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Amor y odio por saotaky

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Notas del capitulo:

¡¡PERDÓN!! Hace millones que no actualizo. Estuve de viaje por el sur desde que terminé las clases. Me llevé la notebook pero la verdad ni la toqué en todo el viaje jajaja. En compensación, ahora van dos capitulos. Voy a tratar de regularizarme de aquí en más. 

Ojala les guste! :)

Sesshomaru se encargó de explicarle a Inuyasha como debía canalizar su energía e idealizar en su mente la capacidad de volar. Luego de varios intentos fallidos, el hanyou comenzó a percibir una vibración eléctrica en sus pies, hasta que sintió como éstos se despegaban del suelo.

Inuyasha: ¡¡Sesshomaru mira!! –gritaba entusiasmado a unos cuantos metros del piso.

Sesshomaru: Bien, ahora piensa que quieres ir más alto. Imagina en tu mente lo que quieres que tu cuerpo haga, y no te desconcentres, o tu energía se dispersará y caerás.

Lamentablemente la euforia de poder volar corrompió la concentración de Inuyasha que cayó al piso sobre su trasero, dejando escapar varios quejidos y blasfemias.

Volvió a intentarlo una vez más, procurando que esta vez su entusiasmo no lo venciera, y logró moverse libremente por el aire como un ave. Estaba feliz. Parecía un niño pequeño con juguete nuevo. Su hermano lo miraba atento, dejando que disfrutara un poco de su recién adquirida capacidad, para luego llevarlo a destino.

Sesshomaru: Bien –dijo elevándose a los cielos hasta llegar a su lado-. Es hora de partir.

Inuyasha: Claro, yo te sigo –con notoria felicidad.

Sesshomaru tomó rumbo hacia el castillo Inu-youkai del oeste, seguido por su hermano menor cuya euforia comenzaba a irritarlo. Tras largos minutos llegaron al enorme lugar. Una imponente estructura con guardias por donde miraras. Todos demonios de cabellos plata, todos Inu-youkais. O eso creía Inuyasha.

Inuyasha: ¿Todos ellos son…?

Sesshomaru: No. Los Inu-youkais somos una raza casi extinta. Todos aquí son descendientes de algún Inu-youkai junto con otra criatura.

Inuyasha: Híbridos.

Sesshomaru: Exacto. Ven, es hora de entrar.

Se dirigieron al gran portón de entrada, custodiado por dos prominentes hombres. Ambos peliplateados. Uno de cabello muy largo y marcas en sus mejillas como Sesshomaru, pero con piel escamosa y una cola cual lagarto. Mientras el otro, tenía cabello más corto y unos ojos dorados como los suyos y los de su hermano, grandes garras y cuernos que descendían por toda su columna vertebral. Inuyasha se dio cuenta instantáneamente de la veracidad de las palabras de su hermano. Eran todos híbridos, como él, solo que en lugar de tener una mitad demoníaca y otra humana, tenían dos mitades demoníacas pero de diferentes razas. Era fascinante.

Guardián 1: Señor Sesshomaru, bienvenido nuevamente –haciendo una reverencia ante él.

Guardián 2: Es un placer volver a verlo mi señor –imitando a su compañero.

Sesshomaru: He vuelto con el propósito de ocupar el lugar de mi madre junto con mi hermano. A propósito, quizás deban conocerlo –dijo haciéndose a un lado y dejando ver a Inuyasha, que se mantenía tras él.

Los guardias abrieron los ojos enormemente. Por supuesto que todo el castillo estaba al tanto de que el pequeño príncipe del oeste se convertiría en parte del linaje real y gobernaría las tierras, por propio decreto de lady Irasue en su intento de mantener el deseo de Inu No Taisho. Todos habían oído hablar de él. De su fuerza a pesar de su condición de hanyou. De su capacidad para dominar la espada de su padre tal como él solía hacerlo. De su victoria sobre el enemigo de Taisho, el Espíritu Dragón y sobre el temible Naraku. Sin darse a conocer se había ganado la estima de todos en el castillo y estaban ansiosos por volverlo parte de la familia como siempre mereció serlo.

Guardián 1: Príncipe Inuyasha, es un gusto y un placer conocerlo –arrodillándose frente a él.

Guardián 2: Es un verdadero honor se los primeros en darle la bienvenida príncipe Inuyasha –haciendo lo mismo.

Inuyasha: ¿Príncipe? –miró intrigado a Sesshomaru.

