.

Inuyasha: Pero…tú no entiendes. Yo no puedo…yo…

Koga: Tu eres demasiado indeciso –dijo posando un dedo sobre los labios del hanyou-. Pero yo voy a ayudarte a que te decidas. Solo dame la oportunidad de enamorarte, déjame intentarlo, por favor.

Inuyasha: Estas loco –dijo serio mientras que por dentro su alma se encontraba feliz.

Koga: Sí, loco por ti. Y eso es lo que quiero demostrarte.

Inuyasha sonrió tímidamente, y eso fue todo lo que Koga necesitó para adentrarse en la más importante de sus batallas. Ahora se jugaría al todo o nada por conseguir el amor del hermoso muchacho que tenía frente a él.

La cercanía de sus labios daba a que la situación sea una bendición imposible de desperdiciar. Inuyasha había dado con su sonrisa, un indirecto permiso a conquistarlo que Koga interpretó a la perfección. Y aunque el hanyou quisiera o no, Koga empezaría desde ya.

Sin apartar sus ojos de aquellos orbes dorados tan magníficos, fue reduciendo poco a poco la distancia entre los labios suyos y los de su amado. Inuyasha pareció tensarse de los nervios, pero no mostraba intenciones de huir. Eso le bastó a Koga para avanzar completamente.

Capturó el labio inferior de Inuyasha entre los suyos, para luego capturar el superior, en suaves movimientos dulces como la miel. Un cosquilleo inundó a Inuyasha ante esa sensación tan placentera. Huyendo de su razón, se dejó llevar y acompañó a Koga en los movimientos de sus labios.

Con delicadeza el lobo se tiró encima de él, dejando a Inuyasha bajo su cuerpo, sin separar sus labios en ningún momento. La lengua de Koga chocó contra los tibios labios del hanyou pidiendo un permiso que le fue inmediatamente concedido. Así, sus lenguas se encontraron por primera vez, curiosas y deseosas de conocerse.

Inuyasha llevó sus manos a la nuca del lobo profundizando el beso, lo cual encantó a Koga al saber que su amado estaba disfrutando tanto como él. Mientras tanto, el lobo mantenía una mano en el suelo evitando reposar todo su peso sobre Inuyasha, mientras que con la otra continuaba acariciando su rostro, como si se tratara de una joya.

Sin aguantar más, Koga separó sus labios de los de Inuyasha y bajando por su mejilla llegó hasta su cuello. Lo besó con pasión y dulzura, mientras que el hanyou ejerció más fuerza en su agarre con el lobo, sintiendo que esos besos generaban un placer nunca antes percibido por su cuerpo. No pudo evitar suspirar encantado ante los besos y caricias incesantes de Koga.

Luego de un rato, abandonó su cuello para volver a su boca, donde depositó un corto y dulce beso para finalizar con su primer “ataque”.

Koga: Me detengo ahora, porque si sigo así no podré parar después. Esto es solo una mínima parte de lo que me gustaría hacerte, pero voy a hacer las cosas bien. No pienso presionarte a que me quieras de ninguna forma –dijo acariciando sus orejitas.

Inuyasha miró a Koga muy enternecido. Se notaba en sus palabras el respeto y amor que sentía por él. El peliplata no estaba completamente seguro de haber hecho bien en tomar esa decisión, pero tampoco podía salir nada malo de darle una oportunidad a Koga. Además, debía reconocerlo…La compañía y el amor del lobo le hacían mucho bien, más de lo que debería si consideraba que supuestamente no sentía nada por él. Quizás, todo estaba cambiando para Inuyasha. 


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