Los tres chicos amantes de las gafas, paseaban bajo la lluvia en dirección a sus respectivos hogares. Las gotas se detenían por momentos, pero después volvían con mayor intensidad –Aquí nos separamos Mitsuki- hablaba el castaño presidente del club –Gracias por los paraguas-
El pequeño ojiverde sonreía –Soy feliz de ayudar a Souma-sempai- se ruborizo un poco –“Además, pude compartir un paraguas con el”-
-Bueno, nos vemos mañana en la escuela- el castaño le paso el paraguas que llevaba –Nos llevaremos este y te lo devolveré mañana- se puso al lado del chico peliazul y se fueron por un rumbo distinto al del pequeño ojiverde.
-Yukiya, quédate hoy en mi casa… - lo invitaba alegremente -… hoy comeremos nabe-
-Lo siento, pero tengo que seguir trabajando en las gafas de rayos X-
-Debes descansar un poco del trabajo o te enfermaras-
-Mis libros para las clases de mañana, están en mi casa-
-¡No hay problema!...- se acomodaba los lentes -… Pasaremos a tu casa a buscarlos, también una muda de ropa y avisarles a tus padres- el peliazul sonrió al ver la enorme sonrisa del castaño y asintió con la cabeza.
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-¡Que delicioso baño!-el castaño entraba a su cuarto vistiendo su pijama y secándose el cabello –Yukiya, te dije que hoy descansaras- dijo al ver al peliazul apretando un tornillo de uno de los prototipos de gafas.
-Lo sé, pero…- le quito las gafas y el desatornillador -¿Akira?- el castaño lo tomó del brazo para llevarlo a un lado de la cama y, levanto el cobertor.
-Ya es tarde, así que, a dormir- lo empujo tirándolo sobre el colchón, apagó la luz y se acostó junto a él, quedando frente a frente -¡Ah! Casi lo olvido- lentamente le quito las gafas al peliazul y recargándose sobre él, estiro el brazo para ponerlas sobre el velador al otro lado de la cama –Si duermes con tus gafas, se pueden rayar-
El peliazul sintió su corazón palpitar por la cercanía con el castaño, que aprovecho de quitarse sus propias gafas y ponerlas junto a la otras –Akira…- intento que su voz no mostrara el nerviosismo que sentía -… me aplastas-
-¡Ah! Lo siento- se volvió a acostar, pero, al mover su cabeza, su rostro paso tan cerca del rostro del peliazul, que por un momento, sus tibios alientos se mezclaron –Entonces, buenas noches Yukiya-
-Buenas noches, Akira- los dos chicos se dieron media vuelta, quedando espalda contra espalda. El peliazul se encontraba nervioso –“¿Por qué mi corazón late tan rápido?”- se apretaba la polera del pijama a la altura del pecho –“Cálmate, cálmate, cálmate. No es la primera vez que me quedo en la casa de Akira…”- escuchaba la suave respiración de su compañero y amigo que dormía tranquilamente –“… entonces por qué… ¿Por qué no me puedo calmar?”-
Mientras pensaba y se confundía mas, un brazo se poso sobre su cintura y un cuerpo, casi de su mismo tamaño, se apego a su espalda. Las palabras quedaron atascadas en su garganta cuando la nariz del castaño, rozo su nuca y susurro –El olor del jabón… hueles tan bien Yukiya- y seguido de esa frase, soltó un poco el abrazo y siguió durmiendo pacíficamente.
El peliazul pasó toda la noche en vela y cuando llegó la mañana, se levantó lentamente para no despertar al castaño. Se vistió y espero a que sonara l alarma. Cuando abrió sus ojos rojizos, el peliazul le habló –Akira, olvide un libro en mi casa, lo iré a buscar antes de ir a la escuela-
-Espera…- se sentó y se puso las gafas -… me vestiré e iremos juntos-
-No, no es necesario- el peliazul apartaba el rostro para no mirarlo directamente –Nos vemos después- y después de decir eso, salió de la habitación. En su camino a la salida, se encontró con el tierno hermano del castaño y él, lo acompaño asta a puerta. Se despidió y se fue a paso lento –“Pulsaciones y latidos acelerados, respiración agitad, calor en el rostro, nerviosismo y vergüenza…”- se detuvo y miró al cielo que hoy, se mostraba claro y despejado –“… ¿Esto es lo que llaman amor?”- suspiro y siguió caminando.
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Continuara...