Sesshomaru: No seas maleducado y devuelve el saludo. Yo luego te explico.

Inuyasha: Em, gracias. El gusto es mío chicos –le sonrió a los guardias.

No hizo falta conocer más al menor del linaje, para saber que su semblante inocente y desestructurado lo caracterizaría en todo su reinado.

Luego de las presentaciones con más guardias por los que tuvieron que pasar conforme se adentraban en la gran estructura, llegaron al despecho principal, donde en un gran trono los esperaba una mujer hermosa como nunca había visto Inuyasha.

Sesshomaru: Madre –haciendo una reverencia.

Irasue: Hijo –devolviendo el gesto-. Que gusto me da verte.

Inuyasha estaba inmutable. Parecía no respirar inclusive. Estaba notoriamente nervioso. Como no parecía mostrar indicios de presentarse, la mujer decidió dar el primer paso. Se levantó de su trono y caminó hasta él, quedando frente a frente. Se inclinó un poco para quedar a la altura de su aniñado rostro, y fue ahí cuando Inuyasha reaccionó.

Inuyasha: H-hola –dijo tímido.

Irasue no contestaba. Solo lo miraba. Más bien, lo examinaba. Inuyasha se estaba incomodando, pero no atinaba a decir nada. La mujer se enderezó volviendo a su postura y mirándolo desde ésta. La cara tan inexpresable como la de su hijo daba al menor la impresión de que no le había caído bien, a pesar de que no había dicho nada aún. Pero esa idea cambió rápidamente cuando la lady finalmente habló, diciendo algo que no se esperaba…

Irasue: Mírate. ¡Eres lo más lindo que he visto! –exclamó juntando ambas manos.

Inuyasha: ¿Pe-Perdón? –sin entender.

Irasue: Con esas orejitas y esa carita de niño. Eres realmente adorable –pellizcando con dulzura su mejilla-. ¡Qué alegría verte de cerca finalmente!

Sesshomaru: Madre, le sacarás el rostro si sigues así –Irasue soltó las mejillas del menor con mala gana-. Compórtate como la mujer que eres, no una niña.

Irasue: ¡No seas tan amargado hijo! ¿No te das cuenta que estoy feliz de ver al pequeño Inu? –volvió la mirada a Inuyasha que se mantenía quieto-. Dime tesoro, ¿tienes hambre? ¿El viaje estuvo pesado no?

Inuyasha: Algo…Pero estoy bien, no se preocupe –la miraba atento-. ¿Usted de verdad es…madre de Sesshomaru?

Irasue: Sí, lo soy –sonrió dulce.

Inuyasha: Vaya –giró la vista hacia su hermano y dijo- Si tu madre es tan dulce, ¿a quién saliste tu tan…tan tu? –Irasue rió cantarinamente.

Sesshomaru: Repítelo y volarás a tu casa de regreso, pero de la patada que voy a darte –amenazó.

Irasue: ¡Sesshomaru! ¡No le hables así! ¡A partir de hoy tienes prohibido faltarle el respeto a este encanto!

Inuyasha: Gracias pero ya estoy acostumbrado –dijo haciéndose la víctima y ganándose una mirada de odio por parte de su hermano.

Irasue: La verdad es que por las cosas que solía decir Sessh sobre ti esperaba que fueses tan repugnante como describía, pero eres un niño lindo y adorable.

Inuyasha: ¿Repugnante? –miró a Sesshomaru.

Sesshomaru: Repugnante no es solo un aspecto físico. Si tu, madre, interpretaste eso eres demasiado corta de mente. Inuyasha es repugnante por su manera de ser. Y además, no lo trates como un niño, tiene más 200 años.

Irasue: ¿Solo 200? ¡Eres un bebe aún! –volviendo a atacar sus mejillas.

En otro contexto a Inuyasha le hubiese molestado mucho que alguien lo tratara de esa forma, pero en ese instante, lejos de enfadarle le causaba una cálida sensación. Algo que no sintió durante mucho tiempo. Un afecto particular…Un afecto…fraternal. Le recordaba a su madre, y sus constantes muestras de cariño excesivas y melosas, como las de Irasue.

Luego de que la bella mujer terminara de juguetear con las mejillas de Inuyasha, se dirigieron al comedor principal donde los aguardaban con un gran banquete. Sesshomaru se disculpó diciendo que quería ir a visitar a las tropas, y sin más desapareció del lugar dejando solos a su madre y su hermano.

Irasue: Mejor, así podremos hablar más tranquilos. Toma asiento tesoro.

Inuyasha estaba fascinado con la cantidad de comida que había sobre la gigantesca mesa. Se le hacía agua la boca de solo verla. No tardó en comenzar a devorar cual caníbal, generando ternura en Irasue.

Irasue: Me alegra que te guste cariño.

Inuyasha: ¡Es lo más delicioso que he probado! Estoy tan acostumbrado a los peces y frutos silvestres que cambiar de comida me parece un sueño.

Irasue: Siempre que estés aquí comerás de lo mejor. Sea lo que sea que quieras tu solo tienes que decirlo –sonrió.

Inuyasha: ¡Gracias! –contestó encantado con la dulzura de la mujer-.¿ Em, señora Irasue, puedo preguntarle algo?

Irasue: Por supuesto.

Inuyasha: ¿Es verdad que usted ya me conocía?

Irasue: Claro. Desde que naciste. Siempre te he observado y vi como ibas creciendo. Pero nunca me acerqué a ti, pues Sesshomaru no estaba de acuerdo. Sin embargo yo sabía que llegaría este momento, en el que se daría cuenta que tú no eres culpable de nada de lo que pasó y buscaría tu perdón.

Inuyasha: ¿Entonces…usted no me odia ni me culpa por lo que pasó? –agachando la mirada.

Irasue: Jamás te culpé. Mucho menos te odié –enternecida-. Sabes…Mi versión de la historia nunca la has escuchado, y creo que te ayudaría a entender el porqué de mi actitud.

Inuyasha: ¿Su versión?

Irasue: Yo se que debes creer que te odiaba porque eres el hijo de mi esposo con la mujer por la que me dejó. Pero en realidad no es así –Inuyasha la miraba atento-. Seguramente sabrás que la raza de Inu-youkais, es una raza escasa desde hace milenios, por lo que siempre fue importante hacer lo posible por mantener la descendencia. Tu padre y yo fuimos comprometidos y casados obligatoriamente con el objetivo de tener hijos.

Inuyasha: ¿Un matrimonio arreglado?

Irasue: Exactamente. Pero a nosotros no nos importaba, puesto que éramos amigos desde pequeños y nos llevábamos muy bien, además entendíamos que era por el bien de nuestra raza. Tristemente solo pudimos tener un hijo.

Inuyasha: ¿Entonces ustedes nunca estuvieron enamorados?

Irasue: Nos queríamos mucho, pero como amigos. Y al momento en que él se enamoró de tu madre, yo fui la primera en saberlo. Él consultó conmigo porque no quería ofenderme ya que estábamos casados, pero yo nunca me opuse a la relación, inclusive la apoyaba y lo ayudaba a encubrirlo.

Inuyasha: ¿En verdad? –sorprendido.

Irasue: Sí –sonrió-. Yo fui quien encubrió todo el asunto aquí en el castillo el día de su muerte, pensando que solo se trataba de un encuentro más con Izayoi. Nunca imaginé lo que pasaría –dijo con tristeza-. Me sentí culpable de no haberlo podido ayudar de ninguna forma, por lo cual creí que lo menos que podría hacer sería ayudar a tu madre. Cuando fui a su encuentro me encontré con que tú ya habías nacido, y sentí aún más cargo de conciencia por lo sucedido. Le ofrecí a tu madre toda la ayuda que necesitará, pero ella tan gentil se negó diciendo que no quería ser una carga para mí. Insistí pero ella se negaba, por lo que tuve que terminar aceptando.

Inuyasha: No puedo creerlo –para sí mismo.

Irasue: Cuando tu madre murió, volví a sentir culpa de pensar que si hubiese prestado mi ayuda aunque ella no quisiera, no habría muerto. Pero ya era tarde para lamentarme. En ese momento, lo único que quedó del horrible episodio fuiste tú. Pero no podía acercarme a ti ya que no sabía cómo. Tenía miedo de cómo pudieras reaccionar, y Sesshomaru no me apoyaba en lo más mínimo. Así que terminé decidiendo que me mantendría al margen, pero que cuidaría de ti a lo lejos hasta que fueras autosuficiente. Y así lo hice, hasta cerca de tus 60 años, cuando ya te habías convertido en todo un joven valiente y fuerte.

Inuyasha: Es decir…Todas esas veces que los monstruos que me perseguían desaparecían o morían de la nada…Y cuando encontraba comida junto a mí al despertar…Eras…

Irasue: Yo –sonrió.

Inuyasha: Wow –anonadado-. Gr-gracias. En verdad, muchas gracias. Siempre creí que era menuda coincidencia, pero al fin y al cabo si tenía alguien cuidándome día y noche.

Irasue: Era lo mínimo que podía hacer. Quise mucho a tu padre, era como mi hermano. Y apreciaba a tu madre, una gran mujer. Eres verdaderamente fruto de dos grandes personas y de un amor digno de admirar. No me extraña que seas tan encantador.

Inuyasha: Gracias señora Irasue. Por lo que hizo por mí, por haberme contado esta historia, y por darme un lugar en la familia.

Irasue: Se que es lo que más hubiese querido tu padre. Y me vino muy bien que Sesshomaru empezara a darse cuenta de lo mal que te juzgó. Aproveché su cambio de parecer para proponérselo y estuvo de acuerdo. Al fin y al cabo, este es el lugar al que perteneces.

Entre charla y charla, Inuyasha ya había entrado en total confianza con aquella mujer a la que le debía la vida. Hasta ya se había encariñado, y le encantaba la idea de vivir junto con ella y los demás en el castillo.

Luego del almuerzo, Irasue le mostró a Inuyasha todo el castillo. El menor quedó fascinado al saber que todos los Inu-youkais, ya sean de la realeza o plebeyos, vivían en el castillo. Por eso era tan grande. Era una edificación colosal que nacía sobre una meseta en la montaña, parecía un castillo de hielo por su color. Tenía una forma de letra L, en donde en la parte inferior se extendía a la largo una todo el sector ocupado por la gente normal, y hacía lo alto el sector donde vivía la nobleza. Esta separación no significaba nada a la hora de relacionarse, pues Inuyasha notó rápidamente lo bien que se llevaban entre todos.

Irasue: Todos aquí –le explicaba- seamos Inu-youkais de raza pura o híbridos, somos una gran familia. Sabemos que nos tenemos a nosotros y a nadie más. Cada uno ha encontrado aquí su lugar y esperamos que tú también lo encuentres y puedas ser feliz con nosotros.

Luego de conocer todas las habitaciones del sector de nobleza con sus diferentes funciones, y entre ellas su alcoba, se dirigieron al patio central en donde las tropas estaban entrenando con su general: Sesshomaru.

Sesshomaru: ¿Cómo les ha ido? –viéndolos llegar.

Inuyasha: ¡Genial! La comida es deliciosa, el castillo es hermoso, la gente aquí es muy simpática, y tu madre es increíble–viéndola con admiración.

Sesshomaru: Espera a conocerla mejor.

Irasue: Termino recibiendo más cariño de un niño que no es mi hijo que de quien sí lo es –acariciando a Inuyasha.

Sesshomaru: Como digas madre –suspiró-. Inuyasha, prepárate para saludar.

Inuyasha: ¿A quién?

Sesshomaru: A ellos –giró la vista hacia el frente y llamó la atención de sus tropas con un fuerte grito-. ¡Atención! Inuyasha, quiero presentarle al orgullo de este castillo: La tropa elite del oeste, la armada de Inu-youkais –Inuyasha los miró con admiración-. Tropas, les presento a mi hermano, hijo menor del señor de estas tierras y futuro gobernante: Inuyasha.

Tropas: ¡Sea bienvenido, príncipe Inuyasha! –dijeron al unísono haciendo una reverencia.

Inuyasha: Gracias –algo intimidado por tan imponentes hombres-. Es un placer conocerlos –sonriente.

Sesshomaru: No seas tan simpático –por lo bajo.

Inuyasha: Solo porque tú no lo eres no significa que yo no deba –en igual tono.

Soldado1: Wow, es realmente adorable el príncipe –en susurro a un compañero.

Soldado2: Que aspecto tan angelical.

Soldado3: Al fin algo interesante para ver en este lugar.

El tono de las voces de los soldados apenas podía escucharse, pero al gran Sesshomaru nada se le escapaba. Con su mano derecha hizo levitar tres piedras de tamaño considerado desde el suelo y las aventó contra las caras de los soldados que se pasaron de listos con su hermanito. ¿Sobreprotección? ¿Celos de hermano mayor? Esto sí que era nuevo para él.

Sesshomaru: Inuyasha, sígueme –tomando a su hermano por el hombro y llevándolo hacia dentro del castillo.

Inuyasha: ¿Porque les hiciste eso?

Irasue: No me digas que ahora te pondrás en rol de guardabosque –rió.

Inuyasha: ¿Eh?

Sesshomaru: Calla madre. Inuyasha, tú no la escuches.

A partir de ese entonces Sesshomaru comenzó a poner especial atención al trato “simpático” que Inuyasha había descripto en los habitantes del castillo, descubriendo en ellos que todos comían con la mirada al menor. “Malditos pervertidos”, pensó. Sin dudas, sería un guardabosque con todas las letras.

Irasue: Aprovechando que estamos en el tema cariño, no te he preguntado si es que estas en algún tipo de relación.

Sesshomaru: La vida amorosa de Inuyasha es algo catastrófico –se adelantó a decir.

Irasue: ¿En verdad?

Inuyasha: Bueno, algo así. Hace más de 50 años yo estaba muy enamorado y en una relación con una sacerdotisa llamada Kikyo. Pero fuimos separados por Naraku. Nos tendió una trampa, nos engañó haciéndonos creer que debíamos odiarnos –suspiró con tristeza-. Yo terminé sellado en un árbol y ella murió.

Irasue: Oh Inuyasha. Lo lamento mucho.

Sesshomaru: Espera madre, todavía no termina.

Inuyasha: Que pesado eres –a su hermano-. Bueno…La flecha en mi pecho en realidad debía dejarme dormido toda la eternidad, pero a solo 50 años de estar sellado apareció una muchacha que provenía del futuro, de 500 años en el futuro –Irasue abrió los ojos cual platos- y que además era la reencarnación de Kikyo. Su nombre es Kagome. Ella fue quien me liberó y emprendió conmigo la búsqueda de fragmentos de la perla de Shikon, que por una larga historia ella rompió –dijo recordando el momento.

Irasue: Es-espera –sorprendida-. ¿Del futuro?

Inuyasha: Sí. Yo he visitado su mundo, es realmente extraño aunque la comida es excelente. Ella se transporta a través de un pozo que se encuentra en el pueblo que habitamos. Durante la batalla con Naraku yo también podía atravesar el pozo, pero luego de que ésta terminara solo Kagome puede, y lo hace para visitarnos todos los fines de semana.

Irasue: ¿Es decir que esta muchacha es tu novia?

Inuyasha: No realmente. Durante toda la guerra yo creía estar enamorado de ella, pero me di cuenta que solo amaba la paz que me brindaba y lo mucho que me recordaba a Kikyo. Pero la quiero mucho, es mi mejor amiga. Realmente no imagino mi vida sin ella.

Sesshomaru: No estás contando la mejor parte. En un momento la sacerdotisa Kikyo fue resucitada y el Don Juan estaba indeciso entre ambas chicas –dijo burlón.

Irasue: De tal palo tal astilla –rió.

Inuyasha: ¡Ya basta! –apenado.

Irasue: Lo siento tesoro –sonrió-. Y entonces, ahora tú y la humana del futuro son amigos, ¿pero la otra chica?

Sesshomaru: Ya tenías que meter la pata madre –por lo bajo.

Inuyasha: No pude salvarla y otra vez murió en manos de Naraku –con notoria angustia.

Irasue: Oh cariño –acariciando su rostro-. No estés triste, seguro ella se fue feliz sabiendo que la amaste hasta el último día de su vida.

Sesshomaru: Sin embargo, insisto en que ya es tiempo que el pasado quede en el pasado. No te digo que la olvides, pero busca un nuevo amor. Ya me harta verte tan patéticamente deprimido.

Irasue: Es cierto, eres un chico hermoso y encantador ¿No hay nadie que te guste?

Al instante en que esas palabras entraron por sus orejitas de perro, inevitablemente se le vino a la cabeza el rostro de Koga. Alterado, se ruborizó por su propio pensamiento y sacudió la cabeza tratando de recuperar la lucidez. Irasue y Sesshomaru lo miraban extrañados.

Inuyasha: Eh –rió nervioso-. No, no en verdad…

Sesshomaru: Eres pésimo mintiendo.

Inuyasha: No estoy mintiendo, ¡lo digo en serio!

Irasue: Déjalo tranquilo Sesshomaru. Tú eres el menos indicado.

Sesshomaru dirigió una vista de enojo a su madre e Inuyasha quedó bastante intrigado ante el tema de “la vida amorosa” de su hermano, que accidentalmente Irasue había convocado.

 Pasadas las horas, ya estaba atardeciendo y ambos hermanos retornaron camino hacia la aldea, acordando volver en unos días para ir acostumbrado a Inuyasha a su futuro hogar.


